Feligresía unida crece espiritualmente
Por Julio Giraldo*
Nos cuenta doña Delfina Cabas Robledo nacida en el corregimiento “La Playa”, que este sector ya existía cuando se fundó la ciudad de Barranquilla; sus abuelos le contaron que aquí se asentaron las primeras familias (Orellano, García y Torres); era un sector rodeado de mangles, con muy pocas casas; algunos habitantes vivían de la pesca y otros eran leñadores; era un lugar tranquilo a 2 kilómetros del mar, la comunidad era muy unida, tanto así que compartían momentos de tristezas, alegrías y celebraban las fiestas patronales de San Roque y la Virgen del Carmen.
En un principio a este corregimiento se le dio el nombre de Eduardo Santos, y así figura en varios mapas, pero los habitantes prefieren llamarlo simplemente “La Playa”; este tranquilo y paradisíaco lugar se fue poblando con familias que llegaban de Galapa y de otros pueblos del interior del país, inclusive de municipios lejanos como San Rafael en el departamento de Antioquia, el pueblo siguió su desarrollo de forma adecuada, pero su historia cambió cuando llegaron invasores, los cuales se posesionaron de terrenos ajenos, clavaron cuatro estacas, cubrieron con plásticos y allí improvisaron sus viviendas.
Por otra parte, con respecto a su historia religiosa, como se mencionaba anteriormente en el texto, sus habitantes expresaban su fe conmemorando las fiestas de sus santos predilectos y los domingos desde Barranquilla llegaba un sacerdote para celebrar la Eucaristía en una pequeña capilla, la cual tenia un campanario que ellos mismos habían construido; el padre Coronel, el padre Pérez, y muchos años después Hermes Nieto y Ciro Ávila entre otros sacerdotes, cada domingo llegaban al corregimiento luego de viajar por un trayecto largo y difícil, ya que las vías de comunicación eran trochas y estaban llenas de barro. Los presbíteros sólo hacían presencia en las celebraciones eucarísticas, por tal razón, cuando fallecía un habitante, piadosas mujeres le rezaban un rosario, entonaban cantos y lo sepultaban.
Los elementos necesarios para la celebración de las misas como los vasos sagrados y ornamentos, eran guardados en la casa de Blas García, quien fue durante 40 años inspector de policía de la localidad.
Los años fueron pasando, la comunidad siguió organizándose y fueron bendecidos con la presencia del padre Jorge Muñoz, quien en ese entonces era profesor del seminario y por estar cerca de la urbanización “La Playa” se dedicó a orientar y ayudar espiritualmente a la feligresía, fue prácticamente este sacerdote el motor que impulsó y trazó los pasos a seguir para que la pequeña capilla pudiera ser declarada parroquia. La gente entusiasmada y agradecida con el padre Jorge Muñoz por esta idea, siguió visualizando el proyecto de parroquia y llegaron en consenso general a decidir que se llamaría Nuestra Señora del Carmen.
Pero un día, luego de la llegada del padre Limber Romero como guía espiritual de este grupo de católicos, mientras celebraba una eucaristía, observó que en la piedra del altar decía: “Cristo Resucitado”, entonces el sacerdote le dijo a la comunidad que en adelante el templo tendría como patrono al Jesús Resucitado. No fue fácil para la mayoría de la feligresía entender el cambio, pero al final todos estuvieron de acuerdo.
Luego de un tiempo, llegó el padre Luis Angulo Batista, un joven sacerdote muy respetuoso de las tradiciones del corregimiento y quien realizó un buen trabajo espiritual y material; para suceder al padre Angulo fue nombrado el padre Ramiro Pérez y más adelante el padre Giovanni Hernández Peñaranda, quien le dió una transformación total a la parroquia, pues logró ordenar algunas situaciones y solucionar ciertos problema.
La Parroquia Hoy:
En la misma casita en donde se inició la historia religiosa del corregimiento “La Playa”, pero ya reformada y en proceso de ampliación, hoy se encuentra como párroco el sacerdote Franklin Posso Mesa, quien ha sido bien recibido por la comunidad, la cual fue su primera parroquia asignada luego de ser ordenado como presbítero.
Al llegar encontró una feligresía bien estructurada, que tiene claro el sentido de Iglesia y consciente del trabajo pastoral de acuerdo al nuevo proyecto de evangelización.
En estos momentos existen dos células: Nuestra Señora de la Eucaristía y San Juan Eudes, pero la comunidad trabaja para que dichas células se conviertan en unidades pastorales.
Un gran reto que enfrenta el padre Franklin es que la mayoría de las familias tienen problemas de convivencia conyugal, además hay jóvenes entregados a la drogadicción, pandillas juveniles, delincuencia y jovencitas que con apenas 14 o 15 años ya son madres solteras; pero en medio de está problemática, existe un numeroso grupo de niños, jóvenes, adultos, adultos mayores y familias que fieles a sus principios religiosos peregrinan de la mano del sacerdote para la construcción de una Iglesia tanto espiritual como material; cada día más feligreses se acercan a recibir los sacramentos y las misas dominicales son muy concurridas.
Entre los proyectos de su actual párroco, el presbítero Franklin Posso, está el seguir reconstruyendo el tejido humano de su comunidad, guiarlos por el camino del Evangelio y terminar la construcción del templo que ahora cuenta con una gran ayuda, la donación realizada por la Arquidiócesis de Barranquilla.
* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
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