jueves, abril 23, 2009

NUESTRA PORTADA


Parroquias Ayer y Hoy

Unidad Pastoral Cristo Resucitado. Corregimiento de la Playa
Feligresía unida crece espiritualmente
Por Julio Giraldo*



Nos cuenta doña Delfina Cabas Robledo nacida en el corregimiento “La Playa”, que este sector ya existía cuando se fundó la ciudad de Barranquilla; sus abuelos le contaron que aquí se asentaron las primeras familias (Orellano, García y Torres); era un sector rodeado de mangles, con muy pocas casas; algunos habitantes vivían de la pesca y otros eran leñadores; era un lugar tranquilo a 2 kilómetros del mar, la comunidad era muy unida, tanto así que compartían momentos de tristezas, alegrías y celebraban las fiestas patronales de San Roque y la Virgen del Carmen.

En un principio a este corregimiento se le dio el nombre de Eduardo Santos, y así figura en varios mapas, pero los habitantes prefieren llamarlo simplemente “La Playa”; este tranquilo y paradisíaco lugar se fue poblando con familias que llegaban de Galapa y de otros pueblos del interior del país, inclusive de municipios lejanos como San Rafael en el departamento de Antioquia, el pueblo siguió su desarrollo de forma adecuada, pero su historia cambió cuando llegaron invasores, los cuales se posesionaron de terrenos ajenos, clavaron cuatro estacas, cubrieron con plásticos y allí improvisaron sus viviendas.

Por otra parte, con respecto a su historia religiosa, como se mencionaba anteriormente en el texto, sus habitantes expresaban su fe conmemorando las fiestas de sus santos predilectos y los domingos desde Barranquilla llegaba un sacerdote para celebrar la Eucaristía en una pequeña capilla, la cual tenia un campanario que ellos mismos habían construido; el padre Coronel, el padre Pérez, y muchos años después Hermes Nieto y Ciro Ávila entre otros sacerdotes, cada domingo llegaban al corregimiento luego de viajar por un trayecto largo y difícil, ya que las vías de comunicación eran trochas y estaban llenas de barro. Los presbíteros sólo hacían presencia en las celebraciones eucarísticas, por tal razón, cuando fallecía un habitante, piadosas mujeres le rezaban un rosario, entonaban cantos y lo sepultaban.

Los elementos necesarios para la celebración de las misas como los vasos sagrados y ornamentos, eran guardados en la casa de Blas García, quien fue durante 40 años inspector de policía de la localidad.

Los años fueron pasando, la comunidad siguió organizándose y fueron bendecidos con la presencia del padre Jorge Muñoz, quien en ese entonces era profesor del seminario y por estar cerca de la urbanización “La Playa” se dedicó a orientar y ayudar espiritualmente a la feligresía, fue prácticamente este sacerdote el motor que impulsó y trazó los pasos a seguir para que la pequeña capilla pudiera ser declarada parroquia. La gente entusiasmada y agradecida con el padre Jorge Muñoz por esta idea, siguió visualizando el proyecto de parroquia y llegaron en consenso general a decidir que se llamaría Nuestra Señora del Carmen.

Pero un día, luego de la llegada del padre Limber Romero como guía espiritual de este grupo de católicos, mientras celebraba una eucaristía, observó que en la piedra del altar decía: “Cristo Resucitado”, entonces el sacerdote le dijo a la comunidad que en adelante el templo tendría como patrono al Jesús Resucitado. No fue fácil para la mayoría de la feligresía entender el cambio, pero al final todos estuvieron de acuerdo.

Luego de un tiempo, llegó el padre Luis Angulo Batista, un joven sacerdote muy respetuoso de las tradiciones del corregimiento y quien realizó un buen trabajo espiritual y material; para suceder al padre Angulo fue nombrado el padre Ramiro Pérez y más adelante el padre Giovanni Hernández Peñaranda, quien le dió una transformación total a la parroquia, pues logró ordenar algunas situaciones y solucionar ciertos problema.

La Parroquia Hoy:
En la misma casita en donde se inició la historia religiosa del corregimiento “La Playa”, pero ya reformada y en proceso de ampliación, hoy se encuentra como párroco el sacerdote Franklin Posso Mesa, quien ha sido bien recibido por la comunidad, la cual fue su primera parroquia asignada luego de ser ordenado como presbítero.

Al llegar encontró una feligresía bien estructurada, que tiene claro el sentido de Iglesia y consciente del trabajo pastoral de acuerdo al nuevo proyecto de evangelización.

En estos momentos existen dos células: Nuestra Señora de la Eucaristía y San Juan Eudes, pero la comunidad trabaja para que dichas células se conviertan en unidades pastorales.

Un gran reto que enfrenta el padre Franklin es que la mayoría de las familias tienen problemas de convivencia conyugal, además hay jóvenes entregados a la drogadicción, pandillas juveniles, delincuencia y jovencitas que con apenas 14 o 15 años ya son madres solteras; pero en medio de está problemática, existe un numeroso grupo de niños, jóvenes, adultos, adultos mayores y familias que fieles a sus principios religiosos peregrinan de la mano del sacerdote para la construcción de una Iglesia tanto espiritual como material; cada día más feligreses se acercan a recibir los sacramentos y las misas dominicales son muy concurridas.

Entre los proyectos de su actual párroco, el presbítero Franklin Posso, está el seguir reconstruyendo el tejido humano de su comunidad, guiarlos por el camino del Evangelio y terminar la construcción del templo que ahora cuenta con una gran ayuda, la donación realizada por la Arquidiócesis de Barranquilla.

