jueves, febrero 25, 2010
« La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo »
La verdadera justicia se refleja en el amor sin límites de Dios hacia nosotros. Él fue tan bueno y misericordioso que nos entregó a Su hijo para nuestra salvación. Es hora, que como cristianos comprometidos con una Iglesia viva y de puertas abiertas al mundo entero, demos testimonio de ese inmenso amor, y hagamos ver que Dios ha sido grande con nosotros, pues su amor es justo, no diferencia clases sociales, económicas, políticas, religiosas, razas y nivel cultural, por el contrario nos ama a todos por igual.
En su mensaje para la Cuaresma, el Sumo Pontífice, Benedicto XVI, nos explica el verdadero significado de la justicia y da fe que sólo la obtendremos a plenitud si dejamos que Dios entre a nuestro corazón, pues la justicia va más allá de poseer aquellos bienes materiales que muchas veces pensamos son la garantía de la felicidad. El Papa Benedicto XVI afirma: “Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios, pero la justicia “distributiva” no proporciona al ser humano todo “lo suyo” que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios”.
Pero, ¿De dónde proviene la injusticia que cada día vemos a nuestro alrededor? En ocasiones llegamos a pensar que es consecuencia de las exigencias del mundo, creemos que para ser poderosos necesitamos mucho dinero y poder ideológico, garantía de cosas pasajeras y olvidarnos de los demás. Por otra parte, estamos convencidos que aquellos que no son justos es a consecuencia del ambiente que les rodea, que lo que les ofrece la sociedad de consumo los lleva a ser egoístas. “La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original”.
Por tal motivo, se hace necesario, hoy más que nunca, ante tantas adversidades, especialmente las del pobre, el forastero, el huérfano, la viuda, el secuestrado y aquellos que lo han perdido todo por causas naturales o por el otro, que demos una mirada más profunda, olvidándonos de la autosuficiencia, de que sólo nos necesitamos a nosotros mismos para vivir en paz, que la vida es una constante competencia por la riqueza y el poder, que lo que pase a nuestro alrededor no nos importa si no llega a afectarnos. Es darnos cuenta que todos somos indispensables en el mundo para construir una sociedad de verdaderos hermanos, que mientras exista el egoísmo, la hipocresía y la intolerancia no llegaremos nunca a construir un mundo más humano. El Sumo Pontífice expresa: “Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad”.
Por último, la mayor muestra de humildad se refleja en aceptar que necesitamos de Otro, de Dios, para lograr nuestra salvación. El Papa afirma: “Hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor”.
Dios está a nuestro lado, si dejamos que Él entre a nuestro corazón y hagamos su voluntad, encontraremos la verdadera felicidad. Lo más importante es reflexionar y actuar para la construcción de una sociedad más justa, donde todos reciban lo necesario para vivir y donde la justicia se vea vivificada por el amor. ¡Nada nos falta cuando tenemos a Dios en nuestro corazón!
Parroquias Ayer y Hoy
De la mano de la Virgen María para construir el templo de Dios
En la Ciudadela 20 de Julio, sector Ripoll, se encuentra un considerable grupo de familias, quienes conviven en paz y armonía desde hace más de 30 años. Los primeros habitantes, llegaron en ese entonces, a habitar casas bien construidas y que contaban con todos los servicios públicos. Las personas que se encontraban en este lugar, sedientas de Dios, debían caminar hasta la unidad pastoral La Santa Cruz para asistir a las Eucaristías dominicales.
Un buen día se constituyó una junta pro parroquia que gestionó con las diferentes unidades pastorales vecinas para que al menos los domingos un sacerdote celebrará la Santa Misa en el sector Ripoll; las gestiones dieron sus frutos y el padre Milton Pérez comenzó a celebrar las Eucaristías en el parque Los Pitufos, dichas celebraciones luego se extendieron a distintos sectores para una mayor motivación de la feligresía. El entusiasmo crecía, pero no tenían ni siquiera una casa para guardar los ornamentos y sillas, mucho menos un lote en donde poder empezar a construir una capilla que motivara al Señor Arzobispo para declarar parroquia el sector.
La perseverancia y el deseo ferviente de construir una casa para Dios nunca se perdieron, y, contando con un parque como sede para las celebraciones, pero siempre se hacían una pregunta: ¿De quién era un lote que se encontraba al frente del parque? Este lote no se encontraba en muy buenas condiciones, estaba abandonado; el caso es que nadie sabe como ocurrió, pero lo cierto es que la junta se reunió con todos los habitantes del barrio y tomaron la decisión de limpiar el terreno, sacar toda la basura y sin mas preámbulos, con el acompañamiento y ayuda espiritual del padre José Palma se dieron a la tarea de empezar la construcción de un bello templo con la ayuda inicial de Catedratón.
Desde ese entonces, la comunidad trabajó activamente y desde los pocos recursos económicos con los que contaban aportaron su trabajo, talento y oraciones para poder presentar un modelo de parroquia que fue constituida como tal con el nombre de Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, el 20 de diciembre de 2.008 por Monseñor Rubén Salazar Gómez.
La Parroquia Hoy
Hace apenas un año y unos meses está como párroco de la unidad pastoral Nuestra Señora de Guadalupe, el joven sacerdote Ludwig Sánchez Vizcaíno, quien se encuentra muy entusiasmado con su parroquia, ya que por la gracia de Dios y el trabajo de los primeros sacerdotes que acompañaron esta naciente comunidad, ha podido cimentar con gran fuerza la vida espiritual y parroquial de aproximadamente seis mil habitantes que tiene el sector. La feligresía con frecuencia acude a la celebración de los sacramentos, responden con amor a las iniciativas del párroco y trabajan sincronizadamente en el plan de nueva evangelización que adelanta la Arquidiócesis de Barranquilla.
El cambio que ha tenido el sector Ripoll, gracias al trabajo pastoral se palpa en la organización y ambiente tranquilo en el cual viven. La casa cural es moderna y acogedora, la construyeron con ayuda de Catedratón.
El año pasado en el mes de diciembre, para el tiempo en que la comunidad celebraba la fiesta patronal, estrenaron el techo de la parroquia y recibieron una imagen Nuestra Señora de Guadalupe, elaborada en fibra de vidrio y traída de México.
Para finalizar, podemos decir que es entonces una mas de las nuevas parroquias de la Arquidiócesis de Barranquilla, la cual es fruto del esfuerzo de los habitantes del sector Ripoll de Soledad y las ayudas de Catedratón.
Encuentros con el Arzobispo
Por Julio Giraldo*
Los atlanticenses celebramos dos acontecimientos muy cercanos en cuanto a su fecha, uno lleno de alegría y esencia cultural. El otro es un llamado a la conversión. Son estos, el Carnaval y la Cuaresma, pero, ¿podemos vivir cada uno sin afectar el sentido del otro?
Julio Giraldo: Cada año, para esta época, se hace necesario hablar de Carnaval y Cuaresma, pues uno antecede al otro. La gente baila, se emborracha, se desordena y, el Miércoles de Ceniza, madruga a pedir perdón. ¿Surte efecto el perdón en estas circunstancias?
Arzobispo: A tu pregunta hay que responder puntualizando dos cosas.
Lo primero: el Carnaval no se puede identificar con el pecado; por el contrario, debemos tener muy claro que el Carnaval es una gran fiesta cultural folklórica que refleja el alma de nuestro pueblo y, en un cierto sentido, el alma humana, ya que ha sido declarado por las Naciones Unidas como “patrimonio oral e intangible de la humanidad”. Son muchos los valores que se manifiestan en el Carnaval: la belleza, la armonía, la fraternidad, la igualdad, el trabajo en equipo, la alegría, la celebración, la fiesta. Y éstos son valores que ennoblecen y que han ido fraguando el alma de nuestro pueblo costeño y, especialmente, barranquillero hasta llevarlo a ser lo que es: un pueblo sencillo, abierto, hospitalario, alegre, generoso, solidario… Si se presentan abusos durante las fiestas, esos abusos no son su esencia, sino más bien deformaciones de su auténtico espíritu. El exceso, la borrachera, el desenfreno, no son inherentes al Carnaval sino que, por el contrario, lo deforman e impiden que éste sea con mayor transparencia el acontecimiento cultural por excelencia de nuestro pueblo.
En segundo lugar, hay que puntualizar muy bien que el acercarse el Miércoles de Ceniza a recibir ese signo sobre nuestra cabeza no significa que se nos perdonen nuestros pecados, sino que con él queremos manifestar en forma pública que somos conscientes de que debemos iniciar un camino de preparación para la celebración de la fiesta central de nuestra fe: la Pascua. Un camino de preparación que exige de nosotros una disposición clara hacia una conversión profunda en nuestra vida que se expresa en las palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio” que acompañan la imposición de la ceniza.
