miércoles, octubre 21, 2009

Dios También te llama desde tu profesión
Por Jorge Eliécer Londoño Romero*

Aprovechando que en la Arquidiócesis se vive un ambiente de vocación, quiero compartirles mi experiencia.

Siendo un joven que apenas entraba a la mayoría de edad, ingresé a la universidad para estudiar ingeniería mecánica, que era mi gran anhelo. Viví lo que todo joven universitario vive: clases, parciales, fiestas y todo lo referente al ambiente universitario.

Viví en un mundo sumergido por los números, planos y máquinas. El estudio lo era todo para mí, hasta que un día, en una Eucaristía, el sacerdote pronunció una frase del papa Benedicto XVI, la cual me llegó a lo más profundo de mi corazón: “Joven a ti te digo, no tengas miedo, Dios no quita nada, Dios lo da todo”, y eso basto para que yo decidiera entrar al circulo vocacional y comenzar mi camino de discernimiento. En ese entonces, me encontraba en noveno semestre y a las puertas de terminar la carrera profesional. Cuando le comenté a mis amigos mi decisión de ingresar al Seminario, sus reacciones no fueron las mejores, algunos no me creían, otros se burlaron y otros no me prestaron atención; más tarde lo entendieron y lo aceptaron.

Al ingresar al Seminario, me encontré con una bella comunidad, que me aceptó sin reparo alguno. Sin embargo, muchos me preguntaban que tenía que ver la ingeniería con el sacerdocio y yo no sabía que responder. Estando ya en el Seminario recibe mi grado de ingeniero, lo cual me llenó de alegría por haber alcanzado una meta; pero la alegría de estar en el Seminario era todavía mayor. Poco a poco fui descubriendo que Dios nos va mostrando el camino cuando sabemos escuchar su voz. Así mismo, nos da los medios necesarios para realizar y cumplir nuestros sueños, sólo que alcanzarlos implica empeño, sacrificios, renuncias. Entendí entonces con mayor claridad lo que el Señor nos dice en Mateo 19, 29: “y todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna”.

Hoy, puedo decir con toda firmeza que, aunque digamos tener nuestra vida definida, Dios por medio de su plan salvífico, puede virar el sendero de nuestra vida, y puede mostrarnos un mejor camino que nos llene felicidad.

*Estudiante del Seminario Regional Juan XXIII. Ingeniero Mecánico universidad Autónoma del Caribe

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