Por Margarita Molina De La Cruz*
“Yo lloraba porque no tenía donde meter a mis hijos, recogí lo que pude. La gente me ha ayudado mucho. Son 9 niños; tres niñas y seis niños. Mi esperanza es que se seque mi casa, mi sueño es que ahora que todo pase tenga un techo donde vivir con mis hijos”. Así como Carmen, miles de familias de los municipios del sur del Atlántico esperan volver a casa para sentir la alegría de vivir de nuevo bajo un techo seguro, tener sus objetos personales, que aunque sean pocos, los hagan sentir cómodos y seguros. Poder disfrutar de un alimento cada día sin tener que esperar la ayuda de otros, volver a trabajar y que los pequeños vayan a estudiar.
El afán por cerrar el boquete que llegó a medir 248,9 metros y que dejó inundadas 35 mil hectáreas de tierra en el sur del Atlántico, para lo cual se dispusieron de 12 pilotes, cada uno de 6 metros de largo y 26 pulgadas de diámetro, mega bolsas llenas de cemento y arena que pesan entre 2 a 10 toneladas para proceder al desagüe, no era la única situación caótica; hoy, la necesidad urgente es afrontar la situación alarmante de los damnificados, aunque muchos ya volvieron a sus casas en Campo de la Cruz y Santa Lucía, a pesar de los riesgos que implican las condiciones físicas y ambientales en las cuales se pueden encontrar, el tiempo para aquellos que no han podido regresar es incierto; el ideal es que sean seis meses, pero muchos factores llevan a pensar y enfrentar la difícil realidad que volverán a sus hogares en aproximadamente un año, y tristemente, otros no regresarán jamás, por el contrario, deberán ser reubicados.
Desde los inicios de esta calamidad que golpeó fuertemente a los atlanticenses, las manos solidarias se hicieron notar; fuerzas vivas del país se unieron bajo un sólo ideal: ayudar a quienes lo habían perdido todo y cuyo refugio se convirtió en un cambuche de bolsas plásticas y sacos de arena a la orilla de la carretera oriental, colegios, canchas y parroquias del Atlántico. La Iglesia católica de acuerdo a su doctrina social, no pudo ser ajena a esta realidad. Por tal motivo, desde el mes de agosto del año pasado, antes que se presentara el rompimiento del Canal del Dique, ya se hacía presente en los municipios que sufrían las consecuencias de la fuerte ola invernal que asechaba al país.
Una vez ocurrida la tragedia, la Pastoral Social empezó un proceso de acompañamiento desde la asistencia humanitaria, se organizaron comités al interior de cada municipio en un proceso articulado con los párrocos y en algunos casos, de la mano de la máxima autoridad civil. En algunos lugares se brindó apoyo psicosocial y orientación para afrontar la situación a la que muchos por primera vez se enfrentaban: vivir en albergues improvisados, bajo hacinamiento, durmiendo en colchonetas, con un inclemente sol y noches frías.
En la actualidad, gran parte de la preocupación de la Iglesia atlanticense está en lograr que aquellos que lo han perdido todo, tengan un lugar digno para vivir temporalmente.
Según el Administrador Ambiental de la Pastoral Social, Rafael Portacio, la realidad es la siguiente: “Campo de la Cruz necesita de estructuras para evacuar el agua, aunque muchas de estas van a colapsar. La situación en Manatí es compleja, es el municipio más inmerso, 100 metros de profundidad se han encontrado. Aunque se haga un dragado, hay muchas estructuras que van a estar debilitadas. Se han hecho algunas consideraciones técnicas, pero el río definitivamente está tratando de recuperar su cauce natural y esto va a ser reiterativo hasta que no se piense a mediano plazo. La temporada fenómeno no ha terminado, hizo una pausa, pero se van a presentar grandes problemas de precipitación.
De igual manera afirma que: “lo más complicado es que ante esta emergencia se descubrió que en los planes de ordenamiento de muchos municipios no se tiene en cuenta el plano ambiental. El componente del riesgo no se tiene visibilizado y por lo tanto no se pueden desarrollar planes de emergencia y contingencia”. En pocas palabras, la recuperación total del sur del Atlántico tardará.