J. G: “Conviértete y cree en El Evangelio”. Como Usted lo ha recordado, ésa es la frase que escucharemos el Miércoles cuando nos impongan la Ceniza: ¿Qué es “convertirse”?
Arzobispo: Se trata de un cambio radical de los referentes existenciales, es decir, de los valores con los cuales vivimos nuestra existencia. En el proceso de conversión, estoy bregando para que los valores del Evangelio –que giran fundamentalmente alrededor del amor, como se manifestó en Cristo- sean los que llenen mi vida, los que me motiven, los que me empujen, los que den razón y sentido a mi existencia, y, por lo tanto, el convertirme implica un análisis permanente de mi vida, de mis referentes, de mis valores, de los motivos que me mueven en mi vida diaria para lograr que sean los mismos de Cristo en un cambio permanente que me lleve a adecuar mi existencia a esos valores fundamentales del Evangelio que, repito, se resumen en uno solo: el amor.
En Carnaval y en Cuaresma, nuestra tarea es redescubrir siempre de nuevo el amor verdadero como referente fundamental de nuestra vida. Amor que es alegría, fiesta, pero también amor que es renuncia para compartir con el más pobre y necesitado. Amor, en fin, que encuentra siempre de nuevo las formas concretas de servir y de contribuir a la construcción de un mundo mejor.
*Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Por Mario Fontalvo*
¿Se imagina usted cómo sería su vida con menos de un dólar al día? Lo más seguro es que no hubiese podido ir hoy a trabajar por tener tan sólo para pagar un trayecto en bus. Tampoco hubiera tenido dinero para las tres comidas del día, ni mucho menos para las de mañana o para las de toda la vida. Es claro, además, que no tendría todos esos productos y servicios que ofrece el mercado para facilitarnos la existencia; andaría sin celular, sin televisión y sin Internet, por citar tan sólo a los íconos más representativos, favoritos y absorbentes en esta era tecnológica. Es más, creo que yo no estaría escribiendo este artículo por no tener computador.
En fin, a pesar de estas hipotéticas situaciones, a estas instancias lo más probable es que aún nos siga pareciendo difícil hacernos a la idea de concebir una vida, contando con sólo dos mil pesos diarios en el bolsillo, o incluso menos. Sin embargo, esta es la realidad de cerca de 1.000 millones de personas que viven en condiciones de indigencia en todo el mundo, según lo reporta el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En el caso de América Latina, la cifra de indigentes supera los 100 millones de personas, y en Colombia se calcula que hay 8 millones de personas en similar condición, sumadas a los 20 millones de colombianos que viven en situación de pobreza, es decir el 46% de la población cuyo ingreso familiar no supera un millón cien mil pesos. Así lo reveló el informe de actualización sobre las condiciones de pobreza en Colombia, presentado por la comisión de expertos de entidades del Gobierno Nacional y algunas universidades, a finales de agosto de 2009.
Lamentablemente, para estos millones de colombianos la pequeña lista de carencias imaginadas con las que inicié esta reflexión, resulta apenas una aproximación muy lejana, elaborada a tientas y con una mirada un tanto benévola y a la vez ingenua, de lo que en realidad viven aquellos a los que no les alcanza siquiera para comprar un litro de leche diario. Ellos sí saben lo que es andar repartiendo las necesidades de su día entre cuatro monedas de quinientos pesos, defendiendo su dignidad de ser humano con lo poco que tienen empuñado en su mano.
Percibir esta realidad en este tiempo de cuaresma que iniciamos, nos coloca ante múltiples interrogantes sobre cómo estamos viviendo como católicos esta invitación que nos hace la Iglesia, de llevar a nuestra vida diaria prácticas de auténtico sacrificio y penitencia. Y es que el ver reflejada nuestra vida de comodidades frente al viacrucis de privaciones de nuestros hermanos más necesitados, nos debe ayudar a reflexionar sobre el verdadero sentido del ayuno y la abstinencia, pero sobre todo acerca de la caridad cristiana.
Vienen bien a la ocasión las palabras pronunciadas por nuestro recordado Papa Juan Pablo II, en su mensaje para la Cuaresma de 1999: “La Cuaresma, vivida con los ojos puestos en el Padre, se convierte así en un tiempo singular de caridad, que se concretiza en las obras de misericordia corporales y espirituales (…) Existen situaciones de miseria permanente que han de sacudir la conciencia del cristiano y llamar su atención sobre el deber de afrontarlas con urgencia, tanto de manera personal como comunitaria”
Asimismo S.S. Benedicto XVI, con motivo de la Cuaresma en el 2009 expresó que “el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos (...).Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño”
Por eso, para nosotros los creyentes el ayuno y la abstinencia deben ir más allá de la práctica religiosa que respetamos y acogemos tan sólo por unos días, y que para algunos ya es una pieza de museo en el mundo contemporáneo. Vivir plenamente este tiempo desde esta invitación a la renuncia de lo que nos gusta pero que esclaviza, debe conllevarnos a una auténtica transformación espiritual, y por consiguiente, a un decidido cambio de vida, desprendida de los bienes materiales, y mucho más cercana a las necesidades de nuestros hermanos. Sólo así, viviendo en la sencillez y en la solidaridad podremos encontrar la plenitud de nuestras vidas, en la felicidad y en la paz que deja en nuestro interior el darnos, al igual que Cristo, como ese pan que se reparte y se multiplica para todos aquellos que viven con menos de dos mil pesos cada día.
“Dios tiene el color de todos los pueblos porque Él nos ha creado a su imagen y semejanza. Somos lindísimos y lindísimas como Él, y nos quiere a todos en amor y en paz”, fueron las palabras del presbítero Neil Alfonso Quejada Mena, Coordinador Nacional de la Pastoral Afrocolombiana CEPAC, para referirse al verdadero significado de esta en cada una de las diócesis del país. Dios está en medio de cada ser humano y reconoce la diversidad de todos; estamos llamados a trabajar por la unidad de la Iglesia.
En pocas palabras, el padre Neil describió la Pastoral Afrocolombiana como: “acción evangelizadora de la Iglesia católica que promueve integralmente el pueblo afro para que este desde su identidad socio histórico cultural ayude a la construcción del Reino de Dios”.
Pero, ¿Por qué hablar de esta Pastoral en el periódico Kairós? no es para menos, y es que desde el mes de enero contamos con la Pastoral Afrocolombiana en la Arquidiócesis de Barranquilla y su delegada es la hermana Michelline Towanow. Lo más importante para destacar es que Barranquilla abrirá sus puertas del 4 al 8 de mayo para recibir a todos los afrocolombianos que de diferentes rincones del país vienen para el diecinueveavo congreso nacional a celebrarse este año en La Puerta de Oro de Colombia, el tema será: Los Afrocolombianos y el bicentenario. Barranquilla será testigo de la muestra más alegre, con sabor y tumbao de cada afrocolombiano que llegue a estas tierras.
A nivel nacional para la Pastoral Afrocolombiana es muy importante y les llena de alegría el saber que desde hoy, existe una representación del pueblo afrocolombiano a nivel de Iglesia en el Atlántico. El padre Neil expresa: “El hecho que exista la Pastoral Afrocolombiana en esta ciudad ayudará a generar un ambiente de Iglesia como lo han venido trabajando para que desde la diversidad se construya la unidad y no desde la uniformidad. Pensamos que la Arquidiócesis va a tener grandes frutos y beneficios en el sentido pastoral, ya que mucha de su población es afro, podemos decir que Barranquilla tiene un 85% de este grupo étnico. Estamos aquí presentes y la Iglesia va a reconocer ese aporte de la población afro y los afro van a ver la Iglesia como una madre que reconoce a sus hijos desde su diversidad”.
¿Qué destacar de la Pastoral Afrocolombiana?
La Pastoral Afrocolombiana tiene en cuenta la cultura, valores, historia, luchas y fracasos de aquellos grupos afros que han perdido la esperanza. Busca descubrir el rostro de Dios en las poblaciones afro para que tengan vida y sean discípulos y misioneros de la Iglesia. En Colombia están presentes en 18 jurisdicciones, entre las que se destacan, Quibdó, Tumaco, Cali, Buenaventura, Buga, Popayán, Apartadó, entre otras.
El objetivo de esta pastoral es apoyar el fortalecimiento de la identidad y el proceso organizativo a nivel nacional, también unificar criterios entre los agentes de pastoral afros y no afros que acompañan al pueblo.
Lo expresado por la Pastoral Afrocolombiana en Barranquilla
La hermana Michelline Towanou, Delegada Arquidiocesana para la Pastoral Afrocolombiana expresa: “Estamos iniciando y hemos realizado visitas en las comunidades afro del departamento del Atlántico, hay un número importante de esta población, especialmente en barrios y colegios. Se han conformado comités que son los líderes en cada comunidad, cada uno de manera comprometida se ha dado a la tarea de resaltar la importancia de esta Pastoral, especialmente por el aspecto espiritual. La idea es caminar en el paso de lo que se está trabajando a nivel nacional para que los afrocolombianos que habitan en este departamento se sientan parte de la Iglesia y participen activamente de su identidad, con el orgullo de su riqueza y aporte en la vida especialmente parroquial”.
