viernes, noviembre 02, 2007

¿CUÁNTO VALE LA VIDA DE UN NIÑO?

Por JUAN ÁVILA ESTRADA

"Dejad que los niños vengan a mi..." "Cuidado con escandalizar a uno de estos pequeños..." Estas son algunas de las múltiples alusiones que hace Jesús en el Evangelio al referirse a los niños. Es como si de manera intencional quisiera hacernos entender el puesto que cada uno de ellos ocupa en su corazón y en el corazón de Dios Padre, para que de esa manera, también los adultos, los consideremos en alta estima.

No es pues gratuito que hoy se incentiven campañas que defiendan la vida, la educación, el bienestar y la integridad física y emocional de todos estos pequeños en el mundo entero. Por encima de cualquier derecho, los derechos de los niños prevalecen y todos somos garantes que cada uno de ellos se respete a cabalidad. Esto nos puede hacer entender que, en caso de calamidad, los derechos de los niños están por encima de los derechos de los adultos. La primera vida que se salva es la de los infantes.

A pesar de todo lo anterior, la vergüenza nos sonroja el rostro cuando tenemos que ser testigos de múltiples acciones que atentan contra cada uno de ellos. Desde antes de nacer se les viola el derecho que tienen a vivir, pues se considera más importante el derecho a la salud o "buen nombre" de la madre gestante que el derecho a la vida del no nato. "Honra prevalece sobre vida", parece ser la premisa. Antes, se hacía clandestinamente; el miedo a ser enjuiciados por la ley llevaba a muchas personas a camuflarse en los cientos de establecimientos abortivos que hay en el país. Hoy, con la garantía de la misma ley, que establece en la Constitución la defensa y el derecho a la vida, se legisla a favor de la interrupción del embarazo en tres casos específicos: mal formación del niño en el vientre materno, peligro de muerte por parte de la madre y gestación causada por violación de la mujer, sin que ninguno de ellos sea penalizado. Todos tienen derecho a vivir y se les defiende ese derecho, menos a los no nacidos. Tal es el juego del Estado frente a una constitución que huele a hipocresía.

Aún así se siguen realizando clandestinamente cada una de estas interrupciones, debe ser porque en el fondo toda mujer sabe que aunque la ley diga que puede hacerse, el corazón dictamina otra cosa totalmente diferente. No por ser ley la acción deja de ser lo que es. Aún con el aval del juez, tendría siempre que cargarse con el peso de una vida truncada sobre los hombros.

No contentos con esto, somos testigos inanes de algo que si acaso nos conmueve no nos mueve: el secuestro de un niño antes de nacer. Nuestra mayor muestra de solidaridad se reduce a exclamar un "pobrecito..." sin que nos unamos a una sola voz no a suplicar sino a exigir con vehemencia su libertad inmediata junto con la de su madre.

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