Por JAIME ALBERTO MARENCO MARTÍNEZ *
Sin duda, el encanto del mes de diciembre no sólo está en las decoraciones luminosas o en las brisas que nos permiten disfrutar un mejor clima caribeño. La esencia de este mes radica, verdaderamente, en el maravilloso misterio de la Navidad, que nos invita a descubrir la plenitud del amor de Dios por la humanidad al hacerse Él uno de nosotros para estar con nosotros y posibilitarnos la salvación.
Suscitan también estos días la necesidad de evaluar el camino recorrido durante el año que termina y, por supuesto, debemos motivarnos a preparar el año que se avecina.
Precisamente en este marco temporal de evaluaciones y proyecciones, conversamos con nuestro Arzobispo Rubén Salazar Gómez. Cómo vio el ‘año jubilar’ que acabamos de clausurar, qué visión tiene del Atlántico, cómo nos sugiere la vivencia de los valores que mes a mes propone la Arquidiócesis para ayudar a construir la Iglesia que Dios quiere y el pueblo atlanticense necesita, entre otros, son los temas que nuestro Pastor compartió con KAIRÓS.
Jaime Marenco: Ha sido un año especial para la Arquidiócesis de Barranquilla, gracias al ‘Jubileo Arquidiocesano’ que nos permitió celebrar el Santo Padre con ocasión de los 75 años esta iglesia particular. ¿Qué evaluación hace usted de nuestro ‘Jubileo’? ¿Qué gracias, qué frutos, le dejó al Atlántico, en general, y a nuestro proceso de evangelización, en particular?
Arzobispo: Los frutos de un año jubilar son difíciles de evaluar porque se trata de algo interior, de la gracia que el Señor derrama en el corazón. Sin embargo, es posible constatar el entusiasmo, la alegría, la fuerza de nuestros fieles que han participado en los diferentes jubileos y en las celebraciones jubilares de inicio y clausura del año. En las parroquias se respira un aire nuevo de mayor compromiso como respuesta a la experiencia más intensa del amor y de la misericordia del Señor. Además, es bien importante comprobar que hemos reforzado el trabajo de evangelización que venimos desarrollando como ‘misión arquidiocesana’ desde el gran Jubileo del año 2000. Todos estos son motivos muy fuertes para dar gracias al Señor por este año jubilar que acabamos de concluir.
J.M: Usted preside la Comisión Episcopal de Pastoral Social, lo que implica una gran gestión internacional para ayudar a mitigar tantas necesidades que tiene nuestro país, tantas necesidades a las que la Iglesia –en el marco del Evangelio y de su doctrina social- ayuda de manera concreta a darles solución. De los muchos flagelos que azotan el país, ¿a cuáles está apuntando la Iglesia con mayor intensidad a través del Secretariado Nacional de Pastoral Social –SNPS- y por qué?
Arzobispo: La pastoral social es una dimensión integral de la evangelización y por lo tanto tiene que permear toda labor evangelizadora que realice la Iglesia. “La fe se hace eficaz por el amor”, nos dice san Pablo. La Comisión Episcopal de Pastoral Social busca ayudar a fortalecer esa dimensión social de la evangelización. Dentro de ese contexto, el Secretariado Nacional de Pastoral Social –que es el órgano ejecutivo de la Comisión Episcopal- está privilegiando los programas que tienen que ver con la instauración de la justicia para alcanzar la paz en nuestro país: ayuda inmediata y permanente a las víctimas del conflicto, búsqueda incansable de un cambio de mentalidad por medio de la creación de una cultura de paz en todos los ambientes, iluminación de la realidad por medio de análisis sustanciosos de la situación que se vive, incidencia en las esferas decisorias de la política nacional. Éstos son apenas unos pocos aspectos del intenso trabajo que se está desarrollando en este campo.
J.M: ¿Qué tan difícil ha sido para la Iglesia colombiana gestionar ayudas internacionales para proyectos que beneficien a los más pobres entre los pobres de Colombia?
Arzobispo: Nuestro país ha dejado de ser prioritario en el contexto de las ayudas internacionales porque se considera que Colombia ha alcanzado ya niveles de desarrollo que le permitirían hacer frente con sus propios recursos a los problemas que se presentan. Frente a esta realidad, una de las tareas nuestras ha sido el hacer tomar conciencia de que el conflicto armado que vivimos ocasiona una verdadera crisis humanitaria que desborda nuestras posibilidades. En este sentido, los análisis de la realidad que se han elaborado –por ejemplo, acerca del desplazamiento forzado o el empobrecimiento creciente de algunas comunidades originados por el conflicto- han permitido canalizar ayudas fundamentales para el trabajo que se realiza en los frentes indicados en la respuesta anterior.
