sábado, diciembre 16, 2006

¿EXISTE DIOS?

LOS CREYENTES RESPONDEMOS: SÍ

Por CLOTARIO HEMER CERVANTES
Párroco Unidad Pastoral Santísima Trinidad

En la catequesis publicada en dos ediciones anteriores decíamos que los ateos están descalificados en la Biblia (lea los salmos 14, 1 y 53, 1). Los cristianos, los judíos y los musulmanes creemos en el mismo solo Dios, único, verdadero. Por eso nos llamamos monoteístas. Sin embargo, el contenido de fe de cada una de estas confesiones religiosas tiene diferencias, aunque son, creo yo, más las afirmaciones coincidentes que las divergentes, pero éstas tienen implicaciones profundas. La principal diferencia del cristianismo con el judaísmo y el islamismo consiste en que el cristianismo cree en un Dios que es uno en esencia y trino en personas. Esto no lo profesan ni los judíos ni los musulmanes en sus respectivos credos. Los cristianos confesamos que el único Dios verdadero es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo. Un solo Dios verdadero en tres personas distintas. Las demás diferencias brotan de aquí básicamente. En esta catequesis nos referimos únicamente a los creyentes cristianos. No estoy lo suficientemente informado sobre la teología judía ni la musulmana, aunque siento mucho respeto por ambas y espero dedicar un tiempo a su estudio.

DIOS SE REVELA
La epístola a los Hebreos dice: “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas”. (Antiguo Testamento); en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo (Nuevo Testamento), a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos”. (1, .1-2) En ambos testamentos, pues, nos ha hablado Dios. Nos ha hablado de sí mismo y del hombre. Hablar de Dios necesariamente implica hablar del hombre y hablar del hombre necesariamente implica hablar de Dios. Todo lo que creemos los cristianos y más específicamente los católicos, a quienes principalmente me dirijo en esta catequesis, se fundamenta en la “revelación cristiana”, es decir, lo que Dios ha dado a conocer por los profetas y por su Hijo acerca de Sí mismo y, lógicamente, del hombre, contenida en la Sagrada Escritura de ambos Testamentos y en la Tradición Apostólica, que Pablo llama el Depósito (2 Tim. 1,14), interpretadas oficialmente por el Magisterio de la Iglesia por encargo del mismo Cristo. Eso confesamos y creemos los católicos.

Cuándo la Biblia (o la Revelación) habla de Dios, ¿qué imagen de Dios nos transmite? ¿A qué clase de Dios se refiere? ¿Quién es Él? ¿Cómo es Él? ¿Qué dice de sí mismo? Igualmente, cuando la Biblia (o la Revelación) habla del creyente en Dios, del fiel, del justo, del santo, ¿a quién se refiere? ¿Qué le pide que crea? ¿Qué conducta le pide? ¿Cuál es el perfil del verdadero creyente según la Revelación Cristiana? Desde su primera página hasta la última, la Biblia responde amplia y profundamente a estos interrogantes. Aquí haré una selección y un análisis de los textos que, a mi juicio, pueden ayudarnos mejor a dar respuesta a estos interrogantes.

DIOS SE REVELA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO CON EL NOMBRE DE “YO SOY”
En el capítulo tres del libro del Éxodo, encontramos una presentación de Dios de mucho contenido. Recomiendo una lectura bien “saboreada” de dicho capítulo. Se trata del encuentro de Moisés con Dios en el Monte Horeb. Dios se le apareció a Moisés en “forma de llama de fuego, en medio de una zarza” y le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”. Dios envió a Moisés diciéndole: “Ahora, pues, ve; yo te envío al Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto” (Ex. 3, 10) Moisés respondió: “Cuando los israelitas me pregunten: ¿Cuál es su nombre? (el de Dios). ¿Qué les responderé? (Ex. 3, l3). La respuesta que Dios le dio a Moisés fue: “Yo soy el que soy. Así dirás a los israelitas: “Yo soy” me ha enviado a vosotros” (Ex 3, 14). Este encuentro culminó con la liberación de la esclavitud a que el pueblo de Israel se vio sometido durante cuatrocientos años en Egipto, y con la celebración de la Alianza o Pacto en el Sinaí, que hizo de Israel el pueblo de Dios y de “YO SOY” el Dios de Israel. Estos acontecimientos fueron fundamentales de la fe del pueblo del Antiguo Testamento; a partir de esta experiencia el pueblo de Israel vivirá en función de “YO SOY” y de la fe en Él. Además, estos acontecimientos constituirían el memorial que Israel celebraría cada año en la Pascua, de generación en generación, para conmemorar su salida de Egipto. Por eso este texto es valioso y significativo, porque en él Dios se define, da a conocer su nombre, dice quién es El, se presenta como el Dios de los padres: “se revela”.

En este episodio “YO SOY” se revela, en primer lugar, como un Dios real, que existe, no como los dioses de Egipto y los de los cananeos, que son obra de mano de hombre. “Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no huelen, tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un solo susurro en su garganta” (Sal 115 ; ll3b 4-7). Un Dios que actúa, que libera, que se compadece; todo eso significa ese nombre, si se tiene en cuenta el contexto en que es revelado. Fiel, porque a pesar de haber pasado tanto tiempo desde la promesa que hizo a Abraham, a Isaac y a Jacob, YO SOY no se olvidó de lo que les había prometido (Lea Génesis 12, 1-5; 26, 23-25; 28, 10-19): liberador de la opresión y de la esclavitud; compasivo y misericordioso porque, bajo la guía de Moisés, arrancó de manos del Faraón a un manojo de tribus esclavas y las constituyó en un pueblo. María y Zacarías recordarán en sus respectivos cánticos la promesa de Dios a Abraham y a su descendencia (lea a Lucas 1, 55; 1,75). Naturalmente que este nombre no agota todo lo que Dios es. Sin embargo, a partir de él, el pueblo tiene bien clara la diferencia entre su DIOS y los dioses de los gentiles: Dios existe, es el Dios verdadero; los otros dioses no existen, son ídolos. Además, a partir de este acontecimiento, Israel va experimentando la presencia de Dios en medio de su pueblo, va reflexionando y profundizando y Dios, a su vez, se va revelando cada vez más.

LOS NOMBRES DE DIOS
En primer lugar, el Antiguo Testamento da a Dios diferentes nombres y, en cada uno de ellos, expresa un atributo de Dios. He aquí algunos nombres “Él”, común con las restantes lenguas semitas, expresa el poder de Dios y a veces se une con otros nombres como: “El Olam” (Dios eterno), (Gn 21,33); “El Roi” (el Dios que me ve), (Gn 16, 3); “El Shadday” (el Dios omnipotente), (Gn 17,1); “El Elyón” (el Dios altísimo), (Gn 14, 22); “Adonai” (mi Señor), (Jos 5, 14); “Yahvé Elohim” (el Señor es Dios) (Jue 5, 3); “Yahvé Sebaot” (El Señor de los ejércitos) (1 Sam 1,3) Como podemos darnos cuenta, los solos nombres que el Antiguo Testamento da a Dios son una verdadera revelación del mismo Dios.

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