Año sacerdotal: “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”
Por Alexi Mattos, Pbro*
El Año Sacerdotal es el momento preciso para que la Iglesia Católica conozca a profundidad y destaque la importancia del orden del sacerdocio, de esta forma, entenderá el porque de sus compromisos, servicio y entrega absoluta a la configuración con Cristo. El presbítero es Jesús en nuestros tiempos, que nos acompaña y nos guía para lograr una sociedad más justa, solidaria y en paz.
¿A qué hace referencia el año sacerdotal?
Con ocasión del ciento cincuentavo aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, Su Santidad Benedicto XVI ha anunciado que del 19 de junio de 2009 al 19 de junio de 2010, se celebrará un especial Año Sacerdotal, que tendrá como tema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”. El Santo Padre lo abrirá presidiendo la celebración de las Vísperas, el 19 de junio día de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y jornada de santificación sacerdotal. Y, en presencia de la reliquia del Cura de Ars traída por el obispo de Belley-Ars; culminará, el 19 de junio de 2010, en un “Encuentro Mundial Sacerdotal” que se llevará a cabo en la Plaza de San Pedro.
Durante este Año jubilar, Benedicto XVI proclamará a San Juan María Vianney, “Patrono de todos los sacerdotes del mundo”. Se publicará además el “Directorio para los Confesores y Directores Espirituales”, junto con una recopilación de textos del Sumo Pontífice sobre los temas esenciales de la vida y de la misión sacerdotal en la época actual.
Será un año para que se obtengan las indulgencias que el Papa concede a los fieles del mundo para el perdón pleno o parcial de sus pecados, cumpliendo unos requisitos. La modalidad para la obtención de las indulgencias son:
Ø A los sacerdotes realmente arrepentidos, que cualquier día recen con devoción, al menos las laudes matutinas o las Vísperas ante el Santísimo Sacramento y a ejemplo de San Juan María Vianney, se ofrezcan con espíritu dispuesto y generoso a la celebración de los sacramentos, sobre todo al de la penitencia, se les concede indulgencia plenaria.
Ø A los fieles cristianos que arrepentidos de corazón asistan a la Santa Misa ofreciéndola por los sacerdotes de la Iglesia, recibirán la indulgencia plenaria, siempre que se hayan confesado sacramentalmente y recen por las intenciones del Papa, los días en que inicia y se clausura el Año Sacerdotal, el 4 de agosto aniversario 150 de la muerte de San Juan María Vianney, los primeros jueves del mes o cualquier otro día establecido por el obispo.
Ø Los ancianos, enfermos y todos aquellos que por diferentes motivos no pueden salir de sus casa, podrán obtener la indulgencia plenaria, si se alejan del pecado y realizan a cabalidad el propósito de cumplir las tres condiciones necesarias (oración por el Santo Padre, arrepentimiento en el sacramento de la confesión y ofrecimiento de sus enfermedades y sufrimientos).
Teniendo en cuenta lo explicado anteriormente y para poder comprometernos, realizar de buena voluntad lo establecido por nuestro Sumo Pontífice y entender el porque de este Año jubilar, es necesario, entender el verdadero significado del orden del sacerdocio. Muchas veces nos limitamos a ver a nuestros presbíteros, como aquella persona que celebra los sacramentos, que es “santa” y a quien no le permitiríamos una equivocación o pecado, si llegará a suceder, de inmediato lo juzgaríamos no sólo a él, sino a nuestra Iglesia en general, se nos llega a olvidar que los sacerdotes son Cristo en la tierra, pero que también son humanos y por lo tanto, no son perfectos.
El sacerdocio es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos. El sacerdocio se constituye en hacerse uno con Cristo hasta el punto de prolongar su presencia en medio de las comunidades; de esta manera se nos afirma que en Cristo es sacerdote y por medio de él ofrece el sacrificio de la Eucaristía; es instrumento para que Dios perdone pecados, para que conforte la debilidad corporal y espiritual; lleve a las criaturas a la dignidad de hijos de Dios por medio del bautismo; presencie la alianza matrimonial. El sacerdote desde Cristo hasta el fin de la historia es una necesidad para la salvación, para la extensión de la presencia de Cristo en el corazón de las siguientes generaciones.