* Periodista – Historiador.
julioetica@yahoo.com

Encuentros con el Arzobispo

El Sufrimiento ¿Tiene sentido?
Por Julio Giraldo*

El recordar la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén el Domingo de Ramos, es lo que marca el inicio de la Semana Santa, con esta bienvenida por parte de sus discípulos y en estos tiempos el recibimiento que le damos nosotros, significa que los católicos reconocemos a Jesús como Aquel que dio su vida por la salvación del mundo. En esta ocasión nuestro Arzobispo, Monseñor Rubén Salazar, nos explicará sobre el verdadero sentido de este solemne acontecimiento.

Julio Giraldo: Con la tradicional Procesión de Ramos se inicia el próximo domingo en todo el mundo católico la Semana Santa. ¿La entrada triunfal del Señor Jesús a Jerusalén había sido preparada de antemano, o fue de imprevisto?

Arzobispo: Todo el ministerio de Cristo fue una preparación para la entrada triunfal a Jerusalén, ya que cuanto Él había realizado hasta ese momento –la enseñanza, las curaciones y obras poderosas, la elección y formación de los discípulos- estaba dirigido hacia su Muerte y su Resurrección que tendrían lugar en Jerusalén. Al darle una bienvenida gozosa, sus discípulos lo reconocen como el Mesías esperado. Y la Iglesia, en este domingo, con la proclamación solemne del relato de la Pasión después del relato de esta entrada triunfal, nos hace comprender cómo Jesús es el Mesías esperado que se entrega a la muerte por nosotros para asumir sobre sí todo el peso de nuestro sufrimiento y de nuestra muerte, ya que la Pascua –el paso de la muerte a la vida de Cristo y con Él de todos los que creemos en Él- es el misterio que da sentido al sufrimiento humano, al manifestar plenamente la sobreabundancia de la com-pasión de Dios, realizada en Jesucristo.

J. G: Es decir, que la alegría por el triunfo del Señor debe convertirse en contemplación de su entrega al sufrimiento y a la muerte por nosotros…

Arzobispo: Sí. Este domingo –como toda la Cuaresma- está impregnado de la luz de la Pascua. Como nos dijo el papa Benedicto XVI en su hermosa homilía del miércoles de ceniza, “se nos invita a revivir lo que aconteció en el corazón divino-humano de Cristo mientras subía y entraba a Jerusalén por última vez, para ofrecerse a sí mismo en expiación. A medida que Jesús se acercaba a la cruz, el sufrimiento y la muerte bajaban como tinieblas pero también se avivaba la llama del amor. En efecto, el sufrimiento de Cristo está totalmente iluminado por la luz del amor: el amor del Padre que permite al Hijo afrontar con confianza su último ‘bautismo’, como él mismo define el culmen de su misión (Lc 12,50)”. Así el Domingo de Ramos es, como lo presenta la Iglesia, el Domingo de la Pasión del Señor; en él somos invitados a adentrarnos en ese misterio insondable de la com-pasión de Dios que asume nuestro sufrimiento y nuestra muerte para darles un nuevo sentido.

J. G: Sin embargo, todo parece seguir igual. En realidad, ¿para qué sirvió la pasión y la muerte de Cristo?

Arzobispo: Sigo citando al Papa: “Ese bautismo de dolor y de amor, Jesús lo recibió por nosotros, por toda la humanidad. Sufrió por la verdad y la justicia, trayendo a la historia de los hombres el Evangelio del sufrimiento, que es la otra cara del Evangelio del amor. Dios no puede padecer, pero puede y quiere com-padecer. Por la Pasión de Cristo puede entrar en todo sufrimiento humano «el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza» (Spe salvi, 39)”. La realidad es que podemos luchar contra el sufrimiento pero no podemos suprimirlo. Lo que hace feliz al ser humano no es esquivar el dolor y huir ante el sufrimiento, sino aceptarlo, asumirlo, hacerlo fuente de amor para los demás para ser capaces de sufrir con el otro y por el otro, sufrir por la verdad y la justicia, sufrir con amor para llevar el amor. Y para esto es necesario contemplar a Jesucristo que sufrió por amor y –unidos a su muerte y su resurrección por la escucha de su palabra y por la participación en los sacramentos- recibir en nosotros la fuerza de su Resurrección para poder continuar transformando el mundo con el amor. Ésta es la posibilidad que se nos abre en la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor durante esta Semana Santa.

* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Pascua, acontecimiento central donde el amor toma un nuevo nombre: Solidaridad


