Un cineasta dice haber encontrado la tumba de Jesús y su familia. Lamentablemente muchos ingenuos creen en este tipo de acontecimientos que sólo buscan aprovechar el tiempo de Cuaresma para enriquecer los bolsillos de los autores de tales mentiras.
Por CLOTARIO HEMER CERVANTES, Pbro.
Párroco Unidad Pastoral Santísima Trinidad
El martes 27 de febrero apareció en un periódico un artículo con el siguiente título: “Cineastas afirman haber hallado tumba de Jesús y su familia”. Según la publicación, James Cameron dirigió un documental en el que revela que “Jesús y María Magdalena fueron enterrados junto a su hijo Judas en un panteón familiar hallado en 1980 en Jerusalén”. Los autores del documental mostraron los osarios de Jesús, hijo de José y Mariemene e Maria o María del Maestro, que sería la Magdalena del Nuevo Testamento.
Pásmense de las conclusiones que sacan los cineastas: “una conclusión de análisis genéticos, cálculo de probabilidades y referencias bibliográficas, permite a los autores del documental concluir que se trata del panteón del fundador del cristianismo y su familia”. Después de leer semejante audacia, es lógico pensar que no es raro que la “ingenuidad” no es rara ni en los “grandes genios”, mucho menos en los malintencionados y hasta en los ignorantes. “Cameron dijo que el ‘hallazgo’ pone fin a la ausencia de pruebas físicas de la existencia de Jesús”. Habría que preguntarle a Cameron qué entiende él por pruebas físicas de la existencia de Jesús. Un ‘arqueólogo’ advenedizo, que libera a la humanidad del oscurantismo de la Iglesia y hace el aporte más grande de la historia a la arqueología religiosa.
El arqueólogo israelí Amós Kloner, que documentó esta tumba como la cueva funeraria de una familia próspera, dijo a la AFP, según el mismo artículo, que no hay pruebas que respalden las afirmaciones de que allí fue enterrado Jesús. “Insisto en que se trata de una cámara funeraria regular del primer siglo antes de Cristo”. Los nombres de Jesús, María, Judas y José eran en esa época mucho más comunes que lo que son hoy. De tal manera, dice el arqueólogo frente al cineasta, que lo de los nombres son pura coincidencia. Desde luego, pienso que un arqueólogo de Palestina, que ha dedicado toda su vida a excavar a Jerusalén y concretamente a documentar la tumba en mención no puede quedarse tranquilo o en silencio frente a las absurdas consideraciones de un cineasta.
El Santo Sepulcro es el más venerado de todos los santuarios del cristianismo: “la tumba excavada en la roca a escasa distancia del Calvario (Mt 27, 57.60-61; 28,2; Jn 19, 5.12.20), unos 35 metros, en la que se enterró a Jesús y en la que resucitó”. Su autenticidad está garantizada por una tradición, cultual y monumental, desde mediados del primer siglo después de Cristo y escrita a partir del siglo IV. En efecto, el emperador romano Adriano Plubio Elio (nacido en el 76 y muerto en el 138 d.C.), que subió al poder en el año 117 d.C., hizo construir sobre el Gólgota una vasta explanada con un templo dedicado a Júpiter, lo que demuestra que allí había ya, en su tiempo, un lugar de culto cristiano, que venía de años atrás. Más tarde, Constantino hizo construir sobre el lugar una basílica sobre la cripta de la invención de la cruz. Se inauguró en el 335, incendiada por los persas en el 614. Luego siguieron destrucciones y construcciones hasta que en 1149 se construyó un edificio que ha perdurado hasta hoy con varias restauraciones (cfr. Il Golgota e la Cruce. B. Bagatti. E. Festa Jerusalem 1984)
Dicen los cineastas: “Sé que dirán que tratamos de minar el cristianismo. Nada más lejos de la verdad”; la frase lleva en el fondo una ironía fina y malévola. No se preocupen, señores cineastas, que, en primer lugar, el fundador del cristianismo aseguró a Pedro que “las puertas del Hades no prevalecerían contra su Iglesia” (Mt 16,18b). Así que tranquilos, que ustedes, como tantos otros que han desfilado por la historia con ínfulas de sabios, queriendo desprestigiar al cristianismo, han pasado sin pena ni gloria, y la historia ni siquiera se acuerda de ellos, tal acontecerá con ustedes. Por otra parte, a ustedes no les convendría minar a la Iglesia, porque matarían la gallina de los huevos de oro (US$), el redondo negocio de ustedes que, cada año, en Cuaresma, debe dejarles jugosos dólares a costa de la ingenuidad de la gente.
Por otra parte, las fantasías de cineastas sólo pueden minar a los ingenuos desde una pantalla. A propósito, el mismo día y en el mismo diario, Gina Montaner hacía esta rotunda afirmación: “una vez más he comprobado que una cosa son las fantasías del cinéfilo y otra bien distinta la realidad de carne y hueso” (Sexo en primera). Veremos la sorpresa “científica” de esta Cuaresma, sacada del congelador de hallazgos arqueológicos. En fin, quien se presenta con el altisonante título de científico (pseudo) puede hacer estragos en un pueblo que cree y venera con razón la ciencia, pero se traga de buena fe lo que muchos científicos, faltos de ética, afirman ser conclusiones científicas las que, en realidad, son creencias personales.
