martes, marzo 22, 2011

Lecciones desde el cautiverio

Por Rafael Castillo Torres, Pbro*

Hoy, Colombia necesita darle reposo a la palabra, para abrirle curso al testimonio. Testimonio como el de los secuestrados y sus familias que los hacen dignos de ser ejemplo de vida. Las recientes liberaciones nos reclaman reflexiones. Es decir, sacudidas interiores que realmente nos hagan pensar y cambiar de actitud frente a la vida. El largo cautiverio vivido, como la liberación convertida en ‘big show’, son un reflejo degradado, en nuestro país, los dones sagrados de la vida y la libertad. Pero, en medio de esas situaciones, hay gestos de grandeza que sólo nacen de quien interiormente es fuerte y se siente libre en su silencio activo. Creo que los secuestrados, desde el cautiverio, nos dejan lecciones muy profundas que no podemos desaprovechar y que van más allá de la compasión que nos produce su impotencia y la espera angustiosa vivida por sus pequeños hijos y familiares.

La primera lección es que en el cautiverio es importante saber manejar el silencio para que se escuche la palabra.

Frente a la obstinación de los captores, que secuestran y liberan al mismo tiempo, el testimonio de los secuestrados es un grito en la calle. Es la elocuencia del silencio frente a las Farc, acostumbrada más al ruido de la guerra que al susurro silencioso de la vida donde siempre sucede lo estupendo. Primera lección: El silencio siempre será signo de sabiduría y la actitud irreflexiva señal de estupidez.

La segunda lección es asumir el silencio como necesidad sentida. Definitivamente el cautiverio es una experiencia dolorosa que nos enseña que aún desde el sufrimiento se puede servir dando animo y esperanza a quienes esperan el regreso de un ser querido. Las pruebas de supervivencia nos revelan que “Colombia necesita una voz de fino silencio”. Solo las palabras cargadas de fino silencio sacuden corazones y abren la terca y tozuda entendedera. La propiedad del fino silencio es romper el corazón de piedra de la arrogancia. Nos hemos acostumbrado a evitar el silencio, prefiriendo cualquier ruido, cualquier palabra o distracción, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos y pobres, disuelve la amargura y las rebeliones, y nos conduce al don de nosotros mismos.

La tercera lección es pasar de la superficialidad a la profundidad. Para nadie es un secreto que el agua brota con mayor fuerza de la profundidad. Y esto vale para los tiempos difíciles. Aprendamos de Juan Pablo II y de la Madre Teresa de Calcuta. Ellos fueron meditativos y contemplativos. Su testimonio nos ha enseñado que no son los inclinados y arrodillados hacia afuera, los que hacen las revoluciones, sino los inclinados hacia adentro. Los pasos hacia adelante son sensatos en la medida en que van precedidos de pasos hacia adentro, para que no terminen siendo pasos hacia atrás. Tengamos presente que la persona virtuosa no es solo aquella que es capaz de frenar su lengua, sino aquella que también tiene el don de ser señor de sus silencios. Los invito a orar, en silencio y despacio por nuestros hermanos que aún permanecen en cautiverio:

“Dios eterno, tú que amas la dignidad de la vida, haznos valorar la libertad de vivir y de ser cada persona. Tú que amas sin condiciones, haznos solidarios ante quienes han perdido la libertad. Tú que eres sabiduría, permite que a pesar del sometimiento, toda persona privada de la libertad pueda proteger su dignidad humana como hijo tuyo. Tú que perdonas a los que causan daño, ayúdanos a perdonar a quienes quitan la libertad, y llámalos al arrepentimiento, para que sean libres en su equivocación. Permite, Señor, que las familias gocen del reencuentro y que todos los colombianos podamos experimentar la libertad de encontrarnos en ti”. Amén

*Director Programa de Desarrollo y Paz del Canal del Dique y Zona Costera. Ramaca41@hotmail.com

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