Por Hermanas Paulinas Comunidad de Barranquilla*
En este mes de diciembre, tiempo en el que finalizamos un año más de la historia del mundo, vale la pena darnos un espacio y evaluar cómo va nuestro caminar, especialmente de cara a la santidad. Podemos creer que la santidad es sólo para unos, pero si hacemos memoria, los hombres y mujeres que tenemos como modelos de santidad, nos enseñan que es un llamado para todos, donde debemos ser humildes, necesitados de Dios y abandonados en sus manos amorosas de Padre y Madre.
Si estamos unidos en el amor de quien todo lo donó, como permanece la rama a la vid, comprenderemos el proyecto que Dios tiene para nosotros. Cada día Él se revela al hombre, mostrándole el camino a andar; y dónde más lo descubrimos sino es en la contemplación de Su Palabra, en la Eucaristía, en la escucha de Su Espíritu que nos habla desde lo creado, desde nuestros hermanos. Esto nos debe conducir a un cambio de vida, implica actuar, ser testigos; no podemos ocultar la luz cuando el mundo está necesitándola.
Se menciona en la mayoría de los ya proclamados santos, que vivieron unidos a la Virgen María, a través del Rosario, pues como lo dice la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, el Rosario es la oración que en su sencillez y profundidad está destinada a producir frutos de santidad; sólo veamos cuántos de nuestros hogares se han mantenido unidos por esta bella oración, cuántas vocaciones se han fortalecido en perseverancia. Es la misma Virgen María la que nos presenta la vida de su Hijo, desde el anuncio del ángel hasta la ascensión, es Ella quien nos dice cómo hacernos al Camino de santificación siguiendo el camino de humildad y servicio que Jesús nos enseñó.
¿Pero cómo hacernos a ese Camino?
Ella nos lo enseña, al igual que todo el pueblo de Israel, permanecía esperanzada por Aquel que había de venir, siendo escogida por Dios le abrió las puertas de su mente, de su corazón, de su voluntad a la acción del Espíritu, asumió la Voluntad del Padre, sobre el temor de lo que le podría pasar. Confió, se abandonó en el amor del Dios, quien la había predestinado para ser madre del Salvador. Al igual que Ella, cada uno de nosotros tenemos un proyecto de vida, Dios soñó con cada uno de nosotros y nos pide abandonarnos en Él para hacer realizable el acontecer de su Reino en nuestro hoy.
El santo Padre Benedicto XVI confió este año sacerdotal a María Reina de los Apóstoles, Ella si recordamos, acompañó a los apóstoles en todo momento, aún cuando el temor los consumía al verse sin el Maestro, fue su presencia amorosa y maternal la que en la espera de Pentecostés los animó para que con el soplo del Espíritu reanimara en ellos el fuego que Jesús había encendido en cada uno, y así fortalecidos por ese: “No teman estoy con ustedes”, encender a su paso la esperanza en cada hombre y mujer que el Espíritu los enviaba.
Muchos de nuestros sacerdotes cuentan con la guía y animación de sus obispos, al igual que de su comunidad parroquial, pero otros no. Durante una misión vocacional que realizamos en el mes de octubre, el Señor nos llevó a un lugar hermoso de su creación, Moñitos, está cerca del mar, habitado por gente humilde, trabajadora, golpeada por la violencia y por un tiempo de riqueza producto de la piratería, que cuando acabó, la sombra del dinero fácil enmudeció el grito de Dios que les decía cuánto los amaba y esperaba con los brazos abiertos. El padre Robiro José, es un joven entregado a su sacerdocio, fortalecido con la oración y de la mano con la Virgen María, aún cuando celebra con pocos, cuando tiene más de 70 veredas por cubrir, cuando la falta de compromiso es latente aún en los jóvenes, sabe que el Señor lo envió allí para “reconstruir su iglesia”.
Sacerdotes como Robiro José, nos recuerda por quién hemos dicho Sí, al igual que nuestra Madre María, por Jesús y por aquellos a los que el Padre nos confía. Querido hermano, que la oración de cada uno de nosotros por las vocaciones y en éste año por las sacerdotales, sean recibidas por el Señor, para que cada sacerdote fortalezca su ministerio en el servicio, en la alegría de acompañar en este peregrinar hacia la santidad a los hermanos que Dios les confió.
Te invitamos a nuestra adoración por las vocaciones todos los jueves de 4:00 a 5:00 p.m. en la librería Paulinas del Prado (Cra. 54 No. 70 – 121. Tel. 3600200.
