Por Johan Llanos Berdugo*
Los textos bíblicos más antiguos en las lenguas originales no estaban divididos en capítulos ni en versículos, no había separación entre las palabras, ni vocales, ni signos de puntuación, ni títulos de cabecera que ayudasen a localizar los pasajes bíblicos. Los autores sagrados compusieron un texto largo y continuo desde la primera página hasta la última.
Fueron los judíos quienes, al reunirse los sábados en las sinagogas, comenzaron a dividir en secciones la Ley (es decir, los cinco primeros libros bíblicos, o Pentateuco), y también los libros de los Profetas, a fin de poder organizar la lectura continuada. Nació así la primera división de la Biblia, en este caso del Antiguo Testamento, que sería de tipo “litúrgica” puesto que era empleada en las celebraciones cultuales.
Como los judíos procuraban leer toda la Ley en el transcurso de un año, la dividieron en 54 secciones (tantas, cuantas semanas tiene el año) llamadas "perashiyyot" (divisiones). Estas separaciones estaban señaladas en el margen de los manuscritos, con la letra “p”. Los Profetas no fueron divididos enteros en “perashiyyot”, como la Ley, sino que se seleccionaron de ellos 54 trozos, llamados “haftarot” (despedidas), porque con su lectura se cerraba en las funciones litúrgicas la lectura de la Biblia.
El evangelio de San Lucas (4,16-19) cuenta que en cierta oportunidad Jesús fue de visita a su pueblo natal, Nazaret, en donde se había criado, y cuando llego el sábado concurrió puntualmente a la sinagoga a participar del oficio como todo buen judío. Estando allí lo invitaron a hacer la lectura de los Profetas. Entonces Él pasó al frente, tomó el rollo y leyó la “haftarah” que tocaba aquel día, es decir, la sección de los Profetas correspondiente a ese sábado. Lucas nos informa que pertenecía al profeta Isaías y que era el párrafo que actualmente ha quedado formando parte del capítulo 61 según nuestro moderno sistema de división.
Los primeros cristianos tomaron de los judíos esta costumbre de reunirse semanalmente para leer los libros sagrados. Pero ellos agregaron a la Ley y los Profetas también los libros correspondientes al Nuevo Testamento. Es por eso que resolvieron dividir también estos rollos en secciones o capítulos. Nos han llegado hasta nosotros algunos manuscritos antiguos, del siglo V, en donde aparecen estas primeras tentativas de divisiones bíblicas.
Con el correr de los siglos ya no bastaban estas divisiones litúrgicas, sino que hacia falta otra más precisa; además se imponía una división de todos los libros de la Biblia, y no solo de los que eran leídos en las reuniones cultuales. El mérito de haber emprendido esta división de toda la Biblia en capítulos, tal cual la tenemos actualmente, correspondió a Esteban Langton, futuro arzobispo de Canterbury (Inglaterra). En 1220 decidió crear una división en capítulos, más o menos iguales. Su éxito fue tan resonante que la adoptaron todos los doctores de la Universidad de París, con lo que quedó consagrado su valor ante la Iglesia.
Langton había hecho su división sobre un nuevo texto latino de la Biblia, es decir, de la Vulgata, que acababa de ser corregido y purificado de viejos errores de transcripción. Esta división fue luego copiada sobre el texto hebreo, y más tarde transcripta en la versión griega llamada de los Setenta. Cuando en 1228 murió Esteban Langton, los libreros de Paris ya habían divulgado su creación en una nueva versión latina que acababan de editar, llamada "Biblia parisiense", la primera Biblia con capítulos de la historia. Esta obra la admitieron incluso los mismos judíos para su Biblia hebrea.
Roberto Estienne, (o Stephanus), popularizó el uso de la numeración de versículos para toda la Biblia. Para los libros protocanónicos del Antiguo Testamento adoptó, aunque con algunos retoques, la división del dominico italiano de finales del s.XV, Santos Pagnino. Curiosamente el dominico no había puesto versículos a los 7 libros deuterocanónicos, por lo cual Stefano tuvo que completar esta labor y para los deuterocanónicos y todo el Nuevo Testamento elaboró una nueva división. Se cuenta que este trabajo lo realizó en el transcurso de un viaje a caballo de París a Lyón. En 1551 publicó el Nuevo Testamento griego, y cuatro años más tarde publicó la Biblia completa en latín. En ambos casos los números de los versículos no figuraban en el texto bíblico, sino al margen. En 1565, Teodoro de Beza inscribe los números de los versículos en el interior del texto mismo. Esta división, al igual que la anterior en capítulos, también fue hecha sobre un texto latino de la Biblia. Sólo en 1572 se publicó la primera Biblia hebrea con los versículos.
Finalmente el papa Clemente VIII hizo publicar una nueva versión de la Biblia en latín para uso oficial de la Iglesia, pues el texto anterior de tanto ser copiado a mano había sido deformado. La obra vio la luz el 9 de noviembre de 1592, y fue la primera edición de la Iglesia Católica que apareció con la ya definitiva división de capítulos y versículos. Las divisiones en capítulos y versículos no son perfectas, en algunos lugares la división del texto resulta artificial y discutida, pues no respeta la unidad del discurso o del relato.
*Ingeniero en Telecomunicaciones. Universidad Autónoma del Caribe.
Lic. Ciencias Religiosas. Facultad de Teología Pontificia U. Javeriana.
