Por LEONARDO RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Pbro. *
Hace poco un amigo sacerdote me comentaba bastante preocupado sobre una situación en su parroquia: ¿Cómo hacerle entender a sus fieles que la celebración de la pascua del Señor es más importante que festejar las fiestas patronales de San José (que este año, por calendario, cae en medio de la Semana Santa)?. Lo más difícil de todo es que para ellos, celebrar las fiestas incluía corralejas, fandangos y bailes durante el sábado santo y domingo de resurrección.
Este caso nos es aislado, ni tampoco único. Puede que suceda en cualquier otro pueblo de nuestra Costa Caribe. Además, esta realidad puede replicarse bajo otras circunstancias, en otros lugares y con otros matices.
Pensaba entonces: ¿Dónde han quedado los cuarenta días de preparación con todo lo que nos propone la Iglesia? Esos cuarenta días no terminan en la cruz, nos preparan para vivir de una manera más plena otra realidad: la pascua del Señor. Cristo, en un acto extraordinario de amor a la humanidad, al morir en la cruz ha derrotado el pecado y la muerte. No está clavado en el madero, está vivo. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.” (Lucas 24, 5b – 6a.)
Si la cuaresma se caracteriza por la moderación, la abstinencia y el sacrificio; la pascua cristiana es un estallido de alegría y esperanza. Pero no esa alegría pasajera con que las cosas superficiales engolosinan el corazón por un instante. No, la alegría a la que me refiero es la de un corazón lleno de la luz de Cristo, que es capaz de ver esperanza donde los demás ven derrota y destrucción.
Pascua es inyectarle a la vida optimismo. No se trata de ser ilusos, sino hombres y mujeres con ilusiones. Hombres y mujeres capaces de transformar situaciones conflictivas en ocasiones de diálogo y perdón. Hombres y mujeres que no lloran sobre sus desgracias, sino que son capaces de mirar la vida a la cara y aceptar el reto de vivirla como ella es. Hombres y mujeres que no se dejan paralizar por el miedo, sino que enfrentan con valentía los retos que la vida les presenta. Hombres y mujeres que no plantean problemas, sino soluciones. Hombres y mujeres que no se dejan comprar la conciencia, sino que son fieles a sus principios. Hombres y mujeres que aman y defienden la libertad. Hombres y mujeres que le dicen sí a la vida como principio fundamental. Hombres y mujeres que no se dejan opacar por una vida rutinaria, sino que descubren la novedad que trae cada día. Hombres y mujeres que no abandonan el camino ante el primer fracaso, sino que lo intentan una y mil veces hasta lograrlo. Hombres y mujeres que no le tienen miedo al cambio, sino que se lanzan a descubrir nuevas posibilidades. Hombres y mujeres que saben pedir y dar perdón. En otras palabras, hombres y mujeres con una fe profunda en el Señor vivo y resucitado, que es compañero de camino y vida.
Si tú preguntas: ¿Cómo vivir la pascua?, te digo simplemente: vívela con alegría, esperanza y optimismo, sin que ello suene como una frase de cajón. Entrega a los demás lo mejor de ti, a tu familia, a tus amigos, en tu trabajo. No te quedes ahí, quieto, pensando cómo hacerlo, participa con Cristo en ese paso de la muerte a la vida. Deja a un lado los signos de muerte en tu vida, alguien pagó por ti en la cruz, y llena tu existencia con el gozo de su amor. Pascua es vida, vida en abundancia.
* Presbítero de la Diócesis de Magangue – Comunicador Social de la Universidad Salesiana de Roma – Formador del Seminario Mayor Juan XXIII.
Hace poco un amigo sacerdote me comentaba bastante preocupado sobre una situación en su parroquia: ¿Cómo hacerle entender a sus fieles que la celebración de la pascua del Señor es más importante que festejar las fiestas patronales de San José (que este año, por calendario, cae en medio de la Semana Santa)?. Lo más difícil de todo es que para ellos, celebrar las fiestas incluía corralejas, fandangos y bailes durante el sábado santo y domingo de resurrección.
Este caso nos es aislado, ni tampoco único. Puede que suceda en cualquier otro pueblo de nuestra Costa Caribe. Además, esta realidad puede replicarse bajo otras circunstancias, en otros lugares y con otros matices.
Pensaba entonces: ¿Dónde han quedado los cuarenta días de preparación con todo lo que nos propone la Iglesia? Esos cuarenta días no terminan en la cruz, nos preparan para vivir de una manera más plena otra realidad: la pascua del Señor. Cristo, en un acto extraordinario de amor a la humanidad, al morir en la cruz ha derrotado el pecado y la muerte. No está clavado en el madero, está vivo. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.” (Lucas 24, 5b – 6a.)
Si la cuaresma se caracteriza por la moderación, la abstinencia y el sacrificio; la pascua cristiana es un estallido de alegría y esperanza. Pero no esa alegría pasajera con que las cosas superficiales engolosinan el corazón por un instante. No, la alegría a la que me refiero es la de un corazón lleno de la luz de Cristo, que es capaz de ver esperanza donde los demás ven derrota y destrucción.
Pascua es inyectarle a la vida optimismo. No se trata de ser ilusos, sino hombres y mujeres con ilusiones. Hombres y mujeres capaces de transformar situaciones conflictivas en ocasiones de diálogo y perdón. Hombres y mujeres que no lloran sobre sus desgracias, sino que son capaces de mirar la vida a la cara y aceptar el reto de vivirla como ella es. Hombres y mujeres que no se dejan paralizar por el miedo, sino que enfrentan con valentía los retos que la vida les presenta. Hombres y mujeres que no plantean problemas, sino soluciones. Hombres y mujeres que no se dejan comprar la conciencia, sino que son fieles a sus principios. Hombres y mujeres que aman y defienden la libertad. Hombres y mujeres que le dicen sí a la vida como principio fundamental. Hombres y mujeres que no se dejan opacar por una vida rutinaria, sino que descubren la novedad que trae cada día. Hombres y mujeres que no abandonan el camino ante el primer fracaso, sino que lo intentan una y mil veces hasta lograrlo. Hombres y mujeres que no le tienen miedo al cambio, sino que se lanzan a descubrir nuevas posibilidades. Hombres y mujeres que saben pedir y dar perdón. En otras palabras, hombres y mujeres con una fe profunda en el Señor vivo y resucitado, que es compañero de camino y vida.
Si tú preguntas: ¿Cómo vivir la pascua?, te digo simplemente: vívela con alegría, esperanza y optimismo, sin que ello suene como una frase de cajón. Entrega a los demás lo mejor de ti, a tu familia, a tus amigos, en tu trabajo. No te quedes ahí, quieto, pensando cómo hacerlo, participa con Cristo en ese paso de la muerte a la vida. Deja a un lado los signos de muerte en tu vida, alguien pagó por ti en la cruz, y llena tu existencia con el gozo de su amor. Pascua es vida, vida en abundancia.
* Presbítero de la Diócesis de Magangue – Comunicador Social de la Universidad Salesiana de Roma – Formador del Seminario Mayor Juan XXIII.
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