Por la sangre del hombre caribeño hay un profundo sentido de crear o hacer de la vida un ambiente festivo. De ahí que en sus manifestaciones no falten los aplausos, los cantos y las danzas. Por muy pobres que sean las familias no puede pasar desapercibida la celebración de un cumpleaños, un grado, un sacramento y hasta un velorio.
Estas expresiones de cultura se entrelazan perfectamente con las manifestaciones festivas de la Navidad y la llegada de un nuevo año. Muy a pesar de que las condiciones climáticas han cambiado, la brisa del caribe tiene algo especial, el sol radiante, las iluminaciones nocturnas, la música tradicional y muchos otros elementos, se conjugan para superar las dificultades del pasado y, desde ya, pensar en lo que el Señor nos va a regalar en un futuro próximo.
Junto con las celebraciones de fin de año se suma, para todos los que peregrinamos en esta Iglesia particular de Barranquilla, la apertura del “Año Jubilar” con ocasión del cumpleaños setenta y cinco de nuestra Arquidiócesis. Abrimos las puertas a un año de gracia y de salvación, donde todos, como hermanos y asumiendo el valor de la justicia, caminaremos hacia ese ideal de Iglesia, una Iglesia que busca el encuentro definitivo con Dios.
Resaltemos que tanto para la celebración del jubileo como para cualquier celebración en la vida de los hombres, lo importante no es que las cosas externas como música, licor y regalos, alegren nuestro interior sino, por el contrario, que la actitud interior sea capaz de alegrar, motivar y entusiasmar todo nuestro alrededor.
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