*paulibar@metrotel.net.co
En este mes de diciembre, tiempo en el que finalizamos un año más de la historia del mundo, vale la pena darnos un espacio y evaluar cómo va nuestro caminar, especialmente de cara a la santidad. Podemos creer que la santidad es sólo para unos, pero si hacemos memoria, los hombres y mujeres que tenemos como modelos de santidad, nos enseñan que es un llamado para todos, donde debemos ser humildes, necesitados de Dios y abandonados en sus manos amorosas de Padre y Madre.
Si estamos unidos en el amor de quien todo lo donó, como permanece la rama a la vid, comprenderemos el proyecto que Dios tiene para nosotros. Cada día Él se revela al hombre, mostrándole el camino a andar; y dónde más lo descubrimos sino es en la contemplación de Su Palabra, en la Eucaristía, en la escucha de Su Espíritu que nos habla desde lo creado, desde nuestros hermanos. Esto nos debe conducir a un cambio de vida, implica actuar, ser testigos; no podemos ocultar la luz cuando el mundo está necesitándola.
Se menciona en la mayoría de los ya proclamados santos, que vivieron unidos a la Virgen María, a través del Rosario, pues como lo dice la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, el Rosario es la oración que en su sencillez y profundidad está destinada a producir frutos de santidad; sólo veamos cuántos de nuestros hogares se han mantenido unidos por esta bella oración, cuántas vocaciones se han fortalecido en perseverancia. Es la misma Virgen María la que nos presenta la vida de su Hijo, desde el anuncio del ángel hasta la ascensión, es Ella quien nos dice cómo hacernos al Camino de santificación siguiendo el camino de humildad y servicio que Jesús nos enseñó.
¿Pero cómo hacernos a ese Camino?
Ella nos lo enseña, al igual que todo el pueblo de Israel, permanecía esperanzada por Aquel que había de venir, siendo escogida por Dios le abrió las puertas de su mente, de su corazón, de su voluntad a la acción del Espíritu, asumió la Voluntad del Padre, sobre el temor de lo que le podría pasar. Confió, se abandonó en el amor del Dios, quien la había predestinado para ser madre del Salvador. Al igual que Ella, cada uno de nosotros tenemos un proyecto de vida, Dios soñó con cada uno de nosotros y nos pide abandonarnos en Él para hacer realizable el acontecer de su Reino en nuestro hoy.
El santo Padre Benedicto XVI confió este año sacerdotal a María Reina de los Apóstoles, Ella si recordamos, acompañó a los apóstoles en todo momento, aún cuando el temor los consumía al verse sin el Maestro, fue su presencia amorosa y maternal la que en la espera de Pentecostés los animó para que con el soplo del Espíritu reanimara en ellos el fuego que Jesús había encendido en cada uno, y así fortalecidos por ese: “No teman estoy con ustedes”, encender a su paso la esperanza en cada hombre y mujer que el Espíritu los enviaba.
Muchos de nuestros sacerdotes cuentan con la guía y animación de sus obispos, al igual que de su comunidad parroquial, pero otros no. Durante una misión vocacional que realizamos en el mes de octubre, el Señor nos llevó a un lugar hermoso de su creación, Moñitos, está cerca del mar, habitado por gente humilde, trabajadora, golpeada por la violencia y por un tiempo de riqueza producto de la piratería, que cuando acabó, la sombra del dinero fácil enmudeció el grito de Dios que les decía cuánto los amaba y esperaba con los brazos abiertos. El padre Robiro José, es un joven entregado a su sacerdocio, fortalecido con la oración y de la mano con la Virgen María, aún cuando celebra con pocos, cuando tiene más de 70 veredas por cubrir, cuando la falta de compromiso es latente aún en los jóvenes, sabe que el Señor lo envió allí para “reconstruir su iglesia”.
Sacerdotes como Robiro José, nos recuerda por quién hemos dicho Sí, al igual que nuestra Madre María, por Jesús y por aquellos a los que el Padre nos confía. Querido hermano, que la oración de cada uno de nosotros por las vocaciones y en éste año por las sacerdotales, sean recibidas por el Señor, para que cada sacerdote fortalezca su ministerio en el servicio, en la alegría de acompañar en este peregrinar hacia la santidad a los hermanos que Dios les confió.
Te invitamos a nuestra adoración por las vocaciones todos los jueves de 4:00 a 5:00 p.m. en la librería Paulinas del Prado (Cra. 54 No. 70 – 121. Tel. 3600200.
*paulibar@metrotel.net.co
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