DAR RAZÓN DE LO QUE SE CREE
Ana Cecilia de Veber es una de esas mujeres que les tocó vivir en carne propia los cambios radicales que el siglo pasado trajo consigo. En un tiempo en que nada era fácil, se hizo profesional, fue esposa y fue madre.
Bilingüe, socióloga de profesión y con un gran amor por el Derecho, la segunda carrera que no pudo terminar, Ana Cecilia hace parte de ese grupo de laicos que han asumido su misión de ser "sal y luz" en medio de las realidades del mundo.
Pertenece desde los 22 años a la Legión de María y, en la actualidad, participa activamente en el proceso de Renovación y Evangelización de nuestra Arquidiócesis como coordinadora de asambleas familiares. Su unidad pastoral es la de San Francisco de Asís, y su campo de acción favorito -en el contexto de la Legión de María- es la evangelización de los alejados.
Pero Ana Cecilia no sólo fue testigo de cambios sociales, también tuvo la gracia de conocer la realidad de la Iglesia antes y después del Concilio. Al profundo afecto que sentía por Juan XXIII, se unió la admiración por ese liderazgo que llevó al "Papa de la sonrisa" a convocar uno de los más trascendentales concilios de la historia de la Iglesia. Al respecto afirma: "Para mí el Concilio Vaticano II ha sido fundamental desde todo punto de vista. Creo que desde él se empezó a configurar una Iglesia que pudiera atravesar el umbral del nuevo milenio".
Otro de los elementos interesantes del testimonio de nuestra invitada es el de su profesión, sobre esto Ana Cecilia señala: "Cuando digo que soy socióloga, mucha gente tiende a pensar -casi automáticamente- en la época en que estudié. Un tiempo en el que lo social tendía a agitar los ánimos de pensadores y se respiraba cierta resistencia a la Iglesia. Sin embargo, y esto puedo llamarlo una especial gracia del Señor, yo pude amar profundamente la sociología sin dejar de amar a Jesucristo, a la Iglesia. Nunca me contaminé".
Hoy día Ana Cecilia comparte su tiempo entre su familia, su trabajo como profesora de inglés -una labor a la que ha dedicado 20 años de su vida- y su servicio a la Iglesia.
Ana Cecilia de Veber es una de esas mujeres que les tocó vivir en carne propia los cambios radicales que el siglo pasado trajo consigo. En un tiempo en que nada era fácil, se hizo profesional, fue esposa y fue madre.
Bilingüe, socióloga de profesión y con un gran amor por el Derecho, la segunda carrera que no pudo terminar, Ana Cecilia hace parte de ese grupo de laicos que han asumido su misión de ser "sal y luz" en medio de las realidades del mundo.
Pertenece desde los 22 años a la Legión de María y, en la actualidad, participa activamente en el proceso de Renovación y Evangelización de nuestra Arquidiócesis como coordinadora de asambleas familiares. Su unidad pastoral es la de San Francisco de Asís, y su campo de acción favorito -en el contexto de la Legión de María- es la evangelización de los alejados.
Pero Ana Cecilia no sólo fue testigo de cambios sociales, también tuvo la gracia de conocer la realidad de la Iglesia antes y después del Concilio. Al profundo afecto que sentía por Juan XXIII, se unió la admiración por ese liderazgo que llevó al "Papa de la sonrisa" a convocar uno de los más trascendentales concilios de la historia de la Iglesia. Al respecto afirma: "Para mí el Concilio Vaticano II ha sido fundamental desde todo punto de vista. Creo que desde él se empezó a configurar una Iglesia que pudiera atravesar el umbral del nuevo milenio".
Otro de los elementos interesantes del testimonio de nuestra invitada es el de su profesión, sobre esto Ana Cecilia señala: "Cuando digo que soy socióloga, mucha gente tiende a pensar -casi automáticamente- en la época en que estudié. Un tiempo en el que lo social tendía a agitar los ánimos de pensadores y se respiraba cierta resistencia a la Iglesia. Sin embargo, y esto puedo llamarlo una especial gracia del Señor, yo pude amar profundamente la sociología sin dejar de amar a Jesucristo, a la Iglesia. Nunca me contaminé".
Hoy día Ana Cecilia comparte su tiempo entre su familia, su trabajo como profesora de inglés -una labor a la que ha dedicado 20 años de su vida- y su servicio a la Iglesia.
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