miércoles, febrero 21, 2007

ENFERMEDAD Y POBREZA, EL CONSTANTE CIRCULO VICIOSO

NUEVO COLUMNISTA EN KAIROS

Damos la bienvenida a las páginas de Kairós a fray Gilberto Hernández García, mexicano, de 34 años de edad. Actualmente vive en el convento de La Santa Cruz de los Milagros de Querétaro y pertenece a la Orden de Frailes Menores (franciscanos) en la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán. Estudió periodismo y filosofía. Actualmente escribe una columna semanal para 22 periódicos religiosos mexicanos, además es colaborador de la agencia Zenit-El Observador de Roma y de ACI-prensa de Lima, Perú. He trabajado en radio, donde he laborado como conductor, realizador y guionista. “Creo profundamente que la comunicación es el camino para la comunión y que la comunión es el espíritu que ha de animar toda comunicación”, dijo a Kairós fray Gilberto Hernández.

Por Fray GILBERTO HERNÁNDEZ GARCÍA, OFM
alvinxxi@yahoo.com.mx

Alrededor del mundo, 1.200 millones de personas se esfuerzan por sobrevivir con menos de un dólar al día. Según la organización española Oxfam, cada día unas 30.000 personas mueren a consecuencia de la situación de pobreza extrema en la que viven. Cada semana mueren a causa de la pobreza más personas de las que murieron como consecuencia del tsunami que se produjo en el sudeste asiático. Cada 3 segundos, un niño o niña muere a causa de una enfermedad que se podía haber prevenido.

Este año el Papa Benedicto XVI, en el mensaje que ha dirigido con motivo la XV Jornada Mundial del Enfermo, también ha llamado la atención sobre el tópico de la enfermedad y su estrecha relación con la pobreza y las privaciones que “causan miseria y dolor inmensos”. Así, “muchos millones de personas en el mundo viven aún en condiciones insalubres y no tienen acceso a los recursos médicos necesarios, a menudo del tipo más básico, con el resultado de que ha aumentado notablemente el número de seres humanos considerados ‘incurables’”, ha dicho.

Y es que no podemos perder de vista que la salud está tan mal repartida como la riqueza: aquellos que tienen mayor posibilidad de acceder a los bienes y servicios también son los que gozan de mejor salud. No es difícil entender que las carencias materiales son causa de enfermedad, puesto que aquellos que carecen de acceso al agua potable, a una buena alimentación, educación o asistencia sanitaria son más propensos a caer en la enfermedad y tienen más dificultades para salir de ella. Además tampoco se puede soslayar el hecho de que hay enfermedades que, por afectar sólo a los pobres, a pesar de ser causa de un elevado número de muertes prematuras no representan un incentivo económico para invertir en estrategias de lucha. Un ejemplo elocuente en ese sentido es la malaria, que al afectar sólo a zonas del mundo con renta baja presenta retraso en cuanto a instrumentos de lucha en relación con las enfermedades que afectan a los ricos.

Por otro lado, también salta a la vista que la enfermedad provoca y perpetúa la pobreza. Cuanta más enfermedad y/o muerte prematura existe en un país o zona determinados, mayor es la cantidad de recursos perdidos por esa sociedad. Pongamos el ejemplo del sida, que azota especialmente a las regiones más pobres de nuestro planeta y representa una verdadera pérdida de personas en edad productiva que, al morir prematuramente, abandonan el mercado de trabajo, dejando puestos vacantes que la sociedad necesita años para remplazar. Así, las sociedades pobres se ven forzadas una y otra vez a encajar enfermedades y muertes prematuras que dejan un hueco que lastra la economía y genera problemas familiares y sociales difíciles de cuantificar. De esta manera, en las zonas pobres de nuestro planeta se completa un círculo donde la enfermedad y la ausencia de recursos básicos se retroalimentan, formando un auténtico círculo vicioso: enfermedad-pobreza-enfermedad. Por ello, la lucha contra la pobreza debe ir acompañada de la lucha contra la enfermedad y viceversa.

Un mundo que destina el 90% de los recursos en investigación biomédica a la lucha contra las enfermedades que azotan sólo al 10% de la población, debería mirar más allá de las fronteras para corregir este desequilibrio. A pesar de la globalización, existe un mundo rico, preocupado por mantener tratamientos cada vez más costosos y con un impacto menor en ahorro de muerte prematura, y un mundo pobre atrapado en el círculo pobreza-enfermedad-pobreza. A menudo, no somos conscientes de que los problemas de la pobreza y la enfermedad son de todos. Por ello es preciso que emerja la conciencia solidaria, que nos lleve a volver la cabeza, el corazón y las manos ante las condiciones de vida y la enfermedad de los más pobres.

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