
viernes, julio 03, 2009
Solemnidad del Corpus Christi
Por Comisión Arquidioce
sana de Liturgia
La Solemnidad del Cuerpo y la Sangre Santísimos de Cristo o “Corpus Christi” se celebra el Domingo siguiente a la Solemnidad de la Santísima Trinidad, dentro del Tiempo Ordinario, que este año en particular corresponde al 14 de Junio.
Esta Solemnidad no sólo nos invita a adorar la presencia sacramental de Jesús, sino que nos lleva a reflexionar sobre el valor de la Celebración Eucarística, y a vivir de acuerdo con la doctrina de Cristo y su acción salvadora.
Algo de Historia
A partir del año 1208, el Señor se aparece a Santa Juliana (1193 -1258), primera abadesa agustina de Mont-Cornillon (Bélgica). Esta religiosa es una enamorada de la Eucaristía, que, incluso físicamente, encuentra en el pan del cielo su único alimento. El Señor inspira a Santa Juliana la institución de una fiesta litúrgica en honor del Santísimo Sacramento. Por ella los fieles se fortalecen en el amor a Jesucristo, expían los pecados y desprecios que se cometen con frecuencia contra la Eucaristía, y al mismo tiempo contrarrestan con esa fiesta litúrgica las agresiones sacrílegas cometidas contra el Sacramento por muchos en aquella época.
En 1264, el Papa Urbano IV, extiende esta solemnidad litúrgica a toda la Iglesia latina, mediante la Bula Transiturus. Esta carta magna del culto eucarístico es un himno a la presencia de Cristo en el Sacramento y al amor inmenso del Redentor, que se hace nuestro pan espiritual.
Es de notar que en esta Bula romana se indican ya los fines del culto eucarístico, que más adelante serán señalados por Trento, por la Mediator Dei de Pío XII o por los documentos pontificios más recientes:
1) reparación, «para expiar la maldad e insensatez de los herejes»;
2) alabanza, «para que clero y pueblo, alegrándose juntos, alcen cantos de alabanza»;
3) servicio, «al servicio de Cristo»;
4) adoración y contemplación, «adorar, venerar, dar culto, glorificar, amar y abrazar el Santísimo Sacramento»;
5) anticipación del cielo, «para que, pasado el curso de esta vida, se les conceda como premio»
Tratar a Jesús en la Palabra y en el Pan
Jesús se hace realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar, para que nos atrevamos a tratarle, para ser el sustento nuestro, con el fin de que nos hagamos una sola cosa con Él.
Cuando nos reunimos ante el altar mientras se celebra el Santo Sacrificio de la Misa, cuando contemplamos la Sagrada Hostia expuesta en la custodia o la adoramos reservada en el Sagrario, debemos reavivar nuestra fe, pensar en esa existencia nueva, que viene a nosotros, y conmovernos ante el cariño y la ternura de Dios.
Jesús, en la Eucaristía, es prenda segura de su presencia en nuestras almas; de su poder, que sostiene el mundo; de sus promesas de salvación, que ayudarán a que la familia humana, cuando llegue el fin de los tiempos, habite perpetuamente en la casa del Cielo, en torno a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo: Trinidad Beatísima, Dios Único. Es toda nuestra fe la que se pone en acto cuando creemos en Jesús, en su presencia real bajo los accidentes del pan y del vino.
Ante todo, hemos de amar la Santa Misa que debe ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien la Misa, ¿cómo no continuar luego el resto de la jornada con el pensamiento en el Señor, con la comezón de no apartarnos de su presencia, para trabajar como Él trabajaba y amar como Él amaba? Aprendemos entonces a agradecer al Señor esa otra delicadeza suya: que no haya querido limitar su presencia al momento del Sacrificio del Altar, sino que haya decidido permanecer en la Hostia Santa que se reserva en el Sagrario.
Fecundidad de la Eucaristía
Cuando el Señor en la Ultima Cena instituyó la Sagrada Eucaristía, era de noche en el mundo, porque los viejos ritos, los antiguos signos de la misericordia infinita de Dios con la humanidad iban a realizarse plenamente, abriendo el camino a un verdadero amanecer: la nueva Pascua. La Eucaristía fue instituida durante la noche, preparando de antemano la mañana de la Resurrección.
También en nuestras vidas hemos de preparar esa alborada. Todo lo caduco, lo dañino y lo que no sirve –el desánimo, la desconfianza, la tristeza, la cobardía– todo eso ha de ser echado fuera. La Sagrada Eucaristía introduce en los hijos de Dios la novedad divina, y debemos responder con una renovación de todo nuestro sentir y de todo nuestro obrar. No podemos volver a la antigua levadura, nosotros que tenemos el Pan de ahora y de siempre.
En esta fiesta, los cristianos acompañan en procesión al Señor, quien recorre las calles y plazas –lo mismo que en su vida terrena–, saliendo al paso de los que quieren verle, haciéndose el encontradizo con los que no le buscan. Jesús aparece así, una vez más, en medio de los suyos: ¿cómo reaccionamos ante esa llamada del Maestro?
Las manifestaciones externas de amor deben nacer del corazón, y prolongarse con testimonio de conducta cristiana. Si hemos sido renovados con la recepción del Cuerpo del Señor, hemos de manifestarlo con obras. Que nuestros pensamientos sean sinceros: de paz, de entrega, de servicio. Que nuestras palabras sean verdaderas, claras, oportunas; que sepan consolar y ayudar, que sepan, sobre todo, llevar a otros la luz de Dios. Que nuestras acciones sean coherentes, eficaces, acertadas: que tengan ese “buen olor de Cristo” (2 Cor. 2, 15), porque recuerdan su modo de comportarse y de vivir.
La procesión del Corpus hace presente a Cristo por los pueblos y las ciudades del mundo. Pero esa presencia, repetimos, no debe ser cosa de un día, ruido que se escucha y se olvida. Ese pasar de Jesús nos trae a la memoria que debemos descubrirlo también en nuestro quehacer ordinario. Junto a esa procesión solemne de este Domingo, debe estar la procesión callada y sencilla, de la vida corriente de cada cristiano, hombre entre los hombres, pero con la dicha de haber recibido la fe y la misión divina de conducirse, de tal modo que renueve el mensaje del Señor en la tierra. No nos faltan errores, miserias, pecados. Pero Dios está con los hombres, y hemos de disponernos para que se sirva de nosotros y se haga continuo su tránsito entre las criaturas.
Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía, que nuestro trato personal con Él se exprese en alegría, en serenidad, en afán de justicia. Y facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas. Se cumplirá la promesa de Jesús: “Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12, 32).
Por Comisión Arquidioce

La Solemnidad del Cuerpo y la Sangre Santísimos de Cristo o “Corpus Christi” se celebra el Domingo siguiente a la Solemnidad de la Santísima Trinidad, dentro del Tiempo Ordinario, que este año en particular corresponde al 14 de Junio.
Esta Solemnidad no sólo nos invita a adorar la presencia sacramental de Jesús, sino que nos lleva a reflexionar sobre el valor de la Celebración Eucarística, y a vivir de acuerdo con la doctrina de Cristo y su acción salvadora.
Algo de Historia
A partir del año 1208, el Señor se aparece a Santa Juliana (1193 -1258), primera abadesa agustina de Mont-Cornillon (Bélgica). Esta religiosa es una enamorada de la Eucaristía, que, incluso físicamente, encuentra en el pan del cielo su único alimento. El Señor inspira a Santa Juliana la institución de una fiesta litúrgica en honor del Santísimo Sacramento. Por ella los fieles se fortalecen en el amor a Jesucristo, expían los pecados y desprecios que se cometen con frecuencia contra la Eucaristía, y al mismo tiempo contrarrestan con esa fiesta litúrgica las agresiones sacrílegas cometidas contra el Sacramento por muchos en aquella época.