La invitación es para que todo aquel que se reconozca afro y tenga la buena voluntad de conocer de qué se trata la Pastoral se comunique a los teléfonos: 360047–3690767 ext. 115 o escribir al correo electrónico:mtowanou@arquidiocesisbaq.org
Monseñor Ruiseco, al contemplar la realidad de nuestros tiempos, hace un llamado a promover las vocaciones sacerdotales desde las parroquias, todos los seres humanos, especialmente los presbíteros, tienen un papel fundamental para que aquellos jóvenes que Dios ha elegido, descubran su vocación y de esta forma se mantenga viva la Iglesia, como lo expresa Monseñor Ruiseco los sacerdotes son necesarios para: “lo fundamental, anunciar el Evangelio de Jesucristo, orientando la gran misión continental para que hayan más discípulos y misioneros; segundo, celebrar los grandes misterios, especialmente la Eucaristía y el sacramento del perdón; tercero, acompañar a los que sufren, es decir, los pobres, los enfermos, los que están en la cárcel, los secuestrados y cuarto, muy importante, tiene que estar en capacidad de presentar la doctrina de Cristo a los más poderosos para que estos entiendan su deber con las clases más necesitadas”.
Pero, ¿cómo lograr que un joven de nuestros tiempos, descubra su vocación ante tantas cosas que ofrece el mundo actual y que llenan al ser humano de pensamientos superficiales y desesperanzadores? es aquí donde aparecen las cuatro etapas fundamentales para que una vocación se dé. En primer lugar, como lo expresa Monseñor Ruiseco, está el testimonio del sacerdote, es decir, aquel que ha configurado su vida a Cristo, está llamado a ser bueno y muchas veces esto se da, sin necesidad de decir una sola palabra.
El segundo lugar, pero no menos importante, es la familia, pues esta no debe oponerse a la vocación, Monseñor Ruiseco encontró en su hogar un apoyo a pesar que no era una familia excesivamente piadosa. En nuestros días las familias tienen que entender que lo mayor bendición que pueden recibir es que un hijo sea sacerdote o una hija tenga vocación a la vida consagrada.
Por último, está el ambiente, el cual es decisivo, pues Dios siembra la vocación, es así como escoge unas familias para sembrar vocación al sacerdocio o vida consagrada, por ejemplo en esta parroquia hay 100 familias, entonces de esas, escoge 20 familias para sembrar vocación, pues Dios hace lo que él quiere. Esos 20 pueden que se pierda la vocación que ni siquiera alcanzen a reflexionar, otros pueden ser piedra, es decir, el corazón del muchacho es duro, puede ser que el ambiente este ocupado por otros pensamientos y entonces la vocación trata de crecer pero abandonan la vocación y cuarto que tiene los tres ambientes propicios familia, escuela y ambiente y así lo más probable es que la semilla pueda crecer. Y eso es lo que esperamos de los seminaristas nuestros, sin embargo, Dios es tan buena gente que aún de familias donde no hay una vida religiosa surgen las vocaciones, entonces hay muchachos que tienen que luchar con sus propias familias para hacerse sacerdotes.
¿Qué realidades de nuestra sociedad está llamada a transformar la educación?
Por Johan Llanos Berdugo*
Para mostrar lo que puede ser el reto actual de la educación, quiero apoyarme en una reflexión hecha por Nelson Mafla, profesor de la facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, pero con la introducción de algunas pequeñas opiniones personales.
En distintos escenarios y de distintas maneras nos han hecho saber que los colombianos somos una sociedad de contraste: por una parte, nos mostramos avivatos, tramposos, clientelistas y violentos y, por otra, alegres y solidarios, pese a la adversidad. El resultado: una sociedad desequilibrada donde mas del 50% de la población malvive en la miseria, una sociedad de "incrédulos, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo depende de sí mismo” (J. León, 1999, p. 6).
Es verdad que como sociedad estamos avanzando en el fortalecimiento de un proyecto humano fundamentado en la libertad, la igualdad, la dignidad y la concordia. Pero ese avance es poco a poco. Para acelerar los procesos, es necesario un cambio de mentalidad por parte de la comunidad educativa.
Por otra parte, es inaplazable trasladar la vida cotidiana colombiana. Dicho de otra manera: es urgente pasar de una vida cotidiana problemática a la construcción de una vida cotidiana satisfactoria para todos. En relación con lo social, el cambio de mentalidad y trasladar la vida cotidiana son los dos componentes a los que la educación en general le deberían apostar.
La mentalidad de las personas esta emparentada con los paradigmas. Un paradigma es un lente, creado por nuestra cultura, que nos hace ver las cosas según unos valores sustentados por nuestras creencias y que permanece a través del tiempo por nuestra educación, vivencias, prácticas y conocimientos. Los paradigmas nos impiden ver las cosas realmente como son. Los paradigmas son imposibles de eliminar, sólo se pueden cambiar por otros, aunque realmente sea un proceso lento y doloroso. Para despojarse de un paradigma es necesario modificar nuestro sistema de valores, cambiando nuestras creencias y conocimientos por medio de cambios en la educación, las prácticas sociales, educativas y las vivencias para crear nuevas experiencias. Los paradigmas no son ni buenos ni malos; nos corresponde a nosotros transitar de un paradigma a otro en busca de las mejores condiciones de vida.
Quizás lo más novedoso, atractivo, y no por ello menos temible de este principio de siglo y milenio, es que tenemos que atrevernos a desaprender todo lo aprendido. Durante siglos hemos construido dogmas, paradigmas y hasta utopías que, en el fondo, todas conducían a lo mismo: la dominación (V. Giussani, 2003).
La educación entra en juego al momento de llevar al ser humano a observarse a sí mismo, a autocalificarse la vida diaria, a saber si sus necesidades corresponden a la realidad o si son impuestas para continuar reproduciendo una cotidianidad ajena. La educación tiene los elementos necesarios para fundamentar un proyecto humano abierto a la construcción de escenarios dignos para la vida humana. Obviamente, este tipo de práctica pedagógica requiere cambiar el énfasis al momento del acto educativo. Requiere el énfasis en la construcción de lo humano.
La construcción de lo humano, desde el tipo de prácticas que hemos expuesto, es posible porque los seres humanos podemos vivir situaciones diferentes si somos lo suficientemente libres para promoverlas y no llevar una vida fuera de la realidad, sino hacer de la vida cotidiana una extensa dimensión de nuestra creatividad.
El reto que se plantea, al trabajar con la comunidad educativa, es que a través de la educación, provocar, incentivar y animar una vida cotidiana en la que los ciudadanos puedan diseñar su proyecto de vida. Es decir, revolucionar la vida cotidiana y promover diferentes comportamientos y compromisos, que pudieran ir construyendo una cotidianidad más intensa, con mejores propósitos individuales y sociales. El reto es transitar “los caminos de la libertad”.
*Ingeniero en Telecomunicaciones, Universidad Autónoma del Caribe. Lic. Ciencias Religiosas. Diplomado en Teología Bíblica. Diplomado en Cultura de paz, no violencia y reconciliación desde enfoques teológicos. jojellabe11@hotmail.com
Parroquias Ayer y Hoy
Nada es imposible para agradar a Dios
La unidad pastoral San Miguel Arcángel, nace de la parroquia San Gabriel Arcángel, cuya historia contamos hace algunas ediciones; los habitantes del barrio Rebolo, asistían a los oficios religiosos en las unidades pastorales: San Roque, San Nicolás y San Rafael. Luego, con el inicio del nuevo modelo de evangelización, algunos feligreses decidieron participar de las celebraciones en la naciente unidad pastoral San Gabriel, pero este vinculo duró muy poco, pues fue tanto el entusiasmo que despertaba la creación de nuevas parroquias, que motivó a un numeroso grupo de feligreses a organizarse, creando una nueva célula pastoral, con la esperanza que más adelante fuera declarada parroquia.
La comunidad del barrio Rebolo comenzó a responder afirmativamente al llamado de construir un templo y llenos de entusiasmo, pues una nueva parroquia en su barrio sería un privilegio que no podían desaprovechar; es entonces cuando se crea la primera junta e inician su trabajo, el cual los llevaría de la mano de varios sacerdotes a lograr que el 27 de octubre de 2004, Monseñor Rubén Salazar Gómez, según decreto 042, erigiera la parroquia San Miguel Arcángel.
