Por MARÍA PATRICIA DÁVILA*
La labor que lidera el Arzobispo Rubén Salazar Gómez a través del Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización –PDRE-, ubica a nuestra Iglesia atlanticense dentro de las más modernas instituciones del país.
A partir de técnicas prospectivas y un estructurado programa fundamentado en valores, la Arquidiócesis de Barranquilla promueve el cambio de actitudes y comportamientos para una vida más fraterna en el Atlántico. Dentro de este ambicioso proyecto que busca la construcción de una mejor sociedad, está inserta la “Catedratón”. Más que un evento o una fecha especial, se trata sin duda de un nuevo espacio de amor a través del cual los católicos hemos encontrado una forma de vivir nuestra fe: compartiéndola y renovándola para EVANGELIZAR.
Desde hace cuatro años, la Catedratón ha brindado a miles de atlanticenses la oportunidad de sembrar con alegría y esperanza en nuestra Iglesia, contribuyendo así a la construcción de templos que son la viva presencia de Dios entre los hombres. Doce templos entregados en obra gris, dos más en proceso de construcción y ocho prometidos por familias e instituciones, son el fruto del desprendimiento de una comunidad que se ha unido para cumplir una gran misión: que la fe llegue a todos los rincones del Atlántico. Así, desde la Catedral -la madre de todos los templos- cada mes de agosto se realiza en nuestro departamento la más grande convocatoria, sin precedentes en el país, para fortalecer la labor evangelizadora de nuestros pastores y vivir el más hermoso encuentro de hermandad.
Resulta conmovedor ver durante este proceso a miles de personas, sin distingos de credo religioso, género, ni condición económica, aportando con amor a la Catedratón. Motivados por la genuina vocación de evangelizar, el compromiso de todos es que Dios habite en los barrios y municipios para que su presencia sea luz, verdad y vida. Este milagro, además, trae consigo una transformación social que brinda una mejor calidad de vida a nuestras comunidades. No hay duda que donde se construye un templo, se extiende el desarrollo, se renueva la vida en comunidad y reinan los valores en pro de la vida.
Más que ladrillos, agua y cemento para edificar lugares de culto, la Catedratón promueve la construcción de una nueva Iglesia. Las donaciones de trabajo, dinero y esfuerzo de miles de atlanticenses de todos los sectores de la sociedad, se convierten en “bloques de esperanza” que edifican el Reino de Dios entre los hombres. La oración permanente y la renovación de la fe que vivimos con intensidad durante todo el mes de agosto –el mes de la Catedral-, son el “agua viva” que bendice a nuestra comunidad católica. Y la alegría de compartir -laicos y pastores-, es el “cemento de la fraternidad” que nos une a Cristo, sirviendo a los hermanos que más nos necesitan.
Así, la Catedratón edifica el espíritu, toca corazones y transforma vidas, para seguir llevando el evangelio a todos.
* Autora invitada – Coordinadora General de la Catedratón – Directora de Dávila Publicidad y Marketing Estratégico.
La labor que lidera el Arzobispo Rubén Salazar Gómez a través del Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización –PDRE-, ubica a nuestra Iglesia atlanticense dentro de las más modernas instituciones del país.
A partir de técnicas prospectivas y un estructurado programa fundamentado en valores, la Arquidiócesis de Barranquilla promueve el cambio de actitudes y comportamientos para una vida más fraterna en el Atlántico. Dentro de este ambicioso proyecto que busca la construcción de una mejor sociedad, está inserta la “Catedratón”. Más que un evento o una fecha especial, se trata sin duda de un nuevo espacio de amor a través del cual los católicos hemos encontrado una forma de vivir nuestra fe: compartiéndola y renovándola para EVANGELIZAR.
Desde hace cuatro años, la Catedratón ha brindado a miles de atlanticenses la oportunidad de sembrar con alegría y esperanza en nuestra Iglesia, contribuyendo así a la construcción de templos que son la viva presencia de Dios entre los hombres. Doce templos entregados en obra gris, dos más en proceso de construcción y ocho prometidos por familias e instituciones, son el fruto del desprendimiento de una comunidad que se ha unido para cumplir una gran misión: que la fe llegue a todos los rincones del Atlántico. Así, desde la Catedral -la madre de todos los templos- cada mes de agosto se realiza en nuestro departamento la más grande convocatoria, sin precedentes en el país, para fortalecer la labor evangelizadora de nuestros pastores y vivir el más hermoso encuentro de hermandad.
Resulta conmovedor ver durante este proceso a miles de personas, sin distingos de credo religioso, género, ni condición económica, aportando con amor a la Catedratón. Motivados por la genuina vocación de evangelizar, el compromiso de todos es que Dios habite en los barrios y municipios para que su presencia sea luz, verdad y vida. Este milagro, además, trae consigo una transformación social que brinda una mejor calidad de vida a nuestras comunidades. No hay duda que donde se construye un templo, se extiende el desarrollo, se renueva la vida en comunidad y reinan los valores en pro de la vida.
Más que ladrillos, agua y cemento para edificar lugares de culto, la Catedratón promueve la construcción de una nueva Iglesia. Las donaciones de trabajo, dinero y esfuerzo de miles de atlanticenses de todos los sectores de la sociedad, se convierten en “bloques de esperanza” que edifican el Reino de Dios entre los hombres. La oración permanente y la renovación de la fe que vivimos con intensidad durante todo el mes de agosto –el mes de la Catedral-, son el “agua viva” que bendice a nuestra comunidad católica. Y la alegría de compartir -laicos y pastores-, es el “cemento de la fraternidad” que nos une a Cristo, sirviendo a los hermanos que más nos necesitan.
Así, la Catedratón edifica el espíritu, toca corazones y transforma vidas, para seguir llevando el evangelio a todos.
* Autora invitada – Coordinadora General de la Catedratón – Directora de Dávila Publicidad y Marketing Estratégico.
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