En 1264, el Papa Urbano IV, extiende esta solemnidad litúrgica a toda la Iglesia latina, mediante la Bula Transiturus. Esta carta magna del culto eucarístico es un himno a la presencia de Cristo en el Sacramento y al amor inmenso del Redentor, que se hace nuestro pan espiritual.
Es de notar que en esta Bula romana se indican ya los fines del culto eucarístico, que más adelante serán señalados por Trento, por la Mediator Dei de Pío XII o por los documentos pontificios más recientes:
1) reparación, «para expiar la maldad e insensatez de los herejes»;
2) alabanza, «para que clero y pueblo, alegrándose juntos, alcen cantos de alabanza»;
3) servicio, «al servicio de Cristo»;
4) adoración y contemplación, «adorar, venerar, dar culto, glorificar, amar y abrazar el Santísimo Sacramento»;
5) anticipación del cielo, «para que, pasado el curso de esta vida, se les conceda como premio»
Tratar a Jesús en la Palabra y en el Pan
Jesús se hace realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar, para que nos atrevamos a tratarle, para ser el sustento nuestro, con el fin de que nos hagamos una sola cosa con Él.
Cuando nos reunimos ante el altar mientras se celebra el Santo Sacrificio de la Misa, cuando contemplamos la Sagrada Hostia expuesta en la custodia o la adoramos reservada en el Sagrario, debemos reavivar nuestra fe, pensar en esa existencia nueva, que viene a nosotros, y conmovernos ante el cariño y la ternura de Dios.
Jesús, en la Eucaristía, es prenda segura de su presencia en nuestras almas; de su poder, que sostiene el mundo; de sus promesas de salvación, que ayudarán a que la familia humana, cuando llegue el fin de los tiempos, habite perpetuamente en la casa del Cielo, en torno a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo: Trinidad Beatísima, Dios Único. Es toda nuestra fe la que se pone en acto cuando creemos en Jesús, en su presencia real bajo los accidentes del pan y del vino.
Ante todo, hemos de amar la Santa Misa que debe ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien la Misa, ¿cómo no continuar luego el resto de la jornada con el pensamiento en el Señor, con la comezón de no apartarnos de su presencia, para trabajar como Él trabajaba y amar como Él amaba? Aprendemos entonces a agradecer al Señor esa otra delicadeza suya: que no haya querido limitar su presencia al momento del Sacrificio del Altar, sino que haya decidido permanecer en la Hostia Santa que se reserva en el Sagrario.
Fecundidad de la Eucaristía
Cuando el Señor en la Ultima Cena instituyó la Sagrada Eucaristía, era de noche en el mundo, porque los viejos ritos, los antiguos signos de la misericordia infinita de Dios con la humanidad iban a realizarse plenamente, abriendo el camino a un verdadero amanecer: la nueva Pascua. La Eucaristía fue instituida durante la noche, preparando de antemano la mañana de la Resurrección.
También en nuestras vidas hemos de preparar esa alborada. Todo lo caduco, lo dañino y lo que no sirve –el desánimo, la desconfianza, la tristeza, la cobardía– todo eso ha de ser echado fuera. La Sagrada Eucaristía introduce en los hijos de Dios la novedad divina, y debemos responder con una renovación de todo nuestro sentir y de todo nuestro obrar. No podemos volver a la antigua levadura, nosotros que tenemos el Pan de ahora y de siempre.
En esta fiesta, los cristianos acompañan en procesión al Señor, quien recorre las calles y plazas –lo mismo que en su vida terrena–, saliendo al paso de los que quieren verle, haciéndose el encontradizo con los que no le buscan. Jesús aparece así, una vez más, en medio de los suyos: ¿cómo reaccionamos ante esa llamada del Maestro?
Las manifestaciones externas de amor deben nacer del corazón, y prolongarse con testimonio de conducta cristiana. Si hemos sido renovados con la recepción del Cuerpo del Señor, hemos de manifestarlo con obras. Que nuestros pensamientos sean sinceros: de paz, de entrega, de servicio. Que nuestras palabras sean verdaderas, claras, oportunas; que sepan consolar y ayudar, que sepan, sobre todo, llevar a otros la luz de Dios. Que nuestras acciones sean coherentes, eficaces, acertadas: que tengan ese “buen olor de Cristo” (2 Cor. 2, 15), porque recuerdan su modo de comportarse y de vivir.
La procesión del Corpus hace presente a Cristo por los pueblos y las ciudades del mundo. Pero esa presencia, repetimos, no debe ser cosa de un día, ruido que se escucha y se olvida. Ese pasar de Jesús nos trae a la memoria que debemos descubrirlo también en nuestro quehacer ordinario. Junto a esa procesión solemne de este Domingo, debe estar la procesión callada y sencilla, de la vida corriente de cada cristiano, hombre entre los hombres, pero con la dicha de haber recibido la fe y la misión divina de conducirse, de tal modo que renueve el mensaje del Señor en la tierra. No nos faltan errores, miserias, pecados. Pero Dios está con los hombres, y hemos de disponernos para que se sirva de nosotros y se haga continuo su tránsito entre las criaturas.
Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía, que nuestro trato personal con Él se exprese en alegría, en serenidad, en afán de justicia. Y facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas. Se cumplirá la promesa de Jesús: “Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12, 32).

Por Hammer Arévalo Poveda*
“Sembrar en nuestra Iglesia es un testimonio de amor”, es el lema para este año en Catedratón.
Hoy todos los que peregrinamos en esta porción de tierra de tierra, debemos sentir orgullo por el trabajo realizado durante estos 5 años a partir de Catedratón. Con mucho gozo y alegría queremos iniciar un recorrido por las diferentes comunidades, recordando las palabras del papa Juan Pablo II: "Una parroquia es la casa de Dios en medio de la casa de los hombres".
Unidad Pastoral Los Doce Apóstoles
La unidad pastoral Los Doce Apóstoles se ubica en el barrio La Unión de la ciudad de Barranquilla, su párroco, el padre Jaime Román y la feligresía han desarrollado un ejemplar trabajo de comunidad a partir de la necesidad de construir un templo digno que albergue a todos los habitantes de estos sectores.
La unidad pastoral Los Doce Apóstoles se ubica en el barrio La Unión de la ciudad de Barranquilla, su párroco, el padre Jaime Román y la feligresía han desarrollado un ejemplar trabajo de comunidad a partir de la necesidad de construir un templo digno que albergue a todos los habitantes de estos sectores.
Se empezó a conformar esta unidad pastoral cuando era una célula de la unidad pastoral Santo Domingo. Con el pasar de los años los habitantes del barrio La Unión estaban ansiosos de construir un lugar donde celebrar la Eucaristía, por lo cual empezaron a conmemorar las celebraciones eucarísticas en un parque debajo de una bonga, las Misas sólo se realizaban los días sábados, pero las personas querían que fueran celebradas de manera permanente, es así como se constituyó un grupo de diez personas en comunión con los sectores de la parroquia para conseguir las ayudas necesarias; en lo primero que se pensó fue en una persona o un grupo que donara el terreno para la construcción, se tenía la idea de construir una pequeña capilla, pero la gente creyó que no sería suficiente y por esto establecieron como meta, construir un templo para alabar a Dios.