Al organizarse la comunidad eclesialmente, surge la necesidad urgente de conseguir un lote o una casa antigua para construir su capilla; en sus inicios y actualmente, la unidad pastoral funciona en plena vía pública, concretamente en la esquina de la carrera 25 con calle 21, por tal motivo, para las celebraciones se cierra la vía y se colocan sillas plásticas. Generosamente, con el fin de apoyar esta obra de evangelización, la familia Santiago Fonseca, generosamente cedió parte de su casa para que sirva como despacho parroquial, y allí también se guarda el Santísimo, los ornamentos y vasos sagrados. Además, en la puerta de este bendecido hogar se celebra la Eucaristía, la fiesta patronal, se bautizan los niños, se bendicen uniones matrimoniales, se conmemora la Navidad y Semana Santa; la feligresía en plena calle, bajo la lluvia o un inclemente sol, alaban a Dios y cuidan de este lugar como su parroquia, se sienten felices de ser una comunidad trabajando con compromiso a nivel pastoral y viven como verdadera Iglesia así no cuenten con templo material.
El mayor anhelo de la feligresía de San Miguel Arcángel es poder comprar un lote o alguna casa del sector y de inmediato proceder a construir su templo, ya tienen una suma de dinero como producto de su trabajo comunitario, pero las circunstancias no se han dado para poder sacar adelante su proyecto, no hay lotes disponibles en el sector y las casas en venta que existen, cuando sus dueños saben que es para construir una Iglesia Católica, triplican su valor. Pero, esto no los desmotiva, por el contrario en la mente de la comunidad nada es impedimento y continúan minuto a minuto implorando a Dios para que muy pronto aparezca esa luz que los llevará a construir su parroquia.
La Parroquia Hoy:
La unidad pastoral San Migues Arcángel es de nuestros días, cuenta con apenas 5 años de haber sido erigida. En la actualidad es atendida por el párroco de San Rafael Arcángel, el presbítero Ovidio Mendoza Jiménez, quien mantiene una estrecha relación con su comunidad, celebra varias Eucaristías a la semana y anima, orienta y organiza continuamente las actividades de su rebaño; por ser una comunidad nueva, no existen aún las estructuras sólidas para que el plan diocesano de renovación y evangelización PDR/E pueda funcionar a plenitud, aunque es importante resaltar en la actualidad se encuentran organizados algunos grupos que con mucha fe y esperanza realizan las asambleas familiares, visitan a los enfermos, preparan a nivel pastoral a los niños y trabajan la labor social con los más necesitados.
*Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
El Carnaval de Barranquilla, es uno de los carnavales más festivos y coloridos del mundo, cuyo símbolo emblemático es la alegría. La fiesta más grande de Colombia se celebra desde el sábado hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, con una tradición de más de cien años, es un acontecimiento cultural en el que se expresan y representan todas las variedades culturales de la Costa Atlántica Colombiana, se da rienda suelta al folclor de la región, a las más variadas manifestaciones culturales locales, a la música y al baile. Constituye, sin lugar a dudas, el aspecto más representativo de la ciudad, un espacio lúdico que cada año atrae a propios y extraños.
El carnaval nace de la fusión entre las antiguas fiestas paganas y la tradición católica. Es un evento en donde la fiesta y el jolgorio es lo principal, antes de entrar en el tiempo austero de las penitencias cuaresmales. En el carnaval, la gente se disfraza en un acto de diversión, no de desenfreno y derroche, es vivir y gozar el carnaval de manera sana y según los valores cristianos, no significa que al llegar la Cuaresma purificaremos los pecados cometidos en el Carnaval, pues la fiesta más importante de la Costa Caribe debe ser ejemplo para el mundo de fraternidad y verdadera expresión cultural.
La Corporación Universitaria Minuto de Dios ofrece alrededor de 15 programas técnicos profesionales y tecnológicos con enfoque social, cuyo fin es crear en el estudiante un sentido de responsabilidad social, es decir, que sea generador de riquezas para socializar, pensando de manera vital en el desarrollo regional.
Que destacar de la Corporación Universitaria Minuto de Dios
· Es una obra de la Iglesia católica, nace desde la inspiración del Evangelio y desde la doctrina social de la Iglesia, buscando relaciones más humanas.
· Primera universidad ubicada en el sur, entendemos la opción de los más necesitados no viviendo lejos de ellos, sino viviendo con ellos, conociendo su entorno, su cultura y realidad social.
La Corporación Universitaria Minuto de Dios, ofrece:
Programas Técnicos profesionales en:
· Manejo de suelos y aguas
· Producción de Palma de aceite
· Producción de arroz
· Producción ganadera de carne y leche
· Acuicultura
· Instalaciones eléctricas para edificaciones
· Elaboración de acabados arquitectónicos para edificaciones
· Instalaciones de redes hidráulicas, sanitarias y de gas para edificaciones
· Construcción de elementos estructurales y no estructurales para edificaciones
Programas Tecnológicos en:
· Gestión de la construcción de edificaciones
· Gestión de plantaciones de palma de aceite
· Producción Pecuaria
· Producción Agroecológica de cultivos
Jóvenes en Acción
La tarea es más allá de lo escuchado
Más que vernos y sentirnos jóvenes, estamos llamados a vivir a la manera de Cristo, según el Evangelio. El ser joven es vivir con alegría, con esperanza y plena convicción que los actos que realicemos en el hoy, repercutirán en el mañana, por tal motivo, estamos llamados a “Hacer lo que Él nos diga”. Dar un Sí a su voluntad. Ejemplo de esta confianza plena en Dios, la dieron los dos mil jóvenes que asistieron al Veintiochoavo Congreso Nacional de Jóvenes de la Renovación Carismática.
El objetivo central de este encuentro según lo expresó el padre Jaime , Asesor Nacional Juvenil de la RCC “respuesta de los jóvenes en el fervor y la esperanza que nos han dado, los jóvenes en Barranquilla nos han dado una lección de entrega a Dios, un testimonio que debe cuestionarnos a todos, jóvenes de todo el país que le abren su corazón a Dios, que quieren vivir de una manera distinta”.
Celebraciones Eucarísticas, talleres, jornadas integración, reflexión y alabanza para que los jóvenes se encuentren con Dios y se formen para ser mejores personas al servicio de la Iglesia, construyendo así una sociedad más fraterna, siendo rostro de Dios para la humanidad. Empiezan esta labor llevando el mensaje del congreso a sus parroquias.
Barranquilla, sede del congreso 2010 de la Renovación Carismática fue una verdadera anfitriona, durante cuatro días recibieron a jóvenes llegados de diferentes rincones de nuestra patria.
La invitación por parte del padre Jaime a aquellos jóvenes que no se han atrevida a amar a Dios y a dar testimonio de Él es: “Atrévanse a ser felices, cuando uno hace una opción de buscar la felicidad verdadera, encuentra a Dios en el camino porque Él es la felicidad verdadera, juéguense por la felicidad”.
Juan Francisco Rodríguez, Coordinador Nacional de Jóvenes de la Renovación Carismática Católica
La idea es que el conocimiento recibido en el Congreso y especialmente en las escuelas de líderes no se quede en una teoría, sino que se puede ir haciendo praxis, acciones, cosas concretas en las comunidades. Debemos ser multiplicadores primero de la formación que recibieron, este año la formación estuvo centrada en la espiritualidad de la Palabra. Lo segundo es que puedan iluminar las problemáticas, sueños y fortalezas de sus comunidades a partir del contenido y experiencia formativa. Y lo tercero es que eso conocimiento de ahí pueda generar nuevas propuesta para sus comunidades, las comunidades que envían a sus lideres están en condiciones y en necesidad de exigirle a ellos que elaboren nuevas propuesta que iluminen nuevos caminos para su comunidades y su realidades.
Edinson Pérez, Arquidiócesis de Barranquilla
Carmen Polo, Arquidiócesis de Cartagena
“Esta ha sido una experiencia de gran valor, un momento en el que Dios ha sanado mi corazón, ha llenado mi vida de mucho amor, me ha hecho sentir todo el amor que el tiene a todos sus hijos a pesar de que muchos jóvenes no le conocen y esta experiencia me lleva a ir donde están ellos, empezando por mi hogar y mi entorno. Dios me dice que no me rinda, porque él me necesita no sólo para hacer cosas sencillas sino cosas grandes, todos estamos llamados a hacer cosas en su nombre”.
¿Por qué existe el sacerdote?
Para mucha gente, el sacerdote es un hombre raro, revestido de poderes divinos, el cual tiene la misión de actualizar en la tierra la obra redentora iniciada por Jesús en la cruz. Su misión es la de dar la vida de la Gracia, distribuir el Pan de la Eucaristía y santificar las almas.
“El sacerdote existe para celebrar la Eucaristía”, decía el Papa Juan Pablo II. El sacerdote es, y esto hay que repetirlo bien alto, porque son pocos los que quieren entenderlo, un misterio de amor, un hombre enamorado de Dios y de su pueblo.