Por Johan Llanos Berdugo*

La celebración de la Pascua como acontecimiento central de la Semana Santa, se ha convertido para muchos, sólo en el momento oportuno para realizar prácticas exteriores que a lo mucho recuerdan a un Dios crucificado, y un momento más para volver a escuchar el mensaje central de la fe cristiana pero sin ninguna influencia profunda y personal sobre el creyente en el compromiso pastoral. Por esta razón resulta más conveniente hablar hoy de realidades cristianas que transformen y no sólo de verdades cristianas que informen.
El Domingo de Ramos nos introduce en Semana Santa colocándonos ante el gran misterio de la exaltación de Jesús, misterio de gloria que brota de la Cruz, revelación del amor de Dios. Tiene sentido celebrar el Domingo de Ramos si estamos dispuestos a perseverar con esas mismas palmas hasta el Domingo de la Resurrección, recorriendo la procesión que pasa por el triduo pascual, aprendiendo que la verdadera palma de la victoria es la de la Cruz. Llegaremos así al evento central de toda la historia de la humanidad: la muerte y resurrección de Jesús. De hecho, la Pascua es el fundamento de la fe cristiana, el corazón de la vida de la Iglesia, la revelación de un Dios que saca del mal al bien, vida de la muerte. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, el paso de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Es la Pascua también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de Su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés.
No es casualidad que la Pascua sea el centro del calendario cristiano: toda la fe está en vilo sobre el sepulcro de Jerusalén. Todo el edificio cristiano se desmoronaría como las “Torres Gemelas” si desaparecieran los cimientos, es decir, la convicción de que al tercer día el Crucificado salió de aquella tumba transfigurado por la luz de la resurrección. El cristianismo no es un esquema ideológico independiente de hechos concretos. Por el contrario, es el anuncio de un preciso acontecimiento histórico: “Aquel Jesús que acabó vergonzosamente sobre la cruz de los esclavos, sepultado en una tumba que le prestaron por caridad, salió de ella habiendo vencido a la muerte y mostrando de ese modo que era el Mesías anunciado por los profetas de Israel”.
La eficiencia de la Humanidad de Cristo con respecto a nuestra salvación es, ciertamente, eficiencia actual del Cristo glorioso sobre nosotros, pero también eficiencia siempre actual de los misterios de su existencia terrena. La Vida, la Muerte y la Glorificación de Cristo no son sólo hechos del pasado, sino que poseen una realidad trascendente (meta-histórica), porque pertenecen a la eterna Persona del Hijo de Dios. No se trata, por supuesto, de que Jesucristo aún hoy, de alguna forma, esté muriendo en la Cruz; sino de que los hechos acaecidos en el pasado alcanzan con su eficiencia todo momento sucesivo de la historia. Como explica Santo Tomás, “las cosas que Cristo hizo o padeció en su humanidad nos fueron saludables por la virtud de la divinidad misma (...). Y esta virtud alcanza con su presencia todos los lugares y los tiempos, y tal contacto basta para explicar esta eficiencia. La Pascua no conmemora un mito sino que es un hecho siempre actual.
¿Pero que implicaciones históricas concretas tiene entonces la Pascua para el creyente y la humanidad entera? Por lo anterior podemos afirmar con certeza que la dinámica propia de la Pascua significa cambio y mejora. Por lo tanto, Insertar la Pascua en la vida pública, implica que debemos ser actores que nos comprometamos con la “solidaridad”.
Frente a la problemática del mundo hace falta volver la mirada hacia el sentido de la Pascua cristiana porque la fe en Cristo resucitado está comprometida de lleno con el progreso de la humanidad. A la hora de saber cómo es posible superar tan deplorable miseria, la norma cristiana es que hay que purificar por la cruz y la resurrección de Cristo, y encauzar por caminos de perfección, todas las actividades humanas. Para los cristianos esforzarse por instaurar la fraternidad universal no es una utopía. Esta certeza vital tiene su centro en el misterio pascual, que se vuelve así una fuente de esperanza en estos días, ya que Jesucristo sufriendo la muerte por todos nosotros nos enseña a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia. Vivir la Pasión y Pascua, hoy, no es fácil; es difícil. El mundo en el que somos ciudadanos, no invita a expectativas como la de Jesús y su Dios. Sus esperanzas son de corto alcance y plazo.

Estamos ante uno de los momentos más difíciles para el Evangelio. La razón es clara. Nos encontramos, por primera vez, ante destinatarios que, en muchos casos, no tienen explícita conciencia religiosa, no la reconocen en su intimidad; gente que, culturalmente, no aprecia la respuesta religiosa ni siente la inquietud de tal pregunta. Son nuestros hermanos, no nuestros enemigos. Y aquí estamos nosotros, en medio de esta realidad y dentro de ella, sin margen para escaparnos a territorios más apacibles. Nos tienta el silencio de una espiritualidad desencarnada, nos tienta pedir un fuego del cielo que lo devore todo, nos tienta constituirnos en “resto santo” de salvados y salvadores… todo eso es pura escapatoria… la Pascua, el Señor de Vivos y Muertos, nos ha convocado en “la Galilea de los gentiles”, por más que resuene en nosotros la pregunta de “si de allí puede venir algo bueno”. La Pascua es y será siempre Buena Nueva de salvación para los sencillos, los pequeños, los pecadores, los pobres, los excluidos, los oprimidos, los bienaventurados, es decir, todos los que aprendieron a hacerse niños, a menudo, maltratados de tantas maneras, hasta tener experiencia propia de la fuerza amorosa de Dios y sentirse queridos por Él contra toda evidencia. Servimos a la Pascua, como Buena Noticia de la salvación de Dios “para los que Dios nunca ha sido noticia buena”, y, tras esta conversión, nos hermanamos en la Iglesia y, desde ella, también convertida al Evangelio, nos ofrecemos al Mundo como testigos de una fe compasiva y como compañeros de unos compromisos “divinos” por la justicia y la paz. Es un sueño, pero es el sueño arrancado por Cristo a los poderes de la muerte.

