Periódico editado por la Arquidiócesis de Barranquilla (Colombia) con temas de formación y actualidad de nuestra ciudad, el país y el mundo.
jueves, junio 18, 2009
Parroquias Ayer y Hoy
Por Julio Giraldo*
Palmar de Varela, municipio ubicado al oriente del Atlántico, fue fundado en 1806, pero sólo recibió la categoría de municipio en 1857, gracias a las gestiones adelantadas por Pedro Antonio Caballero, quien se motivó por el desarrollo de la navegación por el río Magdalena, y esto le sumó gran importancia a dicha población.
Este bello municipio se ubica sobre la delta del río Magdalena al oriente del departamento del Atlántico; casi el 17% del área está cubierta por ciénagas. La agricultura y la ganadería, constituyen el pilar de su economía. El nombre de Palmar de Varela se origina por el hecho de que el sector estaba lleno de palmeras llamadas por sus habitantes: “palmiche”; un señor llamado Catalino Varela era el que construía las casas con techo de la citada palma, y por está razón para honrar y recordar a don Catalino, surge el nombre de: “Palmar de Varela”.
Antiguos moradores como Eduardo Fontalvo de los Reyes, Camilo Polo y el profesor Ascanio Fontalvo, dicen de este municipio, que era un lugar agradable para vivir por su tranquilidad y la calidad humana de sus habitantes; sus casitas eran de bareque y techo de palma, sus calles llenas de polvo, pero por estas se podía caminar de noche y de día sin ningún temor; compartían y celebraban con alegría sus fiestas tradicionales, y cuando remotamente uno de sus habitantes fallecía, las campanas de su iglesia tañaban con lúgubres repiques anunciando la muerte para que todos fueran al velorio.
Sobre su historia religiosa, encontramos que desde 1850, existía una pequeña iglesia de tapias, bareque y tejas de barro, situada frente a la alcaldía donde hoy queda el parque; hasta aquí llegaban sacerdotes a lomo de mula desde Soledad para celebrar la Santa Misa dominical.
Al parece el pueblo se organizó muy rápido como comunidad eclesial, en 1859 aparece el primer libro parroquial con la firma de su párroco en aquel entonces, el padre Diego De los Santos León, en este libro se indica que era parroquia de la Diócesis de Cartagena; siguen en orden cronológico 41 sacerdotes más que figuran como párrocos, algunos de ellos repitiendo en distintos períodos: Mateo Insignares, Manuel José Pradoz, Domingo Olivares, José María Romero, Nicolás Torres, José María Rivera, Manuel De la Victoria Coronel, Mauricio Alfonso Varela, Néstor Coronel, Roberto Antonio Charris, Moisés Gómez, Mariano Rodríguez, Baldomero Arrauz, Fray Lucio Diez, Fray Agustín Diez, Francisco Álvarez, Fray Fidel Del Val, Emilio Canseca, Fray Filomeno Bernal, Carlos Julio Becerra, Tomás Palacio, Francisco Buitrago, Eusebio Fernández, Diógenes Bornacelli, Humberto Brum, Paulino Piedrahita, Claudio Martín Blanco, Julio Luis Gallo, Marcos Lopera, Gerardo Cardona, Luís Pulgarín, Roberto Castro, Samuel Granados y Tomás Nicanor Coronado Victorino.
En 1953, se da paso a la construcción de un nuevo templo bajo el liderazgo del padre Tomás Palacio, quien además era ingeniero, contando con el arquitecto Rafael Hernández oriundo del mismo pueblo, como director de la obra, la cual se estableció en terrenos donados por don Marcial Polo Caballero.
Toda la feligresía se unió a esta misión y en forma generosa contribuyeron, para así poder hacer realidad la construcción de su nueva unidad pastora; fue un esfuerzo de todos, pero al final construyeron su templo con todas las características de la época: Baptisterio, amplio altar mayor, púlpito, naves amplias, con sus respectivos altares, el famoso lugar para el coro, ubicado en un segundo nivel a la entrada del templo, y por su puesto la dotación completa de ornamentos, vasos sagrados e imágenes en su mayoría traídas de España y donadas por don Benigno Caballero.
Para ese entonces, no toda la obra se terminó, ya que la casa cural era apenas una pequeña bodega, pero en 1975 llegó el padre Marcos Lopera e inició una campaña para construir una adecuada casa. Actualmente tanto la parroquia como la casa cural, se encuentran en buenas condiciones.
La Parroquia Hoy:
Hoy, después de 150 años de historia religiosa en Palmar de Varela, su feligresía ya no es la misma, su cultura y sus costumbres han sido influenciadas por los miles de emigrantes que han llegado de todas partes del país, especialmente desplazados, lo que ha ocasionado la perdida de identidad de los “palmarinos” hasta el punto que hoy más del 40% de la población no es nativa del pueblo.
Esta situación, ha originado muchos cambios en las costumbres religiosas del pueblo; es una población de aproximadamente 32.000 habitantes y sólo 400 personas asisten los domingos a misa.
Su actual párroco, padre Nelson Medina Rueda, nació en Bogotá, sus ancestros son de Bucaramanga, El socorro y San Gil, muy rápidamente se adaptó a la cultura costeña y hoy la feligresía de Palmar de Varela lo aprecia, lo respeta y lo quiere, pues no solamente ven en él, al guía espiritual, sino al sacerdote comprometido.
Pastoralmente existe un buen ambiente y la comunidad está muy motivada con el PDR/E, lo que se constituye en una luz de mucha esperanza que aparece en el camino para el padre Nelson, quien en medio de tantas dificultades, trata de reconstruir una feligresía en donde existe escasez de agentes de evangelización y falta de compromiso de la mayoría de su feligresía.