J.M: Su participación como presidente de la Comisión Episcopal y del SNPS le ha permitido conocer muchas realidades de vida en el mundo. Haciendo un parangón con otras regiones del planeta en lo que a calidad de vida se refiere, ¿cómo considera usted que está el Atlántico en este aspecto?
Arzobispo: Participamos de muchos problemas comunes con países en vía de desarrollo. Sin embargo, algunas características propias de la situación que estamos viviendo –me refiero, por ejemplo, a la creciente exigencia de transparencia y eficacia administrativa en los gobernantes- permiten entrever que es posible que nuestro Departamento logre más rápidamente que otros países del mundo vencer ciertos males endémicos –la corrupción, el desgreño administrativo, la miseria, la indiferencia- que están a la raíz de la situación de crisis que vivimos.
J.M: En mayo de este año la Iglesia vivió un momento de gran trascendencia histórica como fue la ‘V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe’ que tuvo lugar en el Santuario de Aparecida, en Brasil. Usted asistió como uno de los obispos delegados por nuestro país. ¿Dónde radica la importancia de esta Conferencia y del documento pastoral que de ella salió?
Arzobispo: La representación de las diferentes comunidades eclesiales de todos los países de América Latina y del Caribe permite que el documento exprese el sentir de la Iglesia en esta región del mundo y se constituya en una invitación a una profunda conversión pastoral que, a partir del espíritu de discípulos del Señor, nos haga sus misioneros en el mundo de hoy. Estoy convencido de que el documento animará una renovación integral de nuestra labor evangelizadora y que producirá abundantes frutos en las comunidades locales. Es un documento para llevar a la práctica.
J.M: ¿De qué manera el documento de Aparecida, o sus orientaciones, las socializaremos en nuestra Arquidiócesis?
Arzobispo: Tuvimos ya un encuentro de una semana con todo el presbiterio para empaparnos del espíritu de Aparecida. Ahora le corresponde a cada uno de los párrocos el encontrar los caminos adecuados para llevarlo a su propia comunidad. Pienso que este espíritu nuevo ya está presente en la programación del año pastoral que acaba de empezar con el primer domingo de Adviento. Más que recetas pastorales, el documento nos invita a interiorizar un nuevo espíritu que cale y vivifique todas las tareas evangelizadoras.
J.M: La ‘justicia’ fue el valor que promovió la Arquidiócesis en el año que termina. Nos preparamos ahora para vivir el valor de la ‘solidaridad’. ¿Qué recomendaciones nos da el Arzobispo para que esta vivencia no se quede en una simple reflexión?
Arzobispo: Corremos siempre el peligro de quedarnos en la teoría sin que los valores bajen a la práctica. Sin embargo, la conversión empieza con el cambio de mentalidad y esto es lo que se pretende lograr con todos los esfuerzos que desplegamos para la interiorización de los valores. En este contexto, las ‘acciones significativas’ de cada mes tienen una gran fuerza porque buscan que el valor se experimente y de esta manera se haga vida. ¡Qué bueno que se hicieran con renovado entusiasmo! La difusión del valor por medio de la carta a las familias y los afiches es también importante. Espero que no nos cansemos con esta metodología y la sigamos aprovechando al máximo.
J.M: En el nuevo año tendremos nueva sede para la Curia, al lado del templo parroquial Seminario Menor - San Luis Beltrán. ¿Qué beneficios traerá esta edificación a nuestro proceso de evangelización?
Arzobispo: Con el nuevo edificio para la Curia Arquidiocesana se busca que todos los departamentos de la acción evangelizadora puedan tener su sitio de trabajo para que sea más fácil la tarea de animar, coordinar y apoyar la labor que se realiza en las parroquias. Allí vamos a tener además espacios muy adecuados para reuniones, para jornadas de estudio, para el encuentro de las comisiones, para la atención al público… El Señor permita que los servicios que presta la Curia puedan ser más eficaces a partir de ahora.
J.M: Su mensaje de Navidad y Año Nuevo para los fieles del Atlántico.
Arzobispo: Con el Santo Padre en su mensaje para la Jornada por la Paz el primero de enero, mis propias palabras no pueden ser sino una invitación profunda a convertir nuestras parroquias en verdaderos signos e instrumentos de la paz. En el seno de cada familia, Dios quiera derramar en esta Navidad la abundancia de su amor para que, a partir de esa experiencia de ser amados, seamos capaces de amar de verdad a los demás. Amor que se convierte en justicia, en solidaridad, en fraternidad.
¡Muchas bendiciones en Navidad y en el año que empieza!
* Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Arquidiócesis de Barranquilla – marencomar@hotmail.com
Sin duda, el encanto del mes de diciembre no sólo está en las decoraciones luminosas o en las brisas que nos permiten disfrutar un mejor clima caribeño. La esencia de este mes radica, verdaderamente, en el maravilloso misterio de la Navidad, que nos invita a descubrir la plenitud del amor de Dios por la humanidad al hacerse Él uno de nosotros para estar con nosotros y posibilitarnos la salvación.
Suscitan también estos días la necesidad de evaluar el camino recorrido durante el año que termina y, por supuesto, debemos motivarnos a preparar el año que se avecina.
Precisamente en este marco temporal de evaluaciones y proyecciones, conversamos con nuestro Arzobispo Rubén Salazar Gómez. Cómo vio el ‘año jubilar’ que acabamos de clausurar, qué visión tiene del Atlántico, cómo nos sugiere la vivencia de los valores que mes a mes propone la Arquidiócesis para ayudar a construir la Iglesia que Dios quiere y el pueblo atlanticense necesita, entre otros, son los temas que nuestro Pastor compartió con KAIRÓS.
Jaime Marenco: Ha sido un año especial para la Arquidiócesis de Barranquilla, gracias al ‘Jubileo Arquidiocesano’ que nos permitió celebrar el Santo Padre con ocasión de los 75 años esta iglesia particular. ¿Qué evaluación hace usted de nuestro ‘Jubileo’? ¿Qué gracias, qué frutos, le dejó al Atlántico, en general, y a nuestro proceso de evangelización, en particular?
Arzobispo: Los frutos de un año jubilar son difíciles de evaluar porque se trata de algo interior, de la gracia que el Señor derrama en el corazón. Sin embargo, es posible constatar el entusiasmo, la alegría, la fuerza de nuestros fieles que han participado en los diferentes jubileos y en las celebraciones jubilares de inicio y clausura del año. En las parroquias se respira un aire nuevo de mayor compromiso como respuesta a la experiencia más intensa del amor y de la misericordia del Señor. Además, es bien importante comprobar que hemos reforzado el trabajo de evangelización que venimos desarrollando como ‘misión arquidiocesana’ desde el gran Jubileo del año 2000. Todos estos son motivos muy fuertes para dar gracias al Señor por este año jubilar que acabamos de concluir.
J.M: Usted preside la Comisión Episcopal de Pastoral Social, lo que implica una gran gestión internacional para ayudar a mitigar tantas necesidades que tiene nuestro país, tantas necesidades a las que la Iglesia –en el marco del Evangelio y de su doctrina social- ayuda de manera concreta a darles solución. De los muchos flagelos que azotan el país, ¿a cuáles está apuntando la Iglesia con mayor intensidad a través del Secretariado Nacional de Pastoral Social –SNPS- y por qué?
Arzobispo: La pastoral social es una dimensión integral de la evangelización y por lo tanto tiene que permear toda labor evangelizadora que realice la Iglesia. “La fe se hace eficaz por el amor”, nos dice san Pablo. La Comisión Episcopal de Pastoral Social busca ayudar a fortalecer esa dimensión social de la evangelización. Dentro de ese contexto, el Secretariado Nacional de Pastoral Social –que es el órgano ejecutivo de la Comisión Episcopal- está privilegiando los programas que tienen que ver con la instauración de la justicia para alcanzar la paz en nuestro país: ayuda inmediata y permanente a las víctimas del conflicto, búsqueda incansable de un cambio de mentalidad por medio de la creación de una cultura de paz en todos los ambientes, iluminación de la realidad por medio de análisis sustanciosos de la situación que se vive, incidencia en las esferas decisorias de la política nacional. Éstos son apenas unos pocos aspectos del intenso trabajo que se está desarrollando en este campo.
J.M: ¿Qué tan difícil ha sido para la Iglesia colombiana gestionar ayudas internacionales para proyectos que beneficien a los más pobres entre los pobres de Colombia?
Arzobispo: Nuestro país ha dejado de ser prioritario en el contexto de las ayudas internacionales porque se considera que Colombia ha alcanzado ya niveles de desarrollo que le permitirían hacer frente con sus propios recursos a los problemas que se presentan. Frente a esta realidad, una de las tareas nuestras ha sido el hacer tomar conciencia de que el conflicto armado que vivimos ocasiona una verdadera crisis humanitaria que desborda nuestras posibilidades. En este sentido, los análisis de la realidad que se han elaborado –por ejemplo, acerca del desplazamiento forzado o el empobrecimiento creciente de algunas comunidades originados por el conflicto- han permitido canalizar ayudas fundamentales para el trabajo que se realiza en los frentes indicados en la respuesta anterior.