Jesús muerto en la cruz es la máxima expresión del amor de Dios a los hombres, en donde se solidariza totalmente con la humanidad. El Maestro nos ha encomendado un testamento difícil, el amor fraterno: “que os améis unos a otros como yo os he amado”; si crecemos cada uno en verdadero amor por los demás, la Pascua ya se está cumpliendo.
Celebrar la Pascua es reafirmar nuestra fe en la resurrección de Cristo, así como en la resurrección de todos nuestros proyectos de justicia. Ahora bien, la resurrección de Cristo no significa sólo que del otro lado de esta vida encontraremos la inefable comunión de Amor. Dice relación también a la vida en esta Tierra. “Vine para que todos tengan vida, y vida en abundancia” (Jn 10,10). No habrá vida en abundancia sino por la vía de las mediaciones políticas, como la distribución de recursos, la inversión en educación y en salud. Mi generosidad puede ofrecer, hoy, un plato de comida al hambriento, pero mañana volverá a tener hambre. Sólo la política es capaz de acabar con lo que ella misma origina: el hambre y la miseria. En ese sentido, elegir candidatos empeñados en que “todos tengan vida” es un gesto pascual, resurreccional. La Pascua debe servir de momento de reflexión: ¿qué otro mundo anhelamos? ¿Es posible alcanzar la paz si dos tercios de la humanidad viven por debajo de la línea de pobreza? ¿El camino de la paz será la imposición por las armas o la conquista de la justicia?
La Pascua nos invita a la interiorización, a meditar con los ojos muy abiertos. No es en el sepulcro de Jerusalén donde resucita Jesús ahora. Es en nuestro corazón, en nuestra solidaridad, en nuestra capacidad de captarlo en el prójimo, en especial en los más pobres, con quienes él mismo se identificó (Mt 25,31-46). La piedra que hay que quitar, para que florezca la vida, es la que pesa en nuestra subjetividad, nos amarra al egoísmo y nos inmoviliza ante los desafíos de la solidaridad.

La muerte y resurrección de Jesús es el corazón de nuestra vida y de nuestras comunidades. Los discípulos, los que el mismo Jesús llamó para que estuvieran con Él y para enviarlos al mundo, hicieron un largo camino para llegar a la Pascua. El camino fue ir de Galilea a Jerusalén en compañía del mismo Jesús, el Maestro que les enseñó a vivir y soñar el Reino de Dios. Caminando con Jesús aprendieron que el Reino de Dios es también una vida personal y social de solidaridad. Solidaridad, porque la vida y los bienes, son para todos, no un bien para poseer, sino para compartir.

La vida que Jesús ofrecía en Palestina dignifica a las personas y genera la comunión con Dios y con los hermanos. Si este es el sentido de Su vida, el misterio pascual de Jesús es el acto de obediencia al Padre por el cual el Mesías dona plenamente aquella vida que ofrecía en caminos y aldeas de Palestina. Mediante Su sacrificio voluntario, el Cordero de Dios pone Su vida salvífica en las manos del Padre (Lc 23,46), quien lo hace salvación “para nosotros” (1 Cor 1,30). Por el misterio Pascual, el Padre sella la nueva alianza y genera un nuevo pueblo que tiene por fundamento su amor gratuito de Padre que salva, y que por lo tanto, debe ser un pueblo que se mueve en el amor solidario.

Una predicación acerca del sufrimiento debe enfrentar correctamente dos polos: el sufrimiento de Cristo y el del ser humano actual. Si falta el primero podemos caer solamente en búsquedas humanas, políticas o sociales; si falta el segundo arrancaremos de la historia misma el sufrimiento de Cristo y no responderá a las preguntas que surgen del sufrimiento humano.

En la pasión de Jesús se manifiesta palpablemente que Dios se solidariza en el mundo con el que sufre. Por eso la pregunta: ¿Cómo es posible que Dios ame al mundo si le deja sufrir? se resuelve en otra sorprendente pregunta: ¿Cómo puede Dios amarnos tanto que se solidariza con nuestro sufrimiento?

Gracias a que en los sucesos de Pascua vemos a un Dios que está con nosotros en nuestra propia historia, la solidaridad se ha convertido para nosotros en una nueva clave, cargada de un contenido que rescata lo que antiguamente la caridad quería significar. Hoy ser una “persona caritativa” no suena bien a nuestros oídos, en el mejor de los casos significa ser una persona “buena” pero ingenua respecto de las implicaciones sociales del amor. Ser solidario significa hacerse cargo de los nuevos y exigentes desafíos sociopolíticos que la radicalidad del amor evangélico hoy nos reclama. Con la palabra solidaridad se quiere restituir la dimensión comunitaria y de justicia que hay en el amor fraterno. Es esa actitud que hace que uno no pueda ser feliz si no lo son los demás. Una conciencia de dependencia y vinculación mutuas. Sentirnos y vivirnos como iguales en dignidad, en derechos, trabajar por igualar las oportunidades de vida para todos los miembros de esta gran familia humana.

La solidaridad es el amor de Dios que se solidarizó enteramente con nosotros en la Pascua de Jesús. Él es la solidaridad de Dios, que se solidarizó primero. Por eso Dios nos quiere solidarios. Dios es solidaridad y la solidaridad es Dios. En la Pascua lo solidario se hace vicario. Dios ocupa nuestro lugar y asume nuestra condición, nuestro sufrir y nuestra muerte para liberarnos y darnos vida. No siendo uno de nosotros, no siendo pobre como nosotros, se hace uno de nosotros. Comprobamos así que de este misterio cristológico fundamental, la verdadera solidaridad debe tener para todo cristiano siempre una dimensión de vicaría. La solidaridad se convierte también en “espiritualidad”. Porque el prójimo necesitado es para nosotros el mismo Jesús.

Si ser cristiano consiste en seguir los pasos de Jesús, entonces la identidad cristiana implica seguir los pasos de la Pascua con responsabilidades en la historia, frente al mundo de hoy. Esto impide que el llamado “amor de Dios” se esfume en idealismos abstractos e ingenuos, en puros sentimientos históricamente ineficaces.