Todos, al mirarlo, mas o menos hacen sus cálculos y emiten sus opiniones, pero, ¡que pocos son los que llegan ni siquiera a sospechar lo que encierra, supone la vida y el ser de cualquier sacerdote! Como el Hijo de Dios que vino a este mundo y los suyos no lo reconocieron, sus ministros son también con frecuencia para los suyos, los “grandes desconocidos”.
No deseamos con ello justificar los defectos de los sacerdotes, pues somos hombres todos, y hombres con defectos, pero en nada se opone a la dignidad del sacerdote católico. El sacerdote fue llamado y ungido por Dios, y haga lo que haga, este sello jamás dejará de estar adherido a su ser.
Escogido por Dios, el sacerdote es el colaborador de Dios en la obra de salvación; tiene en su poder, en su misma mano, las armas de Dios. Cuando nuestro obispo nos consagró sacerdotes, nos ungió las manos con el óleo santo y nos entregó el cáliz con el vino, y la patena, así, el sacerdote queda constituido representante y mediador entre Dios y los hombres, y ésta constituirá su suprema misión sobre la tierra.
El misterio de ser sacerdote
En el fondo del alma de cada sacerdote, hay un martirio secreto. Ese martirio nos viene primero de nuestro oficio que nos aplasta por su dignidad, uno se siente demasiado pequeño por ello, es como una visión grandiosa que nos encanta y nos espanta a la vez. El sacerdote vive tan cerca de Dios. Tiene confianza y tiene miedo a la vez.
Imagínense ustedes el peso de la Hostia consagrada que levanta el sacerdote en el momento de la consagración, es pequeña y es más pesada que todo el universo, contiene al Creador, pues no es una presencia simbólica de Jesús, es una presencia real y verdadera. Imagínense también lo que representa una absolución dada a un pobre pecador arrepentido; mi profesor de orden sacerdotal, comentaba un día que el padre Karl Ráhner decía: “Hay sacerdotes que se rompen la cabeza buscando nuevos métodos de promoción humana y se olvidan que la promoción más grande que se le puede hacer a un hombre es la de tomarlo en el lodo del pecado y a través de una absolución, ponerlo en la puerta del cielo”.
Se encuentra en el corazón sacerdotal el celo por las almas. Tal vez algunos nos dirán: “Pero, Padre, Usted tiene fe, ¿por qué inquietarse tanto?” Claro que tenemos fe. Es precisamente por la fe que todo se nos hace tan grave. Es la fe que nos inquieta tanto, pues el ministerio sacerdotal sería una tarea como las demás sin la fe; pero creemos que hay un Dios en tres personas, que hay un cielo y un infierno; sabemos que tenemos el perdón de Dios en la mano y que nuestros fieles tienen un alma inmortal, por eso, cada acción, cada palabra, tiene una responsabilidad muy grande. Nuestra palabra cae siempre sobre la inteligencia y los corazones con la autoridad de una misión divina. Sentimos la responsabilidad de la vida de nuestros fieles. Porque tenemos fe, sabemos que al terminar cada vida humana se encuentra la muerte y el juicio de Dios. Con tal preocupación, la vida del sacerdote se hace pesada y angustiada en ciertos momentos. Hemos sido escogidos y tenemos la impresión de ser siempre tan insuficientes, tenemos que estar allí y cumplir con tan delicada responsabilidad.
Por otro lado, no quiero quejarme. Tenemos la vocación más sublime, la vida más grande que pueda alcanzar un hombre en la tierra, el sacerdote no puede ser reemplazado ni siquiera por los ángeles del cielo, pues confesar y celebrar la Eucaristía es una función confiada por Cristo a los hombres que tienen las manos consagradas y a nadie más.
En nuestra vida, es la alegría que domina, que reina. Estamos alegres por haber sido escogidos para la misión más necesaria en medio del pueblo. Tenemos la alegría de predicar la Verdad a tantas almas que la necesitan tanto en su pobre vida, de enseñar la Verdad que no es nuestra, sino la de Cristo, y que podemos hacerlo con tanta autoridad, pues la Verdad no es un concepto intelectual ni una energía, la verdad es una persona y se llama Cristo. Jesús dice: “Yo soy la verdad”.
Tenemos la alegría de dar pan a la alma hambrienta, de dar paz al corazón atribulado y de pasar por el mundo como portadores de luz y distribuidores de la Gracia.
Que María Santísima, la Madre de la Iglesia, la Madre del sacerdote interceda por nosotros para que vivamos con ardor la Misión en Nuestra Arquidiócesis de Barranquilla.
*Subdirector del Seminario Regional Juan XXIII
Parroquias Ayer y Hoy
Misioneros para construir Iglesia
Se gesta y se concreta la idea de la Capilla.
En 1963 se creó una junta pro-templo, que comenzó su trabajo con la primera fiesta en honor a Santa Lucía, la comunidad para ese entonces, contó con una imagen donada por Eliecer Sierra Ortega y Carmen Sosa de Sierra, para esta ocasión, improvisaron una capilla en la casa campesina; los moradores del sector disfrutaron y vivieron plenamente esta primera celebración, la cual se convirtió en el campanazo inicial para realizar muchas actividades que permitieron construir el templo.
El padre José Fuentes, párroco en ese entonces de la unidad pastoral de Baranoa, apoyó la idea y dividió el pueblo en sectores, y el 13 de junio de 1965, se inició en forma la construcción de la capilla, cuyo párroco fue el sacerdote Luís Vargas Ripoll; ya en Septiembre de 1979, Monseñor Germán Villa Gaviria celebró la Eucaristía en compañía del padre Basilio Natera, Luí Vargas Ripoll y otros presbíteros. A partir de ese momento, queda la capilla oficialmente inaugurada y bendecida. De 1979 hasta el año 1999, en la recién construida capilla se celebraba la misa dominical y fiestas especiales.
Nace la Parroquia.
El 2 de febrero del año 2000, Monseñor Rubén Salazar Gómez, crea la parroquia encomendada a Santa Lucía y nombra como su primer párroco al padre Julio César Balza, quien comienza la misión de abrir los libros parroquiales y organizar la comunidad para su nueva etapa. En cuanto a la casa parroquial, ya con anterioridad, el sacerdote Francisco Sierra visionando el futuro, había realizado una campaña que dio sus frutos, pues compró una casa que hoy, completamente adecuada, sirve de vivienda y despacho parroquial.
Por su parte, el padre Balza, igualmente motivó a su comunidad para la construcción de un nuevo templo. La idea, la concretó el segundo párroco, el presbítero Alexis Rodríguez, quien durante su ministerio logró derrumbar casi la totalidad de la vieja capilla y dejar bien adelantada la construcción del nuevo templo, realizó también un gran trabajo pastoral y adecuó convenientemente la casa parroquial, trabajo que complementó el padre Dagoberto Renals.
La Parroquia Hoy: (IMAGEN DEL PÁRROCO – ALPE PODRIAS DIAGRAMAR ESTA PÁGINA DE OTRA FORMA, TENIENDO EN CUENTA QUE ES POCA LA INFO DE PARROQUIAS HOY, PERO QUISIERA QUE SE UBICARAN DOS FOTOS PA IR REFRESCANDO MÁS ESTA PÁGINA?)
Desde el 1 de marzo de 2007, se encuentra como párroco el padre Kenneth Ramírez Pacheco, a quien le corresponde continuar con la ampliación del templo y complementar muchos detalles que aún hoy hacen falta, esto en la parte material, pues a nivel espiritual recibió de sus antecesores una comunidad bien formada, muy tradicionalista como toda la feligresía de Baranoa, lo que facilita su trabajo.
La gente tienen sentido de pertenencia a su parroquia y colaboran en todo lo que su párroco lidera; el padre Kenneth se encuentra de tiempo completo en su parroquia, visita los hogares y atiende consejería permanentemente.
Para la fecha, la comunidad se encuentra preparándose para vivir plenamente su fiesta patronal, el próximo 13 de diciembre, cuando Santa Lucía protectora de los invidentes, recibirá homenajes de propios y extraños, aunque para la fiesta, todo el que vaya al barrio Góngora de Baranoa, no será ningún extraño.
Es fundamental e importante en la celebración de la Eucaristía, un espacio donde el sacerdote llegue a la comunidad con una palabra clave y un gesto adecuado, para dar claridad al mensaje de la Palabra dada por Dios a los hombres en la Sagrada Escritura; esta es la Homilía.
De una manera muy sintética vamos a analizar ahora, lo que no debería ser y lo que sí debería ser la Homilía.
1. La Homilía no es una explicación. No es una clase.
2. No es tampoco un ejercicio de exégesis o explicación. Ciertamente debe tener relación estrecha con la lectura anterior de la Escritura. Pero no se trata de explicar el texto de manera difícil.
