Por Kenneth Zamir Ramírez, Pbro*
La palabra Pentecostés significa en griego “día quincuagésimo”. Los judíos llamaban Pentecostés o fiesta de la semana, a la fiesta de la recolección agrícola (Éxodo 23, 14), que luego unieron al recuerdo festivo de la alianza con Yahveh en el Sinaí, a los cincuentas días de la salida de Egipto.
Para los cristianos la fiesta de Pentecostés es la venida del Espíritu Santo, lo que hizo posible que los apóstoles vencieran el miedo y se pusieran a predicar, fue el momento que hizo posible que los primeros cristianos no temieran a la muerte y pusieran sus cosas en común; este hecho ha permitido que a lo largo de la historia, muchos hombres hayan dado su vida por el Evangelio.
En nuestros días, El Espíritu Santo sigue haciendo maravillas en aquellos que quieran recibirlo, y las puede hacer en nosotros, si de corazón nos ponemos en sus manos, no confiando sólo en nuestras fuerzas, sino fiándonos más de la fuerza de Dios que nunca falla y siempre está presente.
Pentecostés es la culminación de la Pascua. Durante cincuenta días, desde la noche de Pascua, hemos celebrado la alegría de Jesús Resucitado y presente en medio de nosotros. Hemos celebrado que su camino de amor fiel hasta la muerte es fuente de vida.
En este Tiempo Litúrgico celebramos que el amor de Jesús hacia nosotros ha entrado plenamente en nuestro interior, se ha apoderado de nuestro corazón, convirtiéndose en vida nuestra. El Espíritu Santo se ha derramado en el mundo, en la comunidad de seguidores de Jesús.
El Espíritu que anunciaron los profetas, es aquel que dio vida y empuje a la primera Iglesia para que llevara a todos los pueblos la Gran Noticia de Jesús, aún Él, sigue actuando en la Iglesia, fuego y aliento de vida, en el mundo, llenándonos de sus dones de amor, fe, esperanza, unidad y sabiduría. En pocas palabras, el Espíritu hace que la vida nueva de Jesús pueda ser experimentada en nosotros.
La Fiesta de Pentecostés es como el ‘aniversario’ de la Iglesia. El Espíritu Santo desciende sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella sus siete dones, dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14.15); para disponerlos a ser sus testigos; para ir, bautizar y enseñar a todas las naciones.
Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros; sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de aquella pequeña comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos que somos responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor, Justicia, Verdad y Paz entre los hombres.
Sugerencias para vivir Pentecostés
Es necesario preparar la celebración de Pentecostés dejándonos guiar por los textos de la Iglesia, debemos aprovechar la riqueza de éstos para una mejor vivencia, de tal forma que reconozcamos la importancia de la celebración vespertina. El Nuevo Misal Romano nos trae dos formas de la Vigilia de Pentecostés, donde se une toda la comunidad, así como los apóstoles en espera de la gracia de Dios recibiendo sus dones y la proclamación de la Buena Nueva.
En la vigilia de Pentecostés o durante la misa del día, se puede resaltar la bendición del agua, al comienzo de la celebración de la Eucaristía; el incienso perfumado durante la celebración; el cirio pascual para significar la llama que se posó sobre cada uno de los apóstoles. Con la luz encendida se puede hacer la profesión de fe y la oración universal, como Iglesia iluminada por el Espíritu Santo.
En este día de Pentecostés (vigilia y misa del día), es necesario resaltar la importancia del las lecturas bíblicas, y los dones del Espíritu Santo, para que la comunidad tome en serio sus compromisos de cristianos católicos y verse iluminados por esos dones que Dios regala a sus Hijos a través del Espíritu Santo.
El sentido del acontecimiento de Pentecostés es subrayado por un doble milagro: los apóstoles, llenos del Espíritu Santo, proclaman las maravillas de Dios expresándose en lenguas, forma de oración de las primeras comunidades cristianas. Hablar en lenguas, en Pentecostés, es comprendido por personas presentes, proveniente de las más diversas regiones: es un signo de vocación universal de la Iglesia: el Evangelio es para todas las lenguas, razas, pueblos y naciones.
Podemos terminar la celebración de Pentecostés invocando la intercesión de María, que estuvo con los apóstoles, reunida en oración, cuando irrumpió el Espíritu Santo. Ella ocupa el centro del nacimiento de la Iglesia.
Para tener en cuenta
- La fiesta de Pentecostés corresponde al día 50 después de la Pascua, con esta celebración termina por lo tanto, el Tiempo Pascual.
- Se le conoce también como la celebración del Espíritu Santo.
- Para la Iglesia, es la celebración más importante, después de la Pascua y la Navidad.
- Color litúrgico: rojo
- El acontecimiento histórico de Pentecostés es la venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles.
- Desde hace 2 mil años, el Espíritu Santo sigue descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros; sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de la pequeña comunidad y responsables del amor, justicia, verdad y paz entre los hombres.
*Delegado Arquidiocesano de Liturgia. kentzamir@hotmail.com
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