Hoy, podemos decir que la participación de los fieles ha sido importante, existe un gran sentido de pertenencia, lo cual permite que la gente trabaje en comunidad a ejemplo de los discípulos con Jesús. Cada uno se preocupa por aportar con mucho amor y esfuerzo, para que así se logre la construcción total de este sitio de encuentro con Dios y que les permitirá mejorar su vida espiritual.
La señora Ana Madero, habitante del barrio La Unión, recuerda el momento en que fue bendecida la primera piedra, una ocasión que guarda en su memoria y recuerda con gozo. “Fue un momento de mucha alegría para todos en el barrio porque vimos que nuestro sueño se estaba haciendo realidad”. La parroquia ha sido lo mejor que le ha dado el Señor al barrio La Unión, lo cual ha fortalecido el sentido de pertenecía de los católicos en este sector de Barranquilla, pues durante mucho tiempo se encontraba apagado, con la llegada del templo, se encendió una luz que cada día ilumina con más fuerza.
La comunidad esta conformada por seres luchadores, que se mantienen llenos de fortaleza y fe para trabajar unidos, en verdadera comunión, cada miembro es un apóstol que peregrina para llevar el mensaje de Dios y así logar que cada vez sean más los vinculados a esta hermosa obra.
Hoy, no sólo es de admirar el avance en la infraestructura del templo, sino las actividades que se realizan con la colaboración del párroco, las cuales permiten a cada feligrés vivir una profunda experiencia espiritual; la Eucaristía se ha convertido en una fiesta en familia y es un centro de encuentro para vivir en comunión.
La participación de la comunidad es activa y gracias a la ayuda de los demás barranquilleros poco a poco avanza este fruto de Catedratón. Los feligreses desde que se empezó a construir la parroquia, realizan muchas actividades, entre las que se destacan rifas, venta de hayacas, bingos, pues se han convertido en estrategas que con mucho amor y dedicación se preocupan por edificar para la gloria de Dios.
“Tenemos años de estar viviendo por este sector y a raíz del nacimiento de la parroquia ahora todos nos conocemos, somos hermanos. No solamente el templo es sitio de oración sino también para conocernos y estrechar los lazos de hermandad. Los niños y jóvenes van de las manos con las personas adultas para así tener una formación, es importante que todos valoremos el trabajo que se está haciendo en la parroquia y este esfuerzo vaya de generación en generación”. Expresa Vilma Tolentino, feligrés de la unidad pastoral Los Doce Apóstoles.
El padre Jaime Román, párroco de Los Doce Apóstoles, reconoce esta gran obra de Dios y es quien mantiene a través de la evangelización, encendida la llama de la esperanza para que se siga en la misión de construir el templo de Dios. “La Construcción de Los Doce Apóstoles se ha logrado de forma intensa, muy grande, con mucha motivación de la gente, con mucho esfuerzo” Afirma el padre Jaime Román, quien junto con la comunidad parroquial han establecido la meta de terminar la construcción del templo en diciembre y empezar la obra de la casa cural para el 2010.
* Estudiante en práctica Delegación de Comunicaciones y Relaciones Públicas Arquidiócesis de Barranquilla.
Parroquias Ayer y Hoy
Por Julio Giraldo *
En el Barrio Buenos Aires, a sólo media cuadra de Murillo y limitando con la Ciudadela 20 de julio, se encuentra una pequeña capilla con 60 años de existencia, devota en sus comienzos de San Martín de Loba y construida por un grupo de personas del barrio.
Cuentan los moradores más antiguos del sector, que en 1948 el lugar estaba rodeado de monte, no existía la calle Murillo y por lo tanto, la gente debía caminar por pequeñas trochas hasta la iglesia de San Roque, y así cumplir con el precepto dominical.
Las razones mencionadas anteriormente, hicieron pensar a los habitantes en la necesidad de tener una capilla en su barrio y es así como se dieron los inicios de su construcción; quien colaboró fue el señor Carlos Olivares Díaz, dueño de una joyería en el centro de Barranquilla, este noble joyero les enviaba materiales para la construcción, los cuales eran transportados por los esperanzados habitantes en sus hombros, en burro y en carretillas.
Más adelante la familia Munarríz, decide vincularse al proyecto, ellos construyen una pequeña capilla con una modesta campana.
Era el año 1952 y desde la parroquia de San Roque, sus sacerdotes llegaban cada mes a celebrar la Eucaristía en la capilla construida, contribuyeron de igual forma, comprando algunas imágenes, como las de San Martín, el Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen María, pues en ese momento existían muchos legionarios.
De repente, llegó un momento en que no volvió ningún sacerdote; dice una leyenda muy comentada en el barrio, que un día un feligrés se robo una alcancía con un dinero que era para los pobres, el padre molesto por lo sucedido, dijo: “en adelante esta capilla no prosperará y pasarán muchos años para que vuelva a ser bendecida por el Señor”. Lo cierto es que el lugar se cerró durante 10 años y sus vecinos se olvidaron que tenían parroquia, a San Martín de Loba se lo llevaron para Carrizal y nadie intento abrir la iglesia. Hasta que en 1982 cuando se mudó al barrio la señora Emma Luna, legionaria, quien al pasar frente a la capilla, se acercó, miró por una hendija de la vieja y destartalada puerta y lo primero que vio fue la imagen de la Virgen y la del Sagrado Corazón de Jesús, la legionaria comenzó a investigar y encontró al señor que decía ser el celador de la iglesia, con rosario en mano, Doña Emma logró convencerlo de abrir la Iglesia, la chapa y la llave se encontraban oxidadas, pero luego de varios intentos, lograron abrir y encontraron que todo estaba rodeado de telarañas, las imágenes cubiertas de polvo y el viejo altar casi en ruinas; la noble señora con mucho amor por María, expresó: “ya está capilla no se cierra más, voy a fundar aquí una escuela para los niños del barrio”. Y así fue, abrió su escuela, los niños comenzaron a llegar y el único pago que debían hacer los padres de familia, era comprometerse a que cada noche se reunieran en la capilla para rezar toda la comunidad el Santo Rosario. Lentamente los feligreses dirigidos por la señora Emma fueron recuperando la parroquia y cada vez que tenían la oportunidad, invitaban a las personas para que asistieran a las Eucaristías y colaboraran para recoger el dinero del transporte de los sacerdotes.
La perseverancia y gran fe, dieron resultados y volvieron los sacerdotes, se compró el Cristo y los vecinos se animaron a formar parte de la recuperación de la capilla del barrio, por lo tanto, iniciaron campañas, bazares, bailes de carnaval, rifas, bingos y lograron recaudar donaciones de familias barranquilleras, como fue el caso de la familia Tarud. Es así como lograron ampliar un poco más su pequeña capilla y se dieron las condiciones para que Monseñor Germán Villa Gaviria, según decreto 1273 del 7de febrero de 1996 creará la unidad pastoral Nuestra Señora de las Misericordias.
La Parroquia Hoy:
60 años después de la construcción de la capilla y de la formación de los habitantes del sector como comunidad católica, hoy este santo lugar sigue siendo pequeño, se encuentra en obra negra y con muchas necesidades; pero se destaca una feligresía organizada y motivada por sacar adelante su parroquia.
Existen dos células pastorales, una de ellas es, Nuestra Señora del Monte Carmelo, totalmente organizada y en mejores condiciones materiales que la sede principal.
Hoy se encuentra en esta porción del pueblo de Dios, el padre Álvaro Porto, quien hace apenas un mes y medio, fue asignado como párroco de esta unidad pastoral por Monseñor Rubén Salazar Gómez.
