Por Jaynes Hernández Natera*
“Las Bienaventuranzas son el camino de la verdadera felicidad y de la vida”, dijo Juan Pablo II. Todas queremos ser felices y lo somos sí compartimos la dicha y alegría que el Señor tiene para nosotras al serle fieles y confiando en que Él nos ama; por Su gracia podemos superar las debilidades y dificultades, para así gozar de Su gran promesa: el Reino de Dios.
Queridas amigas, para ser felices hay que identificarnos con Jesucristo, quien realizó a la perfección durante toda Su vida las Bienaventuranzas, ellas son su retrato y resumen Su vida, a través de ellas nos relacionamos con Dios Padre. Y por eso, cuando Juan Pablo II visitó Lima (Perú) instó a la juventud a escoger las Bienaventuranzas como un programa de vida terrena del cristianismo, fiel a Cristo.
Jesús pronunció las Bienaventuranzas en un momento histórico de opresión del Imperio Romano, por lo tanto, Jesús proclama la libertad, la esperanza, el verdadero sentido de la paz y la fidelidad. Él proclama cómo vivir las Bienaventuranzas en las situaciones concretas del cristiano no sólo en tiempos antiguos, sino en nuestros tiempos, pues hoy, al igual que ayer, existen opresiones, injusticias y situaciones que muchas veces no nos permiten escuchar la voz de Jesús, quien en su sermón de las Bienaventuranzas nos anima a vivir en fidelidad, con veracidad, atreviéndonos a vencer el mal, a amar antes que odiar, a ser libres de la esclavitud, del egoísmo y del pecado para compartir su amor con los que aún no saben que Jesús ésta con ellos.
El objetivo del discurso de Jesús ayer, hoy y siempre, es dar a conocer Su eterno programa de gobierno como Rey de Reyes para todos los que queremos ser parte de Su Reino y seguirle en el camino para una auténtica felicidad y plena realización humana, por eso antiguamente se dirigió a la multitud diciéndoles: “El Espíritu del Señor Yahvéh está sobre mí, porque me ha ungido Yahvéh; Me ha enviado a consolar a todos los que lloran”. Isaías 61, 1-2.
Jesús el primer bienaventurado
Jesús en efecto fue manso, humilde, limpio de corazón, tuvo hambre y sed de justicia, se esforzó por crear la paz entre los hombres, fue perseguido y nos dio a María, Su madre, para aprender de Ella, de su felicidad, pues aunque sufrió con José la persecución de Herodes, el desplazamiento a tierras de Egipto y mucho más, era feliz por su confianza plena en Dios; ¿cuántas veces repetiría “hágase en mí tu Palabra Señor?”
Madre de la Bienaventuranza, nos enseña a ser capaces de compartir en familia, en comunidad, la dulzura de vivir las Bienaventuranzas y decir amén en cualquier situación que vivamos, pues estamos con Cristo y unidos a la acción fecunda del Espíritu, viviendo una Iglesia doméstica en la verdad y la luz.
Ser una creyente bienaventurada
Ser bienaventurada es ser una mujer que confía, escucha la Palabra de Dios y la acepta, comparte la dicha de haber escuchado, reconoce que es dichosa porque Cristo vive en Ella y tiene como modelo a seguir a María, la Bienaventurada.
Ser una creyente bienaventurada es ser la mujer que responde al llamado de Jesús, recordando lo que Él nos dice en Mateo 11,28: “Venid a mí, todos los que estéis cansados, agobiados, que Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Si nos ponemos a pensar, en nuestros tiempos, también han existidos mujeres bienaventuradas que han dejado un hermoso mensaje a la humanidad, una de ellas fue la Beata Madre Teresa de Calcuta, quien fundamentó su existencia en las Bienaventuranzas, siendo estas su modelo de vida; se agotó en el servicio a los más pobres y necesitados, logró una total unión con Dios y un incondicional abandono en Sus manos. Una de las frases preferidas de la Madre Teresa de Calcuta era: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5, 8). Su vida fue admirable, un verdadero estímulo para imitarla.
Encontremos hoy y cada día, la dulzura de compartir las Bienaventuranzas, asimilemos a Jesús en nuestra mente y corazón, imitémosle, sigamos sus pasos y siempre aprendamos de María la forma de compartir con los demás la dicha de ser Bienaventurada. Dios nos ayude a escuchar, perseverar y compartir la dulzura de vivir y amar a Dios a través del prójimo y así dar testimonio de esperanza, el cual nos permita construir un mundo más humano, con paz en el corazón y en total comunión.
