Por MARQUEZA ROMERO GUTIÉRREZ *
“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11,29)
El Año Jubilar que hemos vivido con motivo de los 75 años de la Arquidiócesis de Barranquilla nos permitió a los agentes de pastoral del Departamento del Atlántico dimensionar con claridad nuestro compromiso como discípulos y misioneros de Cristo. Fue un año de jubileos específicos en cada una de las unidades pastorales que nos dejó una gran enseñanza: hacer las cosas bien hechas aunque los resultados no sean los mejores.
Comprender que las acciones evangelizadoras se realizan para la gloria de Dios, y no para nuestra grandeza personal, debe ser el reconocimiento humilde de todo agente de pastoral que se considere discípulo y misionero de Jesús; es estar dispuesto a servirle a los demás siguiendo el modelo del Maestro, tal y como él lo hizo al lavarle los pies a sus discípulos. Nos deja así Nuestro Señor una gran lección para que entendamos que si no somos humildes, si no estamos dispuestos a servir, no podemos seguir al Maestro.
EL DON MARAVILLOSO DE LA HUMILDAD
La real academia de la lengua define humildad como la actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo; mientras que para nosotros los cristianos humildad es la virtud moral por la que el hombre reconoce que de sí mismo sólo tiene la nada y el pecado. La palabra humildad tiene su origen en la latina “Humus”, tierra; humilde, en su etimología, significa inclinado hacia la tierra. La virtud de la humildad consiste, entonces, en inclinarse delante de Dios y de todo lo que hay de Dios en las criaturas.
Santa Teresa de Jesús decía que la humildad es vivir en verdad. Por eso la humildad es requisito indispensable del verdadero discípulo; que ve lo bueno como bueno, lo malo como malo y lo mediano como mediano. En la medida en que un ser humano es más humilde, tiene una visión más correcta de la realidad. La humildad es lo contrario al orgullo, al amor propio, al egoísmo, y a la soberbia que es rebeldía ante Dios, pues con ella la persona busca ser superior a los demás.
El humilde cuando reconoce algo malo en su vida puede corregirlo, aunque ello le resulte doloroso; mientras que el soberbio al no aceptar, o no ver ese defecto, no puede corregirlo y se queda con él. Un agente de pastoral carente de humildad cree que las acciones que realiza las hace por su propia fuerza e inteligencia, olvidando que todo lo que hace viene de Dios y a Dios va. Un agente de pastoral humilde siempre coloca en oración todo lo que programa y hace, para que con la gracia de Dios se alcancen los objetivos trazados. Quien lucha por ser humilde no busca ni elogios, ni alabanzas, porque su vida está en Dios. “La oración del humilde traspasa las nubes y no descansa hasta llegar a Dios”. (Eclesiástico 35, 16-18) Para Él es todo honor y gloria.
JESUS, HUMILDAD ENCARNADA
Jesús es modelo perfecto de humildad. Desde su nacimiento, la cueva de Belén y el establo en que es recostado el Niño se convierten en una auténtica cátedra que nos habla de humildad. Su vida sencilla en Nazareth y durante su vida pública enseñando como Maestro, nos revela modos de vivir la humildad, siendo él mismo modelo para sus discípulos cuando nos dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.” (Mateo 11, 29)
Jesús es la humildad encarnada, perfecto en todo; siempre hizo la voluntad de su Padre. Nunca buscó llamar la atención sobre sí mismo sino dar gloria al Padre, tal como lo demostró con dignidad cuando murió en la Cruz. Sus testimonios de humildad son una invitación permanente para que un agente de pastoral aprenda las formas de vivir del Maestro: “Que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha” (Mateo 6,3); “El primero entre vosotros sea vuestro servidor” (Mateo 23,11); “Ahora yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los odian” (Mateo 5, 44)…
El Maestro nos invita a seguirle, y como agentes de pastoral de la Arquidiócesis de Barranquilla no podemos ser inferiores a ese reto. Aprendamos su modelo de humildad recordando siempre este mensaje de Jesús: “Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlos también vosotros con ellos” (Mateo 7, 12)
* Comunicadora Social-Periodista, agente de pastoral de la Unidad Pastoral Padre Nuestro e integrante de la Comisión Arquidiocesana de Comunicadores y Periodistas.
