martes, marzo 22, 2011

“Un seminarista autentico será un sacerdote coherente”

POR WILL ENRIQUE RIVERA GÓMEZ*

“No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda” (Jn 15,16.)

Los hombres “siempre tendrán necesidad de Dios” y por tanto “de sacerdotes”, por lo que el sacerdocio católico no es “algo del pasado sino del futuro”. Así escribe el Papa Benedicto XVI a los seminaristas de todo el mundo, tras la clausura del Año Sacerdotal en 2010.

El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal; no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la "comunidad de discípulos", el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de todos.

Quien quiera ser sacerdote “debe ser sobre todo un hombre de Dios'", afirma el Papa. “Dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después del "big bang". Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios”.

Por eso, lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo”.

El seminarista tiene que vivir auténticamente la experiencia formativa si quiere ser un sacerdote coherente, a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote, del magisterio de la Iglesia, respondiendo a las necesidades de la Iglesia que Dios quiere y el mundo necesita.

El seminario es el lugar privilegiado en el que jóvenes valientes que han asumido el llamado a remar con el Señor, se forman integralmente, bajo las cuatro dimensiones de formación sacerdotal: humana, espiritual, intelectual y pastoral, para participar del sacerdocio de Jesús siendo capaces de responder a los retos trazados en el mundo contemporáneo.

No se puede ser un buen sacerdote si durante la formación no se pudo ser en primera instancia un bien cristiano, luego un auténtico seminarista y después un coherente sacerdote a la manera de Jesús.

Es importante que el aspirante o seminarista acepte su fragilidad humana, pues es ÉL, Jesús el alfarero, quien moldeará su vida conforme a su voluntad y al plan trazado por Dios a la humanidad, reconociendo en el sacerdocio la presencia del mismo Jesucristo enviado por el Padre para la salvación de todo aquel que sea capaz de abrir su corazón a este llamado a la conversión.

El seminarista debe ser un hombre de sagrario, ya que es el mismo Jesús quien le ha invitado a configurarse con ÉL.

Si se desea vivir una experiencia autentica de formación es importante dejarse formar por el Santo Espíritu de Dios, el formador por excelencia.

Que la Santísima Madre de todas las vocaciones nos ayude. “DIOS QUE HA INICIADO ESTA OBRA BUENA EN NOSOTROS LA LLEVE A FELIZ TERMINO”.

*SEMINARISTA DE III AÑO DE FILOSOFÍA. josecris1301@hotmail.com

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