La vida, un tema tan candente hoy... Todas las instituciones hablan, opinan, atacan y otras defienden. Cada vez que leemos la prensa y escuchamos las noticias, podríamos casi cantar aquella canción mexicana que dice: “No vale nada la vida, la vida no vale nada”.
Desde esta cultura de la muerte, el hombre cada vez aprecia menos el valor y el don más grande que Dios, el Creador, le halla podido dar: la vida. Sin embargo, en los últimos tiempos, así como hay profetas de la muerte también han surgido abanderados que promueven una cultura de la vida a través de asociaciones, campañas, marchas, canciones, como aquella que dice: “¡Ay, qué bonita es esta vida!” Y qué decir de los bellos poemas que se inspiran en la vida, y de los conciertos –como ‘Paz sin Fronteras’- que promulgan la paz y la armonía para que países hermanos superen, desde la fraternidad, las diferencias que los aísla y fortalezcan todo lo bueno que los une. Estos son signos de un pueblo que está hastiado de la violencia, la guerra, el afán de poder y la avaricia que desangran nuestros pueblos.
¡Basta ya! Es mejor gritar ‘viva la vida’, que llorar una vida. A eso vino Jesús, a dar la vida para que la tengamos en abundancia. Una lógica completamente contraria a la del mundo que busca el poder a costa de la sangre de los más débiles. El Evangelio de Jesucristo, en cambio, es toda una carta a la vida y al amor.
La vida del hombre es un tema que preocupa a la Iglesia y nos interpela en el nuevo mundo de la posmodernidad. De ahí se deduce que los obispos de Latinoamérica reunidos en Aparecida, Brasil, deciden tocar urgentemente la vida desde la dignidad humana inspirada en los principios y valores del Evangelio. Los mismos capítulos del documento conclusivo de Aparecida tratan de la vida en la vida de nuestros pueblos latinoamericanos.
Jesucristo, como dice el documento de Aparecida (numeral 20), es el Hijo de Dios verdadero, el único salvador de la humanidad, él es el Camino, la Verdad y la Vida. No podemos caer en la cultura relativista, se hace urgente radicar y hacer madurar en toda la Iglesia la certeza que cristo, rostro humano de Dios, es nuestro único salvador. Jesucristo es plenitud de vida que eleva la condición humana a la condición divina para su gloria: “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud.” (Juan 10,10)
Que esta Pascua en la que conmemoramos y vivimos el paso de Jesús por la muerte, sea un grito de esperanza de todo el que cree en él. La Pascua de Cristo es nuestra pascua, es tener la certeza que también nosotros viviremos con él hasta la vida eterna. “Jesús, el buen pastor, quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida.” (Aparecida 353)
Desde esta cultura de la muerte, el hombre cada vez aprecia menos el valor y el don más grande que Dios, el Creador, le halla podido dar: la vida. Sin embargo, en los últimos tiempos, así como hay profetas de la muerte también han surgido abanderados que promueven una cultura de la vida a través de asociaciones, campañas, marchas, canciones, como aquella que dice: “¡Ay, qué bonita es esta vida!” Y qué decir de los bellos poemas que se inspiran en la vida, y de los conciertos –como ‘Paz sin Fronteras’- que promulgan la paz y la armonía para que países hermanos superen, desde la fraternidad, las diferencias que los aísla y fortalezcan todo lo bueno que los une. Estos son signos de un pueblo que está hastiado de la violencia, la guerra, el afán de poder y la avaricia que desangran nuestros pueblos.
¡Basta ya! Es mejor gritar ‘viva la vida’, que llorar una vida. A eso vino Jesús, a dar la vida para que la tengamos en abundancia. Una lógica completamente contraria a la del mundo que busca el poder a costa de la sangre de los más débiles. El Evangelio de Jesucristo, en cambio, es toda una carta a la vida y al amor.
La vida del hombre es un tema que preocupa a la Iglesia y nos interpela en el nuevo mundo de la posmodernidad. De ahí se deduce que los obispos de Latinoamérica reunidos en Aparecida, Brasil, deciden tocar urgentemente la vida desde la dignidad humana inspirada en los principios y valores del Evangelio. Los mismos capítulos del documento conclusivo de Aparecida tratan de la vida en la vida de nuestros pueblos latinoamericanos.
Jesucristo, como dice el documento de Aparecida (numeral 20), es el Hijo de Dios verdadero, el único salvador de la humanidad, él es el Camino, la Verdad y la Vida. No podemos caer en la cultura relativista, se hace urgente radicar y hacer madurar en toda la Iglesia la certeza que cristo, rostro humano de Dios, es nuestro único salvador. Jesucristo es plenitud de vida que eleva la condición humana a la condición divina para su gloria: “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud.” (Juan 10,10)
Que esta Pascua en la que conmemoramos y vivimos el paso de Jesús por la muerte, sea un grito de esperanza de todo el que cree en él. La Pascua de Cristo es nuestra pascua, es tener la certeza que también nosotros viviremos con él hasta la vida eterna. “Jesús, el buen pastor, quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida.” (Aparecida 353)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios. Evita usar palabras obsenas y ofensivas.