JUAN EL BAUTISTA, UN EJEMPLO QUE NOS ACERCA MÁS A DIOS
La experiencia cristiana nos mueve a la práctica de la justicia con una ramificación directa a la solidaridad. Ambas manifestaciones permanecen unidas, facilitando, de esta manera, la vivencia en fraternidad. Ser hermanos o amigos implica sentir el dolor del otro y movernos a una ayuda inmediata.
Termina el año de reflexión en torno al valor de la justicia y continuamos nuestro caminar hacia la práctica de la solidaridad con el inicio del año litúrgico. Se avecina, por lo tanto, el tiempo de Adviento, tiempo que nos privilegia al sugerirnos, entre uno de sus temas de reflexión, la vida de Juan Bautista, el Precursor.
Juan es esa voz que grita en el desierto; Él es quien se llena de gozo ante la presencia del Salvador, quien lo señala como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo"; es Juan cuya humildad se hace manifiesta al expresar "no soy digno de desatar la correa de sus sandalias"; es quien no tuvo miedo de enfrentar con claridad y sinceridad el poder de ese momento, no con el afán de ser juez implacable, sino un amigo justo cuya labor es invitar a la conversión, a la justicia, a la solidaridad.
¡Qué figura tan admirable la de Juan, el Bautista! Jesús mismo lo reconoce al decir: "Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan". Es así como el testimonio de este gran profeta se convierte en eco para un mundo en semejantes desproporciones de injusticias, de riquezas concentradas en manos de unos pocos y de excesivo consumismo, especialmente es este tiempo donde la vanidad y los lujos se apoderan de nuestra mente y corazón. Juan, se convierte en modelo y punto de reflexión para acercarnos a la verdad de nuestro Dios y Salvador.
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