martes, febrero 22, 2011

Manatí: 60 días después del diluvio

Por Richar Sánchez Anillo, Pbro*

El 30 de noviembre cuando eran las 4:15 p.m. las campanas de la torre de la parroquia San Luis Beltrán comenzaron a repicar alertando a la población que el dique se había roto.

Era sin duda una mega-catástrofe porque a diferencia de un tornado todavía permanecen las aguas inundando a estos pueblos, en especial a Manatí.

Igual que en el diluvio, la destrucción nos llevó a una vida nueva. Tenemos que reconocer que este acontecimiento del sur del departamento del Atlántico ha sido una oportunidad para vivir la solidaridad todos los atlanticenses. La Navidad fue un verdadero encuentro con el necesitado, imitando así la misericordia de Dios.

“Tuve sed y me diste de beber” (Mt 25,35b)

Ninguna familia de los cambuches y albergues puede decir: “tengo sed o tengo hambre”, porque la bondad del pueblo atlanticense nos ha acompañado con abundancia de alimentos, ropa, etc. Pude observar a un niño de un albergue que con cara sonriente expresaba: “padre Richar el niño Dios siempre me daba un regalo, este año me trajo cinco regalos”. Era la cara de la felicidad en medio de una situación de calamidad.

La comunidad parroquial comparte estas enseñanzas de la vida real gracias a la solidaridad de todo un departamento que sintió como suya la necesidad de aquellos que no comían ni dormían. Es la experiencia del buen samaritano que se detiene a dar la mano a su hermano necesitado.

Agradecemos a la primera autoridad del municipio, la doctora Silvia Sanjuanelo, a la Policía Nacional, a la Defensa Civil y a todos los lidere de la comunidad que desde el 30 de noviembre nos reunimos en la parroquia San Luis Beltrán a organizar comités con el modelo de la misión arquidiocesana. Organizamos con el ECAP (con la ayuda de su coordinadora Yadira Pacheco) 10 comités que nos permitieron poder ir a la gente y abastecerles de lo necesario. Gracias a la solidaridad de todos, muchas dificultades pudieron ser superadas.

La lección para todos nosotros en el departamento del Atlántico en la Navidad fue que en la situación de adversidad se superaron las diferencias de credo o partidos políticos, pudiendo vivir así una experiencia de comunidad.

Ya pasó la Navidad, espero que las ganas de ayudar a los pueblos del sur no sean momentáneas o pasajeras. Viene una nueva etapa, quizá la más difícil, la del retorno de la gente a sus pueblos y casas, que exigirá una mejor calidad de vida, ayuda psicológica, estrategias para rescatar la economía, entre otras.

Aquí debemos tomar conciencia que el rostro amoroso de Dios nos ha acompañado a través de la solidaridad de todos. Que esta catástrofe nos sirva de enseñanza para tener una mentalidad nueva, y así, reconstruir la conciencia política, social, religiosa, para que puedan surgir líderes nuevos para una nueva generación. Como dijo Yahvéh a Noé y a sus hijos después del diluvio (Gn 9,12) y vivir desde ahora con pensamientos de Dios (Salmo 39,17).

Recordemos que las cosas no serán iguales, pero con un pensamiento diferente pueden ser mejores. Fijemos nuestra esperanza en la palabra de Dios, en el libro del Apocalipsis 21, 5: “Yo todo lo hago nuevo”. Dios no abandona a su pueblo, Él camina con nosotros, jamás nos abandonará.

*Párroco unidad pastoral San Luis Beltrán de Manatí. rsanchezanillo@yahoo.es>

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