Por Laura Marcela Vergara*
Al investigar sobre lo que significa identidad, nos encontramos con definiciones que nos dicen que se trata de aquello que nos hace reconocibles ante los demás. Nuestro nombre, el día y el sitio en el que nacimos, nuestros familiares, lo que nos gusta y lo que no nos gusta hacer, la ropa que preferimos, el cantante o actor por el que morimos, o ese amorcito por el que nos desvelamos, en pocas palabras, son nuestro gran tesoro; una especie de ‘maleta’ que sólo cada uno de nosotros posee y nos hace únicos.
Pero, la tarea no llega hasta simplemente saber que la tenemos, sino en irla valorando y fortaleciendo cada día de nuestra vida. Al estar en convivencia con otros, en el colegio, la u, en el hogar y en tantos otros lugares que frecuentamos, no sólo estamos mostrando nuestra identidad, sino conociendo la de los otros y es allí donde está la riqueza de ser diferentes, de aprender unos de otros.
Bien decía el escritor Fernando Savater en su libro “Política para Amador”: “La gracia no está en empeñarnos en ser lo que somos, sino en ser capaces, gracias a nuestros propios esfuerzos, y a los de los demás, de llegar a mejorar lo que somos”. Por supuesto que no todos somos iguales, pero el respeto y el amor siempre nos debe unir como familia, como comunidad y como país. Cuando decimos orgullosos: “soy colombiano”, no sólo expresamos un nombre de un país, sino todo lo que eso conlleva: nuestra cultura, nuestros antepasados, las costumbres, la gente, los municipios, y todas esas cosas que nos identifican y nos hacen sentir felices.
Para poder lograr lo que el escritor Savater nos expresaba, tenemos que reflexionar sobre todas y cada una de esas cosas que nos identifican, aceptar nuestros errores y estar dispuestos a mejorar. Así nuestra identidad se irá enriqueciendo un poquito cada día.
Las enseñanzas de Sócrates (Tomado de Latinbooks – Valores y Actitudes)
Para impartir los conocimientos que consideraba necesarios, hacer de él un hombre apto para funciones públicas, Sócrates compartía con su discípulo largas conversaciones a través de las que llevaba al joven a que descubriera las cosas por sí mismo. Un día le dijo: “¿No crees Alcibiades que antes de aprender a gobernar a los demás, es conveniente primero aprender a gobernarse a si mismo? Antes, pues, de consagrarte a los demás, cuida de ti mismo y, para ello, aprende a discernir claramente lo que constituye lo mejor de ti. Es preciso, pues, que obedezcas ante todo al precepto esculpido en el templo de Delfos: -Conócete a ti mismo-“
*Feligrés Unidad pastoral Divina Misericordia. Colegio Nuestra Señora de Lourdes. lau.vergara@hotmail.com