Transcurría el año 1924 cuando monseñor Carlos Valiente le pidió al señor William Laad, por cierto protestante, pero casado con Clara Gerlein, una dama barranquillera católica hasta los tuétanos y de una generosidad reconocida, que destinara una manzana del inmenso lote de su propiedad -convertido en potrero- para la construcción de un templo y su respectiva casa cural. Los esposo Laad Gerlein gustosamente donaron el terreno comprendido entre las carreras 45 y 46 con calles 66 y 67. En diciembre del mismo año fue bendecida la primera piedra del futuro templo que sería dedicado a san Pedro Claver.
Todo indicaba que realmente san Pedro Claver tendría su templo en Barranquilla, ya que las hermanitas de los pobres más tarde comienzan a construir un noviciado enseguida de lo que sería la iglesia. Pero, a finales de 1929 arriban a la capital del Atlántico los religiosos del Santísimo Redentor, quienes querían trabajar en esta ciudad. La llegada de los redentoristas, quizás por fallas de comunicación, toman por sorpresa al señor vicario general ya que no tenía donde alojar esta nueva comunidad. Por eso monseñor Valiente se dio a la tarea de conseguir, así fuera en arriendo, una casita para que los redentoristas pudieran alojarse, y la consiguió en los alrededores de la iglesia, en el barrio Boston. Así, estos primeros redentoristas comienzan su trabajo pastoral en esta modesta vivienda donde faltaba todo.
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Conozca más de la historia de esta parroquia en la edición 140 de Kairós.
Todo indicaba que realmente san Pedro Claver tendría su templo en Barranquilla, ya que las hermanitas de los pobres más tarde comienzan a construir un noviciado enseguida de lo que sería la iglesia. Pero, a finales de 1929 arriban a la capital del Atlántico los religiosos del Santísimo Redentor, quienes querían trabajar en esta ciudad. La llegada de los redentoristas, quizás por fallas de comunicación, toman por sorpresa al señor vicario general ya que no tenía donde alojar esta nueva comunidad. Por eso monseñor Valiente se dio a la tarea de conseguir, así fuera en arriendo, una casita para que los redentoristas pudieran alojarse, y la consiguió en los alrededores de la iglesia, en el barrio Boston. Así, estos primeros redentoristas comienzan su trabajo pastoral en esta modesta vivienda donde faltaba todo.
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