sábado, marzo 08, 2008

LA EDUCACIÓN COMO RESPUESTA A NUESTRO TIEMPO


Por RUBY ESTELA QUIROZ BUTRÓN *

El hombre en su condición social por naturaleza, que construye y vive en sociedades, ha elaborado permanentemente una serie de conceptos para fortalecer la coherencia de los sistemas que va creando: la organización familiar, la educación, el gobierno... entre otros.

La organización familiar, en sus diferentes manifestaciones geográficas e históricas a través de los tiempos, se constituye en la esencia misma de asociaciones humanas más grandes que van regulando formas de comportamiento que incluyen el establecimiento de condiciones de convivencia y de proyección exclusivos de su asociación como tal, considerando y regulando la confrontación y la violencia frente a otros grupos humanos también establecidos en asociaciones y que se califican como "diferentes". Se desarrolla, entonces, una lógica individualista, excluyente de los otros, considerados como diferentes; lógica que ha generado agrupaciones más grandes como las naciones, los estados y las corporaciones, que han potenciando la exclusión y la diferenciación de otros grupos sociales en pro de la delimitación geográfica, económica, étnica, política, etc.

Desde entonces, las sociedades se han desarrollado con una visión individualista y egocéntrica. Asistimos a una época en la que existe toda clase de exaltaciones al ego, a intereses particulares; estamos frente a la globalización de una cierta forma de cultura que potencia el consumo y la práctica de ciertos comportamientos considerados como ‘representativos’ de una adecuada forma de vida y urge reflexionar acerca de todas aquellas manifestaciones que cada día nos alejan de lo que es común a todos los seres humanos: su trascendencia y su humanidad, su condición de hijos de Dios y su consecuente hermandad.

Cada vez es más importante que la comprensión inicial de los seres humanos como iguales tenga cabida teórica y práctica en las relaciones que los seres humanos establecen desde lo personal, lo social, lo nacional y lo internacional. Hoy en día nos encontramos en un planeta habitado por sociedades humanas que recorren caminos unidimensionales. La lógica de la fuerza se impone en todos lados, en lo estatal, en lo internacional y también en lo individual. El objetivo económico, la rentabilidad, la ganancia y el enriquecimiento, forman parte también de este paradigma. En la era de la globalización, “en donde no existen fronteras”, no ha sido posible globalizar una ética y una moral universal, una verdadera comunicación, una real comprensión del “otro”, “de lo diferente”; no ha sido posible establecer los puntos de encuentro entre personas, grupos humanos, países, ideas.

La alternativa es la reflexión ética de los valores que culturalmente fomentamos en nuestra sociedad, en nuestras escuelas, en el vivir mismo. A través de la historia vemos que en los procesos de decadencia y caída de grandes imperios, precisamente uno de los factores que se encuentra como explicación del por qué de sus crisis y extinciones, es que esas sociedades dejaron de lado el respeto y seguimiento de valores y principios rectores e iniciaron procesos de relajamiento moral y de corrupción.

¡HAY ESPERANZA!

Es el momento para, desde el entorno escolar de niños y jóvenes, cultivar el carácter, los hábitos y actitudes desde lo personal y colectivo, encaminados a vivir en el respeto y direccionamiento de valores que contribuyan al desarrollo de la autonomía moral, al bien común y no a nuestra decadencia como sociedad.

Necesitamos de una educación que, éticamente, nos permita soñar con mejores formas de vida y que en la práctica nos entregue las herramientas que para alcanzarlo precisamos. Necesitamos de un educador que, comprometido con su labor, comprenda a cabalidad el fin para el que es convocado en nuestros tiempos. Más allá de la entrega de conocimientos, un educador que comprenda que la orientación educativa se realiza desde una moral abierta y que esta es posible cuando somos capaces a través de un conjunto de actitudes, hábitos, comportamientos, estilo de vida, generar en nuestros estudiantes la libertad de asumir responsablemente las riendas de su futuro desde decisiones personales y compartidas.

Pero no debemos perder de vista, nosotros educadores, lo que decía san Alberto Hurtado: “Para enseñar es menester saber algo, pero para educar es menester ser algo”. Es, por eso, que es una gran responsabilidad para el educador exigirse para tal fin y cuestionarse constantemente: ¿Qué soy como educador? ¿Soy el que imparte conocimientos o soy el que ayuda a amar el conocimiento? ¿Soy oportunidad de mejora para mis estudiantes o me constituyo en una limitación, una traba para su desarrollo?

La educación se constituye en la fuerza que potencia las motivaciones interiores, despertando aquello que es auténticamente humano. Por esto en nuestra misión como educadores debemos apostar por el amor, la confianza, la educación en valores que se expresa en el lenguaje del corazón, estando al lado de aquellos que por diversas razones no han podido experimentar el amor, para ayudarlos a salir de la incertidumbre, de la desorientación, de la falta de sentido en que se hallan.

La educación para san Juan Bosco es cosa del corazón… “pero no basta con amarlos es necesario que ellos sepan que los amas”. Logramos mejores resultados en el proceso educativo pensando primero en las personas y sus necesidades, amando lo que hacemos, amando la posibilidad de guiar y aportar en la vida de los estudiantes. Esa oportunidad que Dios ha puesto en ti como educador es una oportunidad única e irrepetible que bien vale la pena aprovechar, porque es deber divino orientar y acompañar al que no sabe.

Desde los colegios arquidiocesanos nuestro reto es dar cuenta de todas estas necesidades de nuestra sociedad, de todas las carencias que poseemos a nivel trascendental, moral, ético, afectivo, social, necesidades que como seres humanos participes de los acontecimientos y hechos de nuestro contexto histórico debemos darles solución transformando esto que hemos construido como sociedad y que también estamos en posibilidad de reconstruir siempre pensando en mejores formas de vida orientadas por principios evangelizadores de amor a Dios y al prójimo.

* Rectora Colegio Arquidiocesano Nuestra Señora de Fátima, institución de la Fundación Arquidiocesana de Educación - FUNADE

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