J.M: Su participación como presidente de la Comisión Episcopal y del SNPS le ha permitido conocer muchas realidades de vida en el mundo. Haciendo un parangón con otras regiones del planeta en lo que a calidad de vida se refiere, ¿cómo considera usted que está el Atlántico en este aspecto?
Arzobispo: Participamos de muchos problemas comunes con países en vía de desarrollo. Sin embargo, algunas características propias de la situación que estamos viviendo –me refiero, por ejemplo, a la creciente exigencia de transparencia y eficacia administrativa en los gobernantes- permiten entrever que es posible que nuestro Departamento logre más rápidamente que otros países del mundo vencer ciertos males endémicos –la corrupción, el desgreño administrativo, la miseria, la indiferencia- que están a la raíz de la situación de crisis que vivimos.
J.M: En mayo de este año la Iglesia vivió un momento de gran trascendencia histórica como fue la ‘V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe’ que tuvo lugar en el Santuario de Aparecida, en Brasil. Usted asistió como uno de los obispos delegados por nuestro país. ¿Dónde radica la importancia de esta Conferencia y del documento pastoral que de ella salió?
Arzobispo: La representación de las diferentes comunidades eclesiales de todos los países de América Latina y del Caribe permite que el documento exprese el sentir de la Iglesia en esta región del mundo y se constituya en una invitación a una profunda conversión pastoral que, a partir del espíritu de discípulos del Señor, nos haga sus misioneros en el mundo de hoy. Estoy convencido de que el documento animará una renovación integral de nuestra labor evangelizadora y que producirá abundantes frutos en las comunidades locales. Es un documento para llevar a la práctica.
J.M: ¿De qué manera el documento de Aparecida, o sus orientaciones, las socializaremos en nuestra Arquidiócesis?
Arzobispo: Tuvimos ya un encuentro de una semana con todo el presbiterio para empaparnos del espíritu de Aparecida. Ahora le corresponde a cada uno de los párrocos el encontrar los caminos adecuados para llevarlo a su propia comunidad. Pienso que este espíritu nuevo ya está presente en la programación del año pastoral que acaba de empezar con el primer domingo de Adviento. Más que recetas pastorales, el documento nos invita a interiorizar un nuevo espíritu que cale y vivifique todas las tareas evangelizadoras.
J.M: La ‘justicia’ fue el valor que promovió la Arquidiócesis en el año que termina. Nos preparamos ahora para vivir el valor de la ‘solidaridad’. ¿Qué recomendaciones nos da el Arzobispo para que esta vivencia no se quede en una simple reflexión?
Arzobispo: Corremos siempre el peligro de quedarnos en la teoría sin que los valores bajen a la práctica. Sin embargo, la conversión empieza con el cambio de mentalidad y esto es lo que se pretende lograr con todos los esfuerzos que desplegamos para la interiorización de los valores. En este contexto, las ‘acciones significativas’ de cada mes tienen una gran fuerza porque buscan que el valor se experimente y de esta manera se haga vida. ¡Qué bueno que se hicieran con renovado entusiasmo! La difusión del valor por medio de la carta a las familias y los afiches es también importante. Espero que no nos cansemos con esta metodología y la sigamos aprovechando al máximo.
J.M: En el nuevo año tendremos nueva sede para la Curia, al lado del templo parroquial Seminario Menor - San Luis Beltrán. ¿Qué beneficios traerá esta edificación a nuestro proceso de evangelización?
Arzobispo: Con el nuevo edificio para la Curia Arquidiocesana se busca que todos los departamentos de la acción evangelizadora puedan tener su sitio de trabajo para que sea más fácil la tarea de animar, coordinar y apoyar la labor que se realiza en las parroquias. Allí vamos a tener además espacios muy adecuados para reuniones, para jornadas de estudio, para el encuentro de las comisiones, para la atención al público… El Señor permita que los servicios que presta la Curia puedan ser más eficaces a partir de ahora.
J.M: Su mensaje de Navidad y Año Nuevo para los fieles del Atlántico.
Arzobispo: Con el Santo Padre en su mensaje para la Jornada por la Paz el primero de enero, mis propias palabras no pueden ser sino una invitación profunda a convertir nuestras parroquias en verdaderos signos e instrumentos de la paz. En el seno de cada familia, Dios quiera derramar en esta Navidad la abundancia de su amor para que, a partir de esa experiencia de ser amados, seamos capaces de amar de verdad a los demás. Amor que se convierte en justicia, en solidaridad, en fraternidad.
¡Muchas bendiciones en Navidad y en el año que empieza!
* Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Arquidiócesis de Barranquilla – marencomar@hotmail.com
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