Ciudad de Esperanza
La Pastoral Social de la Arquidiócesis de Barranquilla, en cada uno de los proyectos que lidera desde hace 50 años a beneficio de las comunidades más vulnerables del Atlántico, ha tenido presente que el concepto humanitario debe anteponerse siempre. Por lo cual, siguiendo este principio, presentó el proyecto ‘Ciudad de Esperanza’, nombre que identifica al modelo de albergues diseñado para los damnificados del Atlántico.
El diseño del Administrador Ambiental, Rafael Portacio, surgió ante la necesidad de construir un albergue digno que permitiera a las familias durante el tiempo que estuvieran en estos, aproximadamente dos años, gozar de un lugar privado, seguro, confortable, con necesidades básicas satisfechas y ante todo que fueran económicos y reutilizables.
Un albergue de 18 metros cuadrados para aproximadamente una familia de 6 personas. Elaborado en estructuras ligeras pero resistentes, paredes rígidas de eterboa, estructuras metálicas, piso en concreto, techos plásticos ondulados, pero funcionales, con ventilación y aislamiento acústico.
Los primeros 150 albergues temporales que se construirán en Manatí, son financiados por Caritas Alemana, una organización humanitaria internacional que pertenece a la Iglesia Católica y que en Colombia trabaja de la mano de la Pastoral Social. Según Federico Kircher, representante de esta organización en Colombia, el respaldo a esta iniciativa es porque consideran que la dignidad humana nunca se puede perder ni en las peores emergencias.
Caridad, pilar fundamental de la fe católica
En el mes de diciembre, gracias a la solidaridad de todos los atlanticenses, entidades públicas y privadas, y organizaciones internacionales los damnificados contaron con asistencia humanitaria.
A través de la Pastoral Social se coordinó un trabajo conjunto con las parroquias del Atlántico para que los feligreses hicieran sus donaciones y fue así como se organizó un centro de acopio en Santa Isabel, allí diariamente llegaban medicamentos, ropa, alimentos no perecederos, frazadas, entre otros, que se distribuyeron en los municipios afectados y receptores. Gracias a las donaciones se entregaron 8.000 kits alimentarios y no alimentarios. De igual manera, se realizaban orientaciones sobre la organización en los albergues, higiene, seguridad y recreación.
En la actualidad, según Libia Cano, quien coordina en la Pastoral Social el tema de ayuda para las 6.000 familias damnificadas del sur del Atlántico, es importante continuar con ese espíritu solidario. Expresa: “Antes estábamos en tiempo de urgencia, ahora es una etapa de emergencia, se requiere asistencia humanitaria, construcción de albergues temporales y luego trabajar a largo plazo por la reubicación de algunos barrios, corregimientos y municipios. También se hace vital la parte de asistencia psicoafectiva, pues no podemos olvidar que quienes han sufrido son seres humanos que se sientes desarraigados y se hace vital la reconstrucción de la vida familiar, prevención de enfermedades y educación”.
Llamado a la solidaridad
La alcaldesa de Manatí, Silvia Pérez, en diálogo con Kairós, dio un mensaje a todo el pueblo atlanticense: “Quiero invitar a todas aquellas personas con un gran corazón de solidaridad para que sigan colaborando, que lo peor que fue el agua que nos arrebató todo lo que tenían nuestras familias ya está despidiéndose paulatinamente. El proceso difícil es ahora con la reconstrucción. Que un granito de arena se convierta en una gran roca para nuestros hermanos del sur”.
No valerse de los que sufren para hacer política
Monseñor Jairo Jaramillo, Arzobispo de Barranquilla, exhortó a quienes aprovechan estos momentos de dificultad para fortalecer sus intereses particulares. “El perdón de Dios siempre está garantizado, Él es infinito en su misericordia. Pero si le tienen que pedir mucho perdón a Dios, quienes tienen una conducta tan reprochable para hacer política con los que están sufriendo. Estamos en un año eminentemente electoral, pero está en la comunidad denunciar”
¿Qué necesitan los damnificados?
- Alimentos no perecederos
- Kit de aseo
- Agua potable
- Medicamentos
- Ropa
También, puedes hacer tu aporte económico en la Cuenta de Ahorros de Davivienda 02780001790 a nombre de Pro Damnificados Arquidiócesis de Barranquilla.
+ Información: 3791288 – 3406339. Cra 44 con calle 53 esq.
*Asistente de Comunicaciones y Relaciones Públicas. mmolina@arquidiocesisbaq.org
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