Por JAIME ALBERTO MARENCO MARTÍNEZ *
Puede resultar un tema repetido, gastado y, para muchos, un tema “que no vende”, pero ¿cómo no referirnos a la ética en el marco del Jubileo de los Periodistas y Comunicadores Sociales?
Cómo no referirnos a la ética cuando enfrentamos crisis de valores, crisis familiares, crisis de instituciones, crisis personales… Cómo no referirnos a la ética cuando desafiamos una sociedad totalmente globalizada, competitiva e intercomunicada, gracias a la alta tecnología e inmediatez de los medios de comunicación; una sociedad en la que el niño y el joven –adultos del mañana cercano- creen más en los mensajes que reciben por los “mass media”, que en los mensajes impartidos por sus padres y maestros. Cómo no referirnos a la ética cuando, para algunos, los medios de comunicación social se han convertido en los dueños de la verdad, pero una verdad riesgosa, pues se enmarca en las leyes del mercado.
Retomando las palabras del filósofo español Fernando Savater en su libro “Ética para Amador”, podemos delimitar la ética como “el arte de vivir bien”, es decir, esa búsqueda permanente de crecimiento personal pero, a la vez, ayudando a los demás a desarrollar su vida con dignidad. Y, realmente, la ética es eso, vivir bien, vivir con alegría en el presente, con esperanza en un mejor mañana y con amor por lo que se hace. También Savater habla de la ética como un arte, porque hay que saber qué opción elegir: “Por muy acosados que estemos por las circunstancias –anota este filósofo- nunca tenemos un solo camino. No podemos hacer cualquier cosa, pero no estamos obligados a hacer sólo una”.
La ética, entonces, es individual, intransferible, libre y responsable. El acto ético sólo surge cuando, desde nuestra libertad, decidimos actuar. Por eso, el actuar ético se refuerza por la buena fe y el sentido común.
Y entro ahora a un terreno de suma importancia: “la ética de la comunicación”, que es una prolongación de la ética de la persona. Así, los valores de vida que alumbran al individuo debieran ser los mismos valores que alumbran la comunicación. Los avances tecnológicos no deben restarle importancia a la difusión de mensajes como eje central del acto comunicativo.
En una sociedad tan convulsionada como la nuestra no se puede dar mayor relevancia a la forma externa, a la apariencia, ni siquiera a “la chiva”. La realidad que afronta Colombia exige de sus comunicadores y periodistas extrema atención, sumo cuidado, al contenido y enseñanza del mensaje que se emite por un medio de comunicación o que entrega una institución a estos medios para que se divulgue masivamente.
Somos los comunicadores y periodistas –en el caso específico del Departamento del Atlántico- quienes día a día con nuestros mensajes vamos creando una opinión pública capaz de afrontar con entereza, optimismo y deseos de superación, la realidad que se vive. Pero, si llegáramos a perder el norte mediador de la comunicación, podríamos caer en los crasos errores de aquellos que lamentablemente se han filtrado en esta noble profesión y que van creando receptores ansiosos de conflictos, hedonismo, vida fácil, violencia, vulgaridad, desórdenes sexuales y, aunque duela reconocerlo, individuos totalmente indiferentes a las necesidades del prójimo.
Tenemos los periodistas y comunicadores la gran responsabilidad de ser los primeros escritores de la historia de las organizaciones y de los pueblos a través de los mensajes que emitimos en nuestros espacios radiales, televisivos, impresos y virtuales; somos nosotros los primeros constructores de la sociedad.
* Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Arquidiócesis de Barranquilla – marencomar@hotmail.com
Puede resultar un tema repetido, gastado y, para muchos, un tema “que no vende”, pero ¿cómo no referirnos a la ética en el marco del Jubileo de los Periodistas y Comunicadores Sociales?
Cómo no referirnos a la ética cuando enfrentamos crisis de valores, crisis familiares, crisis de instituciones, crisis personales… Cómo no referirnos a la ética cuando desafiamos una sociedad totalmente globalizada, competitiva e intercomunicada, gracias a la alta tecnología e inmediatez de los medios de comunicación; una sociedad en la que el niño y el joven –adultos del mañana cercano- creen más en los mensajes que reciben por los “mass media”, que en los mensajes impartidos por sus padres y maestros. Cómo no referirnos a la ética cuando, para algunos, los medios de comunicación social se han convertido en los dueños de la verdad, pero una verdad riesgosa, pues se enmarca en las leyes del mercado.
Retomando las palabras del filósofo español Fernando Savater en su libro “Ética para Amador”, podemos delimitar la ética como “el arte de vivir bien”, es decir, esa búsqueda permanente de crecimiento personal pero, a la vez, ayudando a los demás a desarrollar su vida con dignidad. Y, realmente, la ética es eso, vivir bien, vivir con alegría en el presente, con esperanza en un mejor mañana y con amor por lo que se hace. También Savater habla de la ética como un arte, porque hay que saber qué opción elegir: “Por muy acosados que estemos por las circunstancias –anota este filósofo- nunca tenemos un solo camino. No podemos hacer cualquier cosa, pero no estamos obligados a hacer sólo una”.
La ética, entonces, es individual, intransferible, libre y responsable. El acto ético sólo surge cuando, desde nuestra libertad, decidimos actuar. Por eso, el actuar ético se refuerza por la buena fe y el sentido común.
Y entro ahora a un terreno de suma importancia: “la ética de la comunicación”, que es una prolongación de la ética de la persona. Así, los valores de vida que alumbran al individuo debieran ser los mismos valores que alumbran la comunicación. Los avances tecnológicos no deben restarle importancia a la difusión de mensajes como eje central del acto comunicativo.
En una sociedad tan convulsionada como la nuestra no se puede dar mayor relevancia a la forma externa, a la apariencia, ni siquiera a “la chiva”. La realidad que afronta Colombia exige de sus comunicadores y periodistas extrema atención, sumo cuidado, al contenido y enseñanza del mensaje que se emite por un medio de comunicación o que entrega una institución a estos medios para que se divulgue masivamente.
Somos los comunicadores y periodistas –en el caso específico del Departamento del Atlántico- quienes día a día con nuestros mensajes vamos creando una opinión pública capaz de afrontar con entereza, optimismo y deseos de superación, la realidad que se vive. Pero, si llegáramos a perder el norte mediador de la comunicación, podríamos caer en los crasos errores de aquellos que lamentablemente se han filtrado en esta noble profesión y que van creando receptores ansiosos de conflictos, hedonismo, vida fácil, violencia, vulgaridad, desórdenes sexuales y, aunque duela reconocerlo, individuos totalmente indiferentes a las necesidades del prójimo.
Tenemos los periodistas y comunicadores la gran responsabilidad de ser los primeros escritores de la historia de las organizaciones y de los pueblos a través de los mensajes que emitimos en nuestros espacios radiales, televisivos, impresos y virtuales; somos nosotros los primeros constructores de la sociedad.
* Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Arquidiócesis de Barranquilla – marencomar@hotmail.com
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