Se atienden tres células pastorales, una de ellas es la de María Auxiliadora, la cual esta a punto de iniciar la construcción de su templo; diariamente se celebra la Eucaristía con mucha asistencia; la feligresía sigue siendo tradicionalista y celebran con fervor religioso las fiestas patronales de María Auxiliadora, así como la Navidad y la Semana Santa; al igual que reciben los sacramentos del bautismo y el matrimonio en su unidad pastoral San Juan Bautista (El Precursor).
* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Encuentros con el Arzobispo
Monseñor Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Barranquilla, en esta edición nos sigue hablando del significado de la Eucaristía, en la publicación anterior se contemplaba esta celebración como el sacramento del amor, hoy nos la muestra como el alimento necesario para nuestras vidas.
Julio Giraldo: En el diálogo pasado usted, señor Arzobispo, nos explicó la naturaleza del escrito del papa Benedicto XVI sobre la Eucaristía. ¿Cómo se podría resumir su contenido?
Arzobispo: La Exhortación Apostólica Postsinodal “El Sacramento del Amor” de Benedicto XVI sobre la Eucaristía tiene tres partes que podrían resumirse diciendo: La Eucaristía es la celebración de la fe para la vida.
De hecho, el Papa titula la primera parte “La Eucaristía, misterio que se ha de creer” y en ella nos presenta a la Eucaristía –siguiendo la afirmación del Catecismo de la Iglesia Católica- como “el compendio y la suma de nuestra fe”, ya que la fe de la Iglesia –que es nuestra fe- se expresa y se alimenta en los sacramentos, especialmente en el sacramento de la Eucaristía. Este sacramento, como memorial de la muerte y de la resurrección del Señor, contiene de manera privilegiada el núcleo fundamental de nuestra fe como adhesión a Dios Padre que: “tanto amó al mundo que le dio a Su Hijo único para que todo el que crea en Él tenga la vida eterna” (Evangelio de Juan, capítulo 3), a Dios Hijo que: “nos amó hasta donde es posible amar” (Evangelio de Juan, capítulo 13) entregándose por nosotros a la muerte para darnos la vida, a un Dios Espíritu Santo que, como amor del Padre y del Hijo, viene a nuestros corazones para hacernos criaturas nuevas capaces de amar, de amar a Dios como hijos y a los demás como a hermanos.
“Éste es el misterio de nuestra fe” que profesamos e interiorizamos cada vez que participamos en la celebración de la Eucaristía. Y éste es el tema de la segunda parte de la exhortación: “La Eucaristía, misterio que se ha de celebrar”. Lo que se puede llamar el rito de la celebración es la expresión clara y transparente de la fe que se profesa: Después de la escucha atenta y obediente de la Palabra de Dios que se nos ofrece en toda Su riqueza, la Iglesia presenta al Padre los dones (el pan y el vino) que representan la vida misma de la comunidad, recibida del Padre y que ahora es presentada, para que, asumida por Cristo que se hizo uno de nosotros en el seno de la Virgen María, sea transformada en el cuerpo entregado (el pan) y en la sangre derramada (el vino) de Cristo que nos son devueltos en la comunión para que podamos tener en nosotros la vida misma de Cristo, ofrecido al Padre por nosotros.
Se da así un verdadero “intercambio” (palabra utilizada por los padres de la Iglesia para expresar este misterio): Como respuesta a la Palabra de Dios, le entregamos toda nuestra vida con sus gozos y esperanzas, sus angustias y anhelos para que sea transformada en la vida misma de Cristo, vida de amor y de entrega totales por todos y cada uno de los seres humanos. Éste es el tema de la tercera parte: “La Eucaristía, misterio que se ha de vivir”. De esta manera, la Eucaristía responde al hambre de verdad, de libertad, de amor, que todo ser humano lleva en lo más profundo de su corazón. De verdad, porque en la Eucaristía se descubre el verdadero rostro de Dios y del ser humano; de libertad, porque la Eucaristía nos libera del pecado y de la muerte para poder adherirnos libremente a Dios; de amor, porque uniéndonos a Cristo que se entrega por nosotros recibimos Su amor en lo más profundo de nuestro ser.
J. G.: ¿Es ésta la doctrina tradicional de la Iglesia o hay alguna novedad en lo que afirma el Papa en esta exhortación apostólica?
Arzobispo: Estrictamente hablando, no hay ninguna novedad porque la fe –que expresa la verdad del misterio de Dios y del ser humano- es la misma así como “Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Carta a los Hebreos). Sin embargo, el principal aporte de la Exhortación a la comprensión de la Eucaristía, está en la interrelación profunda entre la fe que expresa el misterio, el rito sacramental que lo celebra y la vida que lo hace existencia diaria. A veces, en la presentación de nuestra enseñanza católica, somos dados a yuxtaponer las realidades: por una parte, la fe; por otra, el rito celebrativo; por otra, la existencia cristiana. En esta exhortación apostólica postsinodal, estos tres elementos de una única realidad aparecen en su completa organicidad. La fe tiene que hacerse celebración para convertirse en vida. Es decir, la fe no es sólo un contenido teórico, doctrinal, sino que es una adhesión personal al Dios que nos salva por medio del Hijo en el Espíritu y, por su naturaleza misma, tiene que hacerse celebración sacramental, es decir, “memorial”, actualización, re-presentación, del misterio central por el cual Dios se nos ha revelado y nos ha salvado: la muerte y la resurrección de Cristo, el Hijo de Dios hecho uno de nosotros. Y, por otra parte, esa celebración sacramental de la fe tiene que “encarnarse” en la vida de todos los días: en las relaciones familiares, en el intercambio permanente con los demás, en la implementación de la justicia y de la fraternidad. La celebración de la Eucaristía se hace así el puente fecundo entre la fe y la existencia diaria, haciendo posible que aquélla se haga fecunda y transformadora de todo lo que el ser humano es, puede y tiene.
De esta manera la Eucaristía es el alimento necesario para que nuestra vida se llene de luz, de alegría, de fuerza, de compromiso permanente por la construcción de un mundo más justo, más fraterno, en paz.
* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Por Claudio Blanco Malabet, Pbro*
Cuando en el año 1998 Monseñor Félix María Torres Parra, Arzobispo Residencial de la Arquidiócesis de Barranquilla, presentó su renuncia ante la Santa Sede, todo el presbiterio de Barranquilla se hizo una sola pregunta: ¿Quién viene a remplazarlo? Era una pregunta obligada y de una expectativa muy comprensible. Terminaban 12 años de administración de parte de Monseñor Torres y era muy natural interrogarnos cómo sería el talante, las proyecciones y programas del nuevo Arzobispo. La expectativa era muy natural.Con algunos presbíteros y en compañía del Obispo Auxiliar, pensábamos en delinear el perfil de quién podría ser el nuevo Arzobispo, pero un consejo sabio de un buen amigo Obispo en ese momento, nos hizo caer en cuenta que era mucho mejor hacer un diagnóstico de la Arquidiócesis y de acuerdo con este, dejar que el Señor Nuncio buscara a la persona más idónea para ocupar la Sede Arzobispal de Barranquilla.Hicimos el diagnóstico y presentamos las necesidades de la Arquidiócesis: una revitalización de la Pastoral; que el futuro pastor tuviera un arco de vida que le permitiera realizar plenamente sus propósitos en toda la capacidad de su ciclo vital; va a llegar a una ciudad multifacética, pluralista, multicultural, con la riqueza de una inmigración tanto de Europa, de América del Norte como del oriente, especialmente colonias árabes, palestinas, hebreas, turcas que enriquecieron la ciudad con sus conocimientos y su cultura; va a encontrar un pueblo llano, abierto a todas las influencias por su posición geográfica, con una inmigración del interior del país, originado en la violencia de los años 40 y 50, que aportaron una religiosidad popular, riquísima y muchas veces desordenada; va a encontrar un clero capaz de responder a los retos que pudieran implicar los cambios necesarios; una sociedad de alto nivel industrial y comercial, con una visión muy americana por la cercanía de los Estados Unidos; va a encontrar una brecha entre norte y sur más o menos delineada de la calle 72 hacia abajo y de la calle 72 hacia arriba. Por todo esto, la Arquidiócesis de Barranquilla necesitaba un hombre en la plenitud de la vid, con una capacidad intelectual y un ánimo suficiente y dispuesto para hablarle al hombre de la calle, al industrial, al de la alta sociedad, al hombre sencillo; con la visión del uturo sin dejar de tener en cuenta las riquezas del pasado que nos permitieron ser lo que hoy somos; con la capacidad gerencial suficiente para hacer el cambio que la Arquidiócesis estaba necesitando; un hombre con el equilibrio necesario para acometer un trabajo que suponía un proceso arduo y de mucho tiempo.Afortunadamente, el Espíritu Santo iluminó al Señor Nuncio y nos envió a Monseñor Rubén Salazar Gómez.Si pudiera resumir los 10 años de trabajo Pastoral del Señor Arzobispo lo haría así:En una dimensión administrativa, gerencialMonseñor Rubén Salazar Gómez, conocedor de los avances de la tecnología y las comunicaciones, no dudó un momento en organizar, ante todo, la Delegación Arquidiocesana de Comunicaciones, colocando al frente de ella a un comunicador experimentado que logró una relación estrecha, amigable y respetuosa entre los comunicadores locales (radio, televisión y prensa) y la Arquidiócesis de Barranquilla en todos sus programas y campañas. La Delegación de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Arquidiócesis se ganó el Premio San Gabriel que otorga la Conferencia Episcopal a la mejor oficina de comunicaciones de la Iglesia en todo el país.Con el mismo entusiasmo, comprendió la importancia de un medio escrito, como órgano de la Arquidiócesis, y nació KAIRÓS, el periódico quincenal que ya ha cumplido 9 años de existencia. Asimismo, no dudó en vincular la Arquidiócesis a la Red de Internet y se dio origen a la página Web de la Arquidiócesis.Viendo la necesidad de llevar la tecnología a las unidades pastorales y al servicio de los feligreses, propició la sistematización de las parroquias y hoy contamos con software totalmente hecho en Barranquilla, por técnicos barranquilleros para el manejo de toda la información parroquial que nos permite tener un servicio instantáneo en las iglesias. Toda la información parroquial está allí al momento inmediato. Hoy en día el 90% de las parroquias cuentan con este sistema informativo.En esa misma línea y de acuerdo con instrucciones de la Conferencia Episcopal se propició la formación y adecuación de un sistema contable para las Parroquias con base en el PUC dispuesto por el Gobierno y hoy en día también un 80% de las parroquias cuentan con un sistema contable que permite cumplir con las obligaciones que en esta materia impone la Ley.Convencido de que la Iglesia genera desarrollo y propicia planes de servicio, no ha dudado en vincularse ‘como Iglesia’ a los planes de desarrollo del gobierno local y ha firmado con la Gobernación del Atlántico, la Alcaldía de Barranquilla y otras autoridades locales, convenios de apoyo mutuo en un trabajo de recuperación de la sociedad en que vivimos.Una visión pastoral amplia y desafianteLa esencia de la Iglesia es ser misionera, y en este sentido el trabajo pastoral es una misión permanente. En monseñor Rubén Salazar podemos ver:Una gran capacidad de discernimiento sobre lo que se debe hacer y cómo se debe hacer. Lo primero que hizo Monseñor Rubén, una vez posesionado, fue recorrer una por una todas las parroquias de la Arquidiócesis y constatar por sí mismo sus necesidades, la situación que vivían, la realidad de la pastoral, las deficiencias, el estado de la infraestructura, etc. Con toda esa información, Monseñor