3. La Homilía no versa ni sobre un texto ni sobre acontecimientos pasados. Es un acontecimiento actual.
4. La Homilía no trata sólo de Dios sino del hombre. Trata de Dios pero en relación con el hombre, el mundo y el tiempo.
5. La Homilía no debe exponer primariamente una moral, sino un kerigma. Recuérdese que la primera denominación que se da a la Palabra de Dios es la de Evangelio (noticia gozosa) y la otra es Kerigma (anuncio solamente de un suceso importante).
6. La Homilía no está para dar respuestas a nuestros problemas, como a menudo se dice. Sería caer de nuevo en el moralismo, en el recetario.
7. No es tampoco el desarrollo de un tema doctrinal, teológico. A veces se piensa que para enriquecer nuestras Homilías debería inyectárseles una fuerte dosis teológica.
8. Los elementos formales que predominantemente se manejan en la Homilía no son ideas abstractas, sino símbolos y sentimientos.
9. En la línea de este diálogo profundo, hay que afirmar que la Homilía no puede decirlo todo, antes bien, debe sugerir para el oyente, a menos en su interior, lo que debe hacer, decir.
10. Nuestras Homilías son muchas veces un ramillete de tópicos, de vaguedades.
11. La Homilía no es una pieza autónoma. Es una fase de todo, una acción. La acción Sacramental.
12. Finalmente, la Homilía no es proyección de los problemas o inquietudes personales del que predica, sino el eco fiel de lo que es la Palabra de Dios.
Dijo el padre Cristian Prentch, sacerdote chileno que se hizo presente en la Semana de Formación, que tuvo lugar en el mes de noviembre, para los presbíteros de la Arquidiócesis de Barranquilla: “Es necesario que los sacerdotes mejoren el contenido y la forma de presentación de sus homilías”.
La Iglesia espera mucho de parte de sus sacerdotes y necesitan recibir una palabra clara que les llene de Dios y les hagan sentir el amor de Dios al mundo en cada uno de los corazones de los que le escuchan. Todos los sacerdotes están en el deber de preparar con el sano ejercicio de la lectio divina cada una de sus homilías y así ofrecerá las comunidades lo mejor de sí. Aquí descubrimos nuevamente algo que nuestro querido Arzobispo nos ha insistido tanto a los sacerdotes y ha enseñado a todas las comunidades de nuestra Arquidiócesis: la lectio divina.
La lectio divina, más que un método para leer la Palabra, es un encuentro, experiencia con el Señor que lleva al que la vive a salir de sí y sumergirse en el querer de Dios en su propia vida, pues la dinámica interna de sus pasos no se agota en sí, sino que trasciende, haciendo que a partir del texto escrito en la Biblia, se busque el encuentro personal con el Señor. De ahí que la lectio divina, es una instancia para una experiencia espiritual, buscando rehacer y retomar la experiencia original del escritor sagrado actualizándola en la propia vida.
Esta es la razón por la cual, un sacerdote viviendo su lectio divina podrá a través de su experiencia y guiado bajo la sólida enseñanza de la Santa Madre Iglesia, ofrecer al pueblo de Dios un mensaje adecuado y concreto, lleno de la efusión del Espíritu Santo de Dios y orientado a vivir la experiencia de la comunidad.
Hay que cuidar y velar por la trasmisión del mensaje Divino, por tanto, no falta recordar que es necesario prever la calidad de los medios por los cuales se transmite el mensaje de Dios para el pueblo desde una buena vocalización hasta la nitidez de un buen sonido, desde la disposición del ministro hasta la apertura del pueblo de Dios al mensaje divino. Todo es necesario y nada está demás cuando se hace de la preparación de la Homilía un verdadero milagro del encuentro con Dios que ama y responde a su pueblo con la paz.
*Párroco unidad pastoral María, Madre de todos los Santos.
En este mes de diciembre, tiempo en el que finalizamos un año más de la historia del mundo, vale la pena darnos un espacio y evaluar cómo va nuestro caminar, especialmente de cara a la santidad. Podemos creer que la santidad es sólo para unos, pero si hacemos memoria, los hombres y mujeres que tenemos como modelos de santidad, nos enseñan que es un llamado para todos, donde debemos ser humildes, necesitados de Dios y abandonados en sus manos amorosas de Padre y Madre.
Si estamos unidos en el amor de quien todo lo donó, como permanece la rama a la vid, comprenderemos el proyecto que Dios tiene para nosotros. Cada día Él se revela al hombre, mostrándole el camino a andar; y dónde más lo descubrimos sino es en la contemplación de Su Palabra, en la Eucaristía, en la escucha de Su Espíritu que nos habla desde lo creado, desde nuestros hermanos. Esto nos debe conducir a un cambio de vida, implica actuar, ser testigos; no podemos ocultar la luz cuando el mundo está necesitándola.
Se menciona en la mayoría de los ya proclamados santos, que vivieron unidos a la Virgen María, a través del Rosario, pues como lo dice la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, el Rosario es la oración que en su sencillez y profundidad está destinada a producir frutos de santidad; sólo veamos cuántos de nuestros hogares se han mantenido unidos por esta bella oración, cuántas vocaciones se han fortalecido en perseverancia. Es la misma Virgen María la que nos presenta la vida de su Hijo, desde el anuncio del ángel hasta la ascensión, es Ella quien nos dice cómo hacernos al Camino de santificación siguiendo el camino de humildad y servicio que Jesús nos enseñó.
¿Pero cómo hacernos a ese Camino?
Ella nos lo enseña, al igual que todo el pueblo de Israel, permanecía esperanzada por Aquel que había de venir, siendo escogida por Dios le abrió las puertas de su mente, de su corazón, de su voluntad a la acción del Espíritu, asumió la Voluntad del Padre, sobre el temor de lo que le podría pasar. Confió, se abandonó en el amor del Dios, quien la había predestinado para ser madre del Salvador. Al igual que Ella, cada uno de nosotros tenemos un proyecto de vida, Dios soñó con cada uno de nosotros y nos pide abandonarnos en Él para hacer realizable el acontecer de su Reino en nuestro hoy.
El santo Padre Benedicto XVI confió este año sacerdotal a María Reina de los Apóstoles, Ella si recordamos, acompañó a los apóstoles en todo momento, aún cuando el temor los consumía al verse sin el Maestro, fue su presencia amorosa y maternal la que en la espera de Pentecostés los animó para que con el soplo del Espíritu reanimara en ellos el fuego que Jesús había encendido en cada uno, y así fortalecidos por ese: “No teman estoy con ustedes”, encender a su paso la esperanza en cada hombre y mujer que el Espíritu los enviaba.
Muchos de nuestros sacerdotes cuentan con la guía y animación de sus obispos, al igual que de su comunidad parroquial, pero otros no. Durante una misión vocacional que realizamos en el mes de octubre, el Señor nos llevó a un lugar hermoso de su creación, Moñitos, está cerca del mar, habitado por gente humilde, trabajadora, golpeada por la violencia y por un tiempo de riqueza producto de la piratería, que cuando acabó, la sombra del dinero fácil enmudeció el grito de Dios que les decía cuánto los amaba y esperaba con los brazos abiertos. El padre Robiro José, es un joven entregado a su sacerdocio, fortalecido con la oración y de la mano con la Virgen María, aún cuando celebra con pocos, cuando tiene más de 70 veredas por cubrir, cuando la falta de compromiso es latente aún en los jóvenes, sabe que el Señor lo envió allí para “reconstruir su iglesia”.
Sacerdotes como Robiro José, nos recuerda por quién hemos dicho Sí, al igual que nuestra Madre María, por Jesús y por aquellos a los que el Padre nos confía. Querido hermano, que la oración de cada uno de nosotros por las vocaciones y en éste año por las sacerdotales, sean recibidas por el Señor, para que cada sacerdote fortalezca su ministerio en el servicio, en la alegría de acompañar en este peregrinar hacia la santidad a los hermanos que Dios les confió.
Te invitamos a nuestra adoración por las vocaciones todos los jueves de 4:00 a 5:00 p.m. en la librería Paulinas del Prado (Cra. 54 No. 70 – 121. Tel. 3600200.
*paulibar@metrotel.net.co
Encuentros con el Arzobispo
Unidad pastoral San Gabriel Arcángel
Por Julio Giraldo*
El año 2000, año del jubileo y de grandes transformaciones al interior de la Arquidiócesis de Barranquilla, una de ellas fue la creación de nuevas unidades pastorales en sitios estratégicos, gracias a la investigación de cada rincón del departamento del Atlántico, guiados por el entonces nuevo Arzobispo, Monseñor Rubén Salazar Gómez.