El padre Porto expresa estar muy contento de trabajar con una comunidad con tantas necesidades, ya que su carisma ha sido el trabajo con los pobres y marginados. Él se siente feliz de poder ayudar para que salgan adelante, se dignifiquen y tengan lo que cada ser humano requiere para vivir en armonía y en paz. Por su parte, la comunidad lo recibió con alegría y acogida, se siente en el ambiente un aire de expectativa y optimismo, acompañado de los deseos de toda la feligresía de acompañar a su nuevo párroco en los proyectos pastorales que ya comenzó a trazar tanto en el campo espiritual, como en el campo material.
El deseo del nuevo párroco es organizar y reforzar las estructuras para que el plan de evangelización funcione de acuerdo a las líneas trazadas por el Señor Arzobispo. Es mucho lo que hay por hacer; por el momento, se cuenta con un fondo que la comunidad tiene ahorrado y para completar lo que se requiere en está primera etapa de las reformas, se ha programado un bingo gastronómico para el 14 de junio, se espera una respuesta generosa de los habitantes del sector y sus vecinos, igualmente de todos aquellos barranquilleros que quieran colaborar para seguir teniendo templos dignos para alabar al Dios de la vida.
* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Encuentros con el Arzobispo

El Misterio de Dios Amor
Por Julio Giraldo *
El misterio de la Santísima Trinidad debe ser conocido y entendido por cada ser humano, para que de esta forma reconozca el verdadero significado de tenerlo presente en la vida misma. Por tal motivo, nuestro Pastor, en esta ocasión nos explica a que hace referencia este misterio.
Julio Giraldo: Otra fiesta especial celebra la Iglesia católica el domingo 7 de junio. De nuevo se toca un tema que parece ha sido siempre muy complicado poder entenderlo. ¿Realmente es tan complicado entender el misterio de la Santísima Trinidad?
Arzobispo: Es un misterio insondable porque es el misterio de Dios, pero es también un misterio accesible porque Dios ha querido manifestarse, revelarse, venir al ser humano para darse a conocer. Ya en el Antiguo Testamento el Señor le decía a su pueblo: “¿Qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella, como lo está el Señor nuestro Dios siempre que lo invocamos?” (Deuteronomio 4,7). En efecto, es un Dios que no ha querido permanecer inaccesible, escondido en Su misterio inalcanzable, sino que ha querido desde el primer momento entrar en diálogo de amor con Su criatura metiéndose dentro de la historia humana hasta que, para llevar a plenitud los tiempos, envió a su Hijo, imagen de Su ser, Su Palabra eterna, para que hecho uno de nosotros en el seno de la Virgen María, nos revelara plenamente Su rostro de amor. Es esto lo que afirma la introducción de la Carta a los Hebreos: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora, en este momento definitivo, nos ha hablado por medio de su Hijo.” (Hebreos 1,1-2); y el final del prólogo del Evangelio de San Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único que es Dios y está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.”
J. G.: Para la mayoría de la gente, hablar de la Santísima Trinidad es hablar de una santa muy milagrosa, como le oí decir a alguien. ¿Por qué se habla de “trinidad”? ¿No crea esto confusión?
Arzobispo: La definición de Dios que encontramos en la Sagrada Escritura es concisa: “Dios es amor”. Y esta realidad significa que, como lo explicó espléndidamente el papa Juan Pablo II en múltiples ocasiones, en Su misterio más profundo, Dios no es soledad, sino comunión; comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A ese misterio de la intimidad de Dios tuvimos acceso por medio de Su Hijo encarnado, quien en Su rostro humano nos mostró el rostro de Dios. La Iglesia –guiada por Dios- creó la palabra “trinidad” precisamente para expresar este misterio: un Dios único que es, a la vez, tres personas; no tres dioses, sino un sólo Dios; no una sola persona, sino tres personas distintas en un sólo Dios verdadero. El lenguaje se hace siempre impreciso y limitado para expresar el misterio de Dios, pero es necesario expresar el misterio de Dios por medio de nuestro lenguaje porque, si no, no podríamos conocer a Dios ni transmitir a los demás este conocimiento. Por esto, a la limitación de nuestro lenguaje tiene que venir en ayuda una experiencia profunda de Dios en nuestra vida para que el lenguaje adquiera su sentido.
J. G.: Pero, ¿no resulta todo esto como una especulación bien lejana a la vida y a los intereses de la gente común y corriente? ¿Qué puede decir esto al hombre de hoy?
Arzobispo: Hay una afirmación al comienzo del Libro del Génesis que tiene una trascendental importancia. Se nos dice: “Dios creó al ser humano a Su imagen y semejanza”. Por lo tanto, tenemos que conocer a Dios para poder descubrir nuestra naturaleza más íntima y poder así realizar nuestra vocación más profunda. Por lo tanto, si Dios es amor, es comunión de personas, pero es uno, esto significa que el ser humano está llamado a vivir en el amor, en la comunión con los demás, en la búsqueda permanente de la unidad de todos. Si Dios no permaneció aislado en Su comunión trinitaria, sino que quiso entrar en comunión con Su criatura, revelándosele y haciéndola partícipe de Su vida divina, esto significa que el ser humano debe estar siempre en continuo “salir de sí mismo” hacia el otro, comunicándose, entrando en relación profunda y sincera con los demás para crear verdadera comunión. Si Dios manifestó Su amor en Cristo teniendo misericordia de los pecadores, perdonando las injurias, amando a los enemigos, acercándose a los marginados, sirviendo a los demás (“No he venido a que me sirvan sino a servir y a entregar mi vida por todos.” Mc 10,45), esto significa que el ser humano –para poder ser realmente feliz, es decir, para poder realizar la verdad de Su ser- debe poner al servicio de los demás todo lo que ha recibido, buscando siempre la reconciliación con todos, creando todos los días de nuevo verdadera comunidad alrededor suyo. Todo esto nos indica que hablar hoy del ser íntimo de Dios no es una especulación lejana, sino una tarea indispensable para que el ser humano recupere su verdadero rostro, llegue a ser de verdad lo que está llamado a ser, y pueda, por lo tanto, construir un mundo que siendo más humano responda mejor a la voluntad salvífica de Dios. Tal vez la raíz de nuestros males está en que no contemplamos el rostro de Dios y por esto hemos desfigurado el rostro de los hombres; hemos sacado a Dios de nuestras vidas y de la historia de la sociedad con el pretexto de ser más nosotros mismos y de esta manera nos hemos privado de la fuente misma de nuestro ser y de la comprensión de nosotros mismos. Y, de esto estoy seguro, el principio de la solución de muchos de nuestros problemas esté en volver de nuevo nuestra mirada hacia Dios para que en nuestro rostro se refleje el rostro de Dios y así seamos más humanos, más justos, más solidarios, más hermanos.
* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Por Julio Giraldo *
El misterio de la Santísima Trinidad debe ser conocido y entendido por cada ser humano, para que de esta forma reconozca el verdadero significado de tenerlo presente en la vida misma. Por tal motivo, nuestro Pastor, en esta ocasión nos explica a que hace referencia este misterio.
Julio Giraldo: Otra fiesta especial celebra la Iglesia católica el domingo 7 de junio. De nuevo se toca un tema que parece ha sido siempre muy complicado poder entenderlo. ¿Realmente es tan complicado entender el misterio de la Santísima Trinidad?