Rubén, reunió al Clero y planteó, por primera vez, cómo pensaba la pastoral, a dónde debíamos apuntar y cómo lo debíamos hacer. Por supuesto que para todos era un lenguaje nuevo, nos parecía que no alcanzaríamos a hacer todo lo que nos proponía o a resistir el proceso; sin embargo, nos dispusimos a hacerlo y a hacer el camino nuevo para todos.Esta propuesta la fundamentó en un documento clave que fue el eje y la plataforma de lanzamiento de lo que hoy en día conocemos como el proyecto de pastoral: el Plan Diocesano de Renovación y Evangelización (PDR/E). El documento en cuestión lo tituló “Cómo crecer juntos” y lo centró en unas cuantas ideas claves: a) No podemos ser conglomerado de parroquias, somos un equipo, unido por algo muy profundo: la espiritualidad de comunión; b) no debemos hacer “cosas puntuales”, cada uno por su lado, hay que trabajar sobre un plan específico, analizado, programado, concertado entre todos; c) la labor es de todos en la que deseamos apoyarnos los unos en los otros pues nuestro trabajo pastoral no es un trabajo puntual, sino un proceso metódicamente concertado. Este documento se apoyó en otro que recoge los ‘cinco criterios básicos del plan pastoral’.Otro gran paso fue el de la reestructuración de la Arquidiócesis, a través de la reorganización de los límites parroquiales. La parroquia es un eje de desarrollo y debe estar en capacidad de atender debidamente a un grupo no mayor de 10 mil fieles. Por lo tanto, se dio a la tarea no sólo de reestructurar las parroquias territorialmente, sino de crear las unidades pastorales necesarias para que sus feligreses fueran bien atendidos y no existieran más parroquias de 20, 40 ó 60 mil habitantes para un solo sacerdote, lo que hacía imposible cualquier trabajo pastoral.La Arquidiócesis se propuso estructurar el ‘seminario’ para la formación de sus futuros presbíteros y fue así como el clero diocesano se encargó de su manejo; al mismo tiempo se inició la tarea de recuperar la planta física del seminario. Se concretó un Proyecto Formativo que permite a Formadores y Formandos caminar con más claridad en el proceso de discernimiento vocacional. Además, se dispuso el envío de sacerdotes jóvenes a prepararse convenientemente al exterior para ser después formadores de los futuros presbíteros.Preocupado por la acción pastoral en la misericordia y la atención a los más necesitados, creó el Banco de Alimentos, que como en otras diócesis, se encarga de administrar recursos en bienes materiales para los más necesitados.Hoy, podemos decir que además de los proyectos antes mencionados, nuestro Arzobispo ha liderado la restauración de la Catedral Metropolitana e instaurado la Catedratón como momento para recaudar fondos y ayudar en la construcción de nuevas parroquias en los barrios marginados.Se propuso el cambio de la sede de la Curia Arquidiocesana en las antiguas instalaciones del seminario Conciliar San Luis Beltrán, dotando así a la Arquidiócesis de Barranquilla de unas excelentes instalaciones para que el trabajo pastoral y administrativo de la Arquidiócesis pueda llevarse a cabo de la mejor manera.Probablemente para todos lo más difícil ha sido adecuarnos al nuevo concepto pastoral: “Vivimos un Proceso”, pues no es cosa de un día, sino de cada día y así, a lo largo de uno, dos o varios años, en un trabajo que busca crear la ‘comunidad cristiana’ partiendo de los pequeños núcleos de vecinos en cada sector de las unidades pastorales. Indudablemente un criterio nuevo que al principio vimos fraccionado hasta cuando poco a poco fuimos descubriendo el escenario general de esta nueva modalidad: un pueblo que se construye en la comunión, en la convivencia y en la fraternidad.Una disposición humana y socialpara una sociedad nuevaEl señor Arzobispo ha sabido conjugar una labor pastoral con una labor gerencial de alto nivel y de una calidad humana y social excelentes, si lo podemos expresar en términos de resultados.Una de las cosas que expresamos en ese diagnóstico de la Arquidiócesis era la necesidad de un Pastor que pudiera conjugar todas las fuerzas vivas de la Arquidiócesis y unirlas para prospectar un cambio y, afortunadamente, eso se ha cumplido.La formación humanista de Monseñor Rubén Salazar Gómez le ha permitido no sólo ser el Pastor a nivel eclesial, sino ser también el “gentleman” que sabe alternar en un círculo intelectual o social de alto nivel y, al mismo tiempo, identificarse con las necesidades de los feligreses de cualquiera de los barrios marginados o de las unidades pastorales del sur, si queremos hablar en términos sociológicos. Nacido en el interior del país y con una formación intelectual y experiencia pastoral en otro ambiente, incluyendo Europa, Monseñor Rubén Salazar Gómez se ha hecho parte de Barranquilla y se ha hecho uno más con todos los atlanticenses. Dentro de este aspecto es muy importante destacar la capacidad que tiene de saber con quién habla y de recordar su nombre y ubicación (dónde lo conoció), aunque haya dejado de ver a la persona por un tiempo. En su afán no sólo de integrarse, sino de comprender la idiosincrasia de su Arquidiócesis, quiso conocer el carnaval y allí estuvo en su primer año de estadía en Barranquilla. Hemos visto cómo se ha expresado del carnaval como realidad cultural y de tradición en Barranquilla y hemos percibido, en la parte pastoral, cómo se ha integrado el carnaval, como acción significativa en la pastoral de multitudes, al quehacer de las parroquias en los días de carnaval.Agradecemos a Dios el don de Monseñor Rubén Salazar Gómez en su servicio pastoral en la Arquidiócesis de Barranquilla y lo que proyecta en el conjunto de la sociedad atlanticense.
