Por Julio Giraldo*
El 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, ser único, elegido por Dios para ser fuente de vida, en la actualidad, este privilegio pareciera ha perdido su valor y la mujer se ha convertido en aquella que se cree dueña absoluta de la vida. El celebrar esta fecha en honor a la mujer es la ocasión perfecta para hacer un llamado a que las mujeres tomen conciencia y descubran el verdadero privilegio que Dios les ha regalado.
Julio Giraldo: Por muchos años, diríamos siglos, la mujer ha sido marginada y relegada a un segundo plano. Hoy, después de muchas luchas ya la mujer tiene un sitio privilegiado en la sociedad, pero aún, hay grupos y sectores en donde no se reconoce su importancia y se margina. ¿Cuál es la verdadera misión de la mujer?
Arzobispo: En el relato de los primeros capítulos del libro del Génesis –que nos presenta el “principio”, es decir, el designio primigenio de Dios al crear el universo- aparece con claridad que Dios crea al ser humano “a su imagen y semejanza, varón y mujer” y los crea el uno para el otro, y que de esa unión en la que se hacen “una sola carne” se engendra la vida, nacen los nuevos seres humanos, creados, también éstos, a imagen y semejanza de Dios. Por eso la vocación al matrimonio, incluye también la vocación a la paternidad y a la maternidad. Y no se trata de vocaciones secundarias, añadidas, marginales, sino de vocaciones que expresan y hacen realidad la única vocación fundamental del ser humano, la vocación al amor.
El texto del Génesis, nos dice que: “El hombre puso a su mujer el nombre de Eva –es decir, Vitalidad-, porque ella sería madre de todos los vivientes.” Con ello se nos indica que la mujer, por medio de la maternidad, es el gran artífice de la vida, y que por medio de ella y por designio amoroso de Dios la vida será siempre más fuerte que la muerte.
J. G: Contra lo que Usted acaba de afirmar, hoy parece imponerse la opinión de que la mujer es dueña absoluta de su cuerpo y que, por lo tanto, tiene pleno derecho a rechazar por medio del aborto la vida que lleva en su seno. ¿Qué nos dice acerca de esto?
Arzobispo: Si, por una parte, es verdadero que la mujer es el gran artífice de la vida, es igualmente verdadero, por otra parte, que ella no es la dueña de la vida, sino su instrumento. Desde el primer momento en que se engendra una nueva vida, ésta tiene un valor autónomo que debe ser respetado y que jamás podrá ser violado. Los casos concretos de la despenalización del aborto pretenden justificar circunstancias en las que la mujer o cualquier otra persona podrían decidir por su propia cuenta poner fin a esa vida que ha sido engendrada. ¿No será posible superar el trauma de una violación con ayuda adecuada para no llegar a tratar de solucionar un crimen con otro crimen? ¿No se podrá dar en adopción ese niño fruto de una acción violenta para que éste reciba todo el amor que necesita y que tal vez la madre violentada, si no supera el trauma, no podrá darle? ¿Un niño malformado no podrá ser objeto de cuidado y de amor hasta llegar –como ha sucedido en tantos casos- a convertirse en una fuente permanente de unión y ayuda mutua en un hogar? ¿Por qué erigirnos en jueces para considerarlo un estorbo y privarlo de la vida? ¿No podrá la ciencia hoy luchar para salvar la vida de la madre y del hijo sin necesidad de dar muerte a uno de los dos?
Con la despenalización del aborto se fortalece la mentalidad –de graves consecuencias- de que la vida de un niño no nacido puede ser rechazada y destruida. ¿No se convierten así los senos maternos en tumbas en vez de ser fuente de vida? Cuando la Iglesia condena el aborto como un crimen lo hace guiada por la razón y no sólo por principios de orden religioso. El valor intrínseco de la vida en todos los casos –aún en el caso de ser fruto de una violación o presentar malformaciones o poner en peligro la vida de la madre- no se deduce sólo de principios religiosos sino que es también el resultado de una correcta consideración de lo que significa la persona humana como única e irrepetible.
Por esto, no creo que la solución a tantos problemas que se viven en nuestra sociedad sea la despenalización del aborto. Se impone, por el contrario, una profunda educación que nos lleve a fortalecer una verdadera cultura de la vida, a salir al encuentro con cuidado y amor a las circunstancias difíciles sin tener que recurrir a soluciones que en una u otra forma conducen a la muerte. Para nosotros los cristianos, los que creemos en la Resurrección del Señor como vencedor de la muerte, el respeto por la vida –por toda vida y en todas las circunstancias- es un imperativo que no admite ninguna excepción. ¡Vale la pena correr el riesgo de luchar siempre por la vida, de promover la vida, de proteger la vida, de cuidar la vida, de hacernos portadores de vida!
