lunes, mayo 04, 2009


¡Que grande es nuestra responsabilidad!
Por Liliana De La Cruz Martínez*

Este 25 de abril se conmemora en Colombia el Día Internacional del Niño, por tal motivo, se busca a través de este artículo informar a la comunidad sobre uno de los flagelos que más afecta a los niños como es el maltrato infantil, y al mismo tiempo, mostrar el papel que como adultos miembros de una Iglesia debemos jugar para erradicar esta triste situación.

La niñez es la fase donde la persona humana es más vulnerable ante las dificultades de su entorno; esto ha producido, y le produce, una crítica y lamentable situación en todos nuestros países por lo hostil de su entorno. Debemos partir de esta confesión para iniciar, con fe y dedicación, una nueva etapa de arrepentimiento y de corrección de esta realidad.

Las últimas noticias dan cuenta de que la violencia sigue golpeando a la población infantil en Barranquilla. Las denuncias de abuso sexual donde los niños son las victimas llegaron a 104 en el primer trimestre de este año, lo que significó un aumento preocupante con respecto a años anteriores. Las autoridades han reportado 44 casos de maltrato infantil en sólo los primeros 3 meses del año. Incluso, un estudio puso al descubierto que los niños están percibiendo el arma de fuego como un elemento cotidiano en su diario vivir.

Si nos remitimos al contexto nacional, en Colombia el número de denuncias por maltrato infantil continúa en aumento. Solo entre enero y abril del presente año, se presentó un incremento de más del 15% con relación al mismo periodo de 2008, de denuncias por los diferentes tipos de agresiones, incluida la violencia familiar.
Cada vez mas las noticias locales, nacionales e internacionales revelan casos hasta aberrantes de maltrato contra menores. Un diario regional denunció recientemente a un extranjero que fue detenido por presuntos delitos de pornografía infantil, inducción a la prostitución, y, además, se le imputa homicidio agravado de un menor de 15 años. Otra noticia de este periódico, del mes de marzo, refiere la pesadilla de una menor de 13 años, quien fue abusada sexualmente de manera repetida por su padrastro.
En un noticiero nacional, se emitió la noticia sobre una niña de 9 años en el Brasil, quien fue violada por su padrastro desde que tenía 6 años y quedó embarazada. Cuando se develó este caso se descubrió que el padrastro venía llevando a cabo la misma conducta con la hermana mayor de la niña, de 15 años de edad, quien además es una persona en estado de discapacidad.
Escalofriante ¿cierto? Pues bien, esta seguidilla de noticias revela la tragedia que representa el abuso contra los menores. Y esto es sólo lo que se denuncia. Miles de abusos como estos quedan en silencio. En la protesta muda y temerosa de cientos de niños que ven vulnerados sus derechos y no pueden hacer nada para defenderse.
Para aquellos que logran sobrevivir, la destrucción de la confianza básica en la vida, piedra angular de la fe, la esperanza y el amor, les anula, en términos humanos, las posibilidades de una vida sana. El niño maltratado tiene en su corazón un serio obstáculo para encontrarse con Dios, no sólo durante su infancia sino en el resto de su vida. En la Sagrada Escritura se advierte “A cualquiera que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que lo hundieran en lo profundo del mar con una piedra de molino atada al cuello” (Mt. 18, 6 - 7). Los padres maltratadores son el primer y gran obstáculo para que los niños encuentren a Dios; éste es el peor y el principal maltrato que una persona puede sufrir.
Las consecuencias del maltrato son muy amplias. No todas son visibles. Las más obvias van desde los problemas escolares hasta las conductas antisociales y delictivas como robo, prostitución, pandillerismo criminal, drogadicción, agresividad irracional y locura suicida.
En Colombia, la Ley de Infancia y Adolescencia, establece la corresponsabilidad de la familia, la sociedad y el Estado, en cuanto a la garantía de derechos de los menores. El artículo 39 obliga a la familia a abstenerse de realizar todo acto o conducta que implique maltrato físico, sexual o psicológico. El artículo 40 obliga a la sociedad a conocer, respetar y promover los derechos de los menores; y al Estado, a prevenir, y atender la violencia sexual, y todo tipo de devastaciones en la familia.
Por fortuna la familia, como núcleo de la Iglesia, ha venido retomando su protagonismo en la formación y atención de las necesidades de los niños. Poco a poco se empieza a notar el liderazgo de los padres y la escuela en el proceso de desarrollo del niño y la niña, y no dejando que sean otros (no siempre de la forma más adecuada), los encargados de acompañarlos, de atenderlos y formarlos. Para ello, resulta vital la labor evangelizadora de nuestra Iglesia.

La iglesia se esfuerza siempre por llevar a los niños y a la familia a los pies del Señor, porque los niños tienen derecho al cielo. El mismo Jesús da una lección de interés superior por los niños cuando dijo: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de quienes son como ellos” (Marcos 10, 14 - 15). Jesús ponía Sus manos sobre los niños que le llevaban y los bendecía. Eso refleja el carácter tierno y amoroso del Maestro y Su capacidad de intercesor por los indefensos; no sólo los niños sino por los adultos que en ocasiones nos sentimos como niños indefensos y faltos de experiencia.

A veces los adultos nos convertimos en las piedras de tropiezo para que la misión evangelizadora de la Iglesia llegue a los mas pequeños, para que ellos se sientan seguros al cuidado de Dios Todopoderoso, a sentir la bendición de Dios sobre su vida, a aprender del amor hacia el prójimo y a respetar la vida de los semejantes porque son nuestros hermanos, a aprender a pensar en todo lo noble, lo justo y lo bueno porque esto agrada a nuestro Creador. La mente de un niño es como un papel en blanco, ahí escribimos lo que queremos, que no deben ser más que mensajes de bondad, alegría, paz y reconciliación.

¿Qué hacer? Acordémonos de la bondad y ternura de Jesús cuando trataba, cuando hablaba y compartía con los niños. ¿O en algún pasaje de la Biblia lo vemos diciéndoles cosas como: “Deja de molestar o te pego”, “es que no haces nada bien, niñito”, “lo que estás buscando es que te dé tu Tate quieto”, “tu me saliste fue brutito” y muchas más que seguramente hemos expresado o escuchado nosotros?
Es mucho lo que hay que hacer para lograr que la cultura del buen trato remplace la del maltrato; esta será tarea y compromiso de todos y todas. La convivencia familiar basada en el buen trato, será el resultado del esfuerzo que cada adulto decida hacer. No bastará amar o querer a los niños, será necesario tomar una decisión comprometida con su buen trato. Y por supuesto, llevarlos de la mano de Jesús, para luego no lamentar ni tener que ir a buscarlos a punto, ni a verlos en la cárcel.
La misma Palabra dice “Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de el” (Prov. 22, 6). Así pues, todos los que habitamos la tierra, incluso los que no conocen a Cristo y a Su Iglesia, y que, bajo el influjo de la gracia, buscan a Dios con corazón sincero, estamos llamados a edificar el Reino de Dios, colaborando con el Señor, que es Su artífice primero y decisivo. Por eso, debemos ponernos en Sus manos, confiar en Su palabra y dejarnos guiar por Él como esos niños que sólo en el Padre encuentran la seguridad.


*Unidad pastoral Caridad del Cobre. Coordinadora Regional de Caracol Social. lilianamargarita@gmail.com

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