jueves, febrero 08, 2007

ORANDO EN LA URBE

ARTE, REPARACION Y CONSOLACION
El dolor de Israel y la purificación de la conciencia
I parte

Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad (Kyrie de la liturgia latina)

Por: RÓGER VARGAS CHOLES
Legionario de María
rogervch@yahoo.com
www.miroforas.podomatic.com

No podría empezar a escribir en este nuevo año, en este tiempo nuevo que el Señor nos concede, sin expresarles mis más sincero deseo de paz y gozo para al año que apenas comienza; y quiero hacerlo con una hermosa y antigua oración irlandesa que aún hoy, después de tantos siglos, es muy común encontrarla en los dinteles y en las jambas de las puertas de los hogares de Irlanda; así que para cada uno de ustedes, en especial para ti que lees este artículo, pido al Señor lo que esta bella oración recoge: “Que el camino venga a tu encuentro, que el viento sople siempre a tu espalda, que el sol ilumine siempre tu rostro, que la lluvia caiga suavemente en tu campo, y hasta que volvamos a vernos... que Dios te guarde en la palma de su mano. (AN IRISH BLESSING, antigua bendición irlandesa) Bueno, luego de los saludos de rigor con ocasión del año nuevo, es hora de entrar en materia.

«RECORDEMOS HOY Y SIEMPRE»
Cada año, desde de noviembre de 2005 y por disposición de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se realiza -el 27 de enero- el Día Internacional en Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. Uno de los más demenciales actos de barbarie y odio jamás cometidos por el hombre en la historia de la civilización. Más de 6 millones de judíos (niños, mujeres, adultos y ancianos), sin contar los católicos –que aunque en minoría también estuvieron entre las víctimas del Holocausto- fueron encerrados, torturados, mutilados, ahogados en cámaras de gas -y luego de utilizar sus huesos para fabricar botones y su piel para hacer jabón- incinerados. La fecha elegida por las Naciones Unidas coincide con la de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz (1945): el símbolo por excelencia de la maquinaria criminal nazi.

«CONSOLAD, CONSOLAD A MI PUEBLO…»
La razón por la que he escogido este tema –un poco escalofriante quizá- para el primer artículo de esta serie de “Orando en la Urbe” en el 2007, está relacionada no sólo con la cercanía al 27 enero, sino también con algo que a finales del 2006 inicié: la exploración del arte como expresión de la dimensión trascendente –espiritual- del ser humano y también como herramienta al servicio de la espiritualidad contemporánea y la evangelización.

Acontecimientos como el del exterminio de los judíos, en pleno Siglo XX, pueden generar todo tipo de reacciones, quizá en su momento mucho de lo que pasaba en los campos de concentración o exterminación –que al final resultó siendo lo mismo- fue silenciado; sin embargo, el dolor de tantos hermanos nuestros suscitó en las generaciones posteriores, auténticos actos de solidaridad espiritual y comunión con aquellos que murieron inocentemente. Bajo la premisa de “Recordar, Hoy y por Siempre”, cientos de instituciones –en su mayoría Ongs- emprendieron fuertes campañas en contra del olvido y la indiferencia en los que “caemos” frecuentemente los seres humanos, cuando el tiempo parece “enterrar vivos” los acontecimientos más dolorosos de nuestra historia. No obstante, a la par de estas organizaciones y entidades, en las que obviamente también encontramos a la Iglesia, surgió una generación de hombres y mujeres de buena voluntad -que desde sus profesiones- quisieron solidarizarse con eso que conocemos como “El Dolor de Israel”, el sufrimiento de todo un pueblo por la masacre de sus hijos.

ARTE PARA CONSOLAR
Ariel Ramírez, el mundialmente reconocido compositor argentino, fue una de esas personas solidarias. Durante un viaje que realizó a Europa, se hospedó en un convento de religiosas que vivieron muy de cerca el dolor de los judíos. A menos de un kilómetro de su convento existió uno de los más sangrientos campos de concentración. Al escuchar el testimonio de estas religiosas, Ariel –profundamente impactado por el testimonio de las hermanas- quiso componer un tema, una canción que repara y consolara, de algún modo, el dolor de estos miles de inocentes. De esta “moción interior” surgió una de las más espectaculares obras de arte latinoamericanas, “La Misa Criolla”. Y es en este punto en el que enlazo el tema del holocausto con la versatilidad del arte, algo a lo que ya hice referencia al principio.

Cuando uno escucha por primera vez esta obra, compuesta por cuatro temas, el impacto no deja ser grande. De hecho, cuando se escucha el “Kyrie”, que en mi opinión es la pieza que más transmite ese dolor que sintió Ariel ante la barbarie del Holocausto, a uno le queda claro que son muchos nuestros pecados de omisión; quizá nos jactamos de no hacer daño a nadie, de ser muy correctos, muy honestos; sin embargo, olvidamos que el hecho de no hacer el bien que está a nuestro alcance, también es un pecado y, en muchos casos, más grave que un pecado de palabra o de obra.

Volviendo a la obra de Ariel Ramírez, la Misa Criolla, y para finalizar esta primera parte de “El Dolor de Israel y la Purificación de la Conciencia”, quisiera hacerles una especial invitación: en este año, los legionarios de María del Praesidium María Isha Betel, de la Catedral Metropolitana María Reina, realizaremos un ciclo de «Audioforos» en los que se podrán apreciar varias piezas de música sacra. El primero de estos audioforos estará dedicado a “La Misa Criolla”. Será todo un ensamble de música e imagen, que nos llevará a meditar en el poder de la esperanza en uno los momentos más oscuros de la humanidad: la Shoá, el Holocausto del Pueblo Hebreo.

Continuará…

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