Julio Giraldo: Por muchos años, diríamos siglos, la mujer ha sido marginada y relegada a un segundo plano. Hoy, después de muchas luchas ya la mujer tiene un sitio privilegiado en la sociedad, pero aún, hay grupos y sectores en donde no se reconoce su importancia y se margina. ¿Cuál es la verdadera misión de la mujer?
Arzobispo: En el relato de los primeros capítulos del libro del Génesis –que nos presenta el “principio”, es decir, el designio primigenio de Dios al crear el universo- aparece con claridad que Dios crea al ser humano “a su imagen y semejanza, varón y mujer” y los crea el uno para el otro, y que de esa unión en la que se hacen “una sola carne” se engendra la vida, nacen los nuevos seres humanos, creados, también éstos, a imagen y semejanza de Dios. Por eso la vocación al matrimonio, incluye también la vocación a la paternidad y a la maternidad. Y no se trata de vocaciones secundarias, añadidas, marginales, sino de vocaciones que expresan y hacen realidad la única vocación fundamental del ser humano, la vocación al amor.
El texto del Génesis, nos dice que: “El hombre puso a su mujer el nombre de Eva –es decir, Vitalidad-, porque ella sería madre de todos los vivientes.” Con ello se nos indica que la mujer, por medio de la maternidad, es el gran artífice de la vida, y que por medio de ella y por designio amoroso de Dios la vida será siempre más fuerte que la muerte.
J. G: Contra lo que Usted acaba de afirmar, hoy parece imponerse la opinión de que la mujer es dueña absoluta de su cuerpo y que, por lo tanto, tiene pleno derecho a rechazar por medio del aborto la vida que lleva en su seno. ¿Qué nos dice acerca de esto?
Arzobispo: Si, por una parte, es verdadero que la mujer es el gran artífice de la vida, es igualmente verdadero, por otra parte, que ella no es la dueña de la vida, sino su instrumento. Desde el primer momento en que se engendra una nueva vida, ésta tiene un valor autónomo que debe ser respetado y que jamás podrá ser violado. Los casos concretos de la despenalización del aborto pretenden justificar circunstancias en las que la mujer o cualquier otra persona podrían decidir por su propia cuenta poner fin a esa vida que ha sido engendrada. ¿No será posible superar el trauma de una violación con ayuda adecuada para no llegar a tratar de solucionar un crimen con otro crimen? ¿No se podrá dar en adopción ese niño fruto de una acción violenta para que éste reciba todo el amor que necesita y que tal vez la madre violentada, si no supera el trauma, no podrá darle? ¿Un niño malformado no podrá ser objeto de cuidado y de amor hasta llegar –como ha sucedido en tantos casos- a convertirse en una fuente permanente de unión y ayuda mutua en un hogar? ¿Por qué erigirnos en jueces para considerarlo un estorbo y privarlo de la vida? ¿No podrá la ciencia hoy luchar para salvar la vida de la madre y del hijo sin necesidad de dar muerte a uno de los dos?
Con la despenalización del aborto se fortalece la mentalidad –de graves consecuencias- de que la vida de un niño no nacido puede ser rechazada y destruida. ¿No se convierten así los senos maternos en tumbas en vez de ser fuente de vida? Cuando la Iglesia condena el aborto como un crimen lo hace guiada por la razón y no sólo por principios de orden religioso. El valor intrínseco de la vida en todos los casos –aún en el caso de ser fruto de una violación o presentar malformaciones o poner en peligro la vida de la madre- no se deduce sólo de principios religiosos sino que es también el resultado de una correcta consideración de lo que significa la persona humana como única e irrepetible.
Por esto, no creo que la solución a tantos problemas que se viven en nuestra sociedad sea la despenalización del aborto. Se impone, por el contrario, una profunda educación que nos lleve a fortalecer una verdadera cultura de la vida, a salir al encuentro con cuidado y amor a las circunstancias difíciles sin tener que recurrir a soluciones que en una u otra forma conducen a la muerte. Para nosotros los cristianos, los que creemos en la Resurrección del Señor como vencedor de la muerte, el respeto por la vida –por toda vida y en todas las circunstancias- es un imperativo que no admite ninguna excepción. ¡Vale la pena correr el riesgo de luchar siempre por la vida, de promover la vida, de proteger la vida, de cuidar la vida, de hacernos portadores de vida!
*Periodista-Historiador. julioetica@yahoo.com
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