LA SOLIDARIDAD: REFLEJO DE LA UNIÓN DE MUCHOS
Nos llena de felicidad, regocijo y mucho ánimo saber que todo el pueblo atlanticense está respondiendo al llamado que Dios les hace cada día para que sigan contribuyendo a la buenas obras, esas que lleven a la reconciliación, al amor, la fraternidad, la justicia y la solidaridad. La Catedratón 2008 fue la oportunidad en la que se hizo más certera la unión de los esfuerzos y el deseo de muchas personas que quieren ver el progreso espiritual y social de todo un departamento.
La siembra incesante de paz que estamos realizando, con esta gran campaña de solidaridad, ha dejado, sin lugar a dudas, grandes frutos en la reconstrucción del tejido social. En los templos construidos están plasmados los sueños, las esperanzas y la generosidad de todas las personas que también sienten el compromiso intrínseco por ayudar a cimentar una mejor sociedad.
La solidaridad y la unión de todos los esfuerzos se convierten en los ejes principales para el sostenimiento de obras como la Catedratón y, también, de todos aquellos procesos que se viven un grupos determinados que buscan el desarrollo y la promoción humana.
En este mes de septiembre debemos seguir trabajando de la mano con todos aquellos que tienen fe en encontrar la paz y la fraternidad, reconociendo la posibilidad de estas sólo si nos dejamos guiar por el amor y la Palabra de Dios.
Que los sueños de todos los atlanticenses sigan cumpliéndose gracias a la unión de todos los esfuerzos, para que estos ayuden a restaurar nuestras vidas en familia y en la sociedad en general. Continuemos, con nuestro amor y respeto por nuestros hermanos, haciendo de obras generosas grandes ejemplos de vida y modelos a seguir para aquellos que aún no han tomado la decisión más importante: mostrar el rostro generoso de Dios en todo momento.
Sigamos, entonces, viviendo el amor, la amistad y todas aquellas buenas obras que sólo se pueden conseguir cuando unimos nuestros esfuerzos, corazones y nuestras vidas para dar el paso firme de la solidaridad y la fraternidad; así alcanzaremos la Iglesia que Dios quiere y el Atlántico necesita.
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