"HAY MÁS ALEGRÍA EN DAR
QUE EN RECIBIR"
QUE EN RECIBIR"
Nuevamente el calendario litúrgico nos presenta la ‘Solemnidad de San Pedro y San Pablo’, y en ella la faceta del Papa en un acontecimiento que nos permite sentir como propios los hechos mismos de la caridad del Santo Padre.
Ese gesto de hermandad con el Romano Pontífice nos permite despertar el valor de la solidaridad como lo enseñó san Pablo a la comunidad de los Corinto: “Pues ustedes, que sobresalen en todo: en fe, en facilidad de palabra, en conocimientos, en buena disposición para servir y en amor que aprendieron de nosotros, igualmente deben sobresalir en esta obra de caridad” (2 Cor. 8,7). Es decir, participar en las obras que nuestro Sumo Pontífice adelanta es, más que todo, asumir el ideal del buen cristiano para mostrar el rostro de Jesús a través de obras generosas que cambien profundamente la realidad triste que se vive en gran parte del mundo. Cuando Dios nos invita a “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”, precisamente nos llama a mantener un equilibrio en la vida de nuestra sociedad, demostrando todos los valores que se desprenden del amor y que son necesarios para mantener la paz, la solidaridad, el respeto y la igualdad.
Este mes de junio es, entonces, la oportunidad ideal –como debería ser siempre- para reflejar el amor de Dios a través de nosotros. Con el Óbolo de San Pedro nacen miles de oportunidades para aquellos que lo han perdido todo como consecuencia de un suceso lamentable o que, simplemente, no tienen las mismas oportunidades que las demás personas.
Contribuir con generosidad en los programas del Papa va a demostrar la perfecta sintonía que tienen los fieles de la Iglesia con la razón misma de ésta: llevar el mensaje de esperanza y vida que nos trajo y nos dejó Cristo. Pero todo esto es posible sólo si vemos más allá de los intereses personales para darle trascendencia a los que Dios ha dispuesto para todos nosotros y, de esta manera, reconfirmar lo que su Palabra nos dice: “Hay más alegría en dar que en recibir”.
Ese gesto de hermandad con el Romano Pontífice nos permite despertar el valor de la solidaridad como lo enseñó san Pablo a la comunidad de los Corinto: “Pues ustedes, que sobresalen en todo: en fe, en facilidad de palabra, en conocimientos, en buena disposición para servir y en amor que aprendieron de nosotros, igualmente deben sobresalir en esta obra de caridad” (2 Cor. 8,7). Es decir, participar en las obras que nuestro Sumo Pontífice adelanta es, más que todo, asumir el ideal del buen cristiano para mostrar el rostro de Jesús a través de obras generosas que cambien profundamente la realidad triste que se vive en gran parte del mundo. Cuando Dios nos invita a “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”, precisamente nos llama a mantener un equilibrio en la vida de nuestra sociedad, demostrando todos los valores que se desprenden del amor y que son necesarios para mantener la paz, la solidaridad, el respeto y la igualdad.
Este mes de junio es, entonces, la oportunidad ideal –como debería ser siempre- para reflejar el amor de Dios a través de nosotros. Con el Óbolo de San Pedro nacen miles de oportunidades para aquellos que lo han perdido todo como consecuencia de un suceso lamentable o que, simplemente, no tienen las mismas oportunidades que las demás personas.
Contribuir con generosidad en los programas del Papa va a demostrar la perfecta sintonía que tienen los fieles de la Iglesia con la razón misma de ésta: llevar el mensaje de esperanza y vida que nos trajo y nos dejó Cristo. Pero todo esto es posible sólo si vemos más allá de los intereses personales para darle trascendencia a los que Dios ha dispuesto para todos nosotros y, de esta manera, reconfirmar lo que su Palabra nos dice: “Hay más alegría en dar que en recibir”.
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