viernes, mayo 16, 2008

MARÍA: HIJA, ESPOSA Y MADRE


Por WILLIAM GERMÁN DÍAZ MUÑOZ*

Resuenan aún en mis oídos las palabras pronunciadas con voz grave y tierna por Su Santidad Juan Pablo II, mientras mostraba con su mano alguna imagen de nuestra Señora: “La bienaventurada Virgen María”. Especialmente las veces que hizo referencia a ella durante los 6 días blancos de su visita a Colombia en julio de 1986, y especialmente durante su alocución desde el balcón de la Catedral Metropolitana donde coronó la imagen de María Auxiliadora, horas antes de culminar su viaje como ‘Peregrino de la Paz’ por estas tierras.

BIENAVENTURADA ERES VIRGEN MARÍA, PORQUE ERES LA HIJA PREDILECTA DEL PADRE.
Que tranquilidad inunda nuestro corazón cuando tenemos la conciencia de que María es criatura como nosotros, que siendo inmaculada por voluntad del Padre Dios, aun así comparte con nosotros su humilde condición de hija. Eternamente hija para ser eternamente amada y eternamente protegida por el buen Dios, como nosotros, que aunque nos encumbren los títulos humanos, recibiendo gloria los unos de los otros, siempre estaremos bajo la protección amorosa de nuestro Padre Celestial, como hijos dependientes de un buen papá y felices de serlo, porque ahí radica nuestra bienaventuranza: Bienaventurados los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos.

BIENAVENTURADA ERES VIRGEN MARÍA, PORQUE ERES LA MADRE DE DIOS HIJO.
Al visitar a su prima Santa Isabel, María como el primer Sagrario viviente, como la primera custodia, llevando en su vientre al Hijo de Dios, recibe el título más alto que ser humano puede aspirar: “la Madre de mi Señor”, es decir, la madre de Dios, porque Isabel, de quien escuchamos esta alabanza, es una buena anciana judía convencida en su monoteísmo que ‘su único Señor es su único Dios’. María contesta esta bienvenida con su cántico en el que magnifica, engrandece la obra de Dios sobre sí misma y sobre toda la humanidad. La encarnación de Dios-Hijo en su vientre va a cambiar el sentido y el rumbo del mundo, va a cambiar el orden de las cosas de manera radical y definitiva. Es ahí donde ella pide ser llamada “la Bienaventurada” por todas las generaciones, y eso lo hacemos porque si bien al llamarla feliz, dichosa, con ello obedecemos su palabra inspirada por el Espíritu Santo, también lo hacemos concientes de que siendo María figura de la madre Iglesia, que constantemente presenta al Señor Jesús, estamos incluyéndonos nosotros mismos en esa dicha sin fin.

Toda la Iglesia, todos los bautizados, quedamos envueltos en ese gozo temporal mientras peregrinamos en este mundo y aspiramos a la eterna bienaventuranza de la vida definitiva junto a Jesús y María.

BIENAVENTURADA ERES VIRGEN MARÍA, PORQUE ERES LA ESPOSA DEL ESPÍRITU.
Podemos afirmar que la acción del Espíritu Santo en María al fecundarla, adelantó en ella la efusión de Pentecostés, para la que el resto de la humanidad tuvo que esperar treinta y tres años más. Es que se trata de la esposa del Espíritu, la plena de gracia, aquella en la que por primera vez se da la plenitud de la revelación trinitaria.

Si queremos ver la historia de la salvación desde el punto de vista de esta revelación, contemplamos a Dios Padre en el Antiguo Testamento salvándonos desde “arriba”, es decir, como creador, libertador que nos cubre y protege; luego contemplamos a Dios-Hijo Jesucristo en los evangelios que nos rescata “codo a codo” viviendo a nuestro lado, haciéndose uno de nosotros, compartiendo nuestra naturaleza humana hasta las últimas consecuencias de muerte y resurrección. Finalmente, nos quiere salvar desde “dentro” como Espíritu Santificador y nos regala Pentecostés, para quedarse definitivamente como el alma misma de cada uno de sus hijos. En María es claro que ese quedarse dentro ya se había dado, en la plenitud de la gracia esponsal que la fecundó.

BIENAVENTURADOS NOSOTROS, HERMANOS DE JESUCRISTO, HERMANOS DE PADRE Y MADRE.
Ya desde la tarde de la resurrección nos unió el Señor Jesús a la bienaventuranza de su Madre Santísima, cuando al amonestar al apóstol Tomás nos envía su felicitación: “Bienaventurados los que sin ver van a creer”. Refiriéndose a todos los posteriormente evangelizados como nosotros.

Somos de veras, a la manera de María, dichosos, felices porque durante nuestra vida sacramental vamos recibiendo la vida Trinitaria que la Virgen encarnó desde su elección. Nos toca hacer de esa felicidad nuestra misión. Si la joven de Nazareth partió presurosa a comunicar su gran dicha después de la anunciación, nosotros también, discípulos y misioneros, arranquemos a prisa a impregnar de gozo nuestras comunidades con la buena noticia de la resurrección, para que toda los hombres, nuestros hermanos, conozcan la vocación más hermosa a la que el padre nos ha llamado: a la eterna bienaventuranza que gozaremos a su lado.

* Canciller de la Arquidiócesis – Párroco de la unidad pastoral Transfiguración del Señor.

EN EL ATLÁNTICO:
UN SANTUARIO PARA LA VIRGEN MARÍA

Muchos creyentes católicos del Atlántico participan los primeros sábados de cada mes en la peregrinación a El Morro. Esta cita la vienen cumpliendo desde hace varios años cuando a monseñor Víctor Tamayo y otras personas devotas a la virgen, extendieron la invitación para que asistieran a este corregimiento y, de esta manera, poner todas sus peticiones, alegrías y tristezas a la Madre de Dios.

Monseñor Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Barranquilla, ha decretado este lugar de adoración como Santuario Mariano Madre de la Paz. Con este nombramiento lo declara sitio muy especial de nuestra Iglesia atlanticense para que los feligreses sigan asistiendo y continúen con las peregrinaciones mensuales que demuestran la fe viva de esta tierra.

Para el Obispo Tamayo, esta decisión es muy importante y ayuda a reafirmar la vocación de todos los creyentes marianos. "Un santuario en una Arquidiócesis tiene un significado muy especial, ya que esto dice que durante mucho tiempo hubo en el lugar escogido una práctica de las virtudes, de la religiosidad popular, de la recepción de los sacramentos... El santuario es un lugar especial donde Jesús, un santo o en este caso la Virgen María, congrega a la búsqueda de la santidad en la conversión”, manifestó monseñor Víctor.

¿Qué es un Santuario Mariano?
Los santuarios marianos son lugares donde se expresa mucha piedad y recogimiento. En éstos las personas experimentan la grandeza de Dios y la presencia de María en la vida de todo cristiano. Desde hace muchos siglos se conservan los santuarios marianos por ser lugares de oración y penitencia. Además, muchos creyentes cumplen sus promesas que hacen en momentos difíciles o críticos, mediante la celebración de los sacramentos y llenando el alma de oración. Entonces, es en el santuario donde los católicos dejan todo lo que les preocupa, entristece o les inquieta, es como refugiarse en el regazo de una madre.

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