Arzobispo: Es un misterio insondable porque es el misterio de Dios, pero es también un misterio accesible porque Dios ha querido manifestarse, revelarse, venir al ser humano para darse a conocer. Ya en el Antiguo Testamento el Señor le decía a su pueblo: “¿Qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella, como lo está el Señor nuestro Dios siempre que lo invocamos?” (Deuteronomio 4,7). En efecto, es un Dios que no ha querido permanecer inaccesible, escondido en Su misterio inalcanzable, sino que ha querido desde el primer momento entrar en diálogo de amor con Su criatura metiéndose dentro de la historia humana hasta que, para llevar a plenitud los tiempos, envió a su Hijo, imagen de Su ser, Su Palabra eterna, para que hecho uno de nosotros en el seno de la Virgen María, nos revelara plenamente Su rostro de amor. Es esto lo que afirma la introducción de la Carta a los Hebreos: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora, en este momento definitivo, nos ha hablado por medio de su Hijo.” (Hebreos 1,1-2); y el final del prólogo del Evangelio de San Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único que es Dios y está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.”
J. G.: Para la mayoría de la gente, hablar de la Santísima Trinidad es hablar de una santa muy milagrosa, como le oí decir a alguien. ¿Por qué se habla de “trinidad”? ¿No crea esto confusión?
Arzobispo: La definición de Dios que encontramos en la Sagrada Escritura es concisa: “Dios es amor”. Y esta realidad significa que, como lo explicó espléndidamente el papa Juan Pablo II en múltiples ocasiones, en Su misterio más profundo, Dios no es soledad, sino comunión; comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A ese misterio de la intimidad de Dios tuvimos acceso por medio de Su Hijo encarnado, quien en Su rostro humano nos mostró el rostro de Dios. La Iglesia –guiada por Dios- creó la palabra “trinidad” precisamente para expresar este misterio: un Dios único que es, a la vez, tres personas; no tres dioses, sino un sólo Dios; no una sola persona, sino tres personas distintas en un sólo Dios verdadero. El lenguaje se hace siempre impreciso y limitado para expresar el misterio de Dios, pero es necesario expresar el misterio de Dios por medio de nuestro lenguaje porque, si no, no podríamos conocer a Dios ni transmitir a los demás este conocimiento. Por esto, a la limitación de nuestro lenguaje tiene que venir en ayuda una experiencia profunda de Dios en nuestra vida para que el lenguaje adquiera su sentido.
J. G.: Pero, ¿no resulta todo esto como una especulación bien lejana a la vida y a los intereses de la gente común y corriente? ¿Qué puede decir esto al hombre de hoy?
Arzobispo: Hay una afirmación al comienzo del Libro del Génesis que tiene una trascendental importancia. Se nos dice: “Dios creó al ser humano a Su imagen y semejanza”. Por lo tanto, tenemos que conocer a Dios para poder descubrir nuestra naturaleza más íntima y poder así realizar nuestra vocación más profunda. Por lo tanto, si Dios es amor, es comunión de personas, pero es uno, esto significa que el ser humano está llamado a vivir en el amor, en la comunión con los demás, en la búsqueda permanente de la unidad de todos. Si Dios no permaneció aislado en Su comunión trinitaria, sino que quiso entrar en comunión con Su criatura, revelándosele y haciéndola partícipe de Su vida divina, esto significa que el ser humano debe estar siempre en continuo “salir de sí mismo” hacia el otro, comunicándose, entrando en relación profunda y sincera con los demás para crear verdadera comunión. Si Dios manifestó Su amor en Cristo teniendo misericordia de los pecadores, perdonando las injurias, amando a los enemigos, acercándose a los marginados, sirviendo a los demás (“No he venido a que me sirvan sino a servir y a entregar mi vida por todos.” Mc 10,45), esto significa que el ser humano –para poder ser realmente feliz, es decir, para poder realizar la verdad de Su ser- debe poner al servicio de los demás todo lo que ha recibido, buscando siempre la reconciliación con todos, creando todos los días de nuevo verdadera comunidad alrededor suyo. Todo esto nos indica que hablar hoy del ser íntimo de Dios no es una especulación lejana, sino una tarea indispensable para que el ser humano recupere su verdadero rostro, llegue a ser de verdad lo que está llamado a ser, y pueda, por lo tanto, construir un mundo que siendo más humano responda mejor a la voluntad salvífica de Dios. Tal vez la raíz de nuestros males está en que no contemplamos el rostro de Dios y por esto hemos desfigurado el rostro de los hombres; hemos sacado a Dios de nuestras vidas y de la historia de la sociedad con el pretexto de ser más nosotros mismos y de esta manera nos hemos privado de la fuente misma de nuestro ser y de la comprensión de nosotros mismos. Y, de esto estoy seguro, el principio de la solución de muchos de nuestros problemas esté en volver de nuevo nuestra mirada hacia Dios para que en nuestro rostro se refleje el rostro de Dios y así seamos más humanos, más justos, más solidarios, más hermanos.
* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
Año sacerdotal: “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”

Por Alexi Mattos, Pbro*
El Año Sacerdotal es el momento preciso para que la Iglesia Católica conozca a profundidad y destaque la importancia del orden del sacerdocio, de esta forma, entenderá el porque de sus compromisos, servicio y entrega absoluta a la configuración con Cristo. El presbítero es Jesús en nuestros tiempos, que nos acompaña y nos guía para lograr una sociedad más justa, solidaria y en paz.
¿A qué hace referencia el año sacerdotal?
Con ocasión del ciento cincuentavo aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, Su Santidad Benedicto XVI ha anunciado que del 19 de junio de 2009 al 19 de junio de 2010, se celebrará un especial Año Sacerdotal, que tendrá como tema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”. El Santo Padre lo abrirá presidiendo la celebración de las Vísperas, el 19 de junio día de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y jornada de santificación sacerdotal. Y, en presencia de la reliquia del Cura de Ars traída por el obispo de Belley-Ars; culminará, el 19 de junio de 2010, en un “Encuentro Mundial Sacerdotal” que se llevará a cabo en la Plaza de San Pedro.
Durante este Año jubilar, Benedicto XVI proclamará a San Juan María Vianney, “Patrono de todos los sacerdotes del mundo”. Se publicará además el “Directorio para los Confesores y Directores Espirituales”, junto con una recopilación de textos del Sumo Pontífice sobre los temas esenciales de la vida y de la misión sacerdotal en la época actual.
Será un año para que se obtengan las indulgencias que el Papa concede a los fieles del mundo para el perdón pleno o parcial de sus pecados, cumpliendo unos requisitos. La modalidad para la obtención de las indulgencias son:
Ø A los sacerdotes realmente arrepentidos, que cualquier día recen con devoción, al menos las laudes matutinas o las Vísperas ante el Santísimo Sacramento y a ejemplo de San Juan María Vianney, se ofrezcan con espíritu dispuesto y generoso a la celebración de los sacramentos, sobre todo al de la penitencia, se les concede indulgencia plenaria.
Ø A los fieles cristianos que arrepentidos de corazón asistan a la Santa Misa ofreciéndola por los sacerdotes de la Iglesia, recibirán la indulgencia plenaria, siempre que se hayan confesado sacramentalmente y recen por las intenciones del Papa, los días en que inicia y se clausura el Año Sacerdotal, el 4 de agosto aniversario 150 de la muerte de San Juan María Vianney, los primeros jueves del mes o cualquier otro día establecido por el obispo.
