ANTE EL ABORTO DI NO A LA INDIFERENCIA
Por RÓGER VARGAS CHOLES *
La gran mayoría no cree que sea una tragedia humanitaria, los pocos que sí lo creen, son señalados como ignorantes, retrógrados, alarmistas. Nos referimos al aborto, un flagelo lamentablemente no tan ‘célebre’ como quisiéramos; pues, salvo algunas organizaciones defensoras de los derechos de los niños no nacidos, entre las que obviamente encontramos a la Iglesia, pareciera que el ‘ruido’ antivida, generado principalmente por políticas gubernamentales, las mismas que durante la última década han gestado la ‘despenalización’ del aborto en muchos de nuestros países, ha terminado por disipar la atención de la gente sobre la gravedad de este tragedia a la que no podríamos darle un nombre más acertado que el de GENOCIDIO.
LA MASACRE MÁS GRANDE DE LA HISTORIA AÚN CONTINÚA
Para que tengamos una idea de la gravedad de la situación, según estadísticas del 2007, sólo en España se registraron más de 100.000 abortos durante el año 2006; una escalofriante cifra que debería preocuparnos, más aún si tenemos en cuenta el hecho de que la mencionada estadística sólo se refiere a España, y a los abortos “legalmente” practicados. ¿Podría usted imaginar las dimensiones reales de está tragedia a nivel mundial?
Mientras usted lee esto, millones de niños en todo el mundo jamás verán un atardecer, no tendrán idea a que sabe el chocolate, nunca manejarán una bicicleta, no verán el rostro de sus madres… en sólo tres palabras: no podrán vivir, al menos no aquí, no entre aquellos que se suponía debían acogerlo, y no juzgarlo ni condenarlo por un crimen que jamás cometió.
Millones de niños, cada día, mueren de la peor manera en que un ser humano pudiera morir: EN TOTAL INDEFENSIÓN. Sin que ningún oído humano pueda escucharlos.
Pero lo más grave, más grave que ser decapitados, quemados con soluciones salinas, envenenados, descuartizados… licuados vivos, es que mueren en medio de la más cruda indiferencia. En medio del silencio cómplice de muchos de nosotros.
Sólo responder unas cuantas preguntas puede arrojarnos resultados exactos sobre el grado de sensibilidad que tenemos ante el aborto: ¿Cuándo fue la última vez que usted oró por los niños no nacidos? ¿Recuerda haber hablado con sus hijos adolescentes sobre el tema? ¿Conoce a alguna persona que se haya practicado un aborto? ¿Ha pensado alguna vez acerca de qué posición asumiría si una hija suya resultara embarazada tras una violación? Si ante una malformación genética, usted, pudiera decidir sobre la cuestión de permitir que su hijo viva –aunque con limitaciones- o abortarlo, sin que con ello vaya a la cárcel, ¿qué decidiría usted, sinceramente?
Si alguna de estas preguntas nos resulta difícil de responder, quizá se deba a que nos hace falta conocer aún más qué hay detrás de un aborto, cuáles son sus consecuencias inmediatas, y peor aún, las futuras.
TESTIMONIOS
No son pocas las parejas que ante las complejas situaciones de sus hijos en gestación, han optado por la vida. Su valentía y confianza en el proyecto de Dios para cada una de ellas nos asombra y enorgullece. ¿Quién no podría hacerlo ante testimonios como el de Tony Meléndez, el hombre que sin brazos toca la guitarra y que, gracias a su aparente limitación, ha ayudado a cientos de personas en todo el mundo a vencer esas limitaciones aún más graves que las físicas: las del espíritu humano. O como el de Nick Vujicic, el australiano que nació sin brazos ni piernas, y que hoy está dedicado a decirle a los jóvenes del mundo que vivir realmente vale pena.
No creamos que ellos llegaron a ese punto, simplemente porque eran muy especiales, no. De hecho, cuando se escucha sus entrevistas, coinciden en que fueron dos pilares que permitieron toda esta maravilla que admiramos de ellos: Dios y sus familias.
El punto es que, ciertamente no podemos decidir ante una realidad como esta, no está en nuestro derecho quitarle la vida a un niño sólo por el hecho de presentar malformaciones. Sin embargo, con la ayuda de Dios, sí podemos hacer de ellos el testimonio viviente de lo que el amor de una familia puede lograr.
LA VOZ DE LA IGLESIA
No hay duda de que la voz más autorizada, no tanto para ayudarnos a entender la gravedad del aborto, como sí lo sagrado de la vida humana, es la Iglesia. Dentro de su rico magisterio, la Iglesia nos ofrece documentos importantísimos; sin embargo, hasta la fecha, uno en particular se ha convertido en el referente obligado sobre este tema. La encíclica de Juan Pablo II, “El Evangelio de la vida”.
En uno de sus apartes, la Iglesia –en la voz del entonces Sucesor de Pedro- nos responde una pregunta que muy probablemente hemos escuchado con demasiada frecuencia: ¿Por qué no el aborto? Al respecto el documento declara: “El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad (cf. 1 Jn 3, 1-2). Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subraya precisamente el carácter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, esa no es realidad « última », sino « penúltima »; es realidad sagrada, que se nos confía para que la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos a perfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos.” (Evangelio de la Vida, numeral 2) En síntesis, sólo la vida debe ser la opción.
JORNADA DEL NIÑO POR NACER
Celebrada cada año el 25 de marzo, día de la Solemnidad de la Encarnación de Jesucristo, esta jornada tuvo sus orígenes en Argentina, durante el gobierno del presidente Carlos Menem, para después convertirse en una iniciativa de la mayoría de países latinoamericanos.
Esta jornada viene a brindarnos la certeza de que sí podemos hacer algo, de que a pesar de lo cruda y lamentable que es la realidad del aborto, hay mucho que podemos hacer. Y no se trata sólo de marchas, muy valiosas por cierto. Sin embargo, entre una marcha de protesta cada año, y una diaria oración de intercesión por cada uno de los niños que están en peligro de ser abortados, usted, ¿qué preferiría?
Con sólo un minuto, cada mañana, puede salvar millones de vidas. Jamás saldrá en la televisión por ello, pero tenga por seguro que Dios no olvidará nunca ese gesto de compasión por aquellos que son LITERALMENTE, los más indefensos de la tierra.
Como lo afirmaba Roger de Taizé: “Orar, es lo más responsable que jamás podamos hacer”. Todo lo demás, las protestas, las marchas, las declaraciones… deben partir de allí. Ore, no tiene usted idea de cuantos niños puede salvar.
* Autor invitado - Comunicador Social y Periodista – Director de Gaudium, periódico de la Diócesis de Riohacha.
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