Por JAIME ALBERTO MARENCO MARTÍNEZ *¿Qué piensas estudiar cuando termines el colegio?, preguntan padres y profesores a los jóvenes cuando están próximos a concluir sus estudios escolares. ¿Qué proyectos tienes cuando finalices tu carrera universitaria?, es la pregunta obligada para el futuro profesional. ¿Dónde vivirán y cuántos hijos piensan tener?, suele indagarse a quienes acaban de contraer matrimonio… Y podríamos extender la lista de preguntas que nos exhortan a planificar, programar, proyectar, visualizar futuros posibles para alcanzar realidades concretas; realidades que se forjan a partir de nuestros ideales.
Pero, ¿qué es un ideal? En palabras sencillas, es una idea noble y generosa que se desea realizar con entusiasmo; es lo que contribuye a dar sentido a nuestra existencia; es lo que nos sostiene en la vida. De ahí que el ideal que nos tracemos debe ser alcanzable a nuestras posibilidades; sublime, es decir, alto, grande y que nos exija esfuerzo, y pleno para que nos satisfaga.
Así, con base en las características que acabamos de mencionar, podríamos deducir tres clases de ideales:
* Ideales limitados: aquellos que ofrecen una felicidad fugaz, pasajera, pues se basan en el dinero, la fama, el poder, el prestigio… Y todo esto es efímero.
* Ideales nobles: los que ofrecen una felicidad más duradera, porque tienen como punto de apoyo el estudio, la profesión, el trabajo, el arte, la ciencia.
* Ideales sublimes: los que trascienden los valores ordinarios de las personas y ofrecen una felicidad plena, pues se fundamentan en la paz, la justicia, el servicio, la entrega desinteresada a los demás.
IDEALES GRANDES
Tener ideales grandes es decisivo en la vida de las personas, porque:
• El ideal nos hace proactivos. Quien tiene un ideal toma su vida en sus manos y se hace cargo de ella. Alguien, con corazón de poeta, escribió: "Las metas son estrellas con las que gobiernas el barco de tu vida; te corresponde crear tales estrellas, encenderlas, colocarlas en un lugar visible, y avanzar hacia ellas". Por eso, para que los ideales no se queden en meras "ideas", es necesario que se concreticen en metas que se puedan realizar a corto, mediano y largo plazo.
• El ideal orienta nuestra vida. Da dirección y perspectiva a lo que hacemos. Nos marca un camino con punto deseable de llegada.
• El ideal unifica y motiva nuestra vida. Da sentido a todo lo que hacemos. Unifica nuestros esfuerzos y nuestras energías. Hace florecer la ilusión y la entrega. Nos sostiene en las derrotas y en los fracasos. Nos hace avanzar con constancia hacia las metas deseadas. Nos hace vivir con optimismo y alegría.
EL IDEAL DE IGLESIA
¿Es válido que la Iglesia, en lo que a evangelización se refiere, se fije ideales? Por supuesto que sí. Y, más que válido, es justo y necesario, pues la vertiginosa marcha del mundo así lo exige. Ya no basta con planificar, programar, presupuestar, ejecutar y evaluar, sino que es indispensable proyectar la evangelización, ubicarse en futuros pastorales deseables, plantearse posibles crisis y prever soluciones creativas para enfrentarlas.
Si la Iglesia quiere incidir en la sociedad para lograr cambios profundos que promuevan la justicia, la verdad y la solidaridad, es decir, una “civilización del amor”, no sólo debe reconocer la realidad actual y aportar, desde su misión evangelizadora, soluciones a la multiplicidad de conflictos y necesidades de toda índole que afronta el ser humano, sino que también debe “visionar” para lograr mayor efectividad en sus procesos pastorales. Bien se anota en el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que recientemente se realizó en el santuario brasilero de Aparecida: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales… Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros…” (Numeral 11)
Precisamente la Arquidiócesis de Barranquilla, en el marco del Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización –PDRE-, se encuentra en estos momentos en el proceso de visionar la Iglesia que necesita el Departamento del Atlántico, que es su área de incidencia.