Ø Los ancianos, enfermos y todos aquellos que por diferentes motivos no pueden salir de sus casa, podrán obtener la indulgencia plenaria, si se alejan del pecado y realizan a cabalidad el propósito de cumplir las tres condiciones necesarias (oración por el Santo Padre, arrepentimiento en el sacramento de la confesión y ofrecimiento de sus enfermedades y sufrimientos).
Teniendo en cuenta lo explicado anteriormente y para poder comprometernos, realizar de buena voluntad lo establecido por nuestro Sumo Pontífice y entender el porque de este Año jubilar, es necesario, entender el verdadero significado del orden del sacerdocio. Muchas veces nos limitamos a ver a nuestros presbíteros, como aquella persona que celebra los sacramentos, que es “santa” y a quien no le permitiríamos una equivocación o pecado, si llegará a suceder, de inmediato lo juzgaríamos no sólo a él, sino a nuestra Iglesia en general, se nos llega a olvidar que los sacerdotes son Cristo en la tierra, pero que también son humanos y por lo tanto, no son perfectos.
El sacerdocio es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos. El sacerdocio se constituye en hacerse uno con Cristo hasta el punto de prolongar su presencia en medio de las comunidades; de esta manera se nos afirma que en Cristo es sacerdote y por medio de él ofrece el sacrificio de la Eucaristía; es instrumento para que Dios perdone pecados, para que conforte la debilidad corporal y espiritual; lleve a las criaturas a la dignidad de hijos de Dios por medio del bautismo; presencie la alianza matrimonial. El sacerdote desde Cristo hasta el fin de la historia es una necesidad para la salvación, para la extensión de la presencia de Cristo en el corazón de las siguientes generaciones.
Para ser sacerdotes se requiere ser llamado por Dios para esta vocación. Vocación que parte de unos interrogantes fundamentales: ¿Me querrá Dios sacerdote?, ¿A qué me llama Dios?. Hay que saber escuchar a Dios que sigue llamando a muchos al sacerdocio. Debe haber un ambiente propicio para que se desarrolle la vocación y este año sacerdotal se convertirá en un espacio para que se despierten abundantes vocaciones; planteando el interrogante a niños, adolescentes y jóvenes, como hermanos pidamos a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.
Es aquí donde se hace de vital importancia la presencia de las parroquias y sus comunidades, pues se convierten en agentes para celebrar este año sacerdotal; nuestras unidades pastorales son el espacio para llegar a todos: valorando la vocación sacerdotal como una opción válida; se ore por los que han dicho sí al Señor en el ministerio del orden sacerdotal; se apoye a los sacerdotes y a los que Jesucristo está llamando a ser presbíteros y se encuentran en el Seminario Mayor; se eleve de manera frecuente oraciones al dueño de la Iglesia para que siga enviando a su pueblo, trabajadores que anuncien y hagan presente a Jesucristo. Lo que nunca hay que perder de vista es promocionar el sacerdocio, proponiéndolo de manera decidida y personalizada a niños, adolescentes y jóvenes, especialmente a los padres de familia para que no se conviertan en piedras de tropiezo, sino que el hogar sea el espacio preciso en donde florezcan las vocaciones.
En este año los encuentros parroquiales y arquidiocesanos, los eventos de las distintas pastorales se recomienda estén profundamente enmarcados en reflexiones, frases y lecturas alusivas al sacerdocio, a la vez que se hace necesario sean difundidos los testimonios de buenos sacerdotes y jóvenes en el proceso de formación sacerdotal.
La vida de San Juan María Vianey, el Cura de Ars.
San Juan María Vianney, nació en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de mayo de 1786 y falleció en Ars el 4 de Agosto de 1859.; hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze.
En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a sacerdotes, y Juan María fue enviado a ella. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el "Cura de Ars" se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia.
La principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él desde otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia, tanto por su modo de comportarse y apariencia, como por sus palabras.
El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la mortificación desde su primera juventud, y durante cuarenta años su alimentación y su descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para mantener su vida. Y aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad, paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de 73 años.
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial. En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de Agosto.
El Año Sacerdotal es el momento preciso para que la Iglesia Católica conozca a profundidad y destaque la importancia del orden del sacerdocio, de esta forma, entenderá el porque de sus compromisos, servicio y entrega absoluta a la configuración con Cristo. El presbítero es Jesús en nuestros tiempos, que nos acompaña y nos guía para lograr una sociedad más justa, solidaria y en paz.
¿A qué hace referencia el año sacerdotal?
Con ocasión del ciento cincuentavo aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, Su Santidad Benedicto XVI ha anunciado que del 19 de junio de 2009 al 19 de junio de 2010, se celebrará un especial Año Sacerdotal, que tendrá como tema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”. El Santo Padre lo abrirá presidiendo la celebración de las Vísperas, el 19 de junio día de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y jornada de santificación sacerdotal. Y, en presencia de la reliquia del Cura de Ars traída por el obispo de Belley-Ars; culminará, el 19 de junio de 2010, en un “Encuentro Mundial Sacerdotal” que se llevará a cabo en la Plaza de San Pedro.
Durante este Año jubilar, Benedicto XVI proclamará a San Juan María Vianney, “Patrono de todos los sacerdotes del mundo”. Se publicará además el “Directorio para los Confesores y Directores Espirituales”, junto con una recopilación de textos del Sumo Pontífice sobre los temas esenciales de la vida y de la misión sacerdotal en la época actual.
Será un año para que se obtengan las indulgencias que el Papa concede a los fieles del mundo para el perdón pleno o parcial de sus pecados, cumpliendo unos requisitos. La modalidad para la obtención de las indulgencias son:
Ø A los sacerdotes realmente arrepentidos, que cualquier día recen con devoción, al menos las laudes matutinas o las Vísperas ante el Santísimo Sacramento y a ejemplo de San Juan María Vianney, se ofrezcan con espíritu dispuesto y generoso a la celebración de los sacramentos, sobre todo al de la penitencia, se les concede indulgencia plenaria.
Ø A los fieles cristianos que arrepentidos de corazón asistan a la Santa Misa ofreciéndola por los sacerdotes de la Iglesia, recibirán la indulgencia plenaria, siempre que se hayan confesado sacramentalmente y recen por las intenciones del Papa, los días en que inicia y se clausura el Año Sacerdotal, el 4 de agosto aniversario 150 de la muerte de San Juan María Vianney, los primeros jueves del mes o cualquier otro día establecido por el obispo.
Ø Los ancianos, enfermos y todos aquellos que por diferentes motivos no pueden salir de sus casa, podrán obtener la indulgencia plenaria, si se alejan del pecado y realizan a cabalidad el propósito de cumplir las tres condiciones necesarias (oración por el Santo Padre, arrepentimiento en el sacramento de la confesión y ofrecimiento de sus enfermedades y sufrimientos).
Teniendo en cuenta lo explicado anteriormente y para poder comprometernos, realizar de buena voluntad lo establecido por nuestro Sumo Pontífice y entender el porque de este Año jubilar, es necesario, entender el verdadero significado del orden del sacerdocio. Muchas veces nos limitamos a ver a nuestros presbíteros, como aquella persona que celebra los sacramentos, que es “santa” y a quien no le permitiríamos una equivocación o pecado, si llegará a suceder, de inmediato lo juzgaríamos no sólo a él, sino a nuestra Iglesia en general, se nos llega a olvidar que los sacerdotes son Cristo en la tierra, pero que también son humanos y por lo tanto, no son perfectos.
