¿Todavía hay quien quiera ser sacerdote? Por Julio Giraldo*
¿Como católicos trabajamos desde nuestro rol para promover las vocaciones al sacerdocio o sólo nos limitamos a esperar que sean muchos los llamados pero lejanos a nuestras familias y entorno social? Nuestro Arzobispo Monseñor Rubén Salazar Gómez, nos plasma el porqué todos somos responsables de que la Iglesia tenga los sacerdotes que necesita.
Julio Giraldo: El domingo 25 de abril, Día del Buen Pastor, la Iglesia nos convoca a una jornada mundial de oración por las vocaciones sacerdotales. ¿Es difícil en la actualidad encontrar jóvenes dispuestos a ser sacerdotes?
Arzobispo: No es difícil, porque la existencia de los pastores es esencial para la vida de la Iglesia y el Señor no abandona a su pueblo, sino que le da todos los pastores que éste necesita. Sin embargo, Él ha supeditado el envío de los pastores a dos acciones nuestras: la oración para que Él los envíe (“La mies es mucha; los obreros pocos. Rueguen al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies.”) y éste es el sentido de esta jornada mundial de oración por las vocaciones sacerdotales; y nuestro trabajo de ir, en nombre de Cristo, a hacer explícita en los oídos de los jóvenes el eventual llamamiento que el Señor les hace (ésta fue la práctica de los apóstoles desde el primer momento de la Resurrección del Señor) y ésta es la tarea que nosotros llamamos “Pastoral Vocacional”.
Tal vez nuestra oración y nuestra Pastoral Vocacional no han sido hasta ahora lo suficientemente eficaces porque en la región Caribe nos hacen falta muchos sacerdotes. La dificultad radica en que el mundo en el que vivimos hoy –con su invitación permanente al egoísmo, al hedonismo, al materialismo- es adverso a que los jóvenes escuchen ese llamamiento al seguimiento especial de Cristo nuestro Señor. Siguiendo una famosa frase de san Agustín (“Los buenos pastores nacen de las buenas ovejas.”) hemos tratado de que la Pastoral Vocacional se inserte con claridad en un proceso fuerte de evangelización que busca llegar hasta las familias para que éstas, fortalecidas como iglesias domésticas, se conviertan en el primer semillero de vocaciones y las comunidades cristianas, especialmente las parroquias, sean a su vez el ambiente propicio para que esa vocación se consolide y madure. Es un trabajo a largo plazo pero del cual ya estamos cosechando buenos frutos.
J. G: Es decir, ¿Qué todavía hay seminaristas?
Arzobispo: Sí, hay un buen número de seminaristas (actualmente 51, repartidos en los cursos que conforman el currículo de formación que dura 8 años) que se están formando en el Seminario Mayor Juan XXIII, el cual tiene su sede en Sabanilla en el Corregimiento de Salgar de Puerto Colombia. No es el número ideal ni siquiera el suficiente para acabar con la escasez de sacerdotes, pero al menos con los sacerdotes ordenados cada año en nuestro Seminario y con la ayuda de sacerdotes que vienen de otras Diócesis del país, se hace posible ir mejorando poco a poco el servicio a los fieles con la creación de nuevas parroquias, y este mismo hecho contribuye a que crezca el número de los seminaristas. Al ofrecerse un mejor servicio pastoral, los jóvenes pueden ser mejor atendidos y escuchar más fácilmente el llamamiento del Señor.
J. G.: ¿Existe alguna institución o algo parecido que sea como un semillero para promover vocaciones, o cómo se hace la promoción para que el mensaje llegue a los jóvenes?
Arzobispo: La promoción vocacional se hace de mil formas diversas, dentro del plan de evangelización que estamos llevando a cabo en la Arquidiócesis. Podríamos decir que es una dimensión transversal permanente en todo trabajo evangelizador que se haga. Además, hay acciones explícitas, como la propaganda a través de los medios de comunicación social, las visitas a los colegios y universidades, los encuentros juveniles, etc. En los últimos años hemos empezado una experiencia que apenas se está consolidando: el Seminario Menor Parroquial, como su nombre lo indica, cada parroquia –con la ayuda especialmente del Comité Parroquial Vocacional- está llamada a ofrecer a los jóvenes con inquietud vocacional las herramientas necesarias para empezar un verdadero discernimiento de su vocación. Este seminario menor culmina en los llamados “círculos vocacionales” de donde salen los muchachos que cada año ingresan al Seminario Mayor.
La jornada de mañana se inserta, por lo tanto, en un trabajo continuo que nos compete a todos nosotros como miembros de la Iglesia: todos somos responsables de que la comunidad cristiana tenga todos los pastores que necesita. Y el primer paso esencial es la oración.
*Historiador-Periodista. julioetica@yahoo.com
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