viernes, octubre 05, 2007

FRANCISCO DE ASIS: EL EVANGELIO Y LA VIDA

El 4 de octubre es la fecha clásica de san Francisco de Asís, uno de los santos más prominentes de la Iglesia.

Fray Gilberto Hernández García, OFM*
alvinxxi@yahoo.com.mx

Cuando se acercaba el año 2000, la revista Time realizó su tradicional encuesta para descubrir entre sus lectores no ya al “hombre del año” sino al del milenio. Entre la larga lista figuraba un hombre del siglo XIII, llamado Juan Bernardone, mejor conocido como Francisco de Asís. Este italiano de la región Umbría, hijo de un comerciante de telas, no alcanzó fama por sus habilidades mercantiles ni por sus gestas militares, sino porque vivió, simple y sencillamente, fiel a las convicciones nacidas a partir de un encuentro con ojos y corazón abiertos con Dios.

Quienes propusieron la inclusión de Francisco de Asís en la mencionada encuesta supieron aquilatar la enorme influencia que ha tenido el pobrecillo de Asís no sólo en la historia y la vida de la Iglesia católica, sino en las más diversas esferas de la existencia humana a lo largo de los últimos ocho siglos. Y es que esta vida discretamente ardiente y centrada en el “Sumo y glorioso Dios”, parece seguir calando hondo en la conciencia del mundo contemporáneo.

Es, como dice uno de sus seguidores “una de las figuras de las que más orgullosos nos sentimos” como familia humana, independientemente de la fe que profesemos, puesto que en su vida se cristaliza los más profundos anhelos y utopías a las que el corazón del hombre puede aspirar: la libertad de los hijos de Dios, con quien se relaciona tiernamente; la fraternidad con todos los seres de la tierra y el cosmos; una circunspecta pero firme reconciliación entre los impulsos del corazón y las exigencias de la razón; en una palabra, una acogida cálida y alegre de la vida y de la muerte.

Hoy en día, en medio de las emergencias del mundo contemporáneo —los desencuentros entre naciones traducidos en guerra, la violencia, la exclusión y la marginación, la lucha por el poder, el predominio del dinero por encima de la dignidad, el deterioro del medio ambiente por la falta de respeto a la Madre Tierra, etc.— la figura del penitente de Asís puede contemplarse como arquetipo y directriz para los desafíos presentes en ellas.

Así las cosas, la experiencia vital de san Francisco, transformada en una espiritualidad que anima a sus múltiples seguidores y simpatizantes, puede concretarse en prácticas que mucho bien le harían a la humanidad: la no-violencia, del descubrimiento de Dios en la naturaleza, del amor sencillo hacia todas las criaturas, de la confianza casi infantil en la bondad de la gente y en la alegría imperturbable incluso ante los dramas más lacerantes de la vida humana; en una palabra, el camino de la simplicidad.

Juan Pablo II, en 1993, durante su visita a Asís, se dirigió al hermano universal en este tenor: “Venimos, oh Francisco, […] a ti para confirmarnos, una vez más, en la convicción de que el amor es más grande que toda fuerza negativa. Te saludamos al final del segundo milenio cristiano. Te saluda la Iglesia y toda la familia humana. Y te pedimos, Poverello de Asís, que ‘fortifiques el santuario’ también en nuestros días. Fortifica a la Iglesia”.

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