* Párroco de la Unidad Pastoral Las Tres Avemarías
sábado, junio 13, 2009
En el tiempo de Pascua, la Iglesia como madre y maestra, nos enseña la lectura y estudio del libro Hechos de los Apóstoles. En el texto encontramos la manera de vivir y actuar de las primeras comunidades cristianas y la actividad de los apóstoles Pedro y Pablo. También encontramos las maravillas que obró el Espíritu Santo en los hombres y mujeres que vivieron la transformación de sus vidas a partir de la Resurrección del Señor. El Espíritu fue el principal protector de los discípulos que venciendo el “... miedo a los judíos”, salieron a anunciar la Buena Nueva de Cristo Resucitado por Jerusalén, Samaria, Galilea, Antioquía, Éfeso, Tesalónica, Galacia, Filipos, Corinto, Atenas, Chipre, Cartago, Roma “y hasta los confines de la tierra” (cf. Hch. 1, 8).
La experiencia y el gozo pascual, lo compartían reuniéndose en sus casas para “la enseñanza y la oración” (cf. Hch. 5, 42). La casa era el lugar de reunión de las primeras comunidades cristianas. Es mucho lo que tenemos que aprender de los discípulos de la comunidad primitiva: “acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones” (cf. Hch. 2, 42).
Las virtudes de las primeras comunidades son muchas: vivían unidos, compartían con alegría y sencillez lo que tenían, tenían un mismo pensar y sentir. Son muchos también los problemas y dificultades que tuvieron que soportar como comunidad: persecuciones, piedras, azotes, cárcel y hasta el martirio. Pero crecieron, y el numero de los seguidores “aumentaban en número” cada día.
En nuestra Arquidiócesis vivimos la gracia del PDR/E y desde hace diez años, se viene fortaleciendo la experiencia de las primeras comunidades con la reunión semanal de los núcleos familiares. Cada martes, grupos de familias nos reunimos para vivir la fe, proclamar la Palabra y orar como hermanos. El lugar de las reuniones de los martes, es la casa de uno de los miembros de ese núcleo. La casa como en los primeros tiempos vuelve a ser lugar de reunión para el anuncio del Evangelio y formar pequeñas comunidades eclesiales. De ahí que acojamos la invitación, que a través de una carta mensual nos hace el señor Arzobispo, Monseñor Rubén Salazar Gómez, de reunirnos varias familias de la cuadra o manzana, o del conjunto residencial para proclamar y meditar el Evangelio del domingo próximo.
En estos días de la cincuentena Pascual es más notoria la importancia de la casa, porque facilita vivir la alegría y el gozo de un Cristo Resucitado y prepararnos para Pentecostés. Es desde la “Iglesita doméstica”, de mi casa, donde puedo empezar a cumplir mis compromisos bautismales de ser discípulo y misionero de Jesús.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos muchísimas referencias a la casa. Indicándonos su importancia para el nacimiento de la Iglesia y la misión de anunciar a Jesucristo. La importancia para la misión de hoy, sigue siendo la misma. En el relato encontramos el pasaje del carcelero de Pablo y Silas en Filipos, quien estremecido por el testimonio de Pablo lo invita a su casa (cf. Hch. 16, 30 – 34). El carcelero – un pagano que se siente deslumbrado por las maravillas de Dios - los llevó a su casa, preparó un banquete, celebró con toda su familia “la alegría de haber creído en Dios”.
La casa de Lidia en Filipos es otro ejemplo a seguir. La conversión de Lidia – una mujer unida religiosamente al judaísmo – es obra del Señor y su casa no sólo será la residencia de Pablo, sino el lugar de encuentro para la comunidad de Filipos “Entren y quédense en mi casa” es la invitación agradecida de Lidia. (Cf. Hch. 16, 13 -15).
Para que la misión evangelizadora de la Iglesia arquidiocesana dé los frutos que el Señor espera, necesitamos otra Lidia en cada núcleo, que ofrezca su casa para la realización de las asambleas familiares y también diga: “vengan y quédense en mi casa”. Es la expresión alegre que debe escucharse para multiplicar cada día el número de asambleas y seguir construyendo la Iglesia que Dios quiere y el Atlántico necesita. Se cumplen diez años de la primera reunión en asamblea familiar. Fue el punto de partida de una misión que continúa por la gracia de Dios.
Pedro fue acogido en la casa de Simón el curtidor en Joppe (cf. Hch. 9, 43) y también fue recibido en la casa de María, la madre de Juan Marcos, donde muchos se reunían a orar (cf. Hch. 12, 12).
La casa de Nazareth
Una casa muy importante para el plan de Dios y que no podemos dejar de mencionar es la casa de Nazareth. Cuentan que el pequeño pueblo de Nazareth, no tenía más de 20 casas, pero en una de esas casas vivía una jovencita “llena de gracia” que fue dócil a la acción del Espíritu Santo y responde el “Hágase... ” (cf. Lc. 1, 38) que es un Sí a Dios. María se convierte desde ese momento en Oyente y Servidora de la Palabra. No hay duda, la casa de Nazareth fue una casa de virtudes: fe, oración, servicio, trabajo. Cada hogar ayudado por la gracia de Dios, debe ser imitación del hogar de Nazareth. Es el desafío para todas las familias, precisamente cuando más amenazas se ciernen sobre la familia, núcleo fundamental de la sociedad.
El PDR/E necesita casas como la de Marta y María en Betania (cf. Lc. 10, 38) que semanalmente abran sus puertas a Jesús Maestro de Vida Eterna y nos sentemos a escucharlo. Ese ejercicio frecuente, casi diario de escuchar al Maestro, nos permite tener un encuentro con Jesucristo para conocerlo y descubrir el querer de Dios. Es sin lugar a dudas, un encontrarnos con Jesús Resucitado que nos habla a través de Su Palabra y lo experimentamos en la comunidad, la Iglesia y la vida sacramental. Roguemos al Espíritu de Amor que “abra nuestras mentes para entender las Escrituras” y poder dar el testimonio de las primeras comunidades.