Para ser sacerdotes se requiere ser llamado por Dios para esta vocación. Vocación que parte de unos interrogantes fundamentales: ¿Me querrá Dios sacerdote?, ¿A qué me llama Dios?. Hay que saber escuchar a Dios que sigue llamando a muchos al sacerdocio. Debe haber un ambiente propicio para que se desarrolle la vocación y este año sacerdotal se convertirá en un espacio para que se despierten abundantes vocaciones; planteando el interrogante a niños, adolescentes y jóvenes, como hermanos pidamos a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.
Es aquí donde se hace de vital importancia la presencia de las parroquias y sus comunidades, pues se convierten en agentes para celebrar este año sacerdotal; nuestras unidades pastorales son el espacio para llegar a todos: valorando la vocación sacerdotal como una opción válida; se ore por los que han dicho sí al Señor en el ministerio del orden sacerdotal; se apoye a los sacerdotes y a los que Jesucristo está llamando a ser presbíteros y se encuentran en el Seminario Mayor; se eleve de manera frecuente oraciones al dueño de la Iglesia para que siga enviando a su pueblo, trabajadores que anuncien y hagan presente a Jesucristo. Lo que nunca hay que perder de vista es promocionar el sacerdocio, proponiéndolo de manera decidida y personalizada a niños, adolescentes y jóvenes, especialmente a los padres de familia para que no se conviertan en piedras de tropiezo, sino que el hogar sea el espacio preciso en donde florezcan las vocaciones.
En este año los encuentros parroquiales y arquidiocesanos, los eventos de las distintas pastorales se recomienda estén profundamente enmarcados en reflexiones, frases y lecturas alusivas al sacerdocio, a la vez que se hace necesario sean difundidos los testimonios de buenos sacerdotes y jóvenes en el proceso de formación sacerdotal.
La vida de San Juan María Vianey, el Cura de Ars.
San Juan María Vianney, nació en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de mayo de 1786 y falleció en Ars el 4 de Agosto de 1859.; hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze.
En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a sacerdotes, y Juan María fue enviado a ella. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el "Cura de Ars" se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia.
La principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él desde otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia, tanto por su modo de comportarse y apariencia, como por sus palabras.
El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la mortificación desde su primera juventud, y durante cuarenta años su alimentación y su descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para mantener su vida. Y aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad, paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de 73 años.
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial. En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de Agosto.
El Año Sacerdotal es el momento preciso para que la Iglesia Católica conozca a profundidad y destaque la importancia del orden del sacerdocio, de esta forma, entenderá el porque de sus compromisos, servicio y entrega absoluta a la configuración con Cristo. El presbítero es Jesús en nuestros tiempos, que nos acompaña y nos guía para lograr una sociedad más justa, solidaria y en paz.
¿A qué hace referencia el año sacerdotal?
Con ocasión del ciento cincuentavo aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, Su Santidad Benedicto XVI ha anunciado que del 19 de junio de 2009 al 19 de junio de 2010, se celebrará un especial Año Sacerdotal, que tendrá como tema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”. El Santo Padre lo abrirá presidiendo la celebración de las Vísperas, el 19 de junio día de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y jornada de santificación sacerdotal. Y, en presencia de la reliquia del Cura de Ars traída por el obispo de Belley-Ars; culminará, el 19 de junio de 2010, en un “Encuentro Mundial Sacerdotal” que se llevará a cabo en la Plaza de San Pedro.
Durante este Año jubilar, Benedicto XVI proclamará a San Juan María Vianney, “Patrono de todos los sacerdotes del mundo”. Se publicará además el “Directorio para los Confesores y Directores Espirituales”, junto con una recopilación de textos del Sumo Pontífice sobre los temas esenciales de la vida y de la misión sacerdotal en la época actual.
Será un año para que se obtengan las indulgencias que el Papa concede a los fieles del mundo para el perdón pleno o parcial de sus pecados, cumpliendo unos requisitos. La modalidad para la obtención de las indulgencias son:
Ø A los sacerdotes realmente arrepentidos, que cualquier día recen con devoción, al menos las laudes matutinas o las Vísperas ante el Santísimo Sacramento y a ejemplo de San Juan María Vianney, se ofrezcan con espíritu dispuesto y generoso a la celebración de los sacramentos, sobre todo al de la penitencia, se les concede indulgencia plenaria.
Ø A los fieles cristianos que arrepentidos de corazón asistan a la Santa Misa ofreciéndola por los sacerdotes de la Iglesia, recibirán la indulgencia plenaria, siempre que se hayan confesado sacramentalmente y recen por las intenciones del Papa, los días en que inicia y se clausura el Año Sacerdotal, el 4 de agosto aniversario 150 de la muerte de San Juan María Vianney, los primeros jueves del mes o cualquier otro día establecido por el obispo.
