martes, junio 05, 2007

¡PENTECOSTÉS!

PARA VIVIRLO HOY CON LA FUERZA
DEL ESPÍRITU DE SIEMPRE

Por JAIME ALBERTO MARENCO MARTÍNEZ
Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas
Arquidiócesis de Barranquilla
marencomar@hotmail.com

En el calendario del año litúrgico, después de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.

Han pasado cincuenta días desde la conmemoración de la gloriosa Resurrección. Cincuenta días de pascua, de gozo, de un despertar ardoroso de nuestra fe que nos abre paso hacia Aquel que es Camino, Verdad y Vida: Cristo.

¡Sí, efectivamente, han transcurrido cincuenta días! Y quizás hemos pasado, apresuradamente y presos por el trajín habitual, sobre esos cincuenta días, sin aprovecharlos para ahondar en el misterio maravilloso de la Pascua y sin tener conciencia de una adecuada preparación para Pentecostés, solemnidad que nos recuerda el descendimiento del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, a los cincuenta días después de la Resurrección de Cristo.

“Llegado el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.” (Hechos 2, 1-2)

Ya no se trata de la fiesta que los judíos celebraban 50 días después de la pascua para recordar el día en que Moisés subió al Monte Sinaí, recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Ya no se trata de celebrar la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre. Ya no se trata de ir en masa al templo de Jerusalén a celebrar Pentecostés.

Hoy, Pentecostés se trata más bien de la necesidad de apropiarnos, de creer con el corazón henchido de fe y la mente abierta a lo noble, que la promesa de Jesús de mandar su Espíritu Santo es una verdad que se revela a cada bautizado a través de la Iglesia.

“Mi padre os dará otro Paráclito, que estará con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad.” (San Juan 14, 16-17)

“Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26)

Necesitamos, entonces, la gracia del Espíritu Santo; necesitamos creer en él y creerle a él, porque “nadie puede decir: ‘¡Jesús es Señor!’ sino por influjo del Espíritu Santo (Cf. Primera de Corintios 12,3) Pero, ¿cómo creerle a quien no conocemos? ¿Cómo llenarnos de la gracia santificadora de Aquel que desconocemos?

“Creer en el Espíritu Santo –según aparece escrito en el numeral 685 del Catecismo de la Iglesia Católica- es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las tres personas de la Santísima Trinidad, consubstancial al Padre y al Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria. Por eso se ha hablado del misterio divino del Espíritu Santo en la teología trinitaria...” Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.

Así pues, el Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.

LA IGLESIA SIEMPRE ESTÁ EN PENTECOSTÉS
No reduzcamos las bondades del Espíritu Santo a un solo día, a un momento más del año litúrgico en la Solemnidad de Pentecostés. Descubramos que cada día podemos disfrutar la gracia divina de un nuevo Pentecostés que nos renueve.

Precisamente en un viaje apostólico del Siervo de Dios Juan Pablo II a Croacia, el 8 de junio de 2003, en su homilía de Pentecostés, dijo: “La Iglesia de Cristo está siempre, por decirlo así, en estado de Pentecostés. Siempre reunida en el cenáculo para orar; está, al mismo tiempo, bajo el viento impetuoso del Espíritu, siempre en camino para anunciar. La Iglesia se mantiene perennemente joven y viva, una, santa, católica y apostólica, porque el Espíritu desciende continuamente sobre ella para recordarle todo lo que su Señor le dijo (cf. Juan 14, 25), y para guiarla a la verdad plena (cf. Juan 16, 13)

Las palabras siempre actuales de Juan Pablo II nos indican la necesidad de implorar la gracia del Espíritu para que sea él quien nos impulse a construir esa nueva sociedad en la que prime la fraternidad y la justicia social. En la misma homilía el Papa anotó: “La sociedad actual está dramáticamente fragmentada y dividida. Precisamente por eso, está tan profundamente insatisfecha. Pero el cristiano no se resigna al cansancio y a la inercia. Sed el pueblo de la esperanza. Sed un pueblo que reza: "Ven, Espíritu, desde los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan" (Ezequiel 37,9). Sed un pueblo que cree en las palabras que nos dijo Dios y que se realizaron en Cristo: "Infundiré mi Espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago." (Ezequiel 37,14)

DONES Y FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO
En el Nuevo Testamento, más exactamente en la Carta a los Gálatas –capítulo 5,22-23- aparece: «el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas»

Muchos cristianos creen que estos frutos del Espíritu Santo son mejorados a través del tiempo mediante la exposición a la palabra escrita de Dios y por la experiencia de llevar una vida cristiana. Se cree que los Frutos del Espíritu Santo son producto de los Dones del mismo Espíritu Santo. El listado de dones varía entre las diferentes denominaciones cristianas.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, los Dones son los siguientes:

1. Temor de Dios
2. Sabiduría
3. Entendimiento
4. Consejo
5. Piedad
6. Fortaleza
7. Ciencia

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