* Ing. en Telecomunicaciones. Universidad Autónoma del Caribe.
Lic. Ciencias Religiosas. Facultad de Teología Pontificia U. Javeriana.
Diplomado en Teología Bíblica. Universidad del Norte.
jojellabe11@hotmail.com
San Pablo y la oración

Por Johanna Milena Jurado*
Continuamos acogiendo las bendiciones que Dios Padre nos tiene preparado para este tiempo de Cuaresma, especialmente el maravilloso regalo del perdón, con el cual experimentamos la alegría de su abrazo por el retorno a casa, la invitación de sentarnos a su mesa y complacernos con su sonrisa amorosa. Por eso, en medio de los afanes cotidianos, las responsabilidades y compromisos, es necesario hacer un pare y dedicar un tiempo especial a la oración para propiciar este encuentro desde nuestra condición de hijos e hijas.

¿Nos hemos preguntado alguna vez cuánto bien podemos hacer con la oración? Es incomprensible su alcance, La oración es una luz en el camino, nos permite acoger la riqueza del otro, interceder ante las dificultades de los demás. La oración realiza verdaderos milagros, nos hace vivir en comunión, reconocer la presencia del Resucitado en medio de nuestras comunidades, ser solidarios con los gozos y las esperanzas de nuestros hermanos, así como con la nuestra porque “La oración es la fortaleza del hombre y la debilidad de Dios”.

Antes de orar debemos contemplar la importancia que tiene el hecho de “comunicar”. La oración es comunicación desde lo más íntimo y por lo tanto requiere silencio para ir a lo esencial y escucha para entender lo que se nos comunica. Cuando logramos estas dos actitudes fundamentales, la oración se transforma en un momento invaluable en el cual se comunica con delicadeza lo más sagrado que guarda el tesoro de dos vidas. Sin embargo, no todos comunicamos lo más profundo que hay en nuestro ser, se requiere un cierto grado de confianza para poder hacerlo y la confianza se logra con el amor, pues este es el que nos impulsa a comunicar.

Dios nos ha demostrado su amor hasta el extremo dándonos lo mejor que tenía: Su Hijo Jesús, entonces no hay porque tener miedo, hablémosle con confianza, libertad y con la sinceridad de un niño, con la plena certeza de que Él nos lleva de la mano y nos cuida. Recordemos por un instante a nuestras madres: Con que amor nos enseñaban a juntar nuestras manitos y elevar nuestras primeras oraciones a papá Dios, a mamá María y cómo nosotros abríamos nuestros labios con espontaneidad y sencillez, así debiera ser siempre. La oración es confidencia de tú a tú, porque Dios se hace amigo, padre, madre, hermano para amarte y sanarte desde tu intimidad. En este clima, el orar se convierte en una respuesta de amor hecha sentimiento, canción, vida, y toca profundamente lo humano para comprender lo divino.

Muchas personas me han dicho: “No sé cómo orar” y yo les contesto: A veces yo tampoco, pero estoy segura que no hay mejor oración que la que sale de lo más profundo del corazón y si no sabemos, aprendamos desde lo que nos dice San Pablo: “Así mismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos orar como es debido y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar” (Rm. 8, 26). Entonces, sino sabemos cómo empezar, pidámosle al Espíritu Santo que nos regale la libertad interior, la sabiduría, la escucha profunda y el deseo de compartir sin temor lo que hay dentro. A veces no queremos tocar fondo porque hay heridas, malos recuerdos y situaciones que nos duelen. Pero las heridas sólo se sanan cuando dejamos que Dios las conozca y realice su cirugía divina desde la raíz.

En otras palabras, la oración es la puerta por donde Dios entra a nuestro corazón, a nuestra vida para celebrar la Pascua, es decir, el paso de la muerte a la experiencia de la Resurrección. De nada serviría este tiempo de Cuaresma sino nos decidiéramos a entablar una conversación sincera con Dios para que entrará y nos transformará.

Contemplemos un detalle hermosísimo en la vida de Pablo e imaginémoslo de rodillas intercediendo por nosotros: “Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien procede toda familia en los cielos y en la tierra para que conforme a la riqueza de Su gloria, los robusteza con la fuerza de Su Espíritu, de modo que crezcan interiormente” (Ef. 3, 14).

Cada mañana arrodillémonos ante Dios y digámosle: “Papito bueno me pongo en Tus manos, cuida de este hijo, de esta hija que Te busca”. Que no salga de tu boca: “Es que no tengo tiempo”, Acuérdate, el tiempo es de Dios y san Pablo lo recuerda: “Estén siempre alegres. Oren sin cesar” (1 Tes. 5, 16 - 17). Que San Pablo nos permita entrar en relación con la Trinidad Santísima para comprender el alcance de esta gracia en tiempo de Cuaresma. Aquí te recomiendo otras citas bíblicas en las que Pablo nos habla de la oración para que las profundices y compartas con otras personas: Gál. 4, 6 ; 2; Tes. 2, 13; Flp. 1, 3- 4; Ef. 6, 18-20; Hechos 9, 11.

*Novicia. Comunidad Hermanas Paulinas. Miembro de la Comisión Arquidiocesana de Comunicadores Sociales y Periodistas.
Proyecto de Prevención en Desastres para la Costa Caribe
Por Luis Altamar*
Luis Antonio Angarita Mora*


Trabajar en comunidad, aprender y participar para crear impacto en labores de Prevención de Desastres en el departamento del Atlántico es una iniciativa del Secretariado de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Barranquilla en convenio con ECOPETROL S.A.

Lo ocurrido el año pasado al interior de las comunidades del Atlántico cuando llegó la ola invernal unida a fenómenos como los vendavales, deslizamientos y otros tipos de desastres naturales ocasionaron una gran problemática para esta región.

