Padre Marcos Coll De La Hoz
Un milagro de Dios hecho sacerdote.
Kairós, entrevistó al padre Marcos Coll De La Hoz, descendiente de los indígenas Mocaná, nacido en el barrio Alfonso López de Barranquilla, el12 de julio de 1947 en el hogar conformado por don Víctor Manuel Coll y la señora Ana Isabel de la Hoz. Una familia de descendencia humilde y con apremiantes necesidades económicas, que buscando unas mejores oportunidades de vida, viaja con el niño Marcos cuando este tenía 3 meses de haber nacido, al departamento del Magdalena y allí en una pequeña parcela trabajan de sol a sol para poder sobrevivir.
El traslado realizado no fue muy afortunado, pues dos de los hermanos del padre Marcos murieron a causa de una epidemia propia de las enfermedades tropicales del sitio en que vivían. Por su parte, Marcos escapa a la muerte, pero a los 8 años, queda paralítico lo que hace que sus padres tengan que gastar lo poco que tienen y regresan a Barranquilla, prácticamente a vivir de la caridad. Fueron años muy difíciles para este niño quien a tan temprana edad, sentía una profunda tristeza, al ver a niños de su edad correr, jugar, ir a la escuela y él en la absoluta pobreza y paralítico se debía resignar a estar en una cama día y noche.
La enfermedad, la pobreza y las dificultades, no ocurren por el olvido de Dios, pues Él en su debido momento, comienza a hacer lo suyo, por eso, mientras este niño vivía su calamidad, su padre logró conseguir un empleo como policía municipal, y como caído del cielo, una misión de salud humanitaria llegó de Suiza a Barranquilla con el fin de estudiar y tratar la enfermedad de Marcos y varios niños de la ciudad que sufrían el mismo mal. Fueron muchos niños en tratamiento, pero sólo Marcos logró ser sanado. Recobró la movilidad en todo su cuerpo y logró regresar a la escuela, estudiar y trabajar. Logró hacerse bachiller y cuando cumplió 18 años de edad, ingresó a la escuela de Policía General Santander en Bogotá. En 1972 ya era un brillante oficial de la institución.
Primeros campanazos para el sacerdocio
En la escuela General Santander, el padre Marcos conoce al padre ‘Higuita’, se hace su amigo y entra a conformar el coro de la policía, el cual animaba las Eucaristías y realizaba presentaciones especiales. Por su cercanía con el padre ‘Higuita’, por ser miembro del coro y pertenecer al grupo Cadetes en Acción, el oficial Coll es invitado a un congreso bíblico en el municipio de Cachipay, allí conoce a una joven de nombre Ana de quien se enamora al instante, pero quien le pone como condición: “Si quieres tener amistad en serio conmigo, primero me debes acompañar cada noche al grupo de oración”. El oficial de la policía Marcos Coll, asiste al grupo más bien para poder estar al lado de tan linda chica, pero, un día Ana dejó de asistir al grupo sin ninguna explicación, él, la busco por cielo, mar y tierra, nunca más la encontró, pero encontró a Jesucristo y se enamoró de Él.
Cambia el uniforme de policía por una sotana e ingresa al seminario
Luego de muchas reflexiones y discernimiento, ingresa el 2 de marzo de 1978 al Seminario Regional Juan XXIII de Barranquilla. El 23 de marzo de 1985, Monseñor Germán Villa Gaviria, lo ordena como sacerdote y lo envía como vicario cooperador de la parroquia San Clemente al lado del Padre Reinaldo Iriarte, quien lo orientó y guió sus primeros pasos como presbítero.
La enfermedad ronda en la vida del padre Marcos
Transcurría 1994 y estando como párroco de Campo de la Cruz, el padre Marcos Coll sentía fuertes dolores de cabeza y en todo su cuerpo, al acudir el médico, este le diagnosticó una terrible enfermedad que había avanzado de forma tal, que ya era imposible su curación. No tiene riñones, parte del hígado en malas condiciones, corazón afectado y un oído destruido. Pero así y a pesar de tan grave enfermedad, se somete desde hace 17 años a tres hemodiálisis por semana, cada una de ellas dice es un martirio, pero en medio del dolor, prima su vocación de servicio y el compromiso que hizo con Dios al ordenarse sacerdote.
Con su enfermedad a cuestas, a sus 63 años de edad, ‘Marquitos Coll’, como cariñosamente le dicen, sigue trabajando activamente. Todos los días madruga para bendecir y alaba al Señor, celebra la Eucaristía, consuela a los afligidos por medio del sacramento de la confesión, construye comunidades, funda escuelas para niños pobres y ayuda en lo que puede a sus hermanos sacerdotes.
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