* Miembro Ecap Santa Ana
En Colombia, tradicionalmente dedicamos el mes de mayo a la Virgen María y por tal motivo, realizamos prácticas como el rezo del santo rosario diario, cantos y otra serie de manifestaciones externas de esta índole. Muchos creerían que esta celebración se realiza en nuestro país, porque durante este mes recordamos a nuestras madres y les rendimos un homenaje el segundo domingo de mayo, por lo tanto, María, es nuestra Santa Madre y debe hacérsele una exaltación mayor.
En realidad esta no es la causa, ni muchas otras suposiciones que giran entorno a esta celebración. El mes de mayo, en occidente, se ha impuesto como mes de María sin una referencia litúrgica y según investigadores esta conmemoración cultural hace referencia que en tiempos antiguos en mayo eran los ludi floreales o florealia, fiestas florales en honor de Flora Mater, diosa de la vegetación. Había la costumbre de escoger a una joven como reina de la primavera. Además existían justas poéticas y con el intento de superar y cristianizar un mundo pagano se tomó la decisión de dedicar el mes de mayo a María.
En nuestros tiempos, los cristianos acostumbramos a realizar algunas practicas culturales, como el ofrecimiento de flores a la Virgen María; reflexiones de los principales misterios de su vida; se recuerdan las apariciones de la Virgen en Fátima, Portugal; en Lourdes, Francia y en el Tepeyac, México (La Guadalupe); además algunos meditan los cuatro dogmas acerca de la Virgen María: Su inmaculada concepción, su maternidad divina, su perpetua virginidad y su asunción a los cielos, y se reza especialmente en familia las oraciones como el Ángelus, el Regina Caeli, la Consagración a María y el Rosario.
Pero, ante estas tradiciones, debemos reflexionar y tomar conciencia de la importancia de celebrar el mes mariano de una forma evangelizadora, recordando a María como nuestra principal intercesora ante Jesús, y viviendo el mes de mayo dándonos la oportunidad de revitalizar nuestra fe. En la revista Vida Pastoral de la Sociedad de San Pablo, se nos propone no olvidar el acontecimiento de Aparecida que nos invita a ser misioneros como consecuencia lógica de nuestra condición de discípulos. Hemos sido declarados en “estado de misión” y en esta tarea podrá aprovecharse este espacio celebrativo para subrayar el nexo entre María y la Palabra de Dios, la Familia, la Vida y la Solidaridad.
Durante el mes de mayo, las reuniones de la comunidad parroquial son una ocasión para acercarnos a la Palabra de Dios con María, ya “que en Ella la Palabra de Dios se encuentra de verdad en su casa, de donde sale y entra con naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se le hace su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios...” (Doc. De Aparecida, n.271).
También, es importante el mes de mayo para realizar campañas a favor de la vida, como es el caso, del valor y la Acción Significativa que ha preparado la Arquidiócesis de Barranquilla, Para ser Familia de Dios, Celebremos la Vida, ¡Queremos vivir unidos!.
Por otra parte, se nos invita en este artículo titulado: “Mayo un mes con María”, ubicado en la página 50 de la revista Vida Pastoral, edición No. 134 (abril/junio-2009) a celebrar el mes de mayo en familia, pues “como en la familia humana, la Iglesia – familia se genera entorno a una madre, quien confiere alma y ternura a la convivencia familiar” (Doc. de Aparecida, n. 268).
Por último, se demuestra la importancia de conmemorar el mes mariano no sólo en nuestros núcleos familiares, sino en las unidades pastorales, ya que “Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratitud que deben distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica, además, cuál es la pedagogía para que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. Crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre y necesitado” (Doc. de Aparecida, n. 272).
Afrontemos el mes mariano como la oportunidad como cristianos para acercarnos a través de María, a su hijo salvador y permanecer en nuestra labor de llevar el mensaje de Dios a la Iglesia que peregrina en el mundo y que en estos momentos necesita seguir el modelo de una mujer pura, humilde, sencilla y que verdaderamente tenga un corazón limpio como lo es nuestra Virgen María. Recordemos: “María es la gran misionera, continuadora de la misión de su hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América... Con gozo constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y significativos de su gente...Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y confianza que los devotos sienten por ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana” (Doc. de Aparecida, n. 269).
De Mujer a Mujer
La madurez en la fe es producto de creer en tres verdades: La primera es que Dios es Todopoderoso, nada le es imposible por Su omnipotencia, y Él me ama, la segunda hace referencia a tener la firme certeza en Su paternidad, y la tercera verdad es que Él es fiel a Sus promesas, y quiere el bien para mí, en Su tiempo.
A veces confundimos el significado de fe con las palabras: optimismo o positivismo, pues esta supuesta “fe” sólo se basa en un conjunto de factores que influyen en el alcanzar una meta, untado de una valoración del ego, con la concepción de que todo lo puedo hacer porque lo quiero y tengo capacidad para realizarlo. Otras veces se confía en el poder de Dios, pues pensamos que tiene la obligación de darnos lo que le pedimos, pero se desconoce que el amor de Dios es ilimitado, y es fiel a Sus promesas. La Biblia está llena de promesas y Cristo es la Promesa cumplida, como nos recordó Juan Pablo II en una homilía en el año 2.000: “Jesús es la realización de la promesa de Abraham y el cumplimiento de la ley dada a Moisés”.
El tiempo de Dios es para nuestro bien. El nos ama y nosotras le amamos al tener fe, ya que la fe sin amor se debilita al no encontrar respuesta rápida a lo que se pide. Cuando se ignora a Dios, no se puede hablar de que se tiene fe, es el caso, por ejemplo de una persona que al amanecer tiene la disposición de conseguir una ganancia egoístamente, causando daños y perjuicios a otros, por lo cual, luego de pensar esto y llegada la noche lo consigue dejando lágrimas y dolor.