El panorama para hombres y mujeres que habitan en estos territorios fue muy desalentador. Sin embargo, el Estado, las organizaciones civiles y sociales haciendo uso de su responsabilidad social procuraron aportar sus ayudas económicas, materiales y alimentarías en las zonas declaradas de emergencia porque tal y como pudimos apreciar a través de la televisión, los fuertes vendavales destecharon casas, destruyeron algunas inmuebles urbanos y causaron el desbordamiento de los arroyos, lo que trajo consigo la pérdida de enseres domésticos de familias necesitadas, entre otros múltiples fenómenos que unidos a la vulnerabilidad de la población produjeron estas y otras emergencias.

Por tal motivo, es importante que surja este interrogante: ¿Tenemos los atlanticenses que esperar que sucedan estos imprevistos para pensar en herramientas que nos ayuden a mirar cómo y de qué manera podemos empezar a prevenir para luego no lamentar? Esta reflexión y muchas otras, hacen parte de un ejercicio comunitario, participativo y educativo que el Secretariado de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Barranquilla adelanta a través del proyecto: Organización de “Promotores Comunitarios en Gestión del Riesgo”, para la articulación a los CREPAD’S (Comités regionales de prevención y atención de Desastres) y CLOPAD´S (Comités Locales de prevención y atención de Desastres) como estrategia para la instalación de los Sistemas de Alertas Tempranos S.A.T. en los departamento del Atlántico, Cesar, Bolívar y Magdalena. En el caso del Departamento del Atlántico el área de influencia son los municipios de Galapa, Baranoa, Usiacurí, Sabanalarga y Luruaco, hasta el momento se trabaja con el apoyo y acompañamiento efectivo de las administraciones municipales.

Lo anterior es entendido como una iniciativa educativa que surge por la necesidad de prevenir y alertar en situaciones de emergencia o desastre, al igual que es importante reconocer la labor que como protagonistas, facilitadores y aprendices de esto, asumen los líderes como un eje de sensibilización para avanzar hacia un desarrollo sostenible.

Entre los propósitos de este proyecto se encuentra la creación de mapas de amenaza, identificar zonas de máximo riesgo, planes de emergencia, educación, capacitación e incorporación de la prevención en los planes municipales.
La primera etapa del proyecto para la Prevención de Desastres está enfocada hacia la formación de líderes comunitarios, quienes reciben herramientas teóricas y prácticas en talleres direccionados hacia el área operativa y talleres para la formación humana y organizativa.

Esta obra es visionada por el Secretariado de Pastoral Social como una institución local que mira cómo y de qué manera aumenta la vulnerabilidad frente a los desastres, esto sigue vigente y es una necesidad, ya que se requiere más educación preventiva, pues sin esta se produce en la población una falta de conciencia frente a peligros inminentes. Con este tipo de actividades la Institución le apunta también a una sostenibilidad moral, ética y espiritual en la comunidad, apostándole a través de esta labor social y pedagógica a vivir el valor de la solidaridad con el hermano.

Quienes deseen participar u obtener más información, especialmente los miembros de los COPPAS en los municipios en mención, favor enviar sus inquietudes al mail: psocial@metrotel.net.co o comunicarse con el Ing. Luis Antonio Angarita al 3157261008.

* Consejero en comunicación para la prevención de desastres.
* Asesor del Proyecto para el departamento del Atlántico.

De Mujer a Mujer

Bienvenidas a un Spa Espiritual
Por Jaynes Hernández Natera*

“Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a ti Celestial Princesa, Virgen Sagrada MARIA”, con afecto de hijas meditemos: “Dios se recrea en tan graciosa belleza”, nuestros ojos difícilmente pueden alcanzar la magnitud de tal belleza, auténtica y espiritual que en verdad es un esplendor de la bondad de Dios que la creó sin mancha, humilde y confiada en Su Amparo. Es indescriptible, es mística en el lenguaje del amor, imaginar la mirada del creador al ver la obra Suya, vestida de sol y con la luna a sus pies, sagrario de Su Amor.

Belleza llena de gracia, ¿A qué spa asistía María para tener tan sublime belleza, ya que en todo el planeta no hay un spa (siglas de saluten per aquam, salud por agua) que ofrezca el embellecimiento espiritual, la eterna juventud física y pureza del alma? ¿Quién embellecería sus manos laboriosas, con las cuales acariciaba a Jesús, cocinaba para la familia, lavaba la ropa con olor a madera y migas de aserrín, producto de los trabajos de carpintería de José?

Hoy en día los spa ofrecen sus servicios como el lugar perfecto para el descanso, la belleza y el equilibrio, con el fin de mantener una buena salud y ofreciéndole a las personas que lo visitan: armonía y relajación; sin embargo, en el catálogo de servicios falta la belleza espiritual.

El asistir a un spa es un sueño para muchas mujeres, debido a su precio y la disponibilidad del tiempo para ello, aunque la mayoría de nosotras invertimos horas semanales para embellecernos, en realidad esta es una belleza efímera, que en ocasiones llega a convertirse en adictiva, hasta el punto de recurrir a las cirugías estéticas para lograr la supuesta superación del autoestima.

Juan Pablo II, en su libro “La Virgen de María”, en la página 46, escribió: “María reafirma el sentido sublime de la belleza femenina, don y reflejo de la belleza de Dios”, y Benedicto XVI el 8 de diciembre de 2008 en su alocución desde el Vaticano expresó: ”María Inmaculada refleja belleza que salva al mundo, en ella se contempla la belleza de Dios que resplandece en el rostro de Cristo”. Amigas, a partir de estas dos frases debemos reflexionar que la verdadera belleza es irradiar el rostro de Cristo vivo en nuestro corazón, esparcir Su fragancia por donde estemos, en la casa o fuera de ella; a pesar de nuestra pequeñez y naturaleza, es importante estar en amistad y gracia con Dios, así como en paz con el prójimo.