*Miembro de la Comisión de Pastoral Vocacional. jaynesher@hotmail.com
“Las Bienaventuranzas son el camino de la verdadera felicidad y de la vida”, dijo Juan Pablo II. Todas queremos ser felices y lo somos sí compartimos la dicha y alegría que el Señor tiene para nosotras al serle fieles y confiando en que Él nos ama; por Su gracia podemos superar las debilidades y dificultades, para así gozar de Su gran promesa: el Reino de Dios.
Queridas amigas, para ser felices hay que identificarnos con Jesucristo, quien realizó a la perfección durante toda Su vida las Bienaventuranzas, ellas son su retrato y resumen Su vida, a través de ellas nos relacionamos con Dios Padre. Y por eso, cuando Juan Pablo II visitó Lima (Perú) instó a la juventud a escoger las Bienaventuranzas como un programa de vida terrena del cristianismo, fiel a Cristo.
Jesús pronunció las Bienaventuranzas en un momento histórico de opresión del Imperio Romano, por lo tanto, Jesús proclama la libertad, la esperanza, el verdadero sentido de la paz y la fidelidad. Él proclama cómo vivir las Bienaventuranzas en las situaciones concretas del cristiano no sólo en tiempos antiguos, sino en nuestros tiempos, pues hoy, al igual que ayer, existen opresiones, injusticias y situaciones que muchas veces no nos permiten escuchar la voz de Jesús, quien en su sermón de las Bienaventuranzas nos anima a vivir en fidelidad, con veracidad, atreviéndonos a vencer el mal, a amar antes que odiar, a ser libres de la esclavitud, del egoísmo y del pecado para compartir su amor con los que aún no saben que Jesús ésta con ellos.
El objetivo del discurso de Jesús ayer, hoy y siempre, es dar a conocer Su eterno programa de gobierno como Rey de Reyes para todos los que queremos ser parte de Su Reino y seguirle en el camino para una auténtica felicidad y plena realización humana, por eso antiguamente se dirigió a la multitud diciéndoles: “El Espíritu del Señor Yahvéh está sobre mí, porque me ha ungido Yahvéh; Me ha enviado a consolar a todos los que lloran”. Isaías 61, 1-2.
Jesús el primer bienaventurado
Jesús en efecto fue manso, humilde, limpio de corazón, tuvo hambre y sed de justicia, se esforzó por crear la paz entre los hombres, fue perseguido y nos dio a María, Su madre, para aprender de Ella, de su felicidad, pues aunque sufrió con José la persecución de Herodes, el desplazamiento a tierras de Egipto y mucho más, era feliz por su confianza plena en Dios; ¿cuántas veces repetiría “hágase en mí tu Palabra Señor?”
Madre de la Bienaventuranza, nos enseña a ser capaces de compartir en familia, en comunidad, la dulzura de vivir las Bienaventuranzas y decir amén en cualquier situación que vivamos, pues estamos con Cristo y unidos a la acción fecunda del Espíritu, viviendo una Iglesia doméstica en la verdad y la luz.
Ser una creyente bienaventurada
Ser bienaventurada es ser una mujer que confía, escucha la Palabra de Dios y la acepta, comparte la dicha de haber escuchado, reconoce que es dichosa porque Cristo vive en Ella y tiene como modelo a seguir a María, la Bienaventurada.
Ser una creyente bienaventurada es ser la mujer que responde al llamado de Jesús, recordando lo que Él nos dice en Mateo 11,28: “Venid a mí, todos los que estéis cansados, agobiados, que Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Si nos ponemos a pensar, en nuestros tiempos, también han existidos mujeres bienaventuradas que han dejado un hermoso mensaje a la humanidad, una de ellas fue la Beata Madre Teresa de Calcuta, quien fundamentó su existencia en las Bienaventuranzas, siendo estas su modelo de vida; se agotó en el servicio a los más pobres y necesitados, logró una total unión con Dios y un incondicional abandono en Sus manos. Una de las frases preferidas de la Madre Teresa de Calcuta era: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5, 8). Su vida fue admirable, un verdadero estímulo para imitarla.
Encontremos hoy y cada día, la dulzura de compartir las Bienaventuranzas, asimilemos a Jesús en nuestra mente y corazón, imitémosle, sigamos sus pasos y siempre aprendamos de María la forma de compartir con los demás la dicha de ser Bienaventurada. Dios nos ayude a escuchar, perseverar y compartir la dulzura de vivir y amar a Dios a través del prójimo y así dar testimonio de esperanza, el cual nos permita construir un mundo más humano, con paz en el corazón y en total comunión.
*Miembro de la Comisión de Pastoral Vocacional. jaynesher@hotmail.com
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