¿Vivir el carnaval es pecado?... Cuaresma tiempo de perdón?
Por Julio Giraldo*
Los atlanticenses celebramos dos acontecimientos muy cercanos en cuanto a su fecha, uno lleno de alegría y esencia cultural. El otro es un llamado a la conversión. Son estos, el Carnaval y la Cuaresma, pero, ¿podemos vivir cada uno sin afectar el sentido del otro?
Julio Giraldo: Cada año, para esta época, se hace necesario hablar de Carnaval y Cuaresma, pues uno antecede al otro. La gente baila, se emborracha, se desordena y, el Miércoles de Ceniza, madruga a pedir perdón. ¿Surte efecto el perdón en estas circunstancias?
Arzobispo: A tu pregunta hay que responder puntualizando dos cosas.
Lo primero: el Carnaval no se puede identificar con el pecado; por el contrario, debemos tener muy claro que el Carnaval es una gran fiesta cultural folklórica que refleja el alma de nuestro pueblo y, en un cierto sentido, el alma humana, ya que ha sido declarado por las Naciones Unidas como “patrimonio oral e intangible de la humanidad”. Son muchos los valores que se manifiestan en el Carnaval: la belleza, la armonía, la fraternidad, la igualdad, el trabajo en equipo, la alegría, la celebración, la fiesta. Y éstos son valores que ennoblecen y que han ido fraguando el alma de nuestro pueblo costeño y, especialmente, barranquillero hasta llevarlo a ser lo que es: un pueblo sencillo, abierto, hospitalario, alegre, generoso, solidario… Si se presentan abusos durante las fiestas, esos abusos no son su esencia, sino más bien deformaciones de su auténtico espíritu. El exceso, la borrachera, el desenfreno, no son inherentes al Carnaval sino que, por el contrario, lo deforman e impiden que éste sea con mayor transparencia el acontecimiento cultural por excelencia de nuestro pueblo.
En segundo lugar, hay que puntualizar muy bien que el acercarse el Miércoles de Ceniza a recibir ese signo sobre nuestra cabeza no significa que se nos perdonen nuestros pecados, sino que con él queremos manifestar en forma pública que somos conscientes de que debemos iniciar un camino de preparación para la celebración de la fiesta central de nuestra fe: la Pascua. Un camino de preparación que exige de nosotros una disposición clara hacia una conversión profunda en nuestra vida que se expresa en las palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio” que acompañan la imposición de la ceniza.
J. G: “Conviértete y cree en El Evangelio”. Como Usted lo ha recordado, ésa es la frase que escucharemos el Miércoles cuando nos impongan la Ceniza: ¿Qué es “convertirse”?
Arzobispo: Se trata de un cambio radical de los referentes existenciales, es decir, de los valores con los cuales vivimos nuestra existencia. En el proceso de conversión, estoy bregando para que los valores del Evangelio –que giran fundamentalmente alrededor del amor, como se manifestó en Cristo- sean los que llenen mi vida, los que me motiven, los que me empujen, los que den razón y sentido a mi existencia, y, por lo tanto, el convertirme implica un análisis permanente de mi vida, de mis referentes, de mis valores, de los motivos que me mueven en mi vida diaria para lograr que sean los mismos de Cristo en un cambio permanente que me lleve a adecuar mi existencia a esos valores fundamentales del Evangelio que, repito, se resumen en uno solo: el amor.
Por Julio Giraldo*
Los atlanticenses celebramos dos acontecimientos muy cercanos en cuanto a su fecha, uno lleno de alegría y esencia cultural. El otro es un llamado a la conversión. Son estos, el Carnaval y la Cuaresma, pero, ¿podemos vivir cada uno sin afectar el sentido del otro?
Julio Giraldo: Cada año, para esta época, se hace necesario hablar de Carnaval y Cuaresma, pues uno antecede al otro. La gente baila, se emborracha, se desordena y, el Miércoles de Ceniza, madruga a pedir perdón. ¿Surte efecto el perdón en estas circunstancias?
Arzobispo: A tu pregunta hay que responder puntualizando dos cosas.
Lo primero: el Carnaval no se puede identificar con el pecado; por el contrario, debemos tener muy claro que el Carnaval es una gran fiesta cultural folklórica que refleja el alma de nuestro pueblo y, en un cierto sentido, el alma humana, ya que ha sido declarado por las Naciones Unidas como “patrimonio oral e intangible de la humanidad”. Son muchos los valores que se manifiestan en el Carnaval: la belleza, la armonía, la fraternidad, la igualdad, el trabajo en equipo, la alegría, la celebración, la fiesta. Y éstos son valores que ennoblecen y que han ido fraguando el alma de nuestro pueblo costeño y, especialmente, barranquillero hasta llevarlo a ser lo que es: un pueblo sencillo, abierto, hospitalario, alegre, generoso, solidario… Si se presentan abusos durante las fiestas, esos abusos no son su esencia, sino más bien deformaciones de su auténtico espíritu. El exceso, la borrachera, el desenfreno, no son inherentes al Carnaval sino que, por el contrario, lo deforman e impiden que éste sea con mayor transparencia el acontecimiento cultural por excelencia de nuestro pueblo.
En segundo lugar, hay que puntualizar muy bien que el acercarse el Miércoles de Ceniza a recibir ese signo sobre nuestra cabeza no significa que se nos perdonen nuestros pecados, sino que con él queremos manifestar en forma pública que somos conscientes de que debemos iniciar un camino de preparación para la celebración de la fiesta central de nuestra fe: la Pascua. Un camino de preparación que exige de nosotros una disposición clara hacia una conversión profunda en nuestra vida que se expresa en las palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio” que acompañan la imposición de la ceniza.
J. G: “Conviértete y cree en El Evangelio”. Como Usted lo ha recordado, ésa es la frase que escucharemos el Miércoles cuando nos impongan la Ceniza: ¿Qué es “convertirse”?
Arzobispo: Se trata de un cambio radical de los referentes existenciales, es decir, de los valores con los cuales vivimos nuestra existencia. En el proceso de conversión, estoy bregando para que los valores del Evangelio –que giran fundamentalmente alrededor del amor, como se manifestó en Cristo- sean los que llenen mi vida, los que me motiven, los que me empujen, los que den razón y sentido a mi existencia, y, por lo tanto, el convertirme implica un análisis permanente de mi vida, de mis referentes, de mis valores, de los motivos que me mueven en mi vida diaria para lograr que sean los mismos de Cristo en un cambio permanente que me lleve a adecuar mi existencia a esos valores fundamentales del Evangelio que, repito, se resumen en uno solo: el amor.
En Carnaval y en Cuaresma, nuestra tarea es redescubrir siempre de nuevo el amor verdadero como referente fundamental de nuestra vida. Amor que es alegría, fiesta, pero también amor que es renuncia para compartir con el más pobre y necesitado. Amor, en fin, que encuentra siempre de nuevo las formas concretas de servir y de contribuir a la construcción de un mundo mejor.
*Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
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