Mujeres, somos bellas cuando los ojos como ventanas del alma, iluminan la paz interior que emana del amor, la fe y la esperanza, esta última plasmada en: “el amor que perdura para siempre” (Salmo 136). La misericordia de Dios nos abraza en cada sacramento, en especial con la reconciliación, ya que el perdón y la absolución generan una profunda bendición que en ninguna sala de estética, spa o cirujano plástico se nos puede dar.
Si quieres brillar como las estrellas, bella y liviana como un colibrí, oler como una flor maquillada con la belleza del arco iris, vestida con los colores de la naturaleza, visita el sacramento de la reconciliación que es gratuito y recibe a Jesús Sacramentado y si no puedes hacerlo, recíbelo espiritualmente. ¡Déjalo entrar!

Si sabes de una mujer que está impedida para recibir este sacramento de amor, háblale para que haga lo posible por recibir esta sanación espiritual de embellecimiento interior, sí es que no lo hace porque vive en unión libre, en adulterio o prefiere no recibirlo antes de abstenerse de la fornicación, ayúdale a que regrese a la madre Iglesia, invítala a que viva la Palabra de Dios con mucha oración, practicando las obras de la misericordia como el ayuno, además has que se anime a cumplir el resto de los mandamientos de Dios y la comunión espiritual, a través del examen de conciencia a diario, lo cual le ayudará a sentirse hija amada de Dios y que no olvide orar por la vocación al matrimonio y por todos los matrimonios, que Dios con su gran misericordia, escuchará el clamor de su corazón.

Por lo general, las mujeres le confiamos el cuidado de las manos, pies y cabello a una persona especializada, quien también es hija de Dios y en algunos casos hijo, por tal motivo tenemos la responsabilidad como discípulas de Cristo y misioneras en la Arquidiócesis de Barranquilla, de darles píldoras de amor, de embellecimiento espiritual, por ejemplo: orar por ellas (os), regalarle una hojita dominical, un Kairós, un rosario, hablarle de lo que se aprendió en la homilía, etc; con la intercesión de mamá María y papá José, podemos hablarle a ellos de Jesús, al Padre Eterno hablarle de ellos, y que el Espíritu Santo nos impulse a ser Su instrumento de embellecimiento espiritual, en todo lugar y momento.

Así como debemos orar por quienes nos embellecen físicamente, oremos también por quienes lo hacen espiritualmente, preguntémonos: ¿Oramos por el sacerdote que tiene la misión con su dirección espiritual de embellecernos para el cielo celestial, el cual con sus consejos nos ayuda a vivir en paz con nuestras familias? Para eso debemos visitar al menos una vez al año el “spa espiritual”, es decir, el sacramento de la reconciliación, así como lo debemos hacer ante cualquier pecado mortal, pues con la confesión de los pecados veniales y propósitos de enmienda, creceremos aún más en el amor como hijas de Dios.

Nadie debe faltar a la Eucaristía dominical por el pretexto del embellecimiento exterior, debemos organizar el tiempo para no faltar, ser al menos equivalente con el tiempo para orar, alabar, bendecir, rezar el rosario y aprender de la Palabra de Dios. Para ser bellas hay que seguir los consejos de María, mujer de tan Graciosa Belleza y decir: “Sí, hágase en mi tu voluntad”.

*Miembro de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Vocacional. jaynesher@hotmail.com
Las Obras Misionales Pontificias en Colombia
80 años en nuestro país

Por Angélica Contreras Suárez*

“Vayan por todo el mundo a predicar el evangelio” (Mt 28, 18-20). Para nuestra Iglesia Católica el mandato misionero sigue siendo una prioridad, todos los bautizados estamos llamados a ser siervos y discípulos de Cristo. Se hace entonces necesaria una motivación que nos permita vivir ese espíritu misionero, que nos acerque a la comunión con Jesús y nos impulse a darlo a conocer desde donde estemos y más allá de las fronteras.

Las Obras Misionales Pontificias son una institución de la Iglesia tanto universal como particular, que se encarga de infundir en todos los católicos desde la infancia el sentido verdaderamente universal y católico en el seno del pueblo de Dios, están dirigidas a todos los bautizados y comunidades cristianas, su finalidad es la cooperación misionera en el anuncio del mensaje evangélico.

Su carácter de universalidad lo da su naturaleza misma, nacidas por particulares iniciativas carismáticas y desarrolladas con el apoyo de la Santa Sede, tiene como cabeza visible al Papa, el cual en esencia posee una visión global. De esta manera las OMP se convierten en la principal herramienta para promoción, cooperación y difusión misionera, las cuales están especialmente estructuradas para trascender a cada lugar recóndito del planeta.

Desde el 22 de agosto del 2007 hasta el 24 de julio del presente año celebramos los 80 años de las OMP en Colombia, aunque ya existía la propagación de la fe en nuestro país, el referente histórico para conocer el ardor del impulso misionero de la época fue el I Congreso Misionero de Colombia, en el cual en una de las conclusiones se hizo referencia a la necesidad de la instauración de las cuatro obras, las cuales son: la Propagación de la fe, la Infancia Misionera, la Obra de San Pedro Apóstol y la Pontificia Unión Misional. Cada una desde la perspectiva de sectores específicos de nuestra Iglesia inducen a vivir la experiencia de la misión en nuestra vida como cristianos.

