"No es el dolor físico el que me detiene, ni las cadenas en mi cuello lo que me atormenta, sino la agonía mental, la maldad del malo y la indiferencia del bueno" Coronel Luis Mendieta - Secuestrado hace 9 años.Por CLAUDIO MARTÍN BLANCO MALABET, Pbro. *Me han pedido que colabore con el Kairós escribiendo un artículo sobre la situación que estamos viviendo actualmente con el proceso de la devolución de los secuestrados, la presencia de la guerrilla de las FARC, lo que esto ha producido en las relaciones bilaterales de Colombia y Venezuela, y en general sobre lo que estamos viviendo y sus posibles consecuencias.
Creo que no habría ni tiempo, ni espacio, ni razonamientos suficientes para afrontar este tema en sus debidas proporciones y consecuencias, por eso me limitaré a enumerar una serie de circunstancias que se han producido en torno al tema de la Paz y glosarlas muy sencillamente.
1- Estamos recogiendo ahora, el resultado de muchas situaciones que se han vivido desde gobiernos anteriores y que por su misma complejidad, no se resolvieron anteriormente. El problema que vivimos hoy, no es nuevo, pero se ha complicado por los factores de vecindad con Venezuela, de una parte, y, por otra, porque hoy más que nunca somos más conscientes, o mejor, tenemos más conocimientos de las crueldades y vejaciones que han sufrido los secuestrados. Aunque no parezca así, hoy es “más nacional” el problema que hace unos años, por los alcances informativos y visuales que tenemos del mismo. Durante mucho tiempo hemos vivido ajenos a las realidades del secuestro, de espaldas al sufrimiento de los secuestrados y de sus familias. Es doloroso reconocerlo, pero así ha sido.
2- No podemos ser simplistas en el planteamiento de soluciones, tanto por parte del Gobierno actual, como por parte de las familias de los secuestrados y aún de los gobiernos amigos que quieren ayudar a solucionar esta situación. Las soluciones no son improvisadas y sus consecuencias hay que sopesarlas muy juiciosamente. Por eso hay desespero y críticas, pero sería irresponsable también actuar sin las debidas precauciones.
3- Debemos tener la seguridad de que el Gobierno nacional está realmente interesado en solucionar esta situación, y aún los gobiernos amigos que actúan de buena fe, pero debemos comprender también que las soluciones no son fáciles, implican otros factores que no se pueden mirar aisladamente y que comprometen la estabilidad y seguridad de la democracia. Así mismo, las familias, no pueden plantear soluciones aisladas de un contexto que debe mirar no sólo el bienestar de los que sufren, sino el bienestar de todo el país, su seguridad y soberanía, por muy doloroso que sea considerar esto último.
4- En estos días hemos oído el clamor de muchas personas sobre la “indiferencia” o la “falta de solidaridad” con los secuestrados y sus familiares; se ha insistido en la “terquedad” del Presidente, en la “intransigencia de las FARC”, en las “intromisiones irrespetuosas y amenazantes” de Chávez. En relación a lo que llaman “falta de solidaridad”, que es más una acusación que un simple comentario, deberíamos llamarnos a la reflexión serena sobre esto porque la pregunta más bien debería ser: “¿Cómo podemos ser solidarios sin que ésta supuesta solidaridad sea simplemente una posición más intelectual o sentimental, que real y eficaz?” ¿Cómo debe ser esta solidaridad? ¿En qué debe consistir?”. Este es un punto que los dirigentes del país: gremios, Iglesia, partidos políticos, Gobierno, pueblo, etc. deben resolver en actitudes reales que signifiquen o un apoyo total a las medidas democráticas que buscan una convivencia equilibrada con o sin secuestrados, o un rechazo total a las FARC que se vea en el cambio de un país que destierra la corrupción, que rechaza y no vuelve a elegir a funcionarios incursos en conductas delictivas, que cuida no sólo una imagen, sino una conducta avalada por los principios éticos mínimos, por criterios de verdad y honestidad, que manifiesta masivamente en las calles, en los medios, en todas las instancias sociales, su rechazo total a la barbarie que hemos visto a través de las declaraciones de los secuestrados.
5- Yo creo que todos en el país hemos sufrido con los secuestrados y sus familias, el horror del cautiverio inhumano y cruel al que han sido sometidos. Las imágenes de la televisión, las cartas que se han leído por los familiares, las situaciones vergonzosas a las que los han sometido, hieren profundamente los sentimientos de cualquier ser humano. No hay derecho, ni explicación, ni razón alguna para que esto suceda. Sin embargo, muchos de ellos llevan hasta más de diez años en cautiverio.
6- Por otra parte, en la persona del Presidente de la República legítimamente elegido, representante de una democracia sólida, descansa la responsabilidad de conducir al país. Hoy es el Presidente Uribe, más adelante será otro, pero la responsabilidad será la misma: ser fiel al juramento que hizo de dar su vida por el país, si es necesario. En estas circunstancias, debemos rodear al Presidente legítimamente constituido. Con frecuencia hacemos juicios de valor sobre si el Presidente hace o no hace por los secuestrados, si debe o no despejar, si debe hacer esto o lo otro, pero así mismo desconocemos todos los factores que se conjugan alrededor de cualquiera de estas decisiones y las graves implicaciones que una decisión, no sopesada debidamente, puede producir.
7- Es doloroso lo que está sucediendo. Ninguno de nosotros puede hablar sin tener en cuenta las situaciones aberrantes, inhumanas, salvajes por las que están pasando nuestros conciudadanos secuestrados, pero aunque sea doloroso decirlo, no olvidemos que estamos tratando con un grupo que carece de cualquier principio, como ya lo ha demostrado y que le importa absolutamente nada, ser consecuente con las promesas que hace. Puede sonar muy mal lo que afirmo en este momento, pero es una realidad que esta implicada en las situaciones absurdas que estamos viviendo: existen Estados y Gobiernos que jamás han negociado con terroristas o que se hayan sometidos a sus pretensiones. Uno de estos es Israel.
8- En última instancia es COLOMBIA ENTERA, sus instituciones, sus gremios, el hombre común de la calle, las universidades, todos los estamentos del país, los que deben izar una sola bandera: NO A LA CORRUPCIÓN, NO A LA VIOLENCIA DE CUALQUIER GÉNERO O MATIZ, NO AL FRAUDE INSTITUCIONAL O PRIVADO, NO A LA POLITIQUERÍA QUE SE APODERA DE LA COSA PÚBLICA, NO A LAS DINASTÍA POLÍTICAS QUE INSTAURAN POR AÑOS CADENAS DE SERVILISMO, ROBO, FRAUDE Y ENGAÑO, NO AL NEGOCIADO. Mientras no seamos capaces de cambiar estos parámetros, seguiremos viviendo el horror que hoy estamos viviendo.
* Párroco de la Unidad Pastoral Tres Avemarías - claudio.blanco@telecom.com.co