sábado, agosto 12, 2006

EDITORIAL

Trabajar bien, trabajar mejor

Todo cuesta y, en ocasiones, no estamos dispuestos a pagar o aportar lo que a cada uno le toca en ese proceso por una vida mejor. Queremos ser –por ejemplo- excelentes trabajadores, pero la dedicación y el empeño que una meta semejante exige, nos parece –en ocasiones- un precio muy alto. Y mientras vamos de un lado a otro, entre el “cumplir por cumplir” y la mediocridad, la vida se nos pasa y las oportunidades también.

Es bueno saber qué pasos son los que debemos dar hacia la salida, hacia la superación de una situación semejante. En primer lugar, se debe recuperar el sentido sagrado del trabajo; el que hoy podamos trabajar no es algo que sea fruto de la suerte sino un don, un regalo de Dios. Y si el trabajo es manifestación de la gratuidad, del amor de Dios, el modo en que se realiza debe ser alegre, agradecido.

El segundo paso hacia esa superación que se mencionaba al principio, es no olvidar que la mejor manera de manifestar el amor hacia nuestra familia, empresa e incluso nuestro país, es trabajar con responsabilidad y entrega generosa. No se construye país únicamente con política, también haciendo cada día, con amor, lo que nos corresponde.

Un trabajo que se hace con amor, que se asume como un don de Dios, edifica a los demás, habla bien de nosotros. Es asombroso ver lo mucho que puede hacer el ejemplo. Si nos ven contentos haciendo nuestro trabajo, muchos se animarán a hacer lo mismo.

Por último, cuando se asume una actitud diferente ante el trabajo, más temprano que tarde empezamos a recibir los frutos. Un trabajo hecho con amor puede traernos paz, alegría e inevitablemente desarrollo.

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