El barrio Rebolo, ubicado en el sector tradicional de Barranquilla, estaba en la mira del nuevo pastor; por su parte, en el mismo lugar, el sacerdote Jairo Restrepo, párroco en esa época de la unidad pastoral San Rafael Arcángel, envío agentes de evangelización por todo el sector para sensibilizar a sus habitantes, formar agentes de pastoral y detectar posibles sitios para la creación de parroquias. La semilla empezó a crecer y dar frutos, la gente del barrio miró con muy buenos ojos esta iniciativa, la cual consideraron una “bendición de Dios”, pues el hecho de tener tan cerca una parroquia, los dignificaba, llenaba de optimismo y esperanza, ante la situación de conflicto que se venía presentando.
Luego, de sentirse la mayoría de habitantes del barrio, comprometidos con el proceso, un grupo de mujeres decide iniciar el trabajo material y espiritual, de la mano del presbítero Jairo Restrepo y luego de los sacerdotes Rodrigo Valencia y Mario Solano, es así como el sector fue declarado parroquia el 15 de agosto del año 2000, con el nombre: San Gabriel Arcángel. A partir de la fecha, el trabajo pastoral fue arduo, el sector era habitado por personas de escasos recursos, pero con gran compromiso y sin dejarse avasallar por las dificultades, se logró ir conformando la Iglesia espiritual y paralelamente, se pudo con rifas, bingos y toda clase de eventos, bajo la animación y dinamismo del padre Mario Solano Cabarcas, el 21 de abril de 2005 pudieran comprar una casa, un poco antigua pero amplia, ubicada en la calle 26 con carrera 26.
La Parroquia Hoy:
Luego de nueve años de haber sido creada la unidad pastoral San Gabriel Arcángel, su capilla esta improvisada en la antigua casa que con sacrificio compró la comunidad parroquial, lamentablemente esta vieja casona se está derrumbando y es necesario demolerla para remplazarla por una estructura metálica que sería la solución para tener el templo que la comunidad desde hace tantos años anhela.
No hay dinero pues los recursos económicos de la feligresía son limitados, pero no pierden la esperanza de contar con una ayuda; por su parte, el crecimiento de la comunidad como Iglesia, se refleja en el sentido de comunión y participación de los habitantes del barrio Rebolo en las distintas actividades parroquiales; las personas han ido poco a poco conformando la Pastoral de la Salud, Pastoral Social, Pastoral Litúrgica, Pastoral con infantil y para ancianos.
Mujeres de la comunidad han conformado un comité de acogida, ellas con gran entusiasmo se sitúan a la entrada del templo para saludar con alegría a cada feligrés que se acerca a la celebración Eucarística. Por su parte, la animación musical en cada una de las Misas esta a cargo del grupo musical coordinado por el joven Boris Ariza y no podía faltar en este grupo elegido por Dios para la misión evangelizadora en el barrio Rebolo, los promotores del Kairós.
En la actualidad, el párroco es el sacerdote Ovidio Mendoza, quien con mucha diligencia y entrega apostólica, a pesar de tener que atender varias parroquias, celebra la Eucaristía en San Gabriel Arcángel varias veces a la semana y el domingo a las 10:30 de la mañana.
*Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Algunas consideraciones para el Año Litúrgico
Entonces ¿por qué aparece Teófilo si no se va a hablar de fútbol? La última semana de noviembre comenzaremos el nuevo Año Litúrgico correspondiente al Ciclo C (la Liturgia dominical está organizada en tres ciclos, cada uno con un evangelista diferente); este año corresponde la proclamación del Evangelio de san Lucas. Precisamente, Lucas a dedicado, sea su Evangelio como los Hechos de los Apóstoles, a un tal Teófilo (Lc 1,4; Hch 1,1) o mejor al “ilustre Teófilo”.
¿Quién es el ilustre Teófilo?
A ciencia cierta no sabemos quién era este ilustre señor, pero la mayoría de los estudiosos afirman que se trataría de un creyente a quien Lucas desea proporcionarle una sólida garantía de la formación inicial en la fe que ha comenzado a recibir (catequesis): “Para que comprendas la solidez de las enseñanzas que has recibido”. Pero, no sólo esto es interesante; desde los primeros siglos del cristianismo se hizo la interpretación simbólica del nombre, como si fuera la designación de los lectores de la obra lucana, en el sentido de “amado-amante de Dios” (theo: “Dios”-philos: “amado”, “amante”, “amigo”). Debo confesar que me gusta especialmente esta segunda idea porque consideraría a Teófilo, el amigo de Dios, como el representante del lector cristiano de todos los tiempos. Todo esto para afirmar que el nuevo Año Litúrgico se podría intuir como un verdadero itinerario de fe propuesto por la Iglesia, que es Madre y Maestra, a todos los amigos-amantes de Dios.
Es hora de vivir el Adviento
Aquí no paran las sorpresas, y no estamos hablando de resultados de fútbol ni del campeonato colombiano. Como bien sabemos, iniciamos el Año Litúrgico con el tiempo de Adviento; siempre los momentos importantes de la vida se preparan y esto es lo que precisamente hacemos durante este tiempo litúrgico: Celebramos la primera venida de Cristo “en la humildad de la carne” y la segunda que será “en la majestad de Su Gloria” (prefacio de Adviento). Son dos momentos fuertes de la única historia de salvación que abrazamos y proclamamos en este tiempo y cuyos elementos comunes son la “venida” y la “espera”.
Sin temor a exagerar, se puede decir que es en este Ciclo C en el que el Adviento adquiere su relieve más completo; y esto por diversos motivos.
· El primer motivo: Lucas es el evangelio “mariano” por excelencia. Lucas es el evangelista que nos trae mayores detalles de la Virgen María (Lc 1-2), protagonista sin lugar a dudas de este tiempo de preparación y el mejor modelo del Adviento porque lo “esperó con inefable amor de Madre” (prefacio de Adviento). María visita a Isabel y hace su “adviento” en la casa de Zacarías (Lc 1, 39-56) y el Hechos (Hch 1,14) se mantuvo perseverante en la espera del don del Espíritu en Pentecostés.
· Un segundo motivo es la presentación de Juan el Bautista. Lucas es, nuevamente, el único que nos habla de su concepción y nacimiento, de quiénes eran sus padres y cuál es su papel en la historia de salvación (Lc 1). En el evangelio el Bautista está situado en las coordenadas de la historia política y religiosa de Israel, pero su misión profética apunta a la universalidad “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6), tema querido por Lucas. Igualmente, la voz del Precursor invitando al cambio de mentalidad, conversión, se hace sentir fuertemente en estos días de Adviento como lo hizo en el desierto preparando la venida del Salvador (Lc 3,1-22).
· El tercer motivo es el ambiente de alegría y confianza en la espera del Señor en el tiempo presente, que aparecen con claridad en el Evangelio. El Adviento está profundamente marcado por la espera de la Navidad y su misterio que llena de alegría y vigilancia atenta a todos los creyentes; quién más que Lucas que está salpicado de alegría y sonrisa en todo su Evangelio para ambientar este tiempo: “Alégrate, el Señor está contigo” (Lc 1,28; 46-55).
En la misma dinámica, Lucas nos hace tres invitaciones, por así llamarlas, necesarias para vivir cada Adviento: pobreza, renuncia y oración. Lucas es sensible al tema de los pobres que son los primeros destinatarios de la Buena Noticia (Lc 2, 8-20; 4, 18-19); es el pobre quien puede acoger totalmente al que se ha hecho pobre para enriquecer a la humanidad: Jesucristo, el Salvador misericordioso. En esta línea presenta también el tema de la renuncia y el desapego; para seguir a Cristo no sólo se debe abandonar “las redes y el padre” como nos cuenta Mateo, sino todo (5,11) porque sólo así el creyente abre a la posibilidad de recibir el don del amor más grande. Por último, la oración no sólo por los himnos que del Evangelio ha tomado la litúrgica cristiana (“Magnificat”, “Benedictus”, “Gloria in excelsis”, “Nunc dimittis”), sino por la presentación que hace de Jesús como el gran orante a quien le tenemos que decir en este tiempo con insistencia «enséñanos a orar» (Lc 11,1).
Estas tres invitaciones -pobreza, renuncia y oración- nos permitirán vivir el ambiente del Adviento y preparar mucho mejor nuestra vida a la gran celebración de la Navidad, al misterio de Cristo, centro de la historia de salvación, que año tras año celebramos y actualizamos. Pero no podemos olvidar una última cosa: sólo el Espíritu Santo nos permitirá vivir un Adviento pleno y lleno de esperanza, y en esto Lucas sí que es especialista. Ya desde las primeras páginas del Evangelio aparece la acción del Espíritu (Lc 1,15), atraviesa toda la narración (Lc 4,18ss) y se proyecta a lo largo de todo el libro de los Hechos (Lc 2). Así como en el Evangelio es el que mueve e impulsa la actividad de Jesús, en los Hechos es el principio de crecimiento de la comunidad y la garantía de la proclamación de la Buena Nueva.
