«Cristo no tenía absolutamente ninguna necesidad de retirarse al desierto para contemplar a su Padre y, sin embargo, lo hacía con frecuencia y extensamente. ¡Seríamos muy presuntuosos si, profundamente unidos al Señor, pensáramos no tener ya necesidad del desierto! Por otra parte, es imposible, ya que cuanto más auténticamente unidos estamos al Señor, tanto más deseamos estar a solas con Él». (René Voillaume)
Por: RÓGER VARGAS CHOLES
Asistente de Redacción Kairós
rogervch@yahoo.com
La cita que hoy hace de título en este artículo de “Orando en la Urbe”, es del libro de Oseas; un texto que no podría ser más apropiado para nuestra reflexión de hoy.
CRISIS
Nunca antes el hombre había estado tan inmerso en el ruido y la disipación. Las telenovelas, las noticias, la música, la internet, el cine, son sólo algunos de elementos que más disipan y alienan. Es como si se quisiera huir, a toda costa y desesperadamente, de la más mínima oportunidad de silencio, de encuentro consigo mismo y con Dios.
Los días, uno tras otro, transcurren con la misma velocidad; la rutina se impone como estilo de vida y el stress se ha llegado a considerar como un elemento propio de nuestro tiempo, un mal tolerable, y por absurdo que parezca, casi como un mal necesario.
Pero nada de esto ha sido gratis: las enfermedades, los trastornos sicológicos, los vacíos afectivos, las adicciones, etc., han sido el alto precio por este modo de vida. Y aunque todo esto ya es bastante grave, un mal mayor avanza sin que aun seamos concientes de su real dimensión: la pérdida progresiva de la fe.
DIOS DA EL PRIMER PASO
Puede parecer exagerado, pero en nuestros días ya no hay tiempo para Dios. Hay tiempo para la vida social, para los afectos, para el trabajo, pero para dedicarle a Dios, más de los 45 minutos de la misa del domingo, el tiempo no es suficiente.
Sin embargo, y aunque como seres humanos nos empeñemos en buscar excusas para no trascender en nuestra experiencia de fe, Dios, en su gran amor, nos concede tiempos especiales en los que se nos da la oportunidad de mirarle, de seguirle. Estos espacios se conocen como “Desiertos”. Momentos fuertes en los que Dios sale a nuestro encuentro.
Para muchos puede ser una enfermedad, para otros una crisis económica, una decepción amorosa. Situaciones que nos desestabilizan, que nos superan y que nos hacen pedir ayuda, volver sobre nuestros pasos.
Esto no hay que entenderlo como si Dios quisiera nuestro mal, o como si de una manera malintencionada buscará nuestro sufrimiento. más bien se trata de la especial cercanía de Dios a nuestro lado en esos acontecimientos normales de la vida de cada ser humano.
NO TENGAS MIEDO
Es muy común que estoy momentos de la vida nos den miedo, y si no fijamos nuestros ojos en Cristo, el miedo nos quitará la visión de la realidad.
En griego la palabra crisis es sinónimo de juicio, y quizá por esto nos de tanto miedo el sufrimiento, estos desiertos en los que Dios, aparentemente se enmudece, pero la verdad es que Dios si habla, consuela nuestro corazón. Lo que sucede es que no hemos abierto el oído a su voz, aun no creemos lo que nos dice.
En el contexto de la Sagrada Escritura, el Desierto y la Cruz se parecen, incluso se podría decir que son sinónimos. Ambos denotan impotencia, soledad, necesidad de alguien más allá de la precariedad y el dolor, sin embargo, en el Desierto y en la Cruz Dios se manifiesta.
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