La fe es un don, una virtud teologal, nos la engendra Dios en el corazón, en la mente y en el espíritu; es tener la certeza de que siendo amadas por Dios que es amor, Él quiere nuestro bien, sólo así comprendemos la razón porque una persona dura más en sanarse que otra, o porque no se sanó y falleció.
La fe es escuela en el dolor, en el sufrimiento, como ocurrió en la vida de muchos personajes, es el caso de Sor María Faustina de kowalska, quien tenía tuberculosis; San Ezequiel Moreno, el cual murió de cáncer; nuestro venerable Juan Pablo II, tenía más de una enfermedad, y así muchos más hombres y mujeres bienaventurados que esculpieron la fe en su corazón aún con dolor y sufrimientos. Por su parte, otros tras una enfermedad grave se sanaron y recibieron la fuerza de seguir en el trabajo de la evangelización, en el amor al prójimo; la lista de los que confiaron en ser amados por Dios es larga y al ser sanados dieron frutos en obras y palabras de amor.
Hebreos 11,1 nos dice: “Fe es la consistencia de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”. De igual forma, en Marcos 5, 25-34 hay una clara explicación de lo que significa tener fe. Fue el caso de una mujer que desde hacía 12 años estaba enferma, con derrames de sangre, ella confiaba que el amor de Dios, estaba en Jesús, y que a través de Él recibiría Su misericordia, pues a nadie había visto hablar y obrar con tanto afecto y entrega, como a Jesús; ante sus ojos estaba la única oportunidad de tocar el Amor, de recuperar su identidad femenina.
Ese día con una fe valiente toma la decisión de reencontrarse con la vocación a la vida, a la que Dios le llamó y por el efecto del cumplimiento de la ley escrita en Levítico 15, 19 - 32. Además se sumaba a su enfermedad, el sufrimiento en el alma de la soledad que oprime más que el dolor físico, el dolor del desamor de la comunidad.
Plan de la mujer enferma para alcanzar el amor de Dios (Marcos 5, 25-34)
Sin palabras no podía clamar de que quería ser sanada, pero confiaba que a través de Jesús, recibiría el favor de Dios Todopoderoso, que ya había tenido misericordia de leprosos, endemoniados, paralíticos, ciegos, sordos y muchos otros enfermos.
Ella se decidió e hizo su parte, tender la mano, abrir el corazón; ante la pregunta de Jesús, se postró en adoración, confesó toda la verdad de haberle tocado con el corazón. Su plan resultó, se sanó y además Él la llamó hija: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia”. Ella recupera su derecho a tener una familia, a poder sentarse en cualquier silla, a recibir una caricia, un beso, un abrazo, ya que en doce años no la había sentido, ahora sí podía acariciar un niño, acercarse al templo, se acabaron las humillaciones, había un arco iris ante sus ojos, había resucitado ante el pueblo como hija de Abraham, padre de la fe. El mismo Jesús la llamó hija y elogia su fe, cuando a muchos les había llamado hombres de poca fe.
Esta mujer en sus doce años de soledad, se acercó más a Dios y creció en esa fe valiente al conocer al Maestro, fue decidida a ir donde estaba Jesús y tocarle, Dios no estaba sordo durante esos doce años, ni la había olvidado, la estaba cultivando en la fe para la gloria de Dios Padre, y para que el pueblo reconociera que su hijo el verbo encarnado, era la encarnación de su amor misericordioso. Pienso que primero la tocó Dios Padre, para abrirle el corazón, para abandonarse en él, en el evangelio se dice que gastó su dinero, visitó muchos los médicos posibles, también a los sacerdotes, ya no tenía nada, solo tenía la esperanza, la fe que lo imposible sería posible tocando al Amor de Dios, lo único que le quedaba, había perdido el de los hombres, En sus largos días y noches recitaría con tanto clamor salmos, para hablar con Dios invisible, el que no huiría ante su impureza.,
Quizás algunas estemos enfermas o un familiar, y pasa el tiempo sin respuesta, creamos que hay una razón de amor, a veces es para conversión, para unión familiar, para crecer espiritualmente, seamos valientes y toquemos a Cristo en los sacramentos, en la Palabra de Dios, ¿Con qué disposición escuchamos la proclamación del evangelio en la eucaristía, nos dejamos tocar por Su Palabra, por su misericordia en el sacramento de la reconciliación, le amas y crees que te ama al recibir el sacramento del Amor? ¡Eres amada cree y ya no estarás sola, ten fe que Su amor purifica el tuyo, Toca su amor y déjate tocar por su misericordia, tocar es tener fe con amor!.,
*Miembro de la Comisión de Pastoral Vocacional. jaynesher@hotmail.com
Frente a la Iglesia
Un día cualquiera chocan dos autos frente al templo. Junto a los carros destrozados se agolpa la gente con curiosidad. Hay heridos y sangre, pero nadie ayuda a los heridos, nadie llama una ambulancia. Los heridos gimen y piden auxilio. Pero nadie se mueve.
Desde la iglesia se oyen los gemidos de los accidentados. Desde la Cruz, el Cristo escucha los lamentos de los heridos. Entonces al ver que nadie socorre a los accidentados, ante el asombro de los que estaban en el templo, el Cristo desclava Sus manos y Sus pies, desciende de la cruz, camina rápido por el centro del templo y sale a la calle al lugar del accidente.
Los transeúntes se asombran de ver a un hombre medio desnudo con corona de espinas que se apresura al lugar del accidente, corta las hemorragias, reanima a un moribundo, haciéndole respiración boca a boca, entra a una cabina para llamar a una ambulancia.
La gente le reconoce y comienza a exclamar entusiasmada: ¡Es Jesús, milagro, milagro!
Pero Jesús les dice: El único milagro es el amor. De poco sirve que la gente vaya al templo y no practique lo que Yo allí enseño, El Amor; sobre todo a los necesitados. Este es mi gran Mandamiento.
