Escuchamos y hablamos de ella a diario. Pero, ¿realmente entendemos lo qué significa la fidelidad? Por lo general, se confunde con la lealtad que le tiene alguien casado a su conyugue. No obstante, este valor trae consigo un sinnúmero de aspectos que atañen a todas las personas, de cualquier esfera social y en distintas situaciones.
Fidelidad a nuestros amigos, a nuestro cónyugue, a nuestros padres, al lugar donde trabajamos, a nuestras creencias, entre muchas otras relaciones, son las que intervienen en este valor tan comentado y a la vez tan olvidado de estos tiempos.
Muchos tienden a pensar que el ser fieles a los demás es hacerles también un favor. Pues no es así, ser fieles es ser respetuosos con nosotros mismos, debido a que en el mismo momento en que decidimos vincularnos en cualquier relación –laboral, sentimental, familiar, etc.- estamos comprometiéndonos a valorar y respetar nuestras ideas o gustos, tanto como las del otro.
En el matrimonio, sin lugar a dudas, la lealtad que se demuestra es un claro ejemplo de todo lo que encierra el valor de la fidelidad. Su importancia define, en la mayoría de las veces, los buenos momentos de felicidad que viven los casados y, en algunas ocasiones, ayuda a enfrentar mejor las dificultades que presenta la vida conyugal.
Es claro que en la actualidad se ha debilitado enormemente el sentido de pertenencia a un entorno social, a un país o a una cultura; hay quienes se regocijan en la excusa de que estamos en un mundo globalizado y que, por esto, deben haber cambios en nuestra vida dejando a un lado lo bello y reconfortante que tiene la estabilidad de un proyecto de vida, de una relación amorosa o de ser leales a un filosofía organizacional.
Incontables aspectos inciden en estas actitudes que retardan la construcción de una sociedad más culta y prospera. Por ejemplo, la posibilidad de las personas a acceder a un “supuesto” mercado libre de las ideas, que realmente lo que ha hecho es darle rienda suelta, en la mayoría de los casos, a lo inmoral, amarillista o las cosas fáciles, vanas y sin sentido. Es así como vemos que se debilita el valor de la fidelidad sin que lo identifiquemos y le demos la trascendencia que debe tener.
La fidelidad tiene un significado real; su contenido tradicional nos reafirma, cada vez, con nuestras acciones, ante nosotros mismos y ante la sociedad. Esta debe ser una voluntad continua de las personas, en la que podamos demostrar a los demás cuánto estamos dispuestos a ser leales.
La fidelidad en el matrimonio
En el hogar, para ser fieles, se requiere una soberanía de nuestro espíritu cristiano. Con la misma lealtad jurada ante el altar deben cumplir los esposos, sin importar que en algunas situaciones los sentimientos cambien. Para una persona fiel, lo importante no es cambiar sino practicar en la vida el ideal de la unidad matrimonial, claro está, en virtud de las razones por la cual decidió casarse.
El matrimonio de William Rincón y Katya Saad son un ejemplo de esa fidelidad que toda pareja debe buscar. Con 30 años de casados, 3 hijos y 2 nietos, esta pareja ha sabido aceptar las diferencias y encontrar en las cualidades de cada uno más razones para quererse y estar juntos. “El compartir diario de nuestras vivencias, con respeto, la buena comunicación, amor y siendo fieles en todo, es la proyección del matrimonio como tal, es un respeto integral de la pareja. Hemos logrado nuestra meta de vivir y crecer juntos; haber participado en el Cursillo de Cristiandad nos ayudó a reafirmar nuestros valores. La presencia de Dios en el matrimonio ha sido básica, siempre hemos respetado el matrimonio como una institución de vivencia y principio de familia. Esto nos ha ayudado, muchas veces, a solucionar las diferencias y las dificultades que se han presentado”, afirma con seguridad William Rincón.
Por su parte, Katya Saad, habla sobre las cualidades que debe tener la esposa fiel: “Esta debe tener en cuenta las personas y no las cosas, valorar los sentimientos de los hijos, del marido y, a su vez, respetar los acuerdos que se hagan en el vínculo familiar. Debe trabajar siempre, junto con su esposo, en el proyecto de familia acordado al momento de casarse y buscar siempre el bienestar de su pareja”.
En otro caso, el matrimonio de Carlos Alberto Pérez y Laura Andrea Reyes, casados desde hace siete meses, opinan que la fidelidad ha servido para demostrar cuánto se valoran el uno al otro. “Es un signo natural de amor y seguridad que se expresa cada día y se prueba en sí mismo como un valor que seguimos concientemente de Cristo”, señaló Carlos.
Como pareja joven están comenzando a enfrentar la vida matrimonial. Por eso la fidelidad juega un papel fundamental en los acontecimientos diarios, como manifiesta Laura Reyes: “Es una gama colorida que incluye la alegría de poder compartir con una sola persona; un esposo fiel es un detalle de inspiración para demostrar la libertad de una elección, es una luz en el camino... No se trata de sumisión, sino de la responsabilidad de compartir el día a día”.
La fidelidad en el sacerdocio y la vida religiosa
Como expresión y exigencia intrínseca del don del ministerio sacramental, la fidelidad sacerdotal es constante, demuestra el amor por Cristo y la coherencia de la propia identidad personal de un sacerdote. Por lo tanto, esta fidelidad significa una reafirmación de la esperanza, plenitud y amor que tiene la vocación del servicio a Dios. Se requiere entonces un cumplimiento de la misión, actuar con reflexión e inteligencia en cualquier situación y que la experiencia pastoral acompañe el trabajo que el ministro del Señor haga en su rebaño.
Como lo afirma el padre Jorge Becerra, uno de los sacerdotes más antiguos de la Arquidiócesis de Barranquilla, el cumplimiento del compromiso que hacen los presbíteros al ordenarse se debe ir reafirmando a medida que las órdenes sagradas se reciban. “La fidelidad consiste en eso, en ir uno cumpliendo las disposiciones a través de una promesa de obediencia y lealtad; al cumplirla está realizando su compromiso ante Dios y ante la Iglesia”, agrega el padre Becerra.
Refiriéndose al gozo que conlleva el ser fieles al servicio, el padre Jorge Becerra expresa: “Hacer la voluntad de Dios es la satisfacción íntima que todo sacerdote experimenta. El cumplimiento de la voluntad es la realización de cada persona, su propia superación personal y, en segundo término, la satisfacción de servir, de ver las comunidades que el sacerdote va formando”.
FIELES DE POR VIDA
Comprometerse de por vida no significa que no se pueda vivir alegre y ofrecer un servicio atractivo para la sociedad. Ser fiel a la vida sacerdotal o religiosa es sentir que todo lo que se haga va en conformidad con lo que el Señor espera de sus escogidos. La fidelidad acompaña muchos valores que definen el núcleo y esencia de cada persona, y ésta es más reconfortante cuando se trata del servicio evangelizador que Dios nos propone a diario.
Es claro entonces que ser fieles depende, en gran parte, del amor al compromiso de vida que hemos adquirido; de la sencillez de nuestro corazón al enfrentarnos a cada situación que vivimos y a la fuerza de nuestro espíritu para lograr una fidelidad sincera, sin sentirnos obligado.
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