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Parece que, después de la anunciación, la Virgen Madre guardó para sí el gran misterio que había acontecido en ella: la encarnación del Verbo. Ni había palabras para expresarlo, ni parece que el Señor quisiera que lo revelara por sí misma, y esto incluía a San José. No obstante, Isabel fue informada del misterio por el Espíritu Santo, como se deduce de la escena de la visitación. ¿Habían hablado previamente de ello María y José? ¿Acompañó José a María en la visita a Isabel? ¿Ya habría tenido lugar la revelación del ángel a José? Los textos evangélicos dejan todas las respuestas abiertas.
Parece que, después de la anunciación, la Virgen Madre guardó para sí el gran misterio que había acontecido en ella: la encarnación del Verbo. Ni había palabras para expresarlo, ni parece que el Señor quisiera que lo revelara por sí misma, y esto incluía a San José. No obstante, Isabel fue informada del misterio por el Espíritu Santo, como se deduce de la escena de la visitación. ¿Habían hablado previamente de ello María y José? ¿Acompañó José a María en la visita a Isabel? ¿Ya habría tenido lugar la revelación del ángel a José? Los textos evangélicos dejan todas las respuestas abiertas.
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Lea más sobre este artículo en la edición 134 de Kairós.
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