Que sea entonces el Espíritu del Señor, que con tanto entusiasmo proclama Lucas en su Evangelio, quien nos guíe en este itinerario celebrativo del Adviento y nos permita como Teófilo ir creciendo en nuestra amistad con el Señor para que expectantes vigilemos sin desfallecer y seamos en y para el mundo motivo de esperanza.
A estas alturas, sólo espero que todos los que se llaman Teófilo, es decir, todos los amantes de Dios, permitan que las palabras del Evangelio de Lucas canten, florezcan y resuenen dentro de sí en este nuevo Año Litúrgico y el Adviento que estamos por comenzar, de tal modo que, el alma se convierta en un “caracol repleto del eco del mar de Dios”.
La Iglesia nace y se hace en la acción evangelizadora y apostólica, pues ella continúa la misma acción de Cristo encomendada por el Padre y comunicada por los apóstoles para la salvación del género humano.
Esta acción misionera de la Iglesia tiene su raíz y su fuente en Cristo mismo que, para cumplir la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los Cielos, nos reveló Su misterio y efectuó la salvación del hombre con Su obediencia (Fil 2,8). Es en Él y por Él como la Iglesia desde sus inicios, desde su fundación ha difundido, asimilado y vivido la comunión con el Padre por Cristo, por esta razón la Iglesia goza de aquella verdad revelada, que la impulsa a anunciar, a trabajar en la construcción del Reino en medio de este mundo, siguiendo las enseñanzas y el mandato de su Señor (Mt 16, 15), de tal manera que la acción evangelizadora de los apóstoles y de los discípulos no es otra que la del mismo Cristo, pues Él los envía en Su nombre (Lc 9, 1 ss), como el Padre envió al Hijo, así el Hijo envió a los apóstoles (Jn 20, 21) (Mt 28, 18-20).
Este solemne mandato de Cristo, de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los apóstoles con la misión de llevarla hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8). De aquí que haga suyas las palabras del apóstol “¡Ay de mí si no evangelizare!” (I Cor 9, 10), y por eso se preocupa incansablemente por enviar evangelizadores hasta que queden plenamente establecidas las nuevas iglesias y éstas continúen la obra evangelizadora. (LG 17)
Ahora bien, esta acción trasformadora de la Iglesia, es decir, la misión, es asistida por la Gracia santificadora del Espíritu Santo que, como en Pentecostés, (Hch 2, 1- 13) fortalece y acrecienta la esperanza en las gentes e impulsa a la Iglesia a anunciar a Cristo experimentando al tiempo la alegría y el gozo de Su Resurrección, apartando de ella el temor y la cobardía a ejemplo de las primeras comunidades Cristianas (Hch 2, 14 - 38). Es indudable la acción del Espíritu Santo en el obrar evangelizador de la Iglesia, pues así como Jesucristo fue impulsado por el mismo Espíritu para poder realizar su misión (Lc 3, 22- 23; 4, 1) del mismo modo en Pentecostés la Iglesia es impulsada a la obra evangelizadora encomendada por el Señor.
“La Misión pues de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obedeciendo al mandato de Cristo y movida por la Gracia y la Caridad del Espíritu Santo se hace presente en acto, pleno a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, a la libertad y a la Paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la Gracia de tal manera que, se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo” (AG 5)
Por lo anteriormente dicho, la Iglesia que posee el tesoro de la humanidad: “Cristo”, es evangelizadora, misionera por naturaleza, es Sal y Luz del mundo (Mt 5, 13 - 16) y fermento de santidad, esta es su tarea esencial, evangelizar y ser testigo del Amor de Cristo por la humanidad. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad Cristiana recibida en el bautismo, alcanzando su plenitud en la confirmación, por ello debemos manifestar a Cristo al mundo como amigo del hombre.
En fin la Iglesia es sujeto de la acción evangelizadora y apostólica porque es ella el cuerpo de Cristo, por ello debe seguir la misión de su maestro y dicha misión es hacer presente el Evangelio, es decir él mismo, con su acción, con su dinamismo, con su autoridad y su poder; por lo tanto la Iglesia debe prolongar la acción de Cristo, que es anunciar el Reino de los cielos, ayudar a que la gente descubra la presencia de Dios en su propia vida y enderezar su vida por la acción de Dios, por esta razón la Iglesia se ve vinculada de esta manera a la acción de Jesucristo, del maestro, cabeza y fundador de la misma.
Tanto ayer como hoy, el Señor sigue derramando su vida por la labor evangelizadora y apostólica de la Iglesia que con la fuerza del Espíritu Santo enviado desde el cielo (I P 1, 12) continúa la misión que Jesús recibió del Padre.
*Estudiante del Seminario Regional Juan XXIII. Primer año de Teología. teofilo_373@hotmail.com
En la celebración de la Santa Misa, nos expresamos con todo el cuerpo, los gestos y movimientos manifiestan la comunicación que refleja y fomenta nuestra actitud. Esto se ha vivido en toda la historia de la Iglesia. En la actualidad, la Liturgia presta particular importancia al cultivo de la interioridad y la uniformidad, así lo da a conocer el Concilio Vaticano II para vivir la comunión eclesial. Haciendo que el cuerpo no sólo distraiga, sino que ayude a vivir de manera plena la celebración litúrgica.
Lo primero que ha de tenerse en cuenta, es que todas las posturas señaladas para la asamblea, ante todo significan y fomentan el sentido de comunidad y de unidad de los participantes, no es capricho del sacerdote, sino que es mandado por la Iglesia, para vivir la unidad y la uniformidad en las celebraciones (cf. OGMR 20).
A continuación se explicará la vivencia de cada postura o gesto que se tiene en la celebración:
DE PIE: La postura de pie expresa la dignidad del hombre como señor. Es la postura del resucitado.
En la Eucaristía nos ponemos de pie:
· Al inicio junto con el canto y la procesión de entrada hasta el final de la oración colecta.
· Cuando se aclama el Evangelio y durante su proclamación, porque se trata de la lectura más importante.
· Durante el Credo y la Oración Universal.
· En la gran Plegaria Eucarística y la preparación a la comunión.
· Padre nuestro, gesto de la Paz, Fracción del Pan.
· Y la Bendición final.
·
SENTADO: Esta postura representa la actitud de quien preside, de quien tiene autoridad y enseña. A la vez representa a quien escucha, medita y aprende.
En la Celebración Eucarística nos sentamos:
· En las lecturas antes del Evangelio, incluyendo el Salmo. Allí estamos escuchando y meditando lo que se nos está proclamando.
· En la homilía, durante la presentación de las ofrendas.
· Después de recibir la Comunión, meditando, en una actitud de recogimiento.
· También lo hacemos después de la comunión.
DE RODILLAS: Su sentido apunta a la sencillez y la humildad. Expresa, además, el pedir perdón, tal como el hijo pródigo que se arrodilló ante su padre (Lc. 15). También es una postura penitencial y de adoración. Expresa una actitud interior ante la grandeza de Dios. San Pablo nos dice que: “al Nombre de Jesús toda rodilla se doble” (Flp. 2, 10).
En la Eucaristía nos arrodillamos en el momento de la consagración.
CAMINAR: es un signo muy expresivo en nuestras celebraciones litúrgicas. Caminar, indica estar disponible y tomar decisión.
En la Eucaristía se debe dar importancia a este gesto en:
· La procesión de entrada,
· El momento de salir a proclamar las lecturas,
· La presentación de ofrendas,
· La procesión para recibir la Comunión y
· La despedida: “Somos la Iglesia peregrina de Dios”
GENUFLEXIÓN: Es un gesto de respeto, de humildad y de adoración. Es un símbolo de nuestra adoración al Señor, especialmente ante su presencia en el Sagrario. En nuestra Celebración Eucarística el sacerdote que preside realiza este gesto al comienzo, después de consagrar el Pan, después de consagrar el Vino, terminada la oración para la comunión y al final de ella.
LA SIGNACIÓN (SEÑAL DE LA CRUZ): Es uno de los gestos más repetidos por los cristianos y es, además nuestro símbolo universal que se ha empleado desde los tiempos antiguos. Es un signo de pertenencia y seguimiento a Jesucristo. También este signo nos ha de recordar en algún modo nuestro bautismo. Así lo hacemos al comenzar la Eucaristía, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo como pueblo de bautizados, seguidores de Jesucristo. También antes de la lectura del Evangelio como signo de acogida a la Palabra y al final de la Eucaristía.
LA VENIA: Es una reverencia de mucho significado. Representa adoración, reconocimiento de la grandeza de Dios. La realizamos cuando pasamos en frente al altar durante la Eucaristía y se le hace al altar y no al sacerdote.
INCLINACIONES:
· Inclinación de cabeza: Durante las bendiciones, imposición de manos. Esta inclinación muestra nuestra disposición a recibir la gracia de Dios.
· Inclinación profunda: Si alguna enfermedad o por edad no podemos arrodillarnos durante la consagración, debemos hacer una inclinación profunda.