El sacerdocio es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos. El sacerdocio se constituye en hacerse uno con Cristo hasta el punto de prolongar su presencia en medio de las comunidades; de esta manera se nos afirma que en Cristo es sacerdote y por medio de él ofrece el sacrificio de la Eucaristía; es instrumento para que Dios perdone pecados, para que conforte la debilidad corporal y espiritual; lleve a las criaturas a la dignidad de hijos de Dios por medio del bautismo; presencie la alianza matrimonial. El sacerdote desde Cristo hasta el fin de la historia es una necesidad para la salvación, para la extensión de la presencia de Cristo en el corazón de las siguientes generaciones.
Para ser sacerdotes se requiere ser llamado por Dios para esta vocación. Vocación que parte de unos interrogantes fundamentales: ¿Me querrá Dios sacerdote?, ¿A qué me llama Dios?. Hay que saber escuchar a Dios que sigue llamando a muchos al sacerdocio. Debe haber un ambiente propicio para que se desarrolle la vocación y este año sacerdotal se convertirá en un espacio para que se despierten abundantes vocaciones; planteando el interrogante a niños, adolescentes y jóvenes, como hermanos pidamos a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.
Es aquí donde se hace de vital importancia la presencia de las parroquias y sus comunidades, pues se convierten en agentes para celebrar este año sacerdotal; nuestras unidades pastorales son el espacio para llegar a todos: valorando la vocación sacerdotal como una opción válida; se ore por los que han dicho sí al Señor en el ministerio del orden sacerdotal; se apoye a los sacerdotes y a los que Jesucristo está llamando a ser presbíteros y se encuentran en el Seminario Mayor; se eleve de manera frecuente oraciones al dueño de la Iglesia para que siga enviando a su pueblo, trabajadores que anuncien y hagan presente a Jesucristo. Lo que nunca hay que perder de vista es promocionar el sacerdocio, proponiéndolo de manera decidida y personalizada a niños, adolescentes y jóvenes, especialmente a los padres de familia para que no se conviertan en piedras de tropiezo, sino que el hogar sea el espacio preciso en donde florezcan las vocaciones.
En este año los encuentros parroquiales y arquidiocesanos, los eventos de las distintas pastorales se recomienda estén profundamente enmarcados en reflexiones, frases y lecturas alusivas al sacerdocio, a la vez que se hace necesario sean difundidos los testimonios de buenos sacerdotes y jóvenes en el proceso de formación sacerdotal.
La vida de San Juan María Vianey, el Cura de Ars.
San Juan María Vianney, nació en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de mayo de 1786 y falleció en Ars el 4 de Agosto de 1859.; hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze.
En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a sacerdotes, y Juan María fue enviado a ella. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el "Cura de Ars" se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia.
La principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él desde otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia, tanto por su modo de comportarse y apariencia, como por sus palabras.
El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la mortificación desde su primera juventud, y durante cuarenta años su alimentación y su descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para mantener su vida. Y aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad, paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de 73 años.
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial. En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de Agosto.
* Delegado Arquidiocesano de Pastoral Vocacional, párroco de La Presentación del Señor. intensodecorazon@hotmail.com

Por Johanna Milena Jurado*
El comunicador que es conciente de su vocación y del llamado que Jesús le ha hecho a su seguimiento, no puede conformarse con informar, con dar razón, con ver desde lejos la realidad, limitándose a las preguntas y a las respuestas, a la investigación vista como una obligación de su oficio. Es necesario que primero se sienta “testigo” para luego comunicar lo que ha visto, sentido, oído y vivido desde su propia experiencia de discipulado y misión tras las huellas de Jesús, su Maestro.
Un testigo que se deje encontrar por el amor de Dios en el camino de su propio Damasco como le sucedió a San Pablo, un testigo que se deje sanar de su ceguera para decir a los demás lo que significa la luz, que se deje sanar de su parálisis para decir lo que significa levantarse y caminar, que se sienta perdonado para anunciar lo que es la gracia, la libertad y la vida, que se deje lavar los pies para anunciar lo que significa la grandeza de la misericordia, que se sienta invitado a la mesa de Jesús para compartir en la intimidad de una cena, el gran valor de la amistad.
Partiendo de esta experiencia del amor de Dios en su vida, el testigo- comunicador encontrará un nuevo sentido a lo que es y realiza, entonces nacerá espontáneamente el deseo de comprometerse, de arriesgarse a vivir con intensidad experiencias nuevas, de disponerse a recorrer caminos inciertos para abrir en libertad los nuevos senderos que el Espíritu Santo vaya abriendo para la misión, de vivir en una continua actitud de discernimiento para hacer oración la vida y vida la oración.
El comunicador a ejemplo del apóstol San Pablo, debe ofrecer su vida totalmente a Dios, como una vasija de barro dispuesta a ser llenada por su gracia para luego repartirla a los demás, su vida debe ser como la de un canal por donde pasa el agua que proviene de la montaña hasta llegar a abastecer al pueblo y calmar su sed. San Pablo resume su papel de comunicador en esta frase: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive e mí”. Así, él se ha convertido en el canal perfecto entre lo que Dios quiere comunicar y lo que las personas necesitan escuchar para su salvación.
Es por ello que no se puede entender un comunicador discípulo y misionero de Jesús, sino lee, medita, contempla, ora y vive la Palabra de Dios cada día. Es ella la que va moldeando su vida para ser este canal perfecto del amor de Dios, como también lo fue María quien con su docilidad, humildad, disponibilidad y apertura continua a la gracia de Dios llegó a decir: “Que se haga en mí, según Tu Palabra”
Camina seguro bajo la providencia del Padre, la compañía fiel del Hijo y la gracia del Espíritu Santo para que a ejemplo de la Trinidad, perfecto modelo de Comunicación, seas luz y puente de comunión entre Dios y los hermanos en medio de tantos signos de división y muerte, y no te olvides que eres misionero, porque dejando a un lado tus seguridades, te arriesgas a tocar las realidades que muchos omitimos y rechazamos.
Allí, asumes tu papel para comunicar la esperanza en medio del dolor, la luz en medio de la oscuridad, la fe para proclamar que es posible levantarse y volver a empezar cuando Cristo está presente. Madruga con alegría y toma en tus manos tus instrumentos de trabajo como sagrados, ellos te ayudarán a construir el Reino junto a otros y a ir en búsqueda de la santidad a la que todos estamos llamados.
Tu corazón no se puede reducir, debe ser universal como el del Apóstol Pablo, debe superar las fronteras para que desde tu lugar de trabajo: La calle, la oficina, la sala de redacción, puedas llevar a muchos a la conciencia de la verdad, del compromiso, de la solidaridad, de la justicia, de la paz. Demos gracias a Dios por todos aquellos que ejercen esta profesión y pongámoslos bajo la protección del Apóstol San Pablo, quien seguramente en este año dedicado a él, les ayudará a comprender el alcance y la gracia del don recibido.
Periodista y Comunicador, eres el testigo, el secretario y el profeta de Dios en el mundo de hoy, cuida con amor esta vocación a la que has sido llamado y recibe con tus manos abiertas este tesoro. No tengas miedo, pues aún detrás de tus sacrificios, del riesgo en que a veces expones tu vida, recuerda que Dios te ha elegido para ser “Comunicador de su amor”.
Oración
Quiero Señor, ser comunicador de tu amor, para que tus manos se extiendan en las mías y desde tu abrazo reparta tu perdón, para que mi boca pronuncie tus palabras y desde tu amor, yo entregue el corazón. Para ver y actuar con tu misericordia, para que camine dispuesto a la misión, para que mi túnica sea tu Espíritu y mi alimento tu Cuerpo y Sangre Señor. Para que mi lámpara sea tu Palabra y escuchando tu llamado te siga Buen Pastor y así conducir al rebaño que tu amas, a la fuente de vida que es tu corazón. Amén.