“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11,29)
El Año Jubilar que hemos vivido con motivo de los 75 años de la Arquidiócesis de Barranquilla nos permitió a los agentes de pastoral del Departamento del Atlántico dimensionar con claridad nuestro compromiso como discípulos y misioneros de Cristo. Fue un año de jubileos específicos en cada una de las unidades pastorales que nos dejó una gran enseñanza: hacer las cosas bien hechas aunque los resultados no sean los mejores.
Comprender que las acciones evangelizadoras se realizan para la gloria de Dios, y no para nuestra grandeza personal, debe ser el reconocimiento humilde de todo agente de pastoral que se considere discípulo y misionero de Jesús; es estar dispuesto a servirle a los demás siguiendo el modelo del Maestro, tal y como él lo hizo al lavarle los pies a sus discípulos. Nos deja así Nuestro Señor una gran lección para que entendamos que si no somos humildes, si no estamos dispuestos a servir, no podemos seguir al Maestro.
EL DON MARAVILLOSO DE LA HUMILDAD
La real academia de la lengua define humildad como la actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo; mientras que para nosotros los cristianos humildad es la virtud moral por la que el hombre reconoce que de sí mismo sólo tiene la nada y el pecado. La palabra humildad tiene su origen en la latina “Humus”, tierra; humilde, en su etimología, significa inclinado hacia la tierra. La virtud de la humildad consiste, entonces, en inclinarse delante de Dios y de todo lo que hay de Dios en las criaturas.
Santa Teresa de Jesús decía que la humildad es vivir en verdad. Por eso la humildad es requisito indispensable del verdadero discípulo; que ve lo bueno como bueno, lo malo como malo y lo mediano como mediano. En la medida en que un ser humano es más humilde, tiene una visión más correcta de la realidad. La humildad es lo contrario al orgullo, al amor propio, al egoísmo, y a la soberbia que es rebeldía ante Dios, pues con ella la persona busca ser superior a los demás.
El humilde cuando reconoce algo malo en su vida puede corregirlo, aunque ello le resulte doloroso; mientras que el soberbio al no aceptar, o no ver ese defecto, no puede corregirlo y se queda con él. Un agente de pastoral carente de humildad cree que las acciones que realiza las hace por su propia fuerza e inteligencia, olvidando que todo lo que hace viene de Dios y a Dios va. Un agente de pastoral humilde siempre coloca en oración todo lo que programa y hace, para que con la gracia de Dios se alcancen los objetivos trazados. Quien lucha por ser humilde no busca ni elogios, ni alabanzas, porque su vida está en Dios. “La oración del humilde traspasa las nubes y no descansa hasta llegar a Dios”. (Eclesiástico 35, 16-18) Para Él es todo honor y gloria.
JESUS, HUMILDAD ENCARNADA
Jesús es modelo perfecto de humildad. Desde su nacimiento, la cueva de Belén y el establo en que es recostado el Niño se convierten en una auténtica cátedra que nos habla de humildad. Su vida sencilla en Nazareth y durante su vida pública enseñando como Maestro, nos revela modos de vivir la humildad, siendo él mismo modelo para sus discípulos cuando nos dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.” (Mateo 11, 29)
Jesús es la humildad encarnada, perfecto en todo; siempre hizo la voluntad de su Padre. Nunca buscó llamar la atención sobre sí mismo sino dar gloria al Padre, tal como lo demostró con dignidad cuando murió en la Cruz. Sus testimonios de humildad son una invitación permanente para que un agente de pastoral aprenda las formas de vivir del Maestro: “Que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha” (Mateo 6,3); “El primero entre vosotros sea vuestro servidor” (Mateo 23,11); “Ahora yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los odian” (Mateo 5, 44)…
El Maestro nos invita a seguirle, y como agentes de pastoral de la Arquidiócesis de Barranquilla no podemos ser inferiores a ese reto. Aprendamos su modelo de humildad recordando siempre este mensaje de Jesús: “Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlos también vosotros con ellos” (Mateo 7, 12)
* Comunicadora Social-Periodista, agente de pastoral de la Unidad Pastoral Padre Nuestro e integrante de la Comisión Arquidiocesana de Comunicadores y Periodistas.
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