Ø Los ancianos, enfermos y todos aquellos que por diferentes motivos no pueden salir de sus casa, podrán obtener la indulgencia plenaria, si se alejan del pecado y realizan a cabalidad el propósito de cumplir las tres condiciones necesarias (oración por el Santo Padre, arrepentimiento en el sacramento de la confesión y ofrecimiento de sus enfermedades y sufrimientos).
Teniendo en cuenta lo explicado anteriormente y para poder comprometernos, realizar de buena voluntad lo establecido por nuestro Sumo Pontífice y entender el porque de este Año jubilar, es necesario, entender el verdadero significado del orden del sacerdocio. Muchas veces nos limitamos a ver a nuestros presbíteros, como aquella persona que celebra los sacramentos, que es “santa” y a quien no le permitiríamos una equivocación o pecado, si llegará a suceder, de inmediato lo juzgaríamos no sólo a él, sino a nuestra Iglesia en general, se nos llega a olvidar que los sacerdotes son Cristo en la tierra, pero que también son humanos y por lo tanto, no son perfectos.
El sacerdocio es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos. El sacerdocio se constituye en hacerse uno con Cristo hasta el punto de prolongar su presencia en medio de las comunidades; de esta manera se nos afirma que en Cristo es sacerdote y por medio de él ofrece el sacrificio de la Eucaristía; es instrumento para que Dios perdone pecados, para que conforte la debilidad corporal y espiritual; lleve a las criaturas a la dignidad de hijos de Dios por medio del bautismo; presencie la alianza matrimonial. El sacerdote desde Cristo hasta el fin de la historia es una necesidad para la salvación, para la extensión de la presencia de Cristo en el corazón de las siguientes generaciones.
Para ser sacerdotes se requiere ser llamado por Dios para esta vocación. Vocación que parte de unos interrogantes fundamentales: ¿Me querrá Dios sacerdote?, ¿A qué me llama Dios?. Hay que saber escuchar a Dios que sigue llamando a muchos al sacerdocio. Debe haber un ambiente propicio para que se desarrolle la vocación y este año sacerdotal se convertirá en un espacio para que se despierten abundantes vocaciones; planteando el interrogante a niños, adolescentes y jóvenes, como hermanos pidamos a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.
Es aquí donde se hace de vital importancia la presencia de las parroquias y sus comunidades, pues se convierten en agentes para celebrar este año sacerdotal; nuestras unidades pastorales son el espacio para llegar a todos: valorando la vocación sacerdotal como una opción válida; se ore por los que han dicho sí al Señor en el ministerio del orden sacerdotal; se apoye a los sacerdotes y a los que Jesucristo está llamando a ser presbíteros y se encuentran en el Seminario Mayor; se eleve de manera frecuente oraciones al dueño de la Iglesia para que siga enviando a su pueblo, trabajadores que anuncien y hagan presente a Jesucristo. Lo que nunca hay que perder de vista es promocionar el sacerdocio, proponiéndolo de manera decidida y personalizada a niños, adolescentes y jóvenes, especialmente a los padres de familia para que no se conviertan en piedras de tropiezo, sino que el hogar sea el espacio preciso en donde florezcan las vocaciones.
En este año los encuentros parroquiales y arquidiocesanos, los eventos de las distintas pastorales se recomienda estén profundamente enmarcados en reflexiones, frases y lecturas alusivas al sacerdocio, a la vez que se hace necesario sean difundidos los testimonios de buenos sacerdotes y jóvenes en el proceso de formación sacerdotal.
La vida de San Juan María Vianey, el Cura de Ars.
San Juan María Vianney, nació en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de mayo de 1786 y falleció en Ars el 4 de Agosto de 1859.; hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze.
En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a sacerdotes, y Juan María fue enviado a ella. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el "Cura de Ars" se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia.
La principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él desde otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia, tanto por su modo de comportarse y apariencia, como por sus palabras.
El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la mortificación desde su primera juventud, y durante cuarenta años su alimentación y su descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para mantener su vida. Y aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad, paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de 73 años.
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial. En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de Agosto.
* Delegado Arquidiocesano de Pastoral Vocacional, párroco de La Presentación del Señor. intensodecorazon@hotmail.com
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