Por Edgar Llanos Baena, Pbro.
En la Instrucción General del Misal Romano, numeral 305, nos dice: “En la ornamentación del altar se guardará moderación”.
Durante el tiempo de adviento adornen las flores el altar con la moderación que conviene a la índole de este tiempo, sin alcanzar la plenitud de alegría característica del nacimiento del Señor. Se prohíbe adornar el altar con flores durante el tiempo de Cuaresma. Se exceptúa el domingo Laetare (Domingo IV de Cuaresma), las solemnidades y las fiestas.
El empleo de las flores como adorno para el altar ha de ser siempre moderado y se colocarán, mas que sobre la mesa, en torno a él”.
Normalmente las flores que se colocan junto al altar, las vemos como un elemento decorativo, olvidando que ellas por sí mismas están llenas de mucho significado. Pensemos en un arreglo floral en una mesa festiva. Un ramo de rosas rojas que le regala el esposo a su esposa. Un ramo de claveles blancos sobre una tumba en el cementerio. Nada de esto requiere explicación, cada ejemplo habla por sí solo.
Tanto en la vida diaria como en la liturgia, las flores están llenas de significado, un ramo de flores frescas en variados colores, cuántos sentimientos despiertan… alegría, fiesta, dedicación, homenaje, respeto, valoración, creación de un ambiente acogedor y festivo.
Las flores junto al altar no tienen sólo un papel estético, no se busca únicamente la belleza artística, su papel es servir a la celebración, favorecerla, contribuyendo a crear el ambiente que se requiere para la misma.
Debemos colocarlas en el lugar conveniente. La Instrucción General sobre el Misal Romano lo dice claramente: “Mas que sobre la mesa, en torno a él”. No se trata de convertir el presbiterio en un jardín o de organizar una exposición floral. Es importante mantener el justo equilibrio de tal manera que los arreglos no se conviertan en un obstáculo visual entre el celebrante y los fieles, entre los fieles y los tres polos de celebración: altar, sede y ambón.
Tener en cuenta el tiempo litúrgico como lo pide el misal, es contribuir a crear el ambiente de reflexión, austeridad y reservar la alegría visual que ellas producen para la Navidad y la Pascua. Tener en cuenta el día de la semana en que las colocamos, pues no es lo mismo un lunes del tiempo ordinario que el domingo, el día del Señor (no tiene sentido colocar cantidad de flores el lunes porque sobraron de un matrimonio que se celebró la noche anterior)
Las flores que llevamos a la iglesia significan la prolongación de nuestra oración junto al Señor, como el cirio encendido que se consume allí. Pasando por nuestra oración, presentadas para la celebración, son signos de adoración y acción de gracias a Dios.
La persona o personas responsables de hacer los arreglos florales o de responder por ellos, deben asumirlo como un ministerio colocándose al servicio del encuentro de Dios con el hombre, permitiendo a la liturgia desenvolver plenamente su experiencia espiritual profunda.
dgar soy jorege mercado su primo y me gustan mucho sus articulo usted es el mejor sacerdiote que conozco lo admiro mucho, Dios lo bendiga, usted si es un verdAdero hombre de fe.
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