Por eso, hace varios días nos visitó el sacerdote Diego Arroyabe, uno de los expertos del Servicio Nacional de Animación Comunitaria –SEDAC- con sede en Bogotá, para asesorarnos en el proceso de construcción del “modelo ideal” de Iglesia que el Atlántico necesita. El padre Arroyabe se reunió con el EDAP (Equipo Diocesano de Animación Pastoral), los vicarios territoriales, los decanos, los delegados pastorales y representantes de algunas comisiones arquidiocesanas. “Se trata de que un grupo humano visione la Iglesia que se quiere en el Atlántico desde tres fuentes especiales: la primera, la Palabra de Dios; la segunda, el magisterio de la Iglesia y, la tercera, la lectura profética de los signos de los tiempos”, dijo a Kairós el padre Arroyabe, refiriéndose al trabajo que vino a realizar en nuestra Arquidiócesis durante la última semana de septiembre. Y agregó: “Hoy, cuando hablamos del ‘modelo ideal’ debemos pensar en la V Conferencia de Aparecida, pues es la dimensión de discípulos y misioneros de Jesucristo la que debe enmarcar el derrotero de la Iglesia en el nuevo milenio.”
Kairós: Padre Diego, si la gente no participa en los procesos, es imposible que se apropie de ellos y que éstos resulten. Entonces, ¿cómo debemos participar los fieles del Atlántico en la construcción del “modelo ideal” de Iglesia que Dios quiere y esta región necesita?
Padre Diego: Recordemos que un principio que orienta el PDRE es comunión y participación. Por eso, se busca también que las personas exterioricen ese ideal de Iglesia que quieren y sueñan. En el caso particular de esta Arquidiócesis lo estamos haciendo con ciertos parámetros metodológicos. En general, se ha empezado trabajando con unas estructuras propias de animación que tiene la Arquidiócesis, como son los delegados arquidiocesanos con sus comisiones, a quienes se les ha invitado a soñar la Iglesia que Dios quiere y el Atlántico necesita. También, están participando en el proceso los vicarios territoriales, decanos y, por supuesto, el EDAP, que es el equipo que va conduciendo el plan pastoral arquidiocesano en cada momento.
K: ¿Por qué es importante o necesario soñar la Iglesia que queremos?
P.D: Hay una frase que dice: “si no sabemos hacia donde vamos, cualquier barco nos sirve o cualquier viento es favorable”. Un hombre sin una meta, sin una visión, está muy vacío. Lo mismo ocurre con el modelo prospectivo o modelo ideal, es la fuerza que va a jalonar, desde el futuro, para transformar nuestra realidad en el presente. De ahí la importancia que tiene la elaboración del ideal. Además, todos tenemos sueños, y la clave de los sueños es ir materializándolos, cristalizándolos; y esto es favorable cuando en esta Arquidiócesis ya se ha empezado un proceso de sensibilización de siete años hacia un ideal de Iglesia comunión, participación y misión.
K: ¿El Modelo Ideal de Iglesia a qué nos conduce?
P.D: Hay una tendencia y es separar la Iglesia del mundo, entonces hay quienes piensan que el mundo va por un lado y la Iglesia por otro. Pero cuando hablamos de un nuevo modelo de sociedad, descubrimos que el modelo de sociedad nace del modelo de Iglesia, porque la experiencia de ser “Pueblo de Dios” nos presenta una sociedad que es diversa pero participativa; lo mismo la experiencia de ser “Cuerpo de Cristo” nos presenta un criterio desde la espiritualidad que es unidad y diversidad, y, que desde el modelo de sociedad, también motiva a la participación, o sea, favorecer la unidad en esas realidades diversas.
* Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Arquidiócesis de Barranquilla – marencomar@hotmail.com