Diplomado en Teología Bíblica. Universidad del Norte.
jojellabe11@hotmail.com
Los textos bíblicos más antiguos en las lenguas originales no estaban divididos en capítulos ni en versículos, no había separación entre las palabras, ni vocales, ni signos de puntuación, ni títulos de cabecera que ayudasen a localizar los pasajes bíblicos. Los autores sagrados compusieron un texto largo y continuo desde la primera página hasta la última.
Fueron los judíos quienes, al reunirse los sábados en las sinagogas, comenzaron a dividir en secciones la Ley (es decir, los cinco primeros libros bíblicos, o Pentateuco), y también los libros de los Profetas, a fin de poder organizar la lectura continuada. Nació así la primera división de la Biblia, en este caso del Antiguo Testamento, que sería de tipo “litúrgica” puesto que era empleada en las celebraciones cultuales.
Como los judíos procuraban leer toda la Ley en el transcurso de un año, la dividieron en 54 secciones (tantas, cuantas semanas tiene el año) llamadas "perashiyyot" (divisiones). Estas separaciones estaban señaladas en el margen de los manuscritos, con la letra “p”. Los Profetas no fueron divididos enteros en “perashiyyot”, como la Ley, sino que se seleccionaron de ellos 54 trozos, llamados “haftarot” (despedidas), porque con su lectura se cerraba en las funciones litúrgicas la lectura de la Biblia.
El evangelio de San Lucas (4,16-19) cuenta que en cierta oportunidad Jesús fue de visita a su pueblo natal, Nazaret, en donde se había criado, y cuando llego el sábado concurrió puntualmente a la sinagoga a participar del oficio como todo buen judío. Estando allí lo invitaron a hacer la lectura de los Profetas. Entonces Él pasó al frente, tomó el rollo y leyó la “haftarah” que tocaba aquel día, es decir, la sección de los Profetas correspondiente a ese sábado. Lucas nos informa que pertenecía al profeta Isaías y que era el párrafo que actualmente ha quedado formando parte del capítulo 61 según nuestro moderno sistema de división.
Los primeros cristianos tomaron de los judíos esta costumbre de reunirse semanalmente para leer los libros sagrados. Pero ellos agregaron a la Ley y los Profetas también los libros correspondientes al Nuevo Testamento. Es por eso que resolvieron dividir también estos rollos en secciones o capítulos. Nos han llegado hasta nosotros algunos manuscritos antiguos, del siglo V, en donde aparecen estas primeras tentativas de divisiones bíblicas.
Con el correr de los siglos ya no bastaban estas divisiones litúrgicas, sino que hacia falta otra más precisa; además se imponía una división de todos los libros de la Biblia, y no solo de los que eran leídos en las reuniones cultuales. El mérito de haber emprendido esta división de toda la Biblia en capítulos, tal cual la tenemos actualmente, correspondió a Esteban Langton, futuro arzobispo de Canterbury (Inglaterra). En 1220 decidió crear una división en capítulos, más o menos iguales. Su éxito fue tan resonante que la adoptaron todos los doctores de la Universidad de París, con lo que quedó consagrado su valor ante la Iglesia.
Langton había hecho su división sobre un nuevo texto latino de la Biblia, es decir, de la Vulgata, que acababa de ser corregido y purificado de viejos errores de transcripción. Esta división fue luego copiada sobre el texto hebreo, y más tarde transcripta en la versión griega llamada de los Setenta. Cuando en 1228 murió Esteban Langton, los libreros de Paris ya habían divulgado su creación en una nueva versión latina que acababan de editar, llamada "Biblia parisiense", la primera Biblia con capítulos de la historia. Esta obra la admitieron incluso los mismos judíos para su Biblia hebrea.
Roberto Estienne, (o Stephanus), popularizó el uso de la numeración de versículos para toda la Biblia. Para los libros protocanónicos del Antiguo Testamento adoptó, aunque con algunos retoques, la división del dominico italiano de finales del s.XV, Santos Pagnino. Curiosamente el dominico no había puesto versículos a los 7 libros deuterocanónicos, por lo cual Stefano tuvo que completar esta labor y para los deuterocanónicos y todo el Nuevo Testamento elaboró una nueva división. Se cuenta que este trabajo lo realizó en el transcurso de un viaje a caballo de París a Lyón. En 1551 publicó el Nuevo Testamento griego, y cuatro años más tarde publicó la Biblia completa en latín. En ambos casos los números de los versículos no figuraban en el texto bíblico, sino al margen. En 1565, Teodoro de Beza inscribe los números de los versículos en el interior del texto mismo. Esta división, al igual que la anterior en capítulos, también fue hecha sobre un texto latino de la Biblia. Sólo en 1572 se publicó la primera Biblia hebrea con los versículos.
Finalmente el papa Clemente VIII hizo publicar una nueva versión de la Biblia en latín para uso oficial de la Iglesia, pues el texto anterior de tanto ser copiado a mano había sido deformado. La obra vio la luz el 9 de noviembre de 1592, y fue la primera edición de la Iglesia Católica que apareció con la ya definitiva división de capítulos y versículos. Las divisiones en capítulos y versículos no son perfectas, en algunos lugares la división del texto resulta artificial y discutida, pues no respeta la unidad del discurso o del relato.
*Ingeniero en Telecomunicaciones. Universidad Autónoma del Caribe.
Lic. Ciencias Religiosas. Facultad de Teología Pontificia U. Javeriana.
Diplomado en Teología Bíblica. Universidad del Norte.
jojellabe11@hotmail.com
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