*Novicia Comunidad Hermanas Paulinas.
*Novicia Comunidad Hermanas Paulinas.

Por Julio Giraldo*
El próximo 10 de junio, acompañado de los obispos, de sus hermanos sacerdotes del clero de Barranquilla y su comunidad parroquial de San Juan Bautista de Palmar de Varela, celebrará sus 25 años de vida sacerdotal, el padre Nelson Fernando Medina Rueda, sacerdote de la hermana Diócesis de Zipaquirá y quien misiona en nuestro territorio desde hace siete años.
Su Origen, Niñez y Juventud
Nace en Bogotá por prescripción médica como séptimo hijo; de un hogar cristiano conformado por don Josué Medina, abogado y doña Rosita Rueda, bacterióloga. Sus raíces se encuentran en Bucaramanga, el Socorro y San Gil; proveniente de una familia con gente trabajadora y honesta, quienes han educado a sus hijos con el testimonio de su propia vida y bajo el santo temor y amor de Dios, por tal motivo, en éste hogar, ninguno de sus miembros se duerme sin antes haber rezado el rosario, la oración al niño Dios, el bendito y un responso por las almas del purgatorio. Allí en ese ambiente maravilloso de vida ejemplar, de oración y comunión con Dios, el padre Nelson recibió su primera formación en la fe y en el amor; vivió y creció como un niño igual a los demás, estudió, jugó y fue inquieto, pero dedicó más tiempo a su crecimiento espiritual que a cualquier otra actividad. Sobre su vocación encontramos que es uno de los pocos casos que creció en un ambiente vocacional, ya que nunca contó con ningún sacerdote que lo animará o le dijera que él tenía actitudes para el sacerdocio, nunca formó parte de un circulo vocacional, pero en su mente y en su actuar, siempre estuvo latente la idea de que él sería sacerdote, aunque en un determinado momento pensó también la idea de ser ingeniero.
Su Ingreso al Seminario
No hay duda, que la vocación del padre Nelson es una obra de Dios; desde el momento de su nacimiento, éste joven, calladamente y sin antes haberle dicho a nadie su intensión, se presenta ante el Padre Daniel Linares Niño a quien había conocido estando muy pequeño, lo saluda y le dice que él quiere ser sacerdote y necesita que le de una tarjetita o una carta para presentarse ante el obispo. El padre Linares sin muchos rodeos reconoce al joven y de inmediato le da un papelito con un breve escrito, el aspirante a ser cura no conoce al obispo ni sabe como presentarse ante él, pero una fuerza interior lo arrastra y lo lleva ante la presencia de Monseñor Rubén Buitrago Trujillo. Frente al pastor, el joven lleno de expectativa se presenta con su nombre y apellidos, le entrega el papelito y le dice: “deseo ingresar al Seminario porque quiero ser sacerdote”. El obispo sin hacer una sola pregunta ni comentario, lo mira, le sonríe, la da un apretón de mano y le dice: “Usted está admitido al Seminario”. Ingresa entonces al Seminario Mayor Arquidiocesano San José de Bogotá en febrero de 1977 con 43 compañeros más y experimenta allí su etapa de formación con mucha alegría y con el convencimiento pleno del compromiso que ha adquirido.
Su Ordenación
El momento más feliz de su vida es el 10 de junio de 1984, día solemne de Pentecostés, cuando Monseñor Rubén Buitrago Trujillo en la Catedral de Zipaquirá, impuso sus manos para ordenarlo como presbítero; fue una mañana en donde por primera vez lució una fina sotana y en compañía de su director espiritual Padre Luís Montalvo Higuera, conversaron y oraron juntos frente a Jesús sacramentado.
Ya en el altar mayor, a punto de ser ordenado, miró la alegría de su obispo, sus compañeros, familiares y amigos. En el momento en que le ungieron sus manos, pensó que allí se hacía realidad lo que el había sentido, allí había llegado la plenitud de su vida cristiana, nació una nueva vida, sus manos ungidas, serian manos para consagrar, bendecir y salvar; fue un día extraordinario de gracia y en el momento en que fue revestido con las vestiduras sacerdotales, vio la grandeza del Señor y la inmensa alegría de sus padres, hermanos y familiares. Al momento, en que sonó un fuerte aplauso una voz interior le dijo: “fuiste ya aceptado, amado y ya eres sacerdote”.
Su Llegada a Barranquilla
Por voluntad de Dios y por su gran espíritu misionero, llegó a Barranquilla el 13 de marzo de 2002 en donde fue acogido por Monseñor Rubén Salazar y de inmediato lo nombraron como párroco de la unidad pastoral del Buen Pastor en Luruaco, luego fue nombrado para el municipio del Suán, más adelante va a Santa Lucía y el 23 de agosto de 2004 fue nombrado como párroco de la unidad pastoral San Juan Bautista del municipio de Palmar de Varela en la cual actualmente sigue ejerciendo su ministerio.
* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com
El Rincón de Pablito

A clase con las aves
¡Muchas personas no saben que las aves sudan, que las hay venenosas o que algunas de ellas se orientan por las estrellas! Las aves están llenas de sorpresas y misterios, y siempre nos han fascinado por sus hermosas plumas, capacidad de volar y su enorme diversidad: flamencos, pingüinos, colibríes, avestruces, etc. Incluso ahora, sabemos que lo más sorprendente de las aves es su admirable inteligencia.
Cualquiera se habrá sorprendido con lo inteligente que pueden ser los loros y las guacamayas, y están en lo cierto. Algunas pruebas realizadas por científicos muestran que los loros llevan gran ventaja sobre otros animales.
Cuando un animal es tan inteligente, el cautiverio puede aburrirlo o deteriorar su salud mental sino cuenta con un entorno enriquecido; por tanto, el Departamento de Biología del Zoológico de Barranquilla, aprovecha la inteligencia y curiosidad de las aves para desarrollar programas de entrenamiento que las mantenga ocupadas y les permita afianzar sus conductas naturales mediante la interacción con sus entrenadores. Estas actividades no han estado disponibles al público; sin embargo, los Departamentos de Biología y Educación han decidido abrir dichas sesiones para que el visitante participe en este proceso y pueda aumentar sus conocimientos acerca de las fascinantes aves.
Muy pronto, cuando visites el Zoológico de Barranquilla, podrás participar en los entrenamientos de las aves e interactuar con ellas. En esta nueva atracción, los cuidadores y entrenadores de las aves involucrarán al público visitante para explicarles las complejas rutinas de entrenamiento de guacamayas, loros, águilas e, incluso, ¡emúes! Esta es una oportunidad extraordinaria para contemplar, como nunca antes, a las aves del Zoo.
La mayoría de la gente asocia la palabra entrenamiento con actos circenses, en los cuales una guacamaya disfrazada de vaquero cabalga sobre un perro y un loro maneja bicicleta. Es lamentable que los circos se hayan convertido en lugares para realizar prácticas poco sanas hacia los animales. Los asistentes al Zoo verán todo lo contrario en las sesiones de entrenamiento, pues los procesos están diseñados para usar sólo un refuerzo positivo y aprovechar las conductas naturales desplegadas por los animales en su medio natural como volar, cazar, correr, resolver problemas y emplear sus adaptaciones. ¡Ven al Zoo, y entra a una clase con las aves!
jueves, julio 02, 2009
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