Por CLOTARIO HEMER CERVANTES, Pbro.
Párroco Unidad Pastoral Santísima Trinidad
El martes 27 de febrero apareció en un periódico un artículo con el siguiente título: “Cineastas afirman haber hallado tumba de Jesús y su familia”. Según la publicación, James Cameron dirigió un documental en el que revela que “Jesús y María Magdalena fueron enterrados junto a su hijo Judas en un panteón familiar hallado en 1980 en Jerusalén”. Los autores del documental mostraron los osarios de Jesús, hijo de José y Mariemene e Maria o María del Maestro, que sería la Magdalena del Nuevo Testamento.
Pásmense de las conclusiones que sacan los cineastas: “una conclusión de análisis genéticos, cálculo de probabilidades y referencias bibliográficas, permite a los autores del documental concluir que se trata del panteón del fundador del cristianismo y su familia”. Después de leer semejante audacia, es lógico pensar que no es raro que la “ingenuidad” no es rara ni en los “grandes genios”, mucho menos en los malintencionados y hasta en los ignorantes. “Cameron dijo que el ‘hallazgo’ pone fin a la ausencia de pruebas físicas de la existencia de Jesús”. Habría que preguntarle a Cameron qué entiende él por pruebas físicas de la existencia de Jesús. Un ‘arqueólogo’ advenedizo, que libera a la humanidad del oscurantismo de la Iglesia y hace el aporte más grande de la historia a la arqueología religiosa.
El arqueólogo israelí Amós Kloner, que documentó esta tumba como la cueva funeraria de una familia próspera, dijo a la AFP, según el mismo artículo, que no hay pruebas que respalden las afirmaciones de que allí fue enterrado Jesús. “Insisto en que se trata de una cámara funeraria regular del primer siglo antes de Cristo”. Los nombres de Jesús, María, Judas y José eran en esa época mucho más comunes que lo que son hoy. De tal manera, dice el arqueólogo frente al cineasta, que lo de los nombres son pura coincidencia. Desde luego, pienso que un arqueólogo de Palestina, que ha dedicado toda su vida a excavar a Jerusalén y concretamente a documentar la tumba en mención no puede quedarse tranquilo o en silencio frente a las absurdas consideraciones de un cineasta.
El Santo Sepulcro es el más venerado de todos los santuarios del cristianismo: “la tumba excavada en la roca a escasa distancia del Calvario (Mt 27, 57.60-61; 28,2; Jn 19, 5.12.20), unos 35 metros, en la que se enterró a Jesús y en la que resucitó”. Su autenticidad está garantizada por una tradición, cultual y monumental, desde mediados del primer siglo después de Cristo y escrita a partir del siglo IV. En efecto, el emperador romano Adriano Plubio Elio (nacido en el 76 y muerto en el 138 d.C.), que subió al poder en el año 117 d.C., hizo construir sobre el Gólgota una vasta explanada con un templo dedicado a Júpiter, lo que demuestra que allí había ya, en su tiempo, un lugar de culto cristiano, que venía de años atrás. Más tarde, Constantino hizo construir sobre el lugar una basílica sobre la cripta de la invención de la cruz. Se inauguró en el 335, incendiada por los persas en el 614. Luego siguieron destrucciones y construcciones hasta que en 1149 se construyó un edificio que ha perdurado hasta hoy con varias restauraciones (cfr. Il Golgota e la Cruce. B. Bagatti. E. Festa Jerusalem 1984)
Dicen los cineastas: “Sé que dirán que tratamos de minar el cristianismo. Nada más lejos de la verdad”; la frase lleva en el fondo una ironía fina y malévola. No se preocupen, señores cineastas, que, en primer lugar, el fundador del cristianismo aseguró a Pedro que “las puertas del Hades no prevalecerían contra su Iglesia” (Mt 16,18b). Así que tranquilos, que ustedes, como tantos otros que han desfilado por la historia con ínfulas de sabios, queriendo desprestigiar al cristianismo, han pasado sin pena ni gloria, y la historia ni siquiera se acuerda de ellos, tal acontecerá con ustedes. Por otra parte, a ustedes no les convendría minar a la Iglesia, porque matarían la gallina de los huevos de oro (US$), el redondo negocio de ustedes que, cada año, en Cuaresma, debe dejarles jugosos dólares a costa de la ingenuidad de la gente.
Por otra parte, las fantasías de cineastas sólo pueden minar a los ingenuos desde una pantalla. A propósito, el mismo día y en el mismo diario, Gina Montaner hacía esta rotunda afirmación: “una vez más he comprobado que una cosa son las fantasías del cinéfilo y otra bien distinta la realidad de carne y hueso” (Sexo en primera). Veremos la sorpresa “científica” de esta Cuaresma, sacada del congelador de hallazgos arqueológicos. En fin, quien se presenta con el altisonante título de científico (pseudo) puede hacer estragos en un pueblo que cree y venera con razón la ciencia, pero se traga de buena fe lo que muchos científicos, faltos de ética, afirman ser conclusiones científicas las que, en realidad, son creencias personales.
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