Y lentamente Jesús se abre paso por entre la multitud, regresa de nuevo a la iglesia y se sube a la cruz. Y cuenta la historia que ninguno de los accidentados murió.
Jesús ante el sufrimiento y la muerte
Nuestro Señor se nos muestra como un hombre que vive la vida intensamente, con una alegría que tiene como base la experiencia gozosa del Padre y de Su reino. Esta experiencia no le aleja del sufrimiento de los hombres. Jesús se conmueve profundamente ante el dolor de los otros y asume su propia muerte aceptándola libremente. (Mateo. 9,36; 14,14; 15,32; Juan. 10,18).
Los enfermos, opción preferencial de la acción de Jesús
El mundo de los enfermos aparece en los Evangelios como el campo privilegiado de la acción de Jesús. Este es el signo de Su acción liberadora y salvadora (Mateo 11,5; 12,28), pues la enfermedad es vivida en tiempos de Jesús como una experiencia de abandono y desamparo, de máxima pobreza, de la maldición divina y de la marginación social. Nuestro Señor se preocupa extraordinariamente por ellos y pasa sus días haciéndoles el bien, atendiendo sus necesidades. (Marcos. 1,41).
El mandato del Señor: Curad a los enfermos
Jesús muestra su preocupación por los enfermos y por los que sufren hasta sus últimos días en medio de sus discípulos. Y con el envío, una vez resucitado, de anunciar la Buena Nueva a la creación entera, les manda también poner las manos sobre los enfermos y sanarlos (Marcos. 16, 15. 18b). En el contexto de la atención a los enfermos, poner las manos, significa también que la Iglesia, en su continuación de la obra salvífica de Cristo, debe dirigir sus esfuerzos y acciones hacia nuestros hermanos enfermos.
Es así como en los días de la Iglesia hoy, es necesaria la creación de una Pastoral de la Salud, orgánica, que garantice la continuación de la misma obra que Nuestro Señor realiza por los enfermos. Con agentes de la Pastoral de la Salud podrá el Señor llegar a los que sufren y a los enfermos de nuestro departamento, en sus vicarias, decanatos y unidades pastorales, y así a cada familia del pueblo de Dios que peregrina en el Atlántico.
Pastoral de la Salud: Voluntad de Dios en la Arquidiócesis de Barranquilla
Por voluntad de Dios, en la Arquidiócesis de Barranquilla, existe la Pastoral de la Salud, cuyo delegado es el padre Atilio González, una Pastoral muy comprometida en la atención a los enfermos y a los que sufren. Esta pastoral hace presencia en todas las vicarias, decanatos y casi todas las unidades pastorales; sí casi todas. Por ello, invitamos a todo el que se sienta llamado por el Señor, a realizar este servicio de amor, acercándose a su párroco, para crear este comité o a vincularse a el mismo si ya existe en su unidad pastoral, y así, como Iglesia, continuemos con la obra de Nuestro Señor por los enfermos y los que sufren de nuestro departamento.
La Pastoral de la Salud: Arquidiócesis de Barranquilla
Delegado: Padre Atilio González, párroco de la unidad pastoral Sagrado Corazón de Jesús.
Consta de la siguiente organización a nivel de Vicarias:
1. Vicaria Espíritu Santo: Magaly Chavarro, coordinadora. Tel. 3553447
2. Vicaria Maria Reina: Betty Pérez, coordinadora. Cel. 3106045914
3. Vicaria Santísima Trinidad: Amanda Díaz, coordinadora. Cel. 3014335416
4. Vicaria Padre Misericordioso: Ramona Castro, coordinadora. Tel. 3636345
5. Vicaria San José: Adriana Cadena, coordinadora.
6. Vicaria Cristo Redentor. Rosmeri Rada, coordinadora. Cel. 3174590699
Promovemos, cuidamos, defendemos y celebramos la vida.
* Miembro de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral de la Salud
El Rincón de Pablito
Aves zancudas
Cuando pasas por algún cuerpo de agua en nuestra región Caribe, sea una ciénaga o laguna, con facilidad podrás notar la presencia de ciertas aves que sobresalen por su porte, elegancia y agilidad. Este grupo de aves son conocidas como aves zancudas por la singular longitud de sus patas.
Estas son algunas de las aves zancudas más comunes de nuestra región:
Garza real
Es la más grande de las garzas blancas. Tiene el pico amarillo y las patas negras. Se distinguen por sus lentos aletazos durante el vuelo. Cuando busca alimento, permanece quieta o camina con cuidado para lograr atrapar peces, lagartijas y ranas. No comparte nunca su comida, por lo que siempre se aleja de sus compañeras a la hora de alimentarse.
Garza morena
Es la garza de mayor tamaño de nuestro territorio, pues llega a alcanzar los 130 cm. La cabeza es oscura, mientras que el cuello es blanco. Es de hábitos solitarios, sólo se acompaña de la que será su pareja para toda la vida. Tiene excelente visión y puede cazar de noche en aguas turbias. Realiza un vuelo lento, aunque puede lograr importantes velocidades cuando se siente amenazada.
Garza blanca
Mide 61 cm. El plumaje es todo blanco, y su pico y patas de color negro. La piel de la cara es amarilla y tiene en su cabeza unas plumas largas como encaje. Se alimenta en grupo y atrae a los peces con movimientos coordinados; luego, agita el agua y se zambulle para atrapar a su presa. Vive en soledad o en grupos reducidos. Para dormir, se reúne en grandes bandadas.
Coyongo Se caracteriza por tener el pico negro y grande. Cabeza y cuello negro y con una mancha roja en la base de este último. De cuerpo y plumaje blanco. Es un ave de gran tamaño, pues llega a medir hasta 81 cm. La forma especial de su pico le permite barrer el fondo de las lagunas y obtener su alimento sin ayuda. Es desconfiada y vuela con el cuello y las patas extendidas.