Este despertar del espíritu misionero se dio gracias a la motivación de muchas personas, quienes inspiradas por el Espíritu Santo trabajaron para hacerlo realidad. En primer lugar tenemos al padre Mathurín Jehanno, un sacerdote de origen Francés, quien con su dinamismo misionero después de vivir arduas experiencias a lo largo de nuestro país se convirtió en el primer director de la Propagación de la Fe y gracias a él fue fundada la Revista de Misiones, la cual se constituyó como órgano oficial de difusión de esta Obra.

En segundo lugar tenemos a la mujer más misionera de América, la Madre Laura, está religiosa nacida en Jericó, Antioquia, se convirtió en un símbolo misionero, pues con su fascinante vida en trabajo de los indígenas nos dio testimonio de la presencia del amor de Jesús entre nosotros. Propuso el primer congreso misionero con la esperanza de que los misioneros reunidos en Bogotá trabajaran para mejorar las leyes a favor de los indios y dispuso todo para que este tuviera la trascendencia que actualmente genera para nuestra Iglesia Colombiana y para nuestro país en general.

Entre nuestros pioneros misioneros en Colombia, no podíamos dejar de lado a Monseñor Miguel Ángel Builes, quien trabajó en conjunto con la Madre Laura para la organización del congreso, e inspirado por Dios fundó el primer Seminario de Misiones de América, el cual a partir de 1939 se convirtió en el Instituto de Misiones Extranjeras de Yurumal.

Tenemos que destacar el trabajo de personas que con ese dinamismo caracterizado por los misioneros han permitido el correcto funcionamiento de las OMP en nuestro país, estas personas son los directores nacionales, quienes con su trabajo han logrado contribuir para que el mensaje de esperanza llegue hasta los rincones más alejados a lo largo de la historia; ellos son en orden cronológico: Pbro. Maturín Jehanno (1924-1926), Pbro. Luis R. David Almeida (1926-1928), Mons. Eduardo León (1928-1947), Mons. Felipe Álvarez (1947-1970), Fray Severo Velásquez (1970-1984), Pbro. Manuel José Agudelo (1984-1989), Pbro. Julio Daniel Botia (1989-1994), Pbro. Macario Botero (1994-2004), Pbro. Luis Eduardo Castaño (1994-2004) y el Padre Héctor Luis Valencia López quien es actualmente nuestro director.

Así como estás personas muchas más fueron bendecidas para trabajar por la misión que Jesús nos encomendó, todos estamos llamados a la santidad y a ser misioneros desde donde nos encontremos, no llegamos a imaginar cuantas personas aún no conocen nada de Dios, y en muchas ocasiones no nos fijamos ni siquiera en las más cercanas que dicen conocerlo pero en realidad no se han dejado tocar por su amor; las Obras Misionales Pontificias son la más grande muestra de ese deseo incontenible por llevar ese mensaje de salvación, es hora de que nos interesemos por conocer más de nuestra Iglesia y participar más activamente dentro de ella, de esta forma podremos ayudar a construir esa civilización de amor que tanto anhelamos y que solo a través de Dios y estando en su caminar podremos alcanzar.

* Miembro de Juventud Misionera Parroquia San Francisco

El Rincón de Pablito

Nuestro Amigo Jesús y la Semana Santa

¿Sabías qué?



¿Sabías que Jesús sudó sangre?
Cuando estaba orando en el monte de los Olivos comenzó a sudar sangre. Esto es una condición médica llamada “hematidrosis”. No es muy común pero puede darse cuando sentimos muchísimo dolor. Lo que pasa es que la ansiedad provoca que se rompan unos vasitos en las glándulas sudoríparas, las cuales son las encargadas de producir el sudor en nuestro cuerpo. Como resultado, hay una pequeña cantidad de sangrado y el sudor brota mezclado con sangre. No es mucha sangre sino una cantidad muy pequeña. Esto provocó que su piel quedará muy frágil.


¿Sabías qué le regaló Jesús a Verónica?

Santa Verónica se compadeció de Jesús en el camino al Calvario y le secó el rostro con su velo. Fue muy valiente porque los romanos pudieron golpearla por ayudar a Jesús. Jesús se lo agradeció grabando su rostro en el velo. La tradición nos relata este momento que recordamos en la sexta estación del vía crucis. El velo todavía se conserva en la capilla real de la Catedral de San Juan Bautista, en Turín (Italia).
Además, en 1935 el artista Ariel Agremian pintó esta imagen. Logró reconstruir el rostro de Jesús tomando en cuenta el negativo de la Sábana Santa.

¿Sabías que la cruz donde murió Cristo estuvo enterrada hasta que la encontró Santa Elena y al tocar esta cruz el niño Simón sanó?

Elena, con un grupo de trabajadores y un niño llamado Simón excavaban en las colinas del Monte Calvario para encontrar la cruz de Cristo.

Simón era un niño de 8 años aproximadamente, tenía una mano enferma y no la podía mover ni enderezar sus deditos.

Después de mucho tiempo y trabajo, al empezar a excavar en una colina, descubrieron tres cruces de madera, tres clavos y un papel escrito en tres idiomas – hebreo, griego y latín, decía: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. Era el mismo papel que Pilatos había mandado clavar en la cruz de Jesús.

En esos momentos, Santa Elena, Simón y los trabajadores que la acompañaban, se arrodillaron y hubo un gran silencio. Elena se acercó a una de ellas y sintió una gran emoción. La abrazó y le pidió a Simón que se acercara y la tocara. En ese momento y ante la vista de todos, la mano enferma de Simón empezó a curarse. él mismo hizo la señal de la cruz